La genética y el espacio como claves para estudiar el varamiento de las ballenas sei
La causa del varamiento masivo de cetáceos, ocurrido en 2015 en Golfo de Penas, sigue siendo un misterio. A través de monitoreos satelitales y análisis genéticos, se busca dilucidar tanto las causas de estas muertes – cuyo número podría haber sido subestimado – como la identidad de los mamíferos marinos que vararon en las costas de Aysén.
A principios de 2015, el Golfo de Penas, en la Región de Aysén, se convirtió en el escenario del mayor evento de mortalidad masiva de ballenas barbadas conocido hasta ahora. Pasaron varias semanas antes de que se hallaran decenas de cadáveres en esta zona remota de fiordos, islas y canales, lo que motivó meses después una serie de expediciones aéreas y en bote para desentrañar las causas del varamiento de al menos 343 cetáceos, correspondientes, en su mayoría, a ballenas sei (Balaenoptera borealis), una especie que se encuentra actualmente en peligro de extinción.
A más de cuatro años de este hallazgo, la revista científica Plos One publicó los resultados de una investigación que evaluó la capacidad de las imágenes satelitales para detectar ballenas varadas, a través de análisis automáticos y manuales, usando como caso de estudio la mortandad masiva de estos mamíferos marinos en la Patagonia chilena.
De esa manera, los resultados sugieren que, en el momento en que se tomaron las imágenes satelitales, había más ballenas varadas que las registradas en el reconocimiento aéreo, posiblemente debido a la cobertura no exhaustiva o al movimiento de los cadáveres durante los distintos monitoreos.
“Esta publicación muestra la utilidad de una nueva técnica para identificar y contar ballenas utilizando imágenes satelitales de alta resolución. La mortalidad masiva de ballenas ocurrido en el Golfo de Penas ha sido el mayor evento de este tipo registrado a nivel mundial. En concreto la resolución de las imágenes satelitales permitieron, incluso, ver la forma, tamaño y color de las ballenas, lo que es de gran utilidad considerando que es una manera de monitoreo de varamientos más rápida y que permite levantar la información en áreas de escasa o nula accesibilidad”, explica María José Pérez-Álvarez, científica del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) y académica de la Universidad Mayor, quien formó parte del grupo de investigadores.
El trabajo fue liderado por el British Antarctic Survey (Reino Unido) y contó con la participación de diversas instituciones como el IEB, Universidad Mayor, Universidad de Chile, Centro de Estudios Avanzados en Zonas Aridas (CEAZA), Sernapesca, Estación Científica Huinay y Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
Los resultados muestran que las ballenas se detectan fácilmente en las imágenes satelitales cuando se realiza la búsqueda de forma manual, aunque la coloración que adquieren cuando avanza su estado de descomposición dificulta la detección automática de los cadáveres a través de estas herramientas tecnológicas.
Precisamente, el descubrimiento tardío de los cadáveres de estos cetáceos y los monitoreos realizados entre dos y cuatro meses después de ocurrido el evento, dificultaron los análisis.
No obstante, a través de estudios genéticos se lograron identificar a alrededor de 100 individuos, constatando así que el 100% de ellos correspondía a ballenas sei.
La investigadora del IEB relata: “Estamos estudiando este evento de mortalidad masiva desde una aproximación genética, lo que nos permite identificar la especie y sexo de las ballenas muertas. Esto es una ventaja cuando el cuerpo está en un estado de descomposición tal que no permite una identificación morfológica, o cuando solo quedan restos óseos de los individuos. Los análisis genéticos complementan las imágenes aéreas y satélites, puesto que en ellas es prácticamente imposible llegar a saber a qué especie corresponde cada individuo”.
“Adicionalmente, nos permite evaluar la diversidad genética de esta población en particular y su relación genética con otras poblaciones de esta misma especie, ya sea a nivel del hemisferio sur como del hemisferio norte, información importante al momento de evaluar su estado de conservación, ya que la ballena sei está catalogada actualmente como en peligro de extinción”, agrega.
Las ballenas son consideradas como bioindicadores, es decir, pueden alertar frente algún problema importante desde el punto de vista de la salud ambiental e, inclusive, de la salud pública. Por ello es que resulta relevante monitorear sucesos como varamientos de cetáceos.
La académica de la Universidad Mayor detalla: “Si bien el gran evento de mortalidad masiva ocurrió en 2015, hemos estado registrando mortalidades todos los veranos en el área, lo que resalta la importancia de contar con un monitoreo permanente. Adicionalmente, estos eventos de varamientos y mortalidades masivas son oportunidades únicas para poder estudiar a estas especies, ya que permiten analizar un número importante de individuos, lo que no es factible de hacer en vida libre debido a la inaccesibilidad y alto costo”.
Dentro de las hipótesis que se barajan en el caso de Golfo de Penas se encuentran las floraciones de algas nocivas (FAN), las cuales están relacionadas con la mortalidad de, al menos, un subgrupo de las ballenas encontradas. Sin embargo, los expertos recalcan que no se pueden descartar mortalidades de origen infeccioso, considerando que no se lograron tomar las muestras ni análisis necesarios por el avanzado estado de descomposición de los individuos varados.
De esta manera, la combinación de los estudios genéticos con las imágenes satelitales y aéreas, constituyen métodos altamente útiles, rentables y necesarios para la evaluación de varamientos masivos de ballenas, especialmente en áreas remotas e inaccesibles como el Golfo de Penas.