La contaminación por plástico podría estar afectando el nacimiento de las tortugas marinas en Costa Rica
Las tortugas marinas son muy sensibles a la temperatura y los plásticos que yacen en la arena alrededor y dentro de los nidos podrían estar incrementando el calor durante el periodo de incubación. Científicos están investigando si es que ese aumento de temperatura está provocando que eclosionen menos huevos o que nazcan más hembras que machos. Reubicación de nidos, manejo de sombra, reforestación y proyectos de ciencia ciudadana, son algunas de las medidas implementadas por los proyectos de conservación. Acá te compartimos esta nota desarrollada por Mongabay Latam.
Todos los días, Manuel Sánchez recorre los siete kilómetros de playa Preciosa —ubicada a 10 minutos de la ciudad de Puerto Jiménez, en el Pacífico Sur de Costa Rica— en busca de los rastros que dejan las tortugas tras anidar. Su objetivo: reubicar los nidos que pudieran estar en peligro debido al saqueo de huevos o porque se encuentran muy cerca de la línea de marea.
Sánchez, quien es coordinador del programa de conservación de la organización Tortugas Preciosas, ha observado que el plástico arrastrado por el mar y los ríos Platanares, Tigre y Tamales, así como el que dejan las personas cuando visitan la playa, se ha convertido en una amenaza para las hembras anidadoras y los neonatos que emprenden su camino hacia el mar.
El investigador creyó al inicio que el problema se limitaba a la parte superficial de la playa. La sorpresa vino cuando, al revisar los nidos dejados por las tortuguitas tras su nacimiento, encontró plástico en el fondo de ellos y en las paredes, a medio metro de profundidad. El problema más grave es que toda esa acumulación de basura hace que el nido tenga una temperatura mayor a la normal -porque los plásticos, al ser polímeros, se calientan al entrar en contacto con el sol- y ello puede aumentar las posibilidades de que los huevos mueran, asegura el experto.
En la otra costa del país, en el Caribe, el coordinador del programa de investigación y conservación de la Reserva Pacuare, Claudio Quesada, también viene observando un incremento de los residuos plásticos en la arena y concuerda con que es posible que esa basura esté impactando en el nacimiento de tortugas. En la playa de la reserva, de hecho, el éxito de eclosión de los nidos en playa pasó de 49% en 2012 a 31% en 2018 y 32% en 2019.
El efecto del calor
Un proyecto piloto desarrollado por Reserva Pacuare y que busca comprobar si los plásticos presentes en la arena influyen en el periodo de incubación de los huevos de tortuga, aún se encuentra en etapa de recolección de datos. Sin embargo, hasta ahora los científicos han observado que sí existe una relación entre la cantidad de plástico presente en los nidos con los nacimientos de estos animales.
La investigación ha logrado determinar que en los nidos donde la concentración de microplásticos es superior al 13% con respecto a la arena, no se registran nacimientos y que, por el contrario, “en los nidos donde nacían más tortugas, cuando hacíamos el análisis, teníamos entre 1% y 3% de microplásticos”, detalló Quesada.
Además, el incremento de la temperatura, propiciado por los microplásticos, también tendría implicaciones en la proporción de hembras y machos.
El calor metabólico que genera un embrión durante su desarrollo es grande. Por esa razón, el centro del nido suele ser más caliente que las paredes del mismo. Esa es la forma natural en que la especie equilibra la proporción de machos y hembras, ya que las tortugas marinas definen su sexo a partir de la temperatura. En teoría, el calor metabólico permite que los huevos del centro, donde es más caliente, generen hembras y los ubicados en las orillas, donde es más frío, produzcan machos.
“En un nido tenemos machos y hembras desarrollándose al mismo tiempo, pero si sucede que lo que está alrededor es arena con microplásticos, esto potencia la temperatura de los huevos que naturalmente deberían estar más fríos”, dijo Quesada.
Tanto Sánchez como Quesada temen que la contaminación por plásticos, en conjunto con el cambio climático, puedan contribuir a procesos de feminización de las poblaciones, aunque aún se requieren más estudios para comprobarlo.
