Los Molles, Algarrobo y las desastrosas consecuencias de construir sobre humedales y degradar la zona costera
Un ejemplo de lo que no se debe hacer. Así podríamos resumir lo ocurrido en Los Molles, donde la inundación provocada por el relleno de un humedal para construir edificios generó indignación en la opinión pública. Esto se suma a un inacabable listado de ecosistemas acuáticos y costeros que son intervenidos de tal manera, que compromete al medioambiente y la seguridad de las personas. La expansión inmobiliaria ha agravado los embates de las marejadas en Algarrobo, mientras que las lluvias han permitido la reaparición o recuperación del caudal de cuerpos de agua como el estero Marga Marga, que arrasó con autos que se estacionaron en su propio lecho. Considerar a los humedales costeros y otros ecosistemas en la planificación territorial es clave, no solo para mitigar el impacto de la crisis climática, sino también para amortiguar inundaciones y otros eventos extremos. Ningún edificio puede igualar esa labor.
A tan solo 186 kilómetros de la capital es posible disfrutar un tiempo en familia y gozar de un reponedor descanso a pocos pasos del mar. Esa es la tentadora promesa ofertada por inmobiliarias que arribaron a la zona costera de Los Molles, en la Región de Valparaíso. La historia que no cuenta la publicidad es que, para ello, fue “borrado” del mapa parte de un humedal costero, el cual fue rellenado para erigir modernos edificios de dos y tres dormitorios. Pese al concreto, las aguas subterráneas persisten y se manifiestan desde el subsuelo, formando charcos que acusan su presencia.
Luego de ello, bastó que llegara el sistema frontal a Chile central para que el área donde yace el complejo habitacional quedara completamente anegado. ¿El motivo? Los edificios se emplazaron en el lugar donde se encontraba el humedal estuario Los Molles y el estero Los Coiles.
“Cuando se planifica la construcción de un condominio o alguna infraestructura sobre estos ecosistemas, como un humedal, desembocadura o estero, no se prevé lo que puede ocurrir en un evento asociado a un frente de mal tiempo. Aunque se urbaniza un humedal y se pone una capa de loza, bajo la tierra sigue habiendo un humedal, un acuífero o una capa de agua, entonces cuando llueve o se satura el suelo y la superficie, esta agua va a rebalsar”, explica Esteban Araya, integrante del Observatorio de la Costa.
Araya, quien es licenciado en Geografía, agrega que “eso pasa porque muchas veces la evaluación de los proyectos inmobiliarios no se realiza con rigurosidad, y porque en Chile tenemos un problema grave al no contar con algo que proteja de forma efectiva a los humedales y los ecosistemas costeros”.
Recordemos que los humedales proporcionan un sinnúmero de beneficios – o “servicios ecosistémicos” – como el abastecimiento de agua dulce, alimentos y hábitats para un amplio abanico de especies, además de controlar y mitigar los impactos de la crisis climática y eventos naturales extremos. Precisamente, desempeñan un rol protector al amortiguar las inundaciones por precipitaciones, así como los desbordes marinos por marejadas y tsunamis.
No obstante, todo lo anterior ha sido frecuentemente ignorado para la planificación y ordenamiento territorial a nivel nacional, ya sea por parte de las autoridades y empresas inmobiliarias.
En ese sentido, el integrante del Observatorio de la Costa detalla que “los humedales costeros cumplen un rol frente a este tipo de eventos, son amortiguadores de las marejadas, controlan la erosión y las inundaciones, entonces cuando sacamos un humedal y ponemos un edificio, el edificio no va a mitigar los impactos del cambio climático, ni los efectos de las marejadas e inundaciones. El edificio va a ponerse en riesgo y va a aumentar la vulnerabilidad de las personas que estén ahí. Teníamos un ecosistema que mitigaba y generaba protección, y ahora tenemos un conjunto de viviendas donde hay vidas humanas expuestas. El riesgo aumentó de 0 a 100”.
Para el vocero de la organización Protege Los Molles, Esteban Vergara, “el gran culpable ha sido por un lado la Municipalidad de La Ligua y por otro la Dirección General de Aguas. El gran problema es que el humedal no aparece como figura de humedal, aparece como una quebrada seca con afloramiento, entonces, tiene ese resquicio legal que pueden hacer lo que quieran. Llevamos 10 años peleando por el satélite borde costero norte que es el plano regulador intercomunal”.
Desde la agrupación relatan que en el año 2012 detectaron irregularidades en el plan regulador intercomunal, motivando la creación de Protege Los Molles, con el fin de evitar que se urbanizara la zona del Puquén, uno de los emblemas locales.
En términos generales, en el área se emplaza el Sitio Prioritario para la Conservación Los Molles – Pichidangui, declarado así en 2005 debido a su relevante biodiversidad, expresada en sus ecosistemas terrestres y marinos, y en la presencia de especies de flora y fauna, varias de las cuales son endémicas (únicas) de Chile, mientras que otras se encuentran amenazadas, como el lúcumo (Pouteria splendens) que está clasificado como en peligro de extinción. A esto se suma su importante patrimonio arqueológico.
