Irene del Real, premiada geóloga: una “detective” del origen de los minerales en Chile
¿Cómo se forma un depósito de minerales? Esa es una de las constantes preguntas que la geóloga Irene del Real intenta responder. Interesada y vinculada a los minerales desde pequeña, se especializó con el tiempo en el área de la geología económica, donde se dedica a comprender el origen de ciertos depósitos de minerales: interpreta pequeñas pistas de los minerales, con las que puede armar historias que relatan cómo se formaron y en qué tiempo pudo haber sido, entