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Las flores comestibles, una tendencia que se amplía: ¿Cuáles son sus beneficios y cuáles puedes incorporar en tu cocina?
Aunque muchas veces las asociamos a la alta cocina o a la pastelería, las flores comestibles forman parte de nuestra alimentación desde hace siglos y están más cerca de lo que creemos. Sus colores, aromas y sabores no solo decoran los platos: aportan nutrientes, propiedades medicinales y la oportunidad de reconectarnos con la naturaleza. En Chile, tanto especies silvestres como cultivadas en huertas urbanas o jardines pueden incorporarse a ensaladas, infusiones, guisos o postres, siempre de manera responsable, respetando la flora nativa y fomentando una cocina más consciente, diversa y sostenible.
El uso de flores como ingrediente en la cocina puede parecer una práctica reciente, asociada sobre todo a la gastronomía gourmet y a la coctelería. Sin embargo, lo cierto es que su consumo viene desde hace siglos y ha formado parte de la gastronomía tradicional de distintas culturas alrededor del mundo.

Más allá de su función decorativa, las flores comestibles pueden convertirse en valiosos ingredientes, que destacan no solo por su belleza, sino también por sus diversas propiedades nutricionales y medicinales, así como por sus potentes aromas y sabores, capaces de entregar un toque único a nuestras preparaciones.
Si bien hasta ahora su uso ha estado vinculado a la alta cocina y la pastelería, muy alejado de los platos que solemos preparar en casa, lo cierto es que todos podemos incorporarlas a nuestra mesa. Se pueden recolectar con cuidado en la naturaleza o cultivar nuestras propias especies en el jardín o la huerta, convirtiéndose en un recurso fresco, accesible y colorido para nuestros platos primaverales.
“Al tenerlas cultivadas de manera responsable, como en nuestra huerta, nos evitamos riesgos alimentarios, desde contaminación ambiental, que puede ser lo más mínimo, como consumir algo que tenga heces u orina de algún animal, hasta residuos de pesticidas u otros contaminantes», comenta Alejandro Zamorano, cofundador del proyecto de permacultura Toronjil Cuyano.


Además, Alejandro señala que cultivar flores en casa permite experimentar y aprender sobre sus usos: “Para empezar, recomiendo plantas que tengan sabor. Capuchina, borraja y variedades de huerta como cebolla, puerro, ciboulette u orégano, porque su flor conserva el sabor de la planta y además atrae polinizadores”. Y agrega: “Si partes con una capuchina, puedes usar hoja, flor y semilla. La flor se puede comer fresca, encurtida o rellena, y la semilla como una falsa alcaparra. Es aprovechar la planta al 100%».
Y aunque a veces pensemos que las flores solo pertenecen a la alta cocina, lo cierto es que ya forman parte de nuestra alimentación diaria: el brócoli, la coliflor o la manzanilla son, después de todo, flores.
“El uso de flores cosmopolitas es bastante extendido, tal vez por su abundancia y también porque el conocimiento herbolario europeo fue sumado al conocimiento tradicional, como el uso del ajenjo o el romero”, comenta Jimena Jerez, antropóloga especialista en etnobotánica.

“Las flores de plantas cosmopolitas se usan en alimentación como el acanto, el cardo, la cerraja y el diente de león, mentas, melisa, acacia y falsa acacia, borraja, zapallo, albahaca, caléndula, manzanilla, cebollas, puerro, cebollines y ajo, clavelinas, crisantemos, eneldo, geranios, girasol, alcachofa, hibisco, hinojo, jazmín, menta, yuca, la andas, romero, rosas, violetas, saúco, trébol, berros, Stellaria media, Crataegus, malva, malva rosa, rosa mosqueta, portulaca, achicoria silvestre, por ejemplo”, añade la etnobotánica.
Benditas malezas: Redescubriendo las flores comestibles presentes en Chile
A pesar de su enorme potencial como alimento, gran parte de las especies de flores comestibles en Chile son todavía desconocidas para buena parte de la población, sobre todo en las zonas urbanas. Sin embargo, hay un creciente interés por redescubrir estos sabores del campo y reconectarse con saberes que se han transmitido de forma oral durante generaciones.

