Tras los aluviones ocurridos en San José de Maipo (RM) a finales de enero, la mirada de todo el país se volcó hacia esta comuna cordillerana. Sensibilizados por la tragedia que dejó sin hogar a muchas familias, personas y organizaciones comenzamos a analizar y reflexionar qué fue lo que ocurrió, porqué ocurrió y qué hacer para prevenir que esto u otros desastres semejantes vuelvan a ocurrir otra vez. En esta columna intentaremos reunir estos elementos y dar algunas respuestas.

Un poco de historia

Tras la colonización española, el territorio cordillerano de la RM comenzó a sufrir una rápida y sostenida transformación que se mantiene hasta el día de hoy. Granjas agrícolas, canalización de las aguas y una fuerte industria minera, comienzan a modelar la cuenca hasta convertirla en un territorio altamente fragmentado, privatizado y degradado (información del recién estrenado libro: Usos y Abusos. Humanidad en las cuencas. Río Maipo. Fundación Ecosistemas. 2021). Así fue como en 1792, el Gobernador de Chile Ambrosio O’Higgins funda La Villa San José de Maipo con el principal propósito de dar soporte a la población minera instalada en el sector.

Construcción en 1930 de la Bocatoma Los Queltehues en la comuna de San José de Maipo. Chilectra Metropolitana. ©Archivo Biblioteca Nacional Digital
Construcción en 1930 de la Bocatoma Los Queltehues en la comuna de San José de Maipo. Chilectra Metropolitana. ©Archivo Biblioteca Nacional Digital

Los valles y empinadas laderas de toda esta zona, polos de asentamientos y presencia humana, comienzan a ver acelerada su deforestación por la necesidad de obtener leña y madera para alimentar la construcción, calefacción de las viviendas y faenas mineras. Esto, sumado al desarrollo de ganadería tradicional trashumante (veranadas/invernadas) fueron mermando la cobertura vegetal y la estructura del suelo hasta modelar el paisaje que conocemos hoy. Tristemente, las presiones aún continúan amenazando los pequeños relictos de bosque y vegas que aún resisten, no solo a la sobreexplotación y el sobrepastoreo, sino que también a la escasez de agua y la megasequía que viene azotando a la zona central hace más de 10 años.

Federico Albert, naturalista alemán contratado por el Gobierno de Chile en 1889 para sentar las bases de la gestión ambiental del bosque, el agua, la pesca y caza, remarcó, en los albores del siglo XX, la intensidad, irracionalidad y permisividad de la explotación de los recursos naturales y la entrega de tierras con afán de colonizar sin ninguna restricción u obligación de conservar, amenazando con ello el futuro de las obras públicas, poblados y a la agricultura.  Asimismo, logró reconocer que costaba muy poco agotar los recursos naturales, pero que su labor de recuperación podía tomar cientos de años y cuantiosas sumas de dinero. Poco o nada se aplicó de lo que Albert defendía.

Seguridad Hídrica

Ubicada en la parte alta de la cuenca del río Maipo, la comuna de San José (18.189 habitantes[1]) se compone de encajonados valles de fuertes pendientes, altas cumbres captadoras de agua, grandes afluentes y la mayor reserva de agua glaciar de toda la zona central (855 glaciares que abarcan 367 km2)[2] lo que la convierte en la mayor abastecedora de agua potable de la región Metropolitana (rio Maipo abastece el 90% agua de regadío y 70% agua potable[3]).

A pesar de esto, el territorio sigue siendo impactado y amenazado principalmente por actividades industriales, como la actividad  minera (caminos, excavaciones, derrames, contaminación, depósitos, emisiones de material particulado, entre otras) y proyectos de energía, como el mega proyecto hidroeléctrico Alto Maipo (531 MW) que se compone de 2 centrales de pasada y una red de túneles de 70 km de extensión que pasa incluso bajo el Monumento Natural El Morado y un grupo de glaciares (San Francisco, Morado, Mesón Alto, etc) a pesar de que a la fecha no se cuenta con estudios hidrogeológicos específicos que permita descartar su afectación.

Túnel Las Lajas del proyecto Hidroeléctrico Alto Maipo. © Coordinadora No Alto Maipo
Túnel Las Lajas del proyecto Hidroeléctrico Alto Maipo. © Coordinadora No Alto Maipo

Matriz de riesgos

En resumen, encontramos asentamientos humanos y poblados cerca de cauces de agua, quebradas, y de laderas con fuertes pendientes que vienen siendo deforestadas, degradadas y erosionadas por un uso indiscriminado desde hace cientos de años hasta la actualidad. Si a eso le sumamos la potencial presencia de algún fenómeno climático extremo, exacerbado producto del calentamiento global, el resultado pareciera ser bastante obvio. Además, no debemos olvidar que esta es además una zona volcánica – incluso con el volcán activo Tupungatito- que agrega un riesgo permanente a este territorio.

