Crédito: © LS
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Grupos de escolares merodean absortos por los pasillos y exhibiciones del Museo Nacional de Historia Natural de Chile (MNHN). Observan con detenimiento los especímenes de aspecto natural que se exhiben detrás de láminas de vidrio en las que también se muestran diversos paisajes y hábitats naturales. Para algunos —quizá para la mayoría— esta experiencia es en muchos casos el primer contacto directo con algunas de las especies exóticas y endémicas que forman parte de las distintas exhibiciones de este centro. Detrás de estas exhibiciones y de la preparación de estos ejemplares de fauna silvestre está el trabajo de los taxidermistas.

La taxidermia es muchas cosas: puede ser denominada arte, disciplina, técnica, oficio y hasta profesión. Consiste, de acuerdo a la raíz etimológica de la palabra, en el «arreglo de la piel» o «acomodo de la piel». Pero es mucho más que esto. La taxidermia consiste en la preparación cuidadosa, minuciosa y artística de ejemplares sin vida y su disposición y relleno para que puedan darles un aspecto natural, similar a los animales en vida. También se le denomina «el proceso de disecación de animales sin vida, considerando las proporciones del cuerpo del ejemplar, cuyo fin generalmente es científico«.

Cuando se habla de taxidermia, se trata únicamente de la disecación de la piel del ejemplar, aunque puedan usarse algunos huesos. Esto la separa o diferencia del embalsamamiento, que busca conservar natural o artificialmente el ejemplar en su totalidad. La taxidermia es una disciplina antigua, pero que mostró algunos de sus primeros resultados en Francia durante los 1700s a cargo de “preparadores” o naturalistas, y que después se extendió, modernizó e hizo cada vez más sofisticada en Europa, especialmente en Alemania, Dinamarca e Inglaterra.

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Uno de los principales propósitos de esta actividad era la preservación de especies exóticas para su exhibición, estudio, catalogación. Por la época existía gran avidez e interés en especies de animales nuevos, por descubrimientos de especies en otros continentes, por dar a conocer el aspecto real de la fauna silvestre de otras latitudes, y por la disposición de estas en exhibiciones, muchas veces con motivos científicos o para promover el conocimiento; otras sencillamente como parte de exhibiciones que atraían grandes masas que sentían curiosidad por conocer más sobre animales exóticos, que creían de otros mundos, o por especímenes que venían desde tierras lejanas, a miles de kilómetros de distancia.

Pero con el avance del tiempo, de los descubrimientos y la ciencia, la taxidermia también pasó a ser durante siglos parte esencial de la cultura de los museos, de la conservación y educación sobre naturaleza, como un mecanismo que permite recrear el aspecto perfecto de los animales, tal como si aún tuvieran vida. A los profesionales que practican esta disciplina se les denomina taxidermistas. En Ladera Sur contactamos y conversamos con dos especialistas en esta área, que nos contaron su pasión por este arte, los aportes de esta disciplina y oficio a la educación y cómo ha ido cambiando a lo largo de los años, dados los avances tecnológicos y los cambios en los museos.

Crédito: Cortesía/Miguel De La Fuente (Taxidermia.cl)
Crédito: Cortesía/Miguel De La Fuente (Taxidermia.cl)

Los museos luchan contra una paradoja, que es esa misma de conservar lo que se pierde, que se degrada, lo que de otra manera desaparecería”, comenta Richard Faúndez, taxidermista y jefe del Área de Exhibiciones del Museo Nacional de Historia Natural de Chile (MNHN), quien además reafirma que la taxidermia es todo eso: arte, disciplina, profesión, oficio. Faúndez llegó a esta institución en 1984, donde el taller de taxidermia, establecido alrededor de 1889, es uno de los más antiguos de Latinoamérica. Este museo posee una envidiable colección de ejemplares de fauna de todo el mundo, desplegada en enormes salas y tres modalidades de exhibiciones.