Actualmente, el uso de flores comestibles va más allá de la cocina gourmet. Cada vez son más quienes buscan acercarse al uso tradicional de la flora silvestre, aprovechando sus distintos usos tanto alimenticios como medicinales. “Hay un intento de volver a lo natural, a la cocina slow food y de recolección, nostalgia pero también conciencia de lo valiosas y nutritivas de esta ‘buenezas’”, comenta Jimena.
En Chile, como en muchos otros países, las malezas forman parte del paisaje agrícola y natural, aunque rara vez reciben la atención que merecen. Se trata de plantas que han acompañado la actividad humana desde los inicios de la agricultura, adaptándose tanto a suelos cultivados como a distintos ecosistemas naturales. La diversidad de estas especies es notable: según estudios de herbarios y bibliografía especializada, se han registrado más de 590 taxa reconocidas como malezas, muchas de ellas de origen extranjero, pero adaptadas a áreas agrícolas, forestales, urbanas y naturales.


Aunque muchas especies introducidas o invasoras suelen considerarse indeseables, lo cierto es que muchas tienen un enorme potencial como alimento gracias a sus propiedades nutritivas, sabores particulares y usos medicinales. Incorporarlas a nuestra dieta no solo enriquece los platos, sino que se convierten en alternativas interesantes frente a los alimentos tradicionales, agregando sabor, color y diversidad a nuestros platos.
En Chile, la diversidad de flores silvestres comestibles es sorprendente y accesible incluso en entornos urbanos. Algunas de las más interesantes incluyen al vinagrillo (Oxalis pes-caprae) —una hierba con sabor ácido— que se puede usar para aliñar ensaladas o preparar infusiones; el hinojo silvestre (Foeniculum vulgare), cuyas flores poseen un sabor anisado y dulce que aporta complejidad a los platos; y el diente de león (Taraxacum officinale), ampliamente disponible, que se puede consumir en batidos, frito o incluso fermentado para preparar cordiales. Otras especies menos conocidas, como la achicoria silvestre (Cichorium intybus), aportan un sabor amargo que puede equilibrar y enriquecer ensaladas y preparaciones culinarias.



Entre los arbustos y árboles silvestres, destacan el sauco europeo (Sambucus nigra), cuyas flores aromáticas pueden usarse para hacer jarabes, sodas naturales o postres; y el falso acacio (Robinia pseudoacacia), que ofrece racimos de flores blancas comestibles ideales para freír o preparar entradas delicadas. Estas especies, al ser abundantes y muchas veces exóticas o silvestres, permiten una recolección responsable sin comprometer la flora nativa. Tal como recomienda Miquel Moya, investigador autodidacta de flora silvestre comestible y creador del proyecto Alimento Silvestre y Atlas Nativa, el enfoque debe ser recolectar principalmente plantas abundantes o invasoras, evitando la extracción de especies nativas vulnerables, para aprovechar las flores de manera segura y sustentable.
Vale destacar, además, que la recolección de flora silvestre comestible ofrece mucho más que ingredientes: es una oportunidad para fortalecer la soberanía alimentaria. Diversificar la dieta con especies locales disponibles y de alta calidad aporta resiliencia a los sistemas alimentarios, y al mismo tiempo genera beneficios económicos, de salud y culturales, al empoderar a las comunidades y darles control sobre su producción y consumo de alimentos.

El uso de especies nativas y el problema de la recolección desmedida
Dentro de la flora nativa chilena existen numerosas especies cuyas flores son comestibles y, en muchos casos, también medicinales o cargadas de simbolismo. Entre ellas destaca el chilco (Fuchsia magellanica), cuyas flores se pueden añadir a ensaladas o consumir directamente por su néctar dulce, e incluso su polen se ha usado tradicionalmente con fines afrodisíacos.
El copihue (Lapageria rosea), flor nacional de Chile, también se come: sus pétalos se preparan en ensaladas o se disfrutan frescos, a veces acompañados de leche condensada, y con su fruto se elabora un licor casero.


