La belleza y riqueza natural de la ciudad se ve enriquecida por la presencia de árboles que, además de proveernos sombra y confort durante los meses cálidos, adornan nuestras calles y parques, entregándole color al triste gris del cemento. Sin embargo, en ciertas épocas del año, se registra un aumento en la caída de estos. No importa su tamaño, incluso los de grandes proporciones y años de vida han acabado en el suelo luego de un sistema frontal o diversos eventos climatológicos.

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No obstante, esto es algo que no debería ocurrir. Lo cierto es que un árbol sano y bien mantenido es muy fuerte y no debería caerse. Pero esto puede pasar cuando un árbol se encuentra debilitado y se pierde la firmeza de la madera.

Cedro del Líbano de 150 cae en las inmediaciones del Palacio Cousiño. Créditos: ©Agencia Uno
Cedro del Líbano de 150 años cae en las inmediaciones del Palacio Cousiño. Créditos: ©Agencia Uno

Además, se genera por diversas razones, como la falta de un buen sustrato, excesiva compactación del suelo, escasez de riego, entre otros factores. Pero una de las principales causas del debilitamiento de los árboles en las ciudades son las malas podas.

En primer lugar, las podas no son necesarias para mantener la salud del árbol, sino que para adecuar a los árboles a la ciudad. Como indica Alejandra Vargas, ingeniera agrónoma y paisajista, dedicada a temas de jardinería, construcción y manejo de áreas verdes: “Los árboles no necesitan que los poden. Si uno piensa en los bosques, los árboles se desarrollan estupendamente bien sin que nadie lo intervenga, pero en el ambiente urbano se podan para poder adecuarlo a la estructura, a la circulación, a la infraestructura, a lo que sea necesario”.

Árboles Sanos. Créditos: ©Cristian Risco
Árboles Sanos. Créditos: ©Cristian Risco

Por su parte, Verónica Blackburn, Ingeniera agrónoma de la Pontifica Universidad Católica de Chile y experta en paisajismo sustentable, puntualiza: “Se hace una poda de formación para que el árbol crezca de cierta forma. El problema es que eso es un manejo que se debería hacer los primeros tres años supuestamente, porque estas formando el árbol. Pero si tú haces una buena elección de especie, en un buen lugar y con un buen sustrato, ese árbol no se debería podar”.

En ese sentido, es importante considerar que, si una poda que no se realiza de forma correcta, puede generar grandes afectaciones a la salud de los árboles, lo que, a la larga, podría desencadenar la muerte y caída del árbol. Esto, a su vez, puede representar un riesgo para la seguridad de la ciudadanía y la infraestructura urbana.

“El problema es que esas podas, cuando no se hacen con el debido conocimiento, dejan heridas que no cierran, que no permiten que los árboles realicen un proceso que se llama compartimentalización, que se puede decir que es como un tipo de cicatrización. O sea, si yo hago mal una poda, esa herida no se cierra, queda abierta, y al quedar abierta es atacada por plagas. Primero llegan las enfermedades, llegan los hongos y de ahí entran gusanos, y se pierde la firmeza de la madera. Y al perderse la firmeza de la madera ocurren los desgarros y la caída de los árboles”, agrega Vargas, quien también es Directora del Programa Manejo Áreas Verdes de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Por otro lado, es importante señalar que, cuando los árboles se tumban completamente, ocurre otro problema, más ligado al estado de las raíces de árbol. Así lo señala Alejandra Vagas: “Generalmente es problema de la raíz, y eso está dado por el suelo. El suelo urbano está demasiado compactado, entonces la raíz no logra explorar y crece muy comprimida. Y frente al peso que va adquiriendo el árbol, en la medida que crece, y las condiciones climáticas adversas, se tumba”.

Árbol con falta de sustrato y alta compactación del suelo. Créditos: ©Cristian Risco
Árbol con falta de sustrato y alta compactación del suelo. Créditos: ©Cristian Risco

El desmoche: ¿Poda o masacre?

El desmoche es, quizás, la práctica de poda conocida más dañina para un árbol, sin embargo, todavía es una práctica común en ciudades de todo el mundo.

El desmoche, también conocido como pollarding (en inglés), corresponde a la poda indiscriminada de las ramas de los árboles dejando muñones o ramas laterales que no son lo suficientemente grandes para asumir el papel terminal. Es, básicamente, cuando se elimina gran parte o la totalidad de la copa y se realiza, principalmente, para reducir el tamaño del árbol. A menudo el desmoche elimina entre el 50 y el 100% de la copa de un árbol.