Faúndez explica que los museos también luchan contra el desafío de exponer o mostrar sus colecciones que también se ven afectadas por el daño natural de la luz, el tiempo, el polvo, las plagas, el deterioro y la degradación misma por causa de la temperatura y los elementos. El Museo ejecuta seis fumigaciones al año en sus instalaciones para mantener las plagas, bichos e insectos bajo control y así proteger los ejemplares que forman parte de las colecciones. La mantención y restauración también es un proceso arduo y continuo: hay ejemplares que salen de las salas y entran a los talleres, donde son retocados, rehabilitados, reparados, en procesos que pueden durar semanas o meses y que están a cargo del taxidermista del MNHN, Diego Jara.

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Para Miguel De La Fuente, creador del sitio en Internet denominado Taxidermia.cl, esta ha sido una pasión de vida, pues su curiosidad por los animales y por esta disciplina comenzó muy temprano, cuando apenas tenía nueve años. «Mi padre tenía algunos animales y  a mí siempre me llamó mucho la atención esto. Mi padre lo era todo, y coleccionaba también. Pero luego mi padre se fue a España y mi abuela no encontró nada mejor que decorar el jardín con los animales y allí se perdió todo porque los ejemplares se echaron a perder, con la lluvia y la humedad se perdió todo«. De La Fuente recuerda haber visto pingüinos embalsamados en la sala de ciencias de su colegio. Relata cómo después su propia abuela lo llevó de niño al Museo y convenció a los operarios o funcionarios para que le aceptaran como aprendiz. Esto poco a poco fue encaminándole hacia el aprendizaje y práctica de este oficio, que ahora es parte muy importante de su vida.

Un trabajo metódico

Pero y ¿cómo trabajan los taxidermistas? Bueno, para responder esta pregunta consultamos a Faúndez y a De La Fuente, que ejercen este oficio desde dos aproximaciones distintas. Faúndez está vinculado al MNHN de Chile desde hace 38 años, mientras que De La Fuente practica esta disciplina en el área privada, más recientemente desde Estados Unidos.

El trabajo del taxidermista es metódico, requiere paciencia, destreza, capacidad artística, creatividad, pero es también una disciplina que tiene mucho empirismo, porque aunque en algunos países se imparte como parte de carreras ligadas a los museos, ya no sucede así en Chile y mucho del conocimiento o de las prácticas se aprenden o se imparten y se transmiten no en aulas académicas, sino en talleres y en cursos, haciendo, viendo, con maestros que dominan este arte.

Uno de las principales etapas para la taxidermizar animales consiste en el retiro y cuidado de la piel, pues es la materia prima o el principal material con el que trabajará el taxidermista. «El taxidermista debe saberlo todo o casi todo de la anatomía del animal con el que trabaja, las estructuras, músculos, huesos, postura, cómo camina, como se para«, explica Faúndez.

Este conocimiento es esencial para poder luego intentar replicarlo y ¡para lograrlo con éxito! La piel es luego tratada, mediante el uso de químicos y sustancias para «curarla». El curado de la piel es fundamental y puede demorar un poco, según las proporciones del animal, pero será esta luego la que pueda exhibirse y dar apariencia natural al ejemplar.

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El taxidermista debe también preparar una estructura o especie de representación del animal, ya sea en arcilla o yeso u otros materiales. Esta figura debe tener la apariencia o ser lo más parecida al animal en vida. Faúndez detalla que en ocasión pueden usarse los huesos, para aportar rigidez y estructura al «muñeco» o representación del ejemplar. Es posible que se use también madera, o tubos, según sea necesario. El taxidermista es un artista, que improvisa, busca, perfecciona su trabajo y procura realizarlo con los mejores materiales, con los más eficientes, que también resistan el tiempo y sean ligeros, pese a ser fuertes.

De La Fuente plantea que los tiempos de preparación también varían. Por ejemplo, las aves pequeñas pueden tomar un día, mientras que hay ejemplares de animales que pueden demorar semanas e incluso meses, en algunos casos. «Si no eres un artista, sencillamente no podrás realizar un buen trabajo. Debes saber de todo, de anatomía, de cultura, de comportamiento animal. Debes saber cómo se posa el ave, cómo van sus alas, las proporciones exactas, las dimensiones precisas, la posición de sus extremidades, cómo van sus patas. Hay que dibujar y hacer los primeros bosquejos de cómo irá el animal, hay que también hacer algo de escultura, de trabajar con distintos materiales. Es todo un trabajo muy profesional«, explica.