También están los vinagrillos nativos (Oxalis spp.), cuyas flores, de sabor ácido, se usan como sustituto del limón en ensaladas, y el michay (Berberis spp.), del que se elabora un jarabe o miel floral. Estas y otras especies —como la passionaria, el palo negro o el falso ajo (Allium triquetum)— revelan la diversidad de usos que las flores nativas han tenido tanto en la cocina tradicional como en la medicina popular y los saberes locales.
Vale señalar que, si bien en otras partes del mundo el uso de flores comestibles es bastante frecuente, en Chile no ha sido común el consumo de flores por parte de las comunidades. Esto debido principalmente al efecto nocivo que puede tener el uso de la flor para la reproducción de la especie. “Lo que me han explicado es que no se usan las flores, se usan las semillas y hojas verdes. Al usar las flores sacrificas el fruto. Todo árbol que da fruto es sagrado”, explica Jimena Jerez.
Por ello, la antropóloga recalca que es muy importante realizar recolecciones responsables, que no generen daños a las especies ni al ecosistema. La recolección de flores nativas para consumo puede tener impactos negativos, como el daño a los ecosistemas y la amenaza a las poblaciones de polinizadores si se realiza de manera insostenible y a gran escala: “Sólo se deben usar con retribución al territorio, a las personas y su cultura. Los frutos del bosque no son sólo para los humanos, hay muchos animalitos y pajaritos que los necesitan. Si arrancas las flores, no te quejes de que no hay frutos. Por eso es importante una recolección consciente”.


Actualmente, la recolección de flores nativas con fines comerciales, especialmente en restaurantes de alta cocina, es cada vez más habitual y puede generar un gran impacto en las especies y en los ecosistemas. Miquel Moya expresa su preocupación al respecto: “Pasa mucho en los restaurantes, que los cocineros ven las flores como un ingrediente, no lo ven como parte de un ecosistema. Y eso es super peligroso porque en el fondo, en estos restaurantes de alta cocina, no están respetando a las especies ni su ecosistema. Acá en Chile no ha pegado tan fuerte como en Estados Unidos o en Europa, allá es brutal. Pero acá he visto ejemplos. No he querido acusar públicamente a ciertos restaurantes, pero yo sé que varios hacen recolecciones, sobre todo en la costa”.
Moya admite que es difícil cuantificar el impacto directo en las poblaciones de flores sin estudios detallados, pero ha observado daños concretos, como la recolección excesiva de oxalis costeros y afectaciones a cactus en determinadas zonas.

“Vi una vez en un restaurant que ya cerró, que tenían un taper así gigantesco de Oxalis costero (Oxalis perdicaria), un taper así como para cambiarse de casa, lleno de oxalis, completos, con los tallos mismos. Entonces, siento que falta harto conocimiento de parte de ellos, respeto. Yo personalmente sí he ocupado algunas cosas más delicadas, pero en el fondo sé dónde recolectar, cómo hacerlo, y siento que hay una gran diferencia entre recolectar para uno o para su familia que recolectar de forma comercial. Encuentro hasta inmoral salir a recolectar en las cantidades que ellos lo hacen”, añade Moya.
Por su parte, Zamorano comenta: “Actualmente, ningún centro de gastronomía en Chile educa sobre el uso correcto de la recolección y esto provoca daños al ecosistema cuando se extraen especies nativas sin criterio. Eso debería estar normado, así como cuando hay períodos de veda para mariscos o algas. Debería existir alguna legislación que permita que solo algunas personas puedas realizar recolecciones o se debería educar a quien quiera recolectar, con cursos o talleres, para hacerlo adecuadamente”, agrega Alejandro Zamorano.

Para fomentar una recolección responsable, Moya sugiere que solo se recolecten plantas exóticas invasivas y extremadamente abundantes, que no causan daño real a la población, y que la recolección de flores nativas se limite a pequeñas cantidades para uso personal, siempre respetando la especie y el ecosistema.
“Si uno piensa en qué criterios o buenas prácticas tendría que tener en consideración para recolectar flores sin causar un daño al entorno ni a la misma especie que uno está recolectando, para mí sería empezar por no recolectar nada nativo. Generalmente lo único que recolecto en flores son plantas silvestres invasivas. En los alrededores de Santiago, por ejemplo, las flores más abundantes son las exóticas. Entonces, si yo recolecto 100 flores de yuyo en el cerro, realmente yo, en lo personal, creo que no hay un daño real porque son plantas que son extremadamente abundantes”, agrega el fundador de Alimento Silvestre.