Naturalmente, el área de humedal también forma parte de su riqueza original. Sin embargo, estos territorios han sido rellenados e intervenidos de forma creciente, de la mano de la expansión inmobiliaria de proyectos como Bordemar, entre otros, con todos sus efectos asociados.
A modo de ejemplo, Vergara detalla que «Aguas San Isidro, la planta de tratamiento de aguas servidas, está tirando los desperdicios de la planta de proceso directamente al humedal. También se tira salmuera. Sobre el mismo humedal hicieron una planta de tratamiento para esos edificios, conectaron solamente los edificios y no a gente más vulnerable de Los Molles, como los pescadores. Ellos no tienen acceso a esa planta de tratamiento”.
A esto se suma que en el año 2015 la Junta de Vecinos de Los Molles y Protege Los Molles presentaron un recurso de protección en la Corte de Apelaciones de Valparaíso, con el fin de detener la construcción de los edificios, aduciendo a la presencia del humedal y al hecho de que corresponde a una zona expuesta a la inundación en caso de tsunamis.
Vergara cuenta que “perdimos 2 a 1 en la Corte de Apelaciones de Valparaíso. Nosotros también denunciamos en un momento que en uno de esos edificios ocuparon relave de la estación de ferrocarriles de Los Molles para el relleno. Nosotros hicimos una denuncia al Departamento de Medio Ambiente”. Agrega que finalmente quedó en nada.
Sin embargo, Los Molles no es el único caso que demuestra cómo la intervención en la zona costera agrava los impactos de determinados eventos.
Edificios, autos y aguas olvidadas
Las deficiencias en la planificación y ordenamiento territorial, que derivan en la expansión inmobiliaria indiscriminada y en la degradación de la zona costera, se repite en diversos lugares del país. Continuando en la Región de Valparaíso, ese es el caso de Algarrobo, donde se han registrado en los últimos días diversos daños en la infraestructura costera por las marejadas.
Los cuestionamientos apuntan a San Alfonso del Mar, un conjunto habitacional instalado sobre campos dunares y sistemas estuarinos de Algarrobo, que ha acentuado la erosión costera y el retroceso de la playa, lo que ha sido agravado – a su vez – por las marejadas.
De esa forma se han producido socavones y colapso de infraestructura, en especial en la costanera, lo que ha sido alertado por la comunidad y agrupaciones como el Comité Ambiental de Algarrobo y Rescate Pingüino.
Este tipo de riesgo también fue advertido por un estudio, publicado a fines de 2019, sobre los impactos del cambio climático en las costas de Chile, que abordó el grado de amenaza, exposición y vulnerabilidad de los sistemas humanos y naturales de la zona costera, incluyendo sitios como las playas.
De las 35 playas analizadas, el 80% presentó un grado de erosión, siendo Algarrobo una de las que destacó por los niveles más altos, con una tasa media de retroceso de 2,54 metros por año.
Cabe destacar que la erosión y cambio en la morfología costera se puede producir por distintos factores, incluyendo aquellos de origen oceanográfico como las marejadas y aumento del nivel del mar, y la intervención humana traducida, por ejemplo, en proyectos inmobiliarios invasivos.
De esa forma se agudiza la perturbación de la costa, volviéndola más vulnerable frente a las marejadas y otros eventos extremos, más aún en un escenario de crisis climática, donde aquellos fenómenos aumentarán en frecuencia e intensidad.
“Lo que pasó en Los Molles lleva pasando una semana en Algarrobo, con San Alfonso del Mar. En su momento parecía ser un ícono del desarrollo del país, pero si vamos a la realidad, no son íconos de desarrollo, sino de todo lo contrario”, puntualiza Araya.
Otro aspecto relevante es que las lluvias podrían implicar la recuperación o reaparición de distintos cuerpos de agua que se habían secado previamente, ya sea por la sequía o escasez hídrica.
Así quedó de manifiesto en el estero Marga Marga en Viña del Mar, el cual nace en la Cordillera de la Costa y desemboca en el océano. Como era de esperarse, el estero aumentó parte de su caudal por las lluvias, protagonizando las noticias hace unos días por el hecho de que el agua arrasó con los autos de un estacionamiento, ubicado justamente en el mismo estero. También resultaron anegados los puestos de la feria Marga Marga.