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Faúndez relata que el taller de taxidermia del MNHN de Chile trabaja en distintas actividades, con preparación de animales para colecciones, otros para educación y centros de investigación o instituciones educatidas, otros que llegan para ser restaurados o rehabilitados para otros museos —como recientemente hicieron con la renovación, limpieza y restauración de la colección del Museo de Concepción— y ejemplares que llegan para ingresar en las colecciones o salas de exhibición. En sí, trabajan con materiales que son también quirúrgicos, de carpintería, de escultura, de confección, con pinturas, con maquillaje, con todos los recursos que le permitan lograr el mejor resultado posible de cara a las exhibiciones.

También tiene unas normas éticas y principios por los cuales regirse, principalmente aquellos vinculados al origen de los ejemplares. En el caso del MNHN de Chile, muchos de los ejemplares forman parte de colecciones que han sido donados de otros museos y centros de estudio desde todo el mundo, también de la donación de animales desde zoológicos, que entregan los ejemplares ya muertos para que sirvan a la investigación científica y preparación para sus colecciones. De esta manera se «extiende» la vida útil del animal, sirviendo un propósito educativo.

De La Fuente también plantea que la practica de la taxidermia debe tener una ética que es solamente conservar animales los cuales se puedan capturar bajo las leyes de caza de cada país y las organizaciones correspondientes tanto mundiales como nacionales. Existen leyes y normativas en todo el mundo que regulan la caza, las vedas y el trabajo o trasiego de materiales derivados de fauna silvestre. Por esto es imperativo la denuncia ante las autoridades o el SAG cuando no se cumplen estos extremos o cuando no se cuenta con las garantías suficientes que permitan demostrar que el ejemplar a taxidermizar ha sido obtenido cumpliendo con las normativas.

La perplejidad y alegría de los niños

Crédito: Cortesía/Miguel De La Fuente (Taxidermia.cl)
Crédito: Cortesía/Miguel De La Fuente (Taxidermia.cl)

Aunque la taxidermia tiene usos educativos y se exhibe en museos, centros de investigación, universidades, salas de ciencia de colegios e institutos educativos, también se exhibe en restaurantes, bibliotecas y hasta en hogares, como parte de colecciones privadas. Pero no hay duda de que algunos de los que más disfrutan admirándola y contemplando estas representaciones son los niños. Centros escolares en todo el mundo, especialemente en Chile, planean paseos y excursiones a museos para que los escolares puedan admirar y aprender sobre fauna nativa y exótica en exhibiciones en estos centros.

Muchas veces las experiencias de estos niños quedan grabadas y formarán parte de su memoria y primeros acercamientos a animales, junto con sus paseos a zoológicos. En el Museo Nacional de Historia Natural (MNHN) de Chile, los grupos de estudiantes y  niños desde todas partes de Chile no cesan. Decenas de escolares recorren los pasillos, admiran los ejemplares y leen las fichas o páneles informativos en los que se despliega información y datos valiosos sobre las especies, sus nombres científicos y descripción taxonómica, sus hábitats y ecosistemas en los que hacen vida, hábitos de alimentación, predadores, estado de conservación, etc.

Crédito: Cortesía/Miguel De La Fuente (Taxidermia.cl)
Crédito: Cortesía/Miguel De La Fuente (Taxidermia.cl)

De La Fuente explica que ha oportunidad de hacer exhibiciones con niños es uno de los aspectos más especiales de su trabajo y le ha servido también para mostrar sus creaciones a los más pequeños, fomentando el conocimiento y generando experiencias emocionantes para algunos. «He tenido oportunidad de mostrar mi trabajo a los niños, incluso con niños invidentes y la experiencia ha sido muy gratificante, porque se emocionan, los tocan, aprenden, se maravillan con el contacto con los animales y con la naturaleza, aunque esta sea representada. Para ellos es algo que les permite aprender, crecer y conocer más sobre la fauna y sobre la necesidad de proteger y conservar«, relata.

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