“Sobre todo para Santiago, siento que cuando se habla de la cocina endémica, cocina nativa, también hay que ver la realidad en la que vivimos. Muchos restaurantes te ofrecen la experiencia, pero traen ingredientes de Atacama, del sur, y poca gente se la está jugando con ver cuáles son las especies que tenemos en Santiago o en la zona central, que en el fondo está super degradado y al final las especies introducidas son las más abundantes. Entonces, creo que sería lógico, sobre todo en las zonas urbanas, que estas sean las flores que se consuman y no tener que ir decirle a un viejito que vaya a la cordillera a cortar plantas nativas, sin antes haber experimentado esta flora que está más cerca de nosotros”, agrega Miquel Moya.
El ejemplo de Toronjil Cuyano: Cultivo responsable y educación
Un ejemplo de cómo se puede trabajar con flores comestibles de manera responsable es el proyecto Toronjil Cuyano, desarrollado por los hermanos Alejandro y Sebastián Zamorano en el valle de Limache. Criados en una familia de agricultores, su conexión con la tierra y el respeto por el medioambiente los llevó a crear una huerta agroecológica donde brotes, flores comestibles y hojas silvestres son protagonistas. En su espacio de cultivo, abierto y luminoso, cada rincón refleja su enfoque de agricultura regenerativa y su intención de enseñar a otros cómo aprovechar la flora de manera sostenible, sin comprometer el ecosistema.


El proyecto surge de la curiosidad por aprovechar los recursos locales y del aprendizaje heredado de un pariente que cultivaba siguiendo principios que hoy se reconocen como permacultura. “Él nos heredó mucha semilla y nosotros empezamos a participar en ferias… y para poder darle seriedad a nuestro trabajo, dijimos: ‘Ya sabes qué, ingresemos a algo más formal para recibir apoyo’”, recuerda Zamorano.
Comenzaron con brotes y germinados, un área casi inédita en Chile en ese momento. “Nos ganamos un capital semilla con eso como innovadores. En ese tiempo no había nadie haciendo algo así”, explica. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que el mercado no estaba preparado: los consumidores admiraban los brotes, pero no los compraban. Fue entonces cuando decidieron sembrarlos en la tierra y observar sus posibilidades: los brotes crecieron y dieron lugar a un patio lleno de flores, lo que los llevó a preguntarse: “Si se come la flor del zapallo italiano, ¿por qué no se podrá comer otra flor?”

De ese proceso intuitivo y experimental nació la idea de un mix de flores comestibles, que Zamorano define como un producto para trabajar, investigar y enseñar. Para introducirlo al mercado, se trasladaron a Santiago, enfrentando inicialmente la resistencia de dueños de restaurantes y porteros: “Las primeras dos o tres veces, nadie nos dejó entrar. A lo más dejamos unas muestras y miren esto…”. Con perseverancia, lograron conectar con chefs abiertos a innovaciones, abriendo así un nicho que antes no existía en la cocina chilena.
“Nosotros somos una huerta que promueve sistemas de regeneración del suelo, con trabajo agroecológico, simbiosis de plantas, vida en la huerta e insectos. La base de nuestro trabajo es aprender sobre qué planta tiene un uso comestible o medicinal y reproducirla.

“El uso de las flores aún en Chile no es masivo. Y yo creo en lo personal que va a crecer más, va a crecer el uso, pero siempre y cuando se difunda y se eduque de esta manera más consciente, con las bases de lo que es recolectar un producto silvestre, los usos tanto comestibles como medicinales, porque recordemos que cuando te comes un producto, incluso una flor, también tiene un aporte nutricional. Ya no solo es el concepto decorativo de comerte una flor, comes un poco de polen, seguro, en cada una de las flores y también comes ingredientes activos que en algunos casos son bajos, pero en otros no tenemos idea. Si esto va a crecer, tiene que ser con educación, mostrando el valor real del producto, no solo como decoración”, agrega Alejandro.
Así, el proyecto Toronjil Cuyano no solo busca acercar las flores comestibles a la gastronomía profesional, sino que también ofrece inspiración y herramientas para cultivar y usar flores en casa, promoviendo una relación más consciente y sostenible con la flora local.


Cultivar flores comestibles en casa
Además de aprovechar flores silvestres o comprarlas, cultivarlas en casa es una forma segura y constante de incorporarlas a nuestra alimentación. Muchas especies se adaptan fácilmente a macetas, jardineras o huertos urbanos, como la capuchina, la borraja, la albahaca, el cebollín o la violeta, y pueden convertirse en un ingrediente delicioso y nutritivo para nuestras preparaciones primaverales.

Cultivar en casa también permite controlar el uso de pesticidas y fertilizantes, garantizando flores aptas para consumo. Tenerlas cerca invita a experimentar con sabores y colores, mientras se fomenta la polinización natural, atrayendo abejas y otros insectos beneficiosos y creando un pequeño ecosistema saludable.
Alejandro Zamorano señala que muchas especies que solemos consumir como planta entera, fruto o semilla también tienen flores comestibles que aportan sabores sorprendentes. “Por ejemplo, con la capuchina puedes usar hoja, flor y semilla. La flor se puede comer fresca, encurtida o rellena, y la semilla como una falsa alcaparra. Al final, aprovechas la planta al 100%. Lo mismo ocurre con hierbas como orégano, cebolla o puerro: cuando florecen, también se pueden usar sus flores manteniendo el sabor de la planta”, comenta.