⚠️ Esto sucede cuando se invisibiliza una amenaza. El estero Marga Marga en #ViñadelMar tuvo un aumento de su caudal, y los automóviles de una plaza de estacionamiento asociado a una feria cerca del cauce, quedaron total o parcialmente bajo el agua. Fotografía de @Seg_PublicaVina pic.twitter.com/BT3qLjhrng
— Red Geocientífica de Chile (@RedGeoChile) June 12, 2020
Al respecto, Araya comenta que “la noticia se enfocó en los autos y en el hecho de que ‘oh, el estero trae agua’. En el estero Marga Marga actualmente están construyendo otro puente, instalando una loza en el lecho del estero, entonces, el uso que le damos a este tipo de ecosistemas es errado. El estero de Reñaca, por años, fue el estacionamiento del verano. No había nadie que viniera a Viña y no se estacionara allí. A todos se nos olvidó que el estero era un humedal, un cuerpo con una dinámica que podía tener un hilito de agua, o agua de calle a calle, a punto de salirse, como ahora”.
Estero de Reñaca, Viña del Mar, 29 de junio de 2020, hace un rato. pic.twitter.com/XEvFblOFvx
— Πατρηοτα φαχο (@Quo_Vadis_Chile) June 29, 2020
Por ello, las precipitaciones nos recuerdan que pueden recuperarse o reaparecer humedales y otro tipo de ecosistemas acuáticos asociados a la costa.
Además, refleja la necesidad de considerar con responsabilidad a la zona costera, la cual – lejos de ser estática e inmutable – es un área sumamente dinámica donde ocurren numerosos procesos e interacciones entre el ambiente marino y terrestre.
He ahí el motivo del cuestionamiento al término “borde costero”, entendido como una franja de 80 metros entre la línea más alta de la marea y la tierra adentro. Este concepto de amplio uso popular es calificado por algunos como “reduccionista”, en el sentido de que no refleja la enorme extensión e intrincada complejidad de la zona costera.
El problema de fondo y las propuestas
Para el integrante del Observatorio de la Costa, a pesar de que Chile es un país costero, como sociedad le hemos dado la espalda al mar.
“El mayor problema es el desconocimiento y mal uso que se le da al concepto de ‘borde costero’. Las políticas e instrumentos territoriales hablan de ‘borde costero’, o sea, se concibe como un borde, no es algo sobre lo que se pueda planificar. Y en los instrumentos de planificación territorial también se refleja eso. Muchas veces los ecosistemas como los campos dunares o humedales costeros no aparecen reflejados dentro de estos planos reguladores y, si aparecen, salen como zona de playa. No aparece reconocido como ‘humedal’ o ‘campo dunar’, quedando fuera de esta planificación. Cuando se quieren tomar decisiones sobre un proyecto inmobiliario o vial, no hay nada que refleje lo que hay en el territorio”, cuestiona.
En cuanto a la situación de Los Molles, Vergara asegura que una de las primeras acciones que se necesitan es la aprobación del Plan Intercomunal Valparaíso Satélite Borde Costero Norte, que evitaría más edificios en la zona de humedal y dejaría al Puquén como Área Verde.
“Primero necesitamos aprobar el Plano Regulador Intercomunal Satélite Borde Costero Norte, y en la zona del Puquén nuestro gran desastre ambiental es la inmobiliaria Rocas del Mar. La Universidad Católica hizo la línea base en Sitio Prioritario Los Molles – Pichidangui y determinó que había gato colocolo, güiña y otras especies justamente donde está Rocas del Mar y donde proyectan hacer 1.600 parcelas, y pasan con las máquinas por los corredores biológicos”, señala el vocero de Protege Los Molles.
Asimismo, Vergara resalta la idea de crear un Santuario de la Naturaleza en el Puquén, y de proteger la zona de forma birregional, considerando la conexión ecosistémica entre Los Molles y Pichidangui (Región de Coquimbo). Para tal fin, cuenta que trabajan también en la propuesta para crear un área marina costera protegida entre Los Molles y Pichidangui.
Por otro lado, hay algunas luces de esperanza para algunos humedales costeros.
Actualmente, se espera el reglamento de la nueva Ley de Humedales Urbanos, cuyo plazo para definir normas y criterios vence este 23 de julio. Esto cobra especial relevancia, ya que la zona costera posee numerosos humedales urbanos que deberían ser reconocidos como tal en distintas instancias, lo que podría mejorar su situación frente a distintas presiones y amenazas.
Además, para el Observatorio de la Costa, es fundamental actuar considerando el escenario de crisis climática, y que se entienda la enorme complejidad y diversidad de los ecosistemas y culturas ligados a la zona costera, tanto en el norte, centro y sur del país.
Por ello, distintas entidades ponen sus fichas en una futura Ley de Costas.
“Proponemos una Ley de Costas que tenga distintos principios, por ejemplo, un principio ecosistémico, de gobernanza, etc. No es que uno quiera expropiar las propiedades privadas, sino que se busca que marque una pauta de lo que se puede y no se puede hacer, para evitar más malas decisiones como las que se han tomado. Al no poder contar con estos ecosistemas, lo que estamos haciendo en este escenario de cambio climático es aumentar el riesgo de exposición a desastres, así como la pérdida de vidas humanas y de infraestructura”, concluye Araya.