Aluvión que arrasó con la localidad de San Alfonso. ©Carla Borja / @carlaborjar
Aluvión que arrasó con la localidad de San Alfonso. ©Carla Borja / @carlaborjar

Según la información entregada por Álvaro Montaña, geógrafo de Geute Conservación Sur, el evento climático que provocó el gran aluvión ocurrido hace algunas semanas en San José de Maipo, concentrado particularmente en San Alfonso, es absolutamente inusual para el verano de los Andes centrales, ocurriendo como consecuencia de un “río atmosférico”. Esto consiste en una masa de aire cargada de humedad proveniente de latitudes tropicales, que se combinó con isoterma cero (altura de la «línea de nieve”) en extremo altas (superando incluso los 3500 msnm) y una gran cantidad de precipitaciones concentradas en pocas horas (cerca de 100 mm de lluvia, cuando en promedio para Santiago, en el mes de enero, es de solo 0,4 mm[4]) que escurrieron rápidamente por las expuestas laderas, arrastrando lodo y grandes rocas que terminaron por sepultar decenas de viviendas.

Estos eventos no son nuevos en la comuna. En noviembre de 1987, un aluvión ocurrido en el estero Paraguirre, en el valle de Rio Colorado, dejó 37 fallecidos, y sepultó 4 campamentos de la central Alfalfal. Además, según registros de SERNAGEOMIN, entre 1928 y 2017, en la Región Metropolitana,  fallecieron 139 personas por remociones en masa, de las cuales 101 fueron a causa de flujos (5). Esto deja de manifiesto la alta vulnerabilidad que presenta la región frente a este tipo de fenómenos.

Ahora lo que preocupa es la recurrencia, la magnitud y el impacto que pudieran tener estos fenómenos hacia el futuro, considerando el incuestionable y permanente detonante que es el cambio climático. Además del riesgo directo sobre la vida humana, no debemos olvidar la afectación a infraestructura crítica, como el sistema de agua potable, un bien cada vez más escaso y con una mayor demanda por la cantidad de población tanto en el propio Cajón del Maipo como en la Capital.

En los últimos años, se han desarrollado Sistemas de Monitoreo (Sernageomin) para remociones en masa, y se cuenta con Sistemas Meteorológicos cada vez más confiables, lo cual es de gran ayuda para la alerta temprana de desastres y las medidas de evacuación. A pesar de esto, si queremos realmente prevenir esta clase de situaciones, se requiere de una política y una visión de Estado mucho más robusta y estricta respecto a permitir acciones que aumenten la degradación e intervención negativa del territorio.

Reflexión/soluciones

Surge como primera reflexión que un adecuado ordenamiento y consecuente planificación territorial, como política de Estado, son claves. Y más específicamente, la idea de gestionar los territorios, entendidos como espacios complejos y dinámicos donde convergen el medio natural y la sociedad, desde nuevas lógicas y paradigmas. Si consideramos que el agua y los ecosistemas se encuentran en un momento crucial y de alta vulnerabilidad, debido a la sobreexplotación y el cambio climático, el enfoque de cuencas y relevar la importancia de las montañas como fuentes de agua y de vida, es el camino correcto.

En este sentido, el “manejo integrado de cuencas” cobra mucha fuerza. Esta forma de pensar los territorios, mucho más holística e integradora, permitiría definir claramente las vocaciones territoriales (ej. turismo sustentable a partir de la puesta en valor de actividades locales, culturales y tradicionales), identificar las actividades económicas que benefician al ecosistema (naturaleza y ciudadanos), definir acciones que hagan más resiliente y menos vulnerable los territorios; como restaurar y recuperar coberturas vegetales y crear áreas de preservación, todo aquello que directa o indirectamente propenda a prevenir desastres naturales.

Un inédito y reciente proyecto, impulsado por el colectivo de kayakistas y defensores de las aguas libres Bestias del Sur Salvaje, consiguió reunir a distintas organizaciones y personas, habitantes del Maipo, con el propósito de formar guardianes y tejer una red en defensa de la cuenca. La iniciativa llamada “Somos Cuenca, Habitantes del Maipo”, logró articular a distintas organizaciones, desde el Colectivo Ojos de Mar y Fundación Cosmos en la defensa de la desembocadura del Maipo y al Club Deportivo Femenino Pumara Rafting y la campaña ciudadana QueremosParque que están por la protección de la parte alta de la cuenca. Con una lógica de colectividad y comunidad, esta iniciativa se enmarca como una de las primeras grandes acciones desde la sociedad civil para empujar por la gestión integrada de esta cuenca a través de la articulación territorial. ¡Esperamos que más ejemplos como este se sigan replicando en otras cuencas del país!

Encuentro Somos Cuenca. ©Felipe Zanotti / @zettafilms
Encuentro Somos Cuenca. ©Felipe Zanotti / @zettafilms

El Futuro

La Comuna de San José de Maipo, por más que sea un relicto natural y un pulmón cordillerano a escasos kilómetros de la Capital, no escapa a la realidad de los conflictos sociambientales y con proyectos activos y en carpeta definitivamente incompatibles. Por lo tanto, o comenzamos a accionar tod@s unidos o el futuro no será nada alentador.