Sin embargo, no todas las flores son comestibles, y muchas especies medicinales no deben consumirse de forma habitual o prolongada, ya que pueden tener contraindicaciones. Por eso, es fundamental informarse antes de incorporar cualquier flor a la dieta, distinguiendo claramente entre las especies comestibles, las medicinales y las que son potencialmente tóxicas.
Incorporar flores en nuestra alimentación no solo aporta sabor y color, sino que nos conecta con la naturaleza, nos enseña a valorar la diversidad de la flora que nos rodea y nos invita a consumir de manera consciente. Ya sea cultivándolas en casa o recolectándolas de forma responsable, las flores comestibles transforman cada plato en una oportunidad para disfrutar de creatividad, salud y sostenibilidad, respetando los ecosistemas que nos nutren y aprendiendo a cuidar los recursos que la tierra nos ofrece.


Para quienes quieran dar el primer paso, la buena noticia es que no hace falta viajar a lugares remotos ni buscar especies exóticas: en la zona central de Chile existen numerosas flores comestibles que se pueden recolectar con cuidado en la naturaleza o cultivar en el jardín y la huerta de manera segura y responsable. A continuación, presentamos una guía con algunas de las especies más accesibles y versátiles, sus sabores y formas de uso, pensada para que cualquier persona pueda empezar a incorporarlas en sus platos y redescubrir la riqueza de nuestra flora local.
Conociendo 9 especies de flores comestibles en Chile y sus usos
Capuchina (Tropaeolum majus)



La capuchina es una planta conocida por sus flores vibrantes y su sabor picante, que se puede disfrutar en múltiples preparaciones culinarias. Sus flores, hojas, tallos tiernos y semillas son comestibles y se utilizan para añadir un toque distintivo a ensaladas, sopas, guarniciones y salsas. Las hojas frescas se incorporan en ensaladas o en pestos, los tallos tiernos se pueden usar en wraps o como adorno, y las semillas verdes se encurten para sustituir a las alcaparras tradicionales. Las flores, además de aportar color y sabor, se usan como guarnición o directamente en ensaladas para un toque ornamental y comestible.
Entre sus propiedades, las hojas poseen un ligero picor y son antibióticas naturales, lo que ayuda a la regeneración de moretones. Por su versatilidad, la capuchina se puede disfrutar cruda, cocida, en infusiones o incluso frita en preparaciones delicadas, siempre aportando un sabor único y visualmente atractivo.
Borraja (Borago officinalis)



Cultivada ampliamente en todo el mundo, la borraja se distingue por sus vistosas flores azul-violetas y su versatilidad en la cocina. En Chile crece de manera silvestre y sus hojas jóvenes se consumen crudas en ensaladas o cocidas en tortillas y guisos, mientras que sus flores se utilizan frescas en ensaladas o en infusiones. Además, las semillas de borraja son ricas en aceite con ácidos grasos omega-6, valoradas por su aporte nutricional.
Sus propiedades incluyen capacidad antioxidante, desinflamatoria y emoliente. Las infusiones de sus flores se han usado tradicionalmente para calmar la fiebre o la ansiedad, y también se le atribuyen virtudes simbólicas como aumento del coraje y la energía espiritual. Para quienes consumen sus suplementos, se recomienda seguir la dosis indicada por el fabricante.
Flor de ajo (Tulbaghia violacea)



La flor de ajo se caracteriza por su sabor intenso y penetrante, similar al ajo, y su color morado llamativo. Se puede consumir fresca, incorporándose en ensaladas, sopas y cremas, o como guarnición en platos salados como carnes, pescados, mariscos y huevos fritos. También se puede usar para aromatizar vinagretas y salsas, actuando como un sustituto delicado del cebollino o del ajo tradicional.
Si bien es comestible, se recomienda consumirla con moderación, ya que su sabor concentrado puede resultar fuerte para algunas personas. Su principal aporte es gastronómico, destacando por transformar platos sencillos en preparaciones con mayor complejidad y aroma.
Vinagrillo (Oxalis pes-caprae)