Lo cierto es que la principal razón por la que se hace una poda de desmoche es por el riesgo que implica el crecimiento del árbol para el cableado eléctrico. Sin embargo, también es muy común porque la gente tiene temor de que los árboles grandes se vuelvan peligrosos al caerse. No obstante, el desmoche no es un método viable para reducir la altura del árbol y no reduce el riesgo. De hecho, esta práctica hace que un árbol sea más peligroso a largo plazo.

“Muchas podas se hacen porque la gente le tiene miedo a los árboles, por miedo a que caigan ramas. Entonces también sucede que los vecinos piden que corten las ramas, siendo que eso mismo abre heridas y permite que ingresen insectos como polillas y hongos, y pudran toda esa parte por adentro. También se genera un problema de estructura. Los árboles son ingenieros calculistas por excelencia, saben cómo crecer y donde tirar sus ramas, entonces imagínate cuánto pesa una rama y que le pasa al árbol si la sacas. Lo desestabiliza”, agrega Verónica Blackburn.

Árboles urbanos con alta compactación de suelo. Créditos: ©Cristian Risco
Árboles urbanos con alta compactación de suelo. Créditos: ©Cristian Risco

Por otro lado, la gravedad de la poda estimula un tipo de mecanismo de supervivencia. El árbol activa las yemas latentes, provocando un rápido crecimiento de múltiples brotes debajo de cada corte. Lo que, a su vez, agrava el problema inicial respecto al tamaño del árbol y se transforma en un circulo vicioso.

Cabe señalar que el lugar correcto para realizar un corte de poda es justo detrás del collar de la rama, en el punto de unión de ésta. Es decir, donde comienza la rama. El árbol está biológicamente diseñado para cerrar ese tipo de herida, siempre y cuando esté suficientemente sano y la herida no sea muy grande.

“El lugar donde se poda debe ser en los cuellos de las ramas, que es el único lugar donde se produce la compartimentalización o cicatrización, jamás se debe romper la corteza y jamás se debe dejar una rama cortada a medio camino, siempre debe ser en los cuellos de las ramas. Que sería en el inicio de la rama. Mientras más joven el árbol, la rama es más pequeña. Y mientras más pequeña, más posibilidades de que cierre la herida. En cambio, si la rama es muy grande, la herida se demora en cerrar y tiene más probabilidades de ser atacada”, puntualiza la directora del Programa Manejo Áreas Verdes de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Árboles Sanos. Créditos: ©Cristian Risco
Árboles Sanos. Créditos: ©Cristian Risco

Principales desafíos en la gestión del arbolado urbano en Chile

En Chile, la poda de árboles es una práctica común para mantener la salud y estética de áreas verdes, jardines y bosques. Sin embargo, esta actividad conlleva desafíos importantes en su gestión. A nivel normativo, tenemos dos grandes problemas que enfrentar. Por un lado, tenemos un conflicto respecto a la distribución eléctrica, y por el otro, tenemos un problema que tiene que ver con el diseño de la ciudad.

Así lo indica Nicolás Allamand, abogado y académico de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales de la Pontificia Universidad Católica de Chile: “En algo en que estamos todos de acuerdo, sin importar el color político, es que necesitamos más y mejores árboles, pero ahí uno se pregunta: ¿Por qué no está resultando? En primer lugar, particularmente en la ciudad, tenemos un problema con la conductiva eléctrica. Tenemos una Ley General de Servicios Eléctricos que lo que hace es darle prioridad a la distribución eléctrica por sobre el diseño de la ciudad y por sobre el diseño áreas verdes. Y lo segundo es que hay tema bastante importante a nivel de urbanismo, del diseño de la ciudad”.

En ese sentido, como señala el abogado, el principal problema tiene que ver con que “alrededor de un 90% o 93% de los árboles en la ciudad están dispuestos cerca o en riesgo respecto a la línea eléctrica”.

Árboles desmochados. Créditos: ©Verónica Blackburn
Árboles desmochados. Créditos: ©Verónica Blackburn

Esto se debe a que el arbolado urbano, dentro del diseño de la ciudad, se dispone dentro de espacios residuales. “Utilizamos el espacio que sobra para poner un árbol. Esto porque la Ordenanza General de Urbanismo y Construcción, que ordena las calles, las veredas y los edificios, no considera los árboles, entonces estos se dejan en espacios residuales”, agrega Nicolás Allamand.

