Las golondrinas de mar han encontrado un hogar en el desierto más árido del planeta
Investigadores de la Universidad de Antofagasta descubrieron por primera vez un sitio de nidificación de estas desconocidas aves en la región de Antofagasta. El hallazgo se suma al que en 2017 hizo la ROC en las proximidades de Diego de Almagro, Región de Atacama.
Ya son dos hallazgos inéditos que confirman la presencia de áreas de nidificación de golondrinas de mar en el desierto más árido del planeta. El más reciente, fue realizado por investigadores de la Universidad de Antofagasta (UA) quienes descubrieron por primera vez un sitio de nidificación de las pequeñas golondrinas de mar de collar (Hydrobates hornbyi) entre los costrones de sal en el área sur del río Loa y al oeste de Quillagua, en la Región de Antofagasta. El área destaca como una de las zonas con mayor radiación del desierto de Atacama.
En 2017 voluntarios de la Red de Observadores de Aves de Chile (ROC) también dieron con un sorprendente hallazgo: después de cuatro años de intensa búsqueda, encontraron 25 cavidades naturales bajo costras salinas con evidente uso de esta especie endémica de la corriente de Humboldt. Los nidos estaban en las proximidades de Diego de Almagro, a 70 km de la costa.
En ese entonces en la ROC sospechaban que estas aves podrían estar criando a sus polluelos en el desierto de Atacama, porque habían encontrado restos momificados de aves y plumas en la zona antes. Pero al encontrar las cavidades, éstas estaban vacías. No fue hasta abril de 2017, cuando regresaron al lugar, que encontraron a una golondrina de mar saliendo del nido.
Las golondrinas de mar o petreles son pequeñas aves pelágicas, de vuelo rápido y ágil, que viven toda su vida en alta mar, visitando tierra sólo para su reproducción. En Chile, se han registrado cuatro especies en el norte de Chile que potencialmente podrían nidificar en el país: la Golondrina de mar chica (Oceanites gracilis), la Golondrina de mar peruana(Oceanodroma tethys), la Golondrina de mar negra (Oceanodroma markhami) y la Golondrina de mar de collar (Oceanodroma hornbyi).
Es muy poco lo que se conoce sobre estas aves y de hecho especies como la golondrina de mar de collar, están clasificadas como “con información insuficiente” por la IUCN, por lo mismo hallazgos como éstos podrían significar un importante rol en su conservación, contribuyendo a categorizar la especie para descartar o confirmar si estarían en algún estado de conservación preocupante o si han sido capaces de adaptarse a uno de los climas más extremos del planeta.
«Tener una especie de mapa de los sitios de nidificación es clave para entregar ese insumo a las autoridades que regulan los estudios de Evaluación de Impacto Ambiental«, precisó Carlos Guerra, doctor en Biología de la Universidad de Antofagasta.
Estas aves, además de desconocidas, parecieran ser bastante vulnerables ante las intervenciones antópicas. Conocidos son los casos de golondrinas de mar juveniles en Antofagasta, que cegadas y desorientadas por la contaminación lumínica, terminan chocando violentamente con la luminaria dejándolas heridas en la vía pública o en los patios de algunas casas. Algo que se repite en Iquique, donde cada año 20 mil golondrinas negras (Hydrobates markhami), especie del mismo género que la de mar de collar y que nidifica en lugares similares del desierto, caen desde el cielo.
«El ideal es que no hubiera luminarias, lo que es difícil de lograr. Pero se puede disminuir la potencia de las luces, en particular, en los períodos cuando caen estos ‘volantones’ (polluelos), lo que comienza a ocurrir a fines de abril», dice Rodrigo Barros, presidente de la ROC.
A esto se suman otras amenazas ligadas al desarrollo industrial en estas zonas desérticas. “Sabemos que el hábitat de estas aves es muy frágil a las actividades de compañías de energía solar, pero también tenemos otros problemas como la minería. Sin estos datos, no podemos proteger a estas aves. Es una carrera por la conservación y contra el tiempo. Podría ser que estos petreles ya hayan sido afectados severamente por estas actividades por años y que nosotros sencillamente no lo sabíamos”, comenta Barros.
El principal obstáculo que se ha presentado para los investigadores para conocer más sobre la especie, es que se trata de aves elusivas. «Toda su actividad ocurre de noche y en lugares muy remotos. Además, ocupa cavidades naturales y es muy fácil pasarla por alto«, el presidente de ROC. Por lo mismo, los investigadores han recurrido a singulares métodos para obtener mayor información. Como las entradas a sus nidos son bastante pequeñas y angostas, se desconoce la profundidad de ellas. Y para estimar la distancia de las cavidades, han proyectado grabaciones de cantos de estas aves para que las aves al interior de los nidos respondan desde el interior.
Rodrigo Barros y el equipo de 10 investigadores que lideran el proyecto “Golondrinas del Desierto” de la ROC aseguran que han oído respuestas desde distancias considerables de hasta 4,5 metros, pero que necesitan seguir investigando para obtener información más específica y concreta.