Pasar de lo teórico a la acción nunca ha sido fácil, nos pone en la obligación de hacer realmente lo que decimos desde nuestro intelecto: “Otra cosa es con guitarra», reza el refrán. Y me hace recordar una noche de risa, cuando con un amigo descubrimos que en el caso del músico Jorge González, este dicho se aplicaba al revés: “otra cosa es sin guitarra” (al ser un tanto agresivo y conflictivo en sus decires). En fin, no es bicoca concretar nuestras ilusiones. Menos si están vinculadas a querer cambiar de vida, junto a tu familia, mudándose desde la capital a un pueblo-ciudad al sur de Chile. Recientemente lo he podido experimentar, y no solo ha resultado estresante, duro y desafiante, sino que también contradictorio el concretar este anhelo de muchos por vivir en la naturaleza, lejos de contaminación, concentración humana, industrialización, consumo, violencia y alienación.

Era un plan que teníamos desde hace algunos años atrás, pero lo pensábamos materializar, dioses mediante, en tres o cinco años más, por los desafíos que involucran el que algo así pueda concretarse. Hasta que apareció, cual conejo debajo del sombrero del mago, el coronavirus y la pandemia mundial. De tal manera que la cuarentena, encierro, aislamiento, mascarilla, alcohol en gel, jabón, delivers, sirenas de la policía-bomberos-ambulancias y, por sobre todo, la pena de ver a nuestra hija encerrada en un departamento en el que ya no le quedaba ningún rincón por explorar, nos hizo apresurar nuestros deseos y lanzarnos al vacío, confiando en que los dioses y el universo no nos abandonarían. Con fe y esperanza, pero por sobre todo amor, dimos el paso y arrendamos un lugar que solo vimos por video, firmando los papeles en una notaría la última tarde antes que comenzara la segunda cuarentena y todo quedara cerrado hasta nuevo aviso.

©Felipe Monsalve
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Llevamos solo un mes viviendo en el sur, y aún es muy reciente para hacerse una visión general objetiva y real, pero hasta ahora no ha sido lo que esperábamos, en el sentido de encontrar una comunidad más amorosa y receptiva a la cotidianidad humana, y que fue, también, una de las motivaciones de querer cambiar de una ciudad a un pueblo. La admisión del colegio de mi hija, algunos contactos laborales y conocidos de la zona nos han mostrado que en todas partes se cuecen habas, y que la falta de sensibilidad, empatía y sentido común no es un patrimonio exclusivo de las grandes ciudades, sino, tristemente, una consecuencia del sistema y la modernidad presente en todas partes y en cada uno de nosotros, independiente a que vivamos en una mega metrópolis o en una pequeña localidad rural.

©Felipe Monsalve
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Afortunadamente, más allá de la fundamental dimensión humana colectiva, donde cada uno de nosotros aparece y adquiere relevancia como parte del todo, está la dimensión humana individual, espiritual, la que nos permite ser y experienciar la vida que deseemos vivir sin importar, en lo interno, las acciones y reacciones de lo externo, y que siempre estarán teñidas de algún grado de conflicto o caos, como parte inherente del universo y del movimiento planetario que nos hace evolucionar. Las cosas son como son, y no como desearíamos que fueran. Por lo mismo, todo lo externo no nos debiera afectar, mayormente, en nuestra dimensión personal y decisiones por ser felices, plenos y realizados.

©Felipe Monsalve
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En este contexto, creo, puede tener aún más relevancia la inconmensurable naturaleza medio ambiental, como un medio único y generoso que nos puede facilitar el alcanzar mayor plenitud interna, al permitir desplegar y acoger nuestra propia naturaleza individual. Y en consecuencia, el desarrollo espiritual que podemos alcanzar conviviendo, entendiendo y aprendiendo de la naturaleza, es una oportunidad que no debiéramos dejar pasar, aún si la dimensión humana externa, por sus propios velos de ignorancia, insistiera o conspirara por impedir que nuestra paz, amor y plenitud puedan desarrollarse. Aunque tampoco nunca hay que olvidar que el verdadero aprendizaje siempre estará en saber integrar todas las oscuridades en tu ser, las externas y también las internas, las que aparecen aún más, cual efecto espejo, cuando somos puesto bajo exigencia, amenaza, duda o no se nos da la cabida que esperábamos.

Se está viendo y sintiendo que el sur será de mucho aprendizaje. Tal vez esta experiencia pueda potenciar una mejor versión de mí mismo.

Que así sea.

©Felipe Monsalve
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