El vinagrillo es una planta invasora que se ha adaptado abundantemente en Santiago, y sus hojas y flores se pueden consumir crudas en ensaladas o cocidas en tortitas y batidos. Su sabor ácido, derivado del ácido oxálico, aporta un toque refrescante y aromático, sirviendo como sustituto del limón o vinagre en diversas preparaciones. Las flores también se utilizan para decorar postres y platos salados, añadiendo color y acidez.
Aunque su consumo en cantidades normales es seguro, se recomienda moderar la ingesta en personas propensas a cálculos renales debido a su contenido de ácido oxálico. La planta es útil en la cocina por su versatilidad, su acidez natural y su abundancia, que permite su recolección sin afectar ecosistemas nativos.
Sauco europeo (Sambucus nigra)



El sauco europeo ofrece flores y bayas comestibles ampliamente utilizadas en la gastronomía y coctelería. Las flores se emplean para aromatizar bebidas gaseosas naturales, vinos espumosos o infusiones, mientras que las bayas cocidas se usan en postres, mermeladas, jaleas y salsas para acompañar carnes o aves. Es importante cocinar o procesar las bayas antes de su consumo, ya que crudas pueden resultar laxantes y causar malestar.
El aroma floral dulce de sus flores lo hace muy apreciado para realzar tanto platos dulces como salados, y las infusiones de flor también se usan tradicionalmente para refrescar y aromatizar bebidas. Aunque no es nativa, su abundancia en algunas regiones de Chile permite una recolección segura y sostenible.
Hinojo silvestre (Foeniculum vulgare)



El hinojo silvestre es completamente comestible y se puede aprovechar en todas sus partes. El bulbo se puede consumir crudo en ensaladas o cocido en guisos y sopas; las hojas se usan picadas en ensaladas o cocinadas en sopas; y las semillas, que son frutos, sirven como especia en panes, pasteles, rellenos de carne, curries o infusiones. Todas las partes aportan un sabor anisado y dulce distintivo.
Además de su uso culinario, el hinojo tiene propiedades digestivas y carminativas, siendo útil en infusiones o tés. Su aroma y sabor aportan complejidad a los platos, tanto crudos como cocidos, convirtiéndolo en una planta versátil en la cocina chilena.
Diente de león (Taraxacum officinale)



El diente de león es totalmente comestible, desde hojas y flores hasta raíces y tallos, aunque el sabor varía según la edad de la planta. Las hojas jóvenes, suaves y ligeramente amargas, se consumen crudas en ensaladas, mientras que las maduras se pueden saltear o cocer en sopas y guisos. Las flores se pueden rebozar y freír, incorporar en ensaladas o transformar en jaleas, mieles y vinos. Los capullos de flores sin abrir se encurten para sustituir las alcaparras, y las raíces secas y tostadas sirven como sustituto del café o para preparar infusiones digestivas.
Esta planta, ampliamente disponible en Chile, combina usos culinarios con propiedades medicinales tradicionales: la raíz se ha empleado para aliviar malestares estomacales y digestivos, y las hojas poseen vitaminas y minerales que complementan la dieta.
Achicoria silvestre (Cichorium intybus)



La achicoria silvestre se aprovecha por sus hojas y flores en ensaladas, batidos y como adorno en distintos platos. Sus hojas tiernas son ideales para comer crudas, mientras que las más maduras se cocinan en guisos, sopas o salteados. La raíz se puede secar, tostar y moler para elaborar un sustituto del café o preparar infusiones digestivas.
Poco utilizada en la cocina chilena, la achicoria aporta un sabor amargo similar al diente de león, que confiere complejidad y profundidad a las preparaciones. También se emplea industrialmente para extraer inulina, un prebiótico usado como edulcorante o en helados y otros alimentos, destacando tanto por su valor culinario como funcional.
Yuyos (familia Brassicaceae)



Los yuyos de esta familia son abundantes y muy versátiles en la cocina chilena. Las hojas jóvenes se consumen en ensaladas, batidos, tortillas o guisos, aportando frescura y un sabor característico que recuerda al brócoli o repollo. Además, algunas especies como el nabo y el rábano se consumen cocidas, crudas o encurtidas, ideales cuando son jóvenes para evitar sabores amargos.
Más allá de su valor culinario, tradicionalmente se han usado como remedio para prevenir el escorbuto, controlar la diabetes y desinfectar la boca, aunque en la actualidad su principal aporte es gastronómico, integrándose fácilmente en ensaladas, sopas y preparaciones mixtas.