La ruta arqueológica del Valle del Mapocho-Maipo y los desconocidos sitios ceremoniales de la Sierra de Ramón
En el valle del Mapocho – Maipo existen importantes vestigios del pasado precolombino de Chile. Un ejemplo son los sitios arqueológicos cerca de las comunas de La Reina y Peñalolén, en la Región Metropolitana, donde se realizaban rituales, enterratorios y adoratorios a divinidades andinas entre los Cerros Provincia y de Ramón. Sin embargo, este patrimonio ha sido olvidado, destruido y ensuciado. En similar estado se encuentra el Pucará de Chena, que incluso se ha usado para parrilladas. El periodista y director de Andesjournal, Rodrigo Herrera-Rubio, nos cuenta en esta nota sobre la necesidad de proteger el legado de culturas ancestrales en lugares como la Quebrada de Ramón 1 y Lo Barnechea 23, ante el evidente deterioro y abandono en el que se encuentran.
En el valle del Mapocho existen diversos rastros arqueológicos que nos recuerdan nuestra historia precolombina, entre ellos, los sitios conocidos como adoratorios de altura. Estos sitios rituales fueron el escenario de diversos cultos dedicados a la montaña y sus ancestros, siendo realizados por los incas y sus mitimaes dentro de la cuenca de Santiago, con la participación probable de comunidades locales conocidas etnohistóricamente como Mapochoes. Una parte de nuestra Historia, que como ha señalado el arqueólogo chileno Rubén Stehberg, es desconocida para la gran mayoría de los actuales habitantes del valle del Mapocho, y que, por lo mismo, hoy se encuentran abandonados y olvidados.
Sin embargo, la otra cara de la Historia ha hecho célebre el hallazgo y enterratorio del Niño del Cerro el Plomo, así como el Pucará de Chena, ubicado hacia el sur de Santiago. Lugares que como comenta la historiadora Dagmar Bachraty, corresponden a puntos ideológicos de construcción del dominio inca en la cuenca Maipo y Mapocho. Preguntándonos frente a estos importantes hitos de nuestra memoria, ¿cuántas veces hemos visto con nuestros propios ojos estos lugares?
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Ciertamente el acceso, la ubicación y últimamente, el desconocimiento general del patrimonio arqueológico que tenemos a nuestro alrededor, son factores que impiden visitarlos, y que, de paso, los condenan al más vergonzoso olvido y en muchos casos a su destrucción.
En la práctica y dado al desconocimiento de nuestra propia Historia y su patrimonio arqueológico, estos vestigios se han convertido en ecos del pasado, en fantasmas y mitos precolombinos, a pesar de lo cerca que se encuentran de nosotros.
Frente a ello, estamos perdiendo la oportunidad de aprender de estos sitios y su naturaleza circundante, la cual incluye impresionantes cerros, bosques, quebradas con ríos salvajes y la posibilidad de caminar en medio de estos parajes. Lugares que, por cierto, fueron elegidos por grupos Mapochoes y Guaycoches, debido al culto al agua, al sol y nevados, elementos centrales en su cosmovisión que manifiestan una conexión con la naturaleza y lo que ella provee. Hoy en día, estos vestigios se han convertido en “una ruta arqueológica” ubicada en los faldeos y cumbres de nuestra cordillera y convive desde las alturas con nosotros, como un guardián de nuestra extensa Historia.
Esta misma Historia y materialidad, se manifiesta en la existencia de dos extraordinarios sitios arqueológicos, ubicados en las cercanías de las comunas de La Reina y Peñalolén, donde en sitios ubicados en laderas de cerros se encuentran restos relacionados con rituales, enterratorios y adoratorios emplazados entre los Cerros Provincia y de Ramón y, cuya construcción estaría asociada al culto de la montaña, al agua y a las distintas divinidades del mundo andino, como por ejemplo, el Sol (Inti) o el Trueno (Illapa).
Estos sitios arqueológicos, Quebrada de Ramón 1 (QR1) y Lo Barnechea 23 (LB23), ambos estudiados científicamente durante el año 2015 por el arqueólogo Rubén Stehberg, arrojando gracias a su investigación, que estos sitios fueron erguidos con el fin de ‘venerar’ y sacralizar la Quebrada de Ramón en tiempos del Tawantinsuyu (1410-1541 d.C. aprox.), debido a la abundante evidencia arquitectónica y de cerámicos encontrados en ambos sitios.
Cabe destacar que el sitio QR1 fue descubierto en 1987 por Omar Torres, denominándola originalmente como “cementerio de indios”, (nombre que se cambia a Quebrada de Ramón 1 posteriormente, ya que dicho sitio no correspondía a un cementerio) y LB23 (a casi 3 mil metros de altitud), en 2004, por el operador turístico Víctor Troncoso Valencia.