El equilibrio entre hembras y machos es relevante para la estabilidad de la población, ya que la feminización o masculinización de la misma podría conducir a su desaparición, aseguran los expertos.
Marea plástica
En el 2019, el Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (CIMAR) de la Universidad de Costa Rica (UCR) empezó a muestrear las playas del país en busca de microplásticos. A la fecha, los investigadores han logrado tomar datos en 24 playas del Pacífico y el Caribe. También están analizando muestras de agua provenientes de cinco puntos del golfo de Nicoya.
Para hacer ese trabajo, colocan en la playa y cada 20 metros una cuadrícula de 50 x 50 centímetros para así tener cinco puntos de muestreo a lo largo de 100 metros. Allí se extrae la arena a una profundidad de un centímetro para analizarla y calcular la cantidad de microplásticos que contiene.
Juan Guillermo Sagot es el encargado del componente de microplásticos del proyecto. Al inicio del estudio, en 2019, visitó una playa de Puntarenas, una ciudad costera ubicada en el Pacífico Central, donde contabilizó 1400 partículas plásticas por metro cuadrado. En 2021, volvió al sitio de muestreo y comprobó que la cantidad de partículas se había duplicado: contó 2934 por metro cuadrado.
Un microplástico tiene un tamaño menor o igual a cinco milímetros. Sin embargo, y según Sagot, en algunas playas abundan partículas de polietileno y poliestireno inferiores a un milímetro. También se han encontrado fibras sintéticas y pellets (plásticos reciclados del tamaño de una lenteja).
Al contrario de lo que podría pensarse, los plásticos no disminuyen su concentración de calor en la medida en que se fragmentan y hacen más pequeños. Según Sagot, quien también es el encargado del Laboratorio de Oceanografía Química del CIMAR, los plásticos se hacen más receptivos a los rayos del sol si han ido degradándose en el tiempo.
El impacto de los microplásticos incluso es químico. Al ser partículas duras y resistentes, estos funcionan de soporte a otros contaminantes que están en el ambiente. “El microplástico va a ser la casita para los virus, bacterias e incluso sustancias químicas o metales pesados que están en el agua o la arena. Esos contaminantes van a adherirse a los microplásticos y van tardar mucho más tiempo en degradarse”, explicó Sagot.
Al igual que sucede con los microplásticos cuando se exponen a los rayos solares, esas sustancias adheridas también desencadenan procesos químicos. “Con los rayos ultravioleta, empiezan a reaccionar y todas esas sustancias químicas que estaban contenidas van a quedar más expuestas en la superficie y a una mayor concentración”, explica el científico.
En otras palabras, el impacto del plástico no solo está dado en cuanto a la temperatura del nido sino que también pudiera haber una afectación en la salud de los neonatos debido a los procesos químicos involucrados en la degradación del material.
Medidas para resolver el problema
Lejos de cruzarse de brazos, los proyectos de conservación de tortugas marinas han emprendido una serie de acciones sustentadas en la investigación realizada a lo largo de los años.
Una de las estrategias empleadas por los proyectos de conservación para salvaguardar los nidos es utilizar viveros. Se trata de espacios ubicados en la playa que se cercan con una malla. Así, al estar cerrados y bajo vigilancia, se evita que algunas personas saqueen los nidos para llevarse los huevos.
Previo a la temporada de anidación de la tortuga lora (Lepidochelys olivacea), negra (Chelonia mydas agassizi) y carey (Eretmochelys imbricata), los investigadores del programa de conservación Tortugas Preciosas remueven la arena de los viveros, hasta un metro de profundidad. La tamizan para librarla, lo más que se pueda, de residuos plásticos.
Lo mismo hace Quesada y su equipo en Reserva Pacuare, quienes extraen y tamizan la arena del vivero hasta un metro, que es la profundidad máxima en que la baula (Dermochelys coriacea), la especie más grande de tortuga marina, deposita sus huevos.
