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La estrategia de caza de los zorros culpeo en Fray Jorge: investigadores publican resultados tras dos décadas de estudio
En el vasto paisaje de Chile, donde los ecosistemas se moldean por la disponibilidad de recursos y la variabilidad climática, un depredador silencioso ha sido observado durante más de dos décadas: el Culpeo (Lycalopex culpaeus). Este cánido sudamericano, conocido por su adaptabilidad y dieta variada, es el protagonista de un extenso estudio que busca comprender cómo responde a la variación en la abundancia de presas, en particular de los pequeños mamíferos.
Durante 23 años, un equipo de investigadores ha llevado a cabo un monitoreo demográfico mensual de estas especies presa, combinándolo con la recolección y análisis de heces de culpeo, así como con líneas olfativas de monitoreo de actividad dentro del Parque Nacional Bosque Fray Jorge (BFJ), un sitio de estudio del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) desde 2007 y parte de la Red de Sitios de Estudios Socioecológicos de Largo Plazo (LTSER-Chile).

Este parque, que pertenece al Sistema Nacional de Áreas Protegidas del Estado (SNASPE) y es administrado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF), tiene una extensión de 9.000 hectáreas y es el área núcleo de la Reserva de Biósfera Fray Jorge desde 1977. Además, ha sido declarada Reserva Starlight desde 2013. En su zona de matorral, el IEB desarrolla una de las investigaciones científicas de más largo plazo en el hemisferio sur, estudiando las comunidades de plantas y animales, sus interacciones y su relación con el clima desde 1989.

Principales resultados del estudio
Los resultados han revelado patrones sorprendentes sobre la estrategia de caza de este depredador y su relación con el ecosistema. Aunque los culpeos suelen considerarse recolectores de alimentos generalistas, con una dieta muy variada, el estudio muestra que tienen una fuerte preferencia por ciertas presas, consumiendo consistentemente algunas especies en mayor proporción de lo que su disponibilidad sugiere. Tal es el caso de Abrocoma bennettii, un roedor que a pesar de no ser la especie más abundante, parece ser un elemento clave en la dieta del culpeo.

Uno de los hallazgos más reveladores de esta investigación es que los culpeos presentan una respuesta funcional asintótica de Tipo II, es decir, que su consumo de presas no aumenta indefinidamente con la abundancia de éstas, sino que alcanza un punto de saturación. Este patrón suele asociarse con depredadores especializados, pero en el caso del culpeo sugiere una estrategia intermedia: una preferencia marcada por ciertos alimentos dentro de una dieta diversa.
Los datos también indican que la respuesta numérica de los culpeos –su variación poblacional en relación con la disponibilidad de presas– es limitada. Sin embargo, en periodos prolongados de escasez de pequeños mamíferos, los zorros parecen modificar su dieta diversificándola con otros recursos alimenticios.
“Los picos de lluvia en el Parque Fray Jorge aumentan la abundancia de todos los pequeños mamíferos. Y según nuestros registros en todas las líneas olfativas, hemos encontrado que el mayor incremento de la actividad del zorro ocurre posteriormente a los pulsos de lluvia”, explica Alejandra Troncoso, investigadora del IEB y coordinadora de la LTSER Fray Jorge.
La investigación de largo plazo
El estudio fue realizado por un equipo de científicos de diversas instituciones, destacando la participación de Alejandra Troncoso junto a los investigadores Douglas A. Kelt (University of California), Peter L. Meserve (University of Idaho), M. Andrea Previtali (Universidad Nacional del Litoral), W. Bryan Milstead (U.S. Environmental Protection Agency), Héctor Véas (Universidad de La Serena), Julio R. Gutiérrez (Universidad de La Serena) y Madan K. Oli (University of Florida). Y ha sido publicado recientemente en la revista Therya de la Asociación Mexicana de Mastozoología, destacando su relevancia en la comunidad científica internacional.

Esta investigación subraya la importancia de los datos ecológicos a largo plazo para comprender mejor las interacciones depredador-presa y cómo estos vínculos pueden cambiar en función de factores ambientales, como las oscilaciones del sur de El Niño que afectan las condiciones climáticas en la región.
“El monitoreo de largo plazo permite documentar las trayectorias temporales en las relaciones predador-presa en este tipo de ecosistemas. Otro tipo de estudios podría darnos una visión más parcial en esta relación. Por ejemplo, un año muy lluvioso con mucha actividad de ratones y poca actividad del zorro podría sugerir que los ratones no forman parte de la dieta importante de los zorros. Pero si seguimos la trayectoria del monitoreo prolongado, vemos un efecto de retraso en el caso del zorro”, señala Troncoso.

“Esta documentación nos muestra que las actividades del depredador están íntimamente relacionadas con las abundancias de sus presas. Y cuando las presas disminuyen, el depredador tiene que moverse, aumentando la probabilidad de conflicto con el humano y comunidades agrícolas”, comenta la investigadora del IEB.
Otro elemento que destaca Alejandra Troncoso es la diferencia de movimiento entre las dos especies de zorros que habitan este ecosistema: el culpeo y el chilla. Según lo registrado en las líneas olfativas y cámaras trampa del Parque Nacional, existe un patrón de segregación espacial entre ambas especies.

“Los registros muestran que el zorro culpeo está mayormente concentrado dentro del parque. Por el contrario, el zorro chilla es frecuentemente más observado por parte de la comunidad agrícola, visitando sus predios y en ocasiones atacando gallinas y otros animales. Por tanto, se puede indicar que el culpeo es más probable de hallar en las áreas menos intervenidas o con menor presencia de humanos, al igual que otras especies como el puma”, agrega.
La investigación es parte de los esfuerzos colaborativos de la Red LTSER-Chile y el IEB, demostrando la importancia de los estudios a largo plazo para comprender los ecosistemas y sus transformaciones en el tiempo.