Los misterios del gato andino: cómo han sido los 20 años tras las huellas del fantasma de los Andes
Durante dos décadas, la Alianza Gato Andino se ha encomendado al estudio y conservación del felino más amenazado de América, logrando notables avances en el conocimiento sobre esta misteriosa especie. Pese a los avances, los esfuerzos continúan: no solo para enfrentar amenazas como la caza y minería, sino también para desentrañar lo que aún no se devela sobre uno de los gatos menos conocidos a nivel mundial.
Los cráneos almacenados en museos, los petroglifos en zonas remotas o unas pocas fotografías eran los contados vestigios que demostraban su desapercibida presencia en distintos rincones de los Andes. Tampoco existían estudios sobre su especie, siendo además un misterio para la ciencia. Nos referimos al gato andino (Leopardus jacobita), el felino más amenazado de América y uno de los gatos menos conocidos a nivel mundial.
Ya en 1996 quedaba en evidencia la falta de información, cuando la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza elaboró un plan de conservación para los felinos silvestres del mundo, donde señalaba: “no está claro si la aparente rareza del gato de montaña andino es un fenómeno natural, es atribuible a la acción humana, o es simplemente una percepción errónea por la falta de observaciones”.
Por ello, un grupo de investigadores sudamericanos fue contactado para realizar un estudio, lo que congregó en 1999 al argentino Mauro Lucherini, a la boliviana Lilian Villalba y al chileno Agustín Iriarte, quienes coincidieron en la necesidad de aunar esfuerzos para conocer a este enigmático mamífero. Así nació la Alianza Gato Andino (AGA), una red multinacional e interdisciplinaria que acaba de cumplir 20 años, y que reúne en la actualidad a alrededor de 30 miembros de los cuatro países donde vive esta misteriosa especie: Argentina, Bolivia, Chile y Perú.
“No sabíamos dónde estaba, qué hacía, cuáles eran sus números ni en qué países estaba. Sabíamos muy poco, y a partir de esto, empezamos a hacer estudios en los cuatro países”, recuerda Agustín Iriarte sobre los inicios de la investigación de este felino, caracterizado por su color gris cenizo, ataviado de manchas café rojizas y amarillentas.
Ha sido, precisamente, la dificultad para observarlo el constante desafío que han enfrentado en estas dos décadas, como bien explica Lilian Villalba, otra de las fundadoras de la Alianza: “En general es difícil de verlo en los distintos países. Pienso que esto se debe, principalmente, a la baja densidad en que se encuentra, sus hábitos principalmente crepusculares (es más activo al atardecer o amanecer) y nocturnos, se mimetiza muy bien con el ambiente, y por lo esquivo que es”.
Lo anterior es tan literal, que se cuentan con pocos dedos a los miembros del AGA que han observado en vivo a este elusivo animal. La gran mayoría solo lo conoce por videos o fotos.
Pese a las dificultades, se ha logrado recabar información básica que ha permitido, entre otras cosas, catalogarla como una especie “en peligro de extinción”, estado en el que se encuentra hasta el día de hoy.
“Los avances que se han tenido han sido tremendos. Al momento de la creación de AGA, lo que se sabía de la especie eran sólo unos pocos registros esparcidos por el altiplano. No se conocía casi nada acerca de su ecología y ni siquiera de su real distribución. Por otra parte, era muy poca la gente que sabía siquiera que la especie existía. Incluso personas y niños de escuelas rurales que se encontraban en el hábitat mismo de la especie no sabían de su existencia. Al momento de integrarme a AGA, el año 2007, trabajar con la especie era casi como estudiar un animal mitológico”, relata Nicolás Lagos, quien es el actual coordinador de AGA en Chile.
Para seguir sus huellas, los investigadores han realizado largas campañas de campo, sometidos a las rigurosas condiciones de los lugares donde habita el Leopardus jacobita, con temperaturas que pueden llegar por las noches a los -20 °C, fuertes vientos, y grandes altitudes que pueden llegar hasta los 5 mil metros sobre el nivel del mar.
En los primeros 10 años, el foco de AGA estuvo en aumentar la información sobre este felino, donde la tecnología ha sido una gran aliada, en especial por lo esquivo de este animal. Las cámaras trampas, radio-collares y estudios de ADN han sido claves para recopilar datos y establecer, por ejemplo, las primeras estimaciones de densidad de la especie, sus hábitos alimenticios y preferencias de hábitat.
Así han comprobado, por ejemplo, que no sólo vive en el altiplano a grandes altitudes, sino también en la cordillera de Santiago en Chile y en la Patagonia Argentina, en áreas tan bajas como los 600 metros sobre el nivel del mar.
Lagos agrega: “Hoy sabemos que es un felino que se encuentra a muy bajas densidades, que prefiere vivir en zonas rocosas cercanas a cuerpos de agua y que su alimento principal es la vizcacha. Su ámbito de hogar, esto es el espacio geográfico que necesitan para vivir, se parece más al de un puma que al de un gato pequeño, es decir, que necesitan extensiones muy grandes de hábitat para sus actividades diarias. Sabemos también que su diversidad genética es muy baja y que es un animal muy importante para las comunidades locales, considerado sagrado y símbolo de fertilidad”.