Y hay un elemento más, que hasta ahora poco ha sido visibilizado. La gran cantidad de glaciares que tiene la cuenca del Maipo, y que presentan una alta velocidad de derretimiento debido al alza de temperaturas (se estima que para fines de siglo los aportes glaciales podrían descender hasta en 75%, respecto de los volúmenes actuales para la época estival[5]), no solo amenaza la seguridad hídrica de la región, sino que además aumentará el riesgo de desastres naturales. 

Veámoslo con un ejemplo. El 7 de febrero recién pasado, en los Himalayas de India (cordillera con altas tasas de retroceso glaciar por cambio climático), más específicamente en la cuenca del río Dhauliganga, un glaciar colapsó generando un aluvión que corrió con muchísima fuerza por kilómetros de cauce del río, terminando con la vida de varias decenas de personas, y literalmente arrasando con una central hidroeléctrica y dejando otra a punto de colapsar. Son hechos muy lamentables, pero no podemos dejar de señalar que es cada vez más probable que ocurran en territorios de montaña como los de la región Metropolitana.

Glaciar Juncal Sur en su nacimiento. Damir Mandakovic / @damandakovic
Glaciar Juncal Sur en su nacimiento. Damir Mandakovic / @damandakovic

Según un informe de 2019, los miembros del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) señalan que el retroceso de los glaciares ha “reducido la estabilidad de las laderas de las altas montañas” y han aumentado el riesgo de “tsunamis de montaña”. Además, mencionan que “el deshielo de esos glaciares hace que se formen “bolsas de agua o lagos” que están contenidas con presas formadas por sedimentos (morrenas). El problema es que esas balsas suelen ser poco estables y cuando se rompen desencadenan riadas catastróficas”[6] o también conocida como “Inundaciones por desborde violento de lago glaciar (o su sigla en inglés GLOFs).

Bajo este escenario global, que pronostica un aumento en la recurrencia de eventos climáticos extremos y una realidad local proclive a generar aluviones o remociones en masa, además de una gran cantidad de glaciares derritiéndose a pasos agigantados, el gobierno de turno tiene una tremenda encrucijada: seguir respaldando una economía y proyectos insostenibles e incompatibles con los territorios o comenzar a pensar alternativas económicas y políticas públicas más sustentables, locales y aliadas con la conservación. De iniciarse esta transición, una señal concreta de ello sería que el gobierno declare área protegida las -últimas grandes- tierras fiscales del Cajón del Maipo que contiene una de las pocas cabeceras de cuencas aún prístinas y la mayor reserva de glaciares de toda la región. Esto también demostraría su interés por acoger esta demanda ciudadana, fundada en una petición firmada por casi 200.000 mil personas y respaldada por senadores y diputad@s.

Valle fiscal de Río Colorado ©Camilo Hornauer
Valle fiscal de Río Colorado ©Camilo Hornauer

Este territorio es disputado con la industria minera, la cual tiene más del 60% del territorio “reservado” con concesiones de exploración y explotación, y perteneciente mayoritariamente a Anglo American y Codelco, los mismos que ya tienen explotaciones en los límites norte del área (Minas los Bronces y Andina, respectivamente). Una industria que se ha demostrado impacta negativamente los glaciares[7], reduciendo su volumen y/o acelerando su tasa de derretimiento.

Es válido e importante preguntarse: si el gobierno no quiere conservar y proteger este vasto territorio fiscal, ni resguardar las fuentes de agua que abastecen a los ciudadanos y futuras generaciones, ¿qué otro mejor destino puede querer darle? Saque usted las conclusiones.

Faenas Mina Los Bronces y Andina. ©Fundación Plantae.
Faenas Mina Los Bronces y Andina. ©Fundación Plantae.

La declaratoria de área protegida ayudaría a prevenir desastres naturales, mitigando el impacto de ciertos eventos como aluviones a través de la recuperación de suelos, cobertura e infraestructura verde entre otras. Por ende, esta acción no solo estaría demostrando el compromiso con la conservación y el bienestar de las personas, y transformándose en una real “Solución basada en la Naturaleza (SbN), que es el enfoque en boga para enfrentar problemas sociales en medio de una crisis global, sino que a todas luces sería un excelente puntapié para comenzar a pensar y planificar la gran cuenca del Maipo desde una lógica sistémica, poniendo en el centro el derecho al buen vivir de las personas y de la naturaleza y ¡reconociendo el importantísimo rol ecológico y social del cajón para el país!

 

[1] Según censo 2017

[2] Inventario Publico de Glaciares 2014.

[3] https://mma.gob.cl/wp-content/uploads/2017/12/Maipo.pdf

[4] https://www.latercera.com/nacional/noticia/onemi-ocho-regiones-del-pais-con-alerta-temprana-preventiva-ante-inusual-aviso-de-precipitaciones/VYNT4BPIJBBRNGERPWQPF45RN4/

[5] http://www.sustentable.cl/estudio-sostiene-que-cambio-climatico-impactara-aportes-glaciares-al-rio-maipo-en-epoca-estival-caerian-hasta-en-75/

[6] https://elpais.com/clima-y-medio-ambiente/2021-02-08/la-crisis-climatica-alimenta-los-tsunamis-de-montana.html

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