En los dos proyectos, los investigadores colocan sensores de temperatura en el vivero para así monitorear los cambios y recopilar datos con fines científicos. También lo hacen como insumo para tomar decisiones de manejo.
Una de esas decisiones es el uso de la sombra. El área de vivero se divide en una cuadrícula, donde cada cuadrante corresponde a un nido. Si la temperatura del nido está por debajo del promedio, los embriones demorarán en madurar y el porcentaje de eclosión, generalmente, también será menor. Por el contrario, los embriones pueden morir si la temperatura es muy alta.
La temperatura promedio depende de cada especie y de las condiciones de la playa de anidación, por esa razón es determinante para definir la extensión y espesor de la sombra. “La idea es amortiguar los cambios bruscos de temperatura para mantener la proporción de machos y hembras. Tampoco es conveniente tener mucha sombra”, dijo Sánchez.
La otra medida de manejo está en recuperar la cobertura vegetativa en las playas de anidación, principalmente las que reciben la visita de tortugas verdes o negras y carey, para que provean la sombra de forma natural.
Según Sánchez, mucha de la pérdida de vegetación se debe al desarrollo inmobiliario y la ganadería. Esta situación impulsó a Tortugas Preciosas a reforestar la franja costera, principalmente frente al área de anidación de la carey. En el 2021 se sembraron 1500 árboles de especies nativas y la meta de este año son 5000 más.
“Estamos optando por especies de crecimiento rápido, que propicien la llegada de otras especies. Si bien no estamos pensando en tener un bosque, sí queremos tener una cobertura que permita anidar a la tortuga carey”, dijo Sánchez porque esa especie, que está altamente amenazada, está yendo más lejos (a anidar), debido a la falta de vegetación, lo que implica un mayor gasto energético y exponerse a más depredadores”.
Ciencia ciudadana
Playa Grande se ubica en el Pacífico Norte y forma parte del Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste (PNMB).
Con el fin de entender mejor lo que está pasando con los plásticos en la playa, los guardaparques -con ayuda de la organización Sostenibilidad en Grande– adoptaron la metodología desarrollada por la Universidad Católica del Norte en Coquimbo, en Chile, la cual es empleada por la Red Latinoamericana de los Científicos de la Basura.
Esta metodología mide tres variables: cantidad de residuos, interacción de la vida silvestre con los residuos (se monitorea si el residuo está raspado o mordido) y la percepción de las personas (mediante una encuesta).
Para implementar la metodología, se creó el Laboratorio de Basura Marina en 2021, un proyecto de ciencia ciudadana que involucra a estudiantes, voluntarios y turistas en la toma de datos y, en el proceso, se hace educación ambiental.
“Todavía estamos tomando datos, pero lo que estamos viendo nos tiene alarmados. Playa Grande, a simple vista, se ve limpia. Pero cuando empezamos a tamizar la arena, nos dimos cuenta que los plásticos van desintegrándose en piezas cada vez más pequeñas debido al sol. Y son cada vez más abundantes”, señaló el guardaparque Christian Díaz.
“Debido al efecto de las corrientes y el efecto de la playa, existe el riesgo de que esas partículas plásticas queden enterradas a una mayor profundidad”, sostiene Díaz. “Entonces, la pregunta es: ¿cómo reacciona el plástico en ese entorno?”, agrega.
Díaz cuenta que ya se había hecho un estudio en esa playa sobre el efecto de la temperatura en la incubación. “Este reveló que por encima de los 33 °C, la mortalidad del nido es 100%”, asegura. “Entonces, cuando vemos esta cantidad de plástico, nos ponemos a pensar -y esa es nuestra hipótesis- que el plástico podría tener un efecto en la temperatura si el nido tiene un entorno densamente contaminado”, explica.
Según Díaz, se está en busca de aliados en universidades para emprender un nuevo estudio que les permita averiguar si existe un impacto de los microplásticos durante el periodo de incubación.
Esta información, sumada a los datos del proyecto piloto llevado a cabo en Reserva Pacuare, servirá a personas como Sánchez y Quesada, a salvar a las tortugas que habitan las playas de Costa Rica.