Sin embargo, aún hay información básica que se desconoce, como cuántas crías tiene, cuál es su período de gestación, o cuántos años vive. Tampoco se tiene certeza sobre los tamaños poblacionales, aunque se estima, preliminarmente, que hay alrededor de 1378 individuos en toda su distribución, dentro de los cuatro países.
“Una de las grandes incógnitas es que no sabemos por qué es tan raro el gato”, expresa Iriarte, quien también es gerente general de la Consultora Ambiental Flora & Fauna Chile.
Una teoría apunta a que el felino pudo pasar por un periodo de restricción genética por el bajo número de individuos, lo que podría generarle dificultades para reproducirse. “Eso ocurrió con el chita o guepardo. Pasó por una restricción de número, y después mejoró, pero los ejemplares chitas tienen una riqueza genética muy escasa. Es como si fueran todos hermanos, entonces, tienen mutaciones, por ejemplo, espermios de mala calidad”, ejemplifica.
Conservación sin fronteras
Aparte de compilar información, el equipo se ha dedicado, en la última década, a la identificación e implementación de estrategias efectivas para mitigar el impacto de las diversas amenazas que enfrenta el gato andino, a través de distintos programas multinacionales.
La primera amenaza es la degradación y pérdida de hábitat por actividades como la minería, la extracción de petróleo y las prácticas inapropiadas de la ganadería, agricultura o turismo. El uso no regulado de agua, la construcción de nuevos caminos con el consecuente aumento del tránsito y posibles atropellos a la fauna, la modificación del paisaje y fenómenos globales como el cambio climático, forman parte de las perturbaciones que enfrenta este felino.
A esto se suma la caza. El conflicto entre la ganadería y los carnívoros nativos, como pumas y zorros, motiva la matanza indiscriminada que afecta a otras especies, como el gato andino, cuya presencia se ha podido comprobar en algunos sitios, precisamente, por haber sido cazados.
También se realiza la cacería oportunista o para usos tradicionales. Al respecto, Villalba explica que “tanto en Bolivia como en Chile hay comunidades de origen aymara, que conocen al gato andino y tienen sus creencias con respecto a éste, y algunas comunidades aun realizan ciertos rituales: es considerado un gato sagrado que trae bienestar a su ganado. Por otro lado, en comunidades más al centro de Chile y Argentina, no se observa esto y el gato andino puede ser sujeto de caza como cualquier otro carnívoro, que los ven como amenaza para su ganado”.
Por último, se encuentra la tenencia irresponsable de perros y gatos domésticos, los cuales pueden depredarlo (en el caso de los canes) o actuar como reservorios o vectores de parásitos y enfermedades que se transmiten a la fauna nativa.
En el caso de Chile, la Alianza cuenta con el apoyo de instituciones como CONAF, con la cual ha trabajado en distintos proyectos, incluyendo un plan de conservación, cuya implementación se ha visto limitada por la falta de presupuesto. También han existido acercamientos al sector privado, en especial con el centro de ski Valle Nevado y el Hotel Explora Atacama, que operan en sectores donde habita la especie.
Si bien la organización ha recibido el apoyo de entidades como la Wildlife Conservation Network, y financiamiento proveniente de donaciones y fondos concursables, el presupuesto ha sido insuficiente para cumplir las metas del plan de conservación.
Pese a lo anterior, la Alianza continúa con su labor, fortaleciendo además la educación, divulgación y el trabajo con comunidades. Para ellos, el respeto a las culturas e idiosincrasias locales es fundamental, en especial con los pueblos altoandinos, los cuales han convivido y considerado históricamente al gato andino como un espíritu protector de la montaña.
Por ejemplo, han desarrollado programas multinacionales con pequeños productores ganaderos y mujeres artesanas para promover la protección de la especie y el bienestar de las comunidades. Asimismo, en la Región de Coquimbo están impulsando la creación de un área protegida comunitaria.
El coordinador de AGA para Chile asegura que “este tipo de vínculos son tremendamente relevantes ya que se está empoderando a los mismos pobladores locales, haciéndolos parte de un proyecto de conservación que, además de proteger la especie y ecosistemas naturales, está aportando al bienestar humano y la mantención de las tradiciones locales”.
En ese sentido, “un paso fundamental, es que el gato andino sea conocido por la gente, tanto a nivel rural como urbano, por esta razón es que todas nuestras acciones, siempre tienen un componente de difusión y educación”, sostiene Villalba.
Lagos coincide: “Una de las grandes amenazas a las poblaciones del gato es la pérdida y degradación de su hábitat debido a la actividad minera. Si contamos con gente que sienta un vínculo profundo con su territorio y que mantengan realizando sus actividades tradicionales en la cordillera, serán ellos mismos quienes la protegerán de este tipo de amenazas en un futuro”.
Iriarte, por su parte, destaca la amplia red de apoyo que da vida a la Alianza Gato Andino, y proyecta un auspicioso futuro para desentrañar los misterios del felino sagrado de los Andes. “He conocido muy pocos grupos que se dediquen a una especie, de tantos países, porque hay que sumar a un montón de gente que nos está apoyando de Inglaterra, Estados Unidos, etc. Es un grupo muy grande focalizado en una sola especie. Eso es raro, especial y único”, remata.