Hasta este punto, algunos pueden inferir que los sitios arqueológicos mencionados están dentro de lo que se conoce hoy como Parque Cordillera (Asociación Parque Cordillera) dependiente de la Municipalidad de Las Condes, que por cierto incluye el Parque Aguas de Ramón. Concerniente a estos espacios comunales, nos invade una duda razonable, y es ¿Por qué estos sitios arqueológicos no están siendo visibilizados, mantenidos y promovidos como atracciones culturales y de naturaleza para la gente y la comunidad?
Las respuestas parecen complejas, pues revelar la ubicación de QR1 y LB23 constituye lamentablemente una amenaza más que una oportunidad. Estos dos sitios ceremoniales o de culto hacia la montaña y las divinidades andinas, están actualmente en una situación de total desprotección, en extremo vulnerables.
Como ya ha sido mencionado, ambos sitios fueron investigados científicamente durante 2015 con financiamiento Fondecyt. La noticia de estos “descubrimientos” logró acaparar atención mediática en forma de entrevistas en televisión y prensa, hablándose incluso de un “Santiago Inca”. Sin embargo, permanecen hasta el día de hoy en la más absoluta desprotección y olvido por parte del Estado, y también de la comunidad.
Andesjournal, una nueva iniciativa de periodismo de investigación independiente que busca visibilizar y contribuir con el rescate de la memoria y patrimonio ancestral de los Andes, logró visitar el sitio Quebrada de Ramón 1 durante la jornada del 26 de mayo del presente año, a vísperas del día del Patrimonio cultural, junto a un equipo de voluntarios para realizar un registro audiovisual in situ.
Encontraron el sitio gravemente dañado por la acción de terceros.
El recinto arqueológico se encontró parcialmente destruido, donde la muralla principal de la estructura mayor (R1) se halló intervenida para la confección de una fogata. Más detalladamente, se encontró en el lugar una malla metálica para hacer parrillas, botellas de plástico, leños y abundantes restos de excremento de vaca y caballos, lo que indica de manera inconfundible, que el sitio ha sido utilizado como lugar de campamento de vaqueanos o arrieros de ganado.
Como corolario, tras la divulgación del penoso estado del sitio QR1 a través de redes sociales, nuestro equipo recibió unas fotografías sobre el reciente estado del Pucará de Chena, que tristemente ha empezado a utilizarse como sitio público de parrilladas.
Realmente cabe preguntarnos si vale la pena valorar, proteger y restaurar estos lugares ancestrales, puesto que su presencia de más de 500 años simboliza la materialidad de un pasado que aún tienen algo que enseñarnos.
También, tenemos que hacernos la necesaria pregunta acerca de nuestro rol individual como ciudadanos, amantes de la naturaleza y de la Historia como garante patrimonial ancestral, conocimiento de dichos espacios arqueológicos ancestral y su cuidado.
Estos sitios arqueológicos ubicados al frente de nuestra ciudad, no solo representan una oportunidad inigualable de educación y encuentro con el pasado. También representan un recorrido simbólico a través de la historia natural y ancestral del valle en que vivimos.
Antes de nosotros, coexistieron en la cuenca de Santiago las culturas Llolleo, Bato, Aconcagua, Mapochoes, Picones o Picunches, Chiquillanes, y los denominados Huaycoches. También, diversos mitimaes traídos por los incas, entre ellos los Diaguitas.
Cabe destacar, como nos ha comentado la historiadora Dagmar Bachraty, quien investiga actualmente el dominio inca en la zona a través de los rituales de altura, que los nombres dados a los primeros habitantes de la zona central son nombres asignados por estudios arqueológicos, así como nombres mencionados en crónicas hispanas. No se sabe a ciencia cierta cuáles eran sus verdaderas denominaciones étnicas. En síntesis, podemos afirmar que nuestro valle fue siempre muy cosmopolita.
Quienes visitamos la cordillera de los Andes, cualquiera sea su expresión o propósito, tenemos sin duda un rol y una responsabilidad en la salvaguarda de los distintos sitios arqueológicos emplazados en los alrededores de nuestra ciudad y nuestra montaña. Todos como individuo o comunidad, podemos jugar un rol de embajadores frente a nuestra familia, amigos, conocidos, etc., y así correr la voz acerca de estos sitios ancestrales que hoy se encuentran sufriendo la ignominia.
Debemos comprometernos en acción y compromiso para así liderar una efectiva apertura de lo que debiese ser una ruta arqueológica y patrimonial de calidad: accesible, protegida y de clase mundial.