Como no hay un espacio destinado únicamente para el arbolado urbano, este suele instalarse en el único lugar sin construcciones, es decir, justo debajo de los cables. “Y ahí hay un tema porque en realidad el artículo 57 de la Ley General de Servicios Eléctricos señala que debajo de la distribución eléctrica, debajo el cable, no se puede construir y tampoco se debería poder plantar. El tema es que eso lo incumplimos constantemente y seguimos plantando debajo del cableado eléctrico”.

En ese sentido, surge un gran problema, dado que, por normativa, no podemos prescindir de la distribución eléctrica. Entonces, si se planta un árbol debajo de los cables, cuando el árbol empieza a crecer y se empieza a desarrollar, se genera un conflicto que incluso puede llegar a ser peligroso para la salud de las personas. Vale decir que los árboles y la madera en general pueden conducir electricidad y pueden crear un riesgo si crecen cerca de las líneas de alta tensión. Puede producirse apagones e interrupciones momentáneas de servicio cuando las ramas de los árboles hacen contacto con las líneas eléctricas aéreas. Además, las chispas eléctricas que salten a las ramas pueden causar incendios.

Árboles desmochados. Créditos: ©Cristian Risco
Árboles desmochados. Créditos: ©Cristian Risco

Por lo anterior, el desmoche es una de las podas más comunes que vemos en las ciudades. Sin embargo, esto genera un gran daño a los árboles y también, un gran costo en términos económicos y de seguridad pública. Si el árbol sobrevive a una mala poda, necesitará otra poda en pocos años. Deberá ser reducido de nuevo y si el árbol muere, deberá ser derribado.

A fin de cuentas, es una práctica que exige gran mantenimiento. Asimismo, los árboles debilitados quedan propensos a romperse y pueden ser un riesgo para las personas.

«El problema es que la poda llega o aparece en esta lógica cuando ya es un problema, cuando está en riesgo la distribución eléctrica, entonces estamos hablando de un árbol en el que invertiste durante 8 o 10 años, que llegó arriba y empezó a generar un conflicto en el cableado. O sea, la poda termina siendo el resultado de un problema que se origina mucho antes», indica Nicolás Allamand.

¿Cómo nos hacemos cargo del problema?

Árboles desmochados. Créditos: ©Algarrobo Digital
Árboles desmochados. Créditos: ©Algarrobo Digital

Para poder mejorar la gestión y mantenimiento de nuestro arbolado urbano, en primer lugar, lo más importante es la planificación. Se debe elegir una especie que sea adecuada para el lugar en donde queremos poner el árbol, considerando todos los factores, tanto climáticos como estructurales.

Como puntualiza el abogado Allamand: “También hay una falta de regulación y hay una falta de estandarización de ciertos árboles que podrían ser menos perjudiciales en caso que estuviesen abajo de un cableado, por ejemplo, árboles que tengan una copa bien ancha, que tú puedas formar, para que el árbol mecánicamente se abra y en el fondo los cables pasen por la mitad. El problema es que también plantamos árboles cuyo hábito o arquitectura es muy incompatible con la distribución eléctrica”.

Árbol con falta de sustrato. Créditos: ©Cristian Risco
Árboles urbanos con alta compactación de suelo. Créditos: ©Cristian Risco

En segundo lugar, debemos conocer nuestros árboles y anticiparnos. Según Verónica Blackburn, esto quiere decir, “hacer las podas de formación cuando las ramas son chicas, escoger un buen ejemplar de vivero, tener un buen sustrato, un buen suelo. Y otro aspecto importante es el control, que las podas se hagan por personas que sepan y que se hagan bien”.

Sin embargo, hoy nuestro principal desafío tiene que ver con el conocimiento respecto al correcto cuidado de los árboles, como señala Alejandra Vargas: “El principal desafío es tener gente experta en poda, no solamente de alguien que sepa manejar la motosierra, sino que sepa dónde es el corte y cómo potenciar el crecimiento y no dañarlo. Hoy la principal falencia es la falta de conocimiento de cómo manejar los árboles y por ello se realizan labores equivocadas como excesos de podas, podas realizadas en lugares que no corresponden, podas que algunas especies soportan, etc.”

En ese sentido, como señalan los expertos, lo primordial es repensar nuestras ciudades. Pensar en dónde ponemos los árboles, cuáles especies elegimos y qué tipo de mantenciones les damos. “Al final, si nosotros pudiésemos no podar un árbol, es lo mejor que nos podría pasar siempre”, finaliza Nicolás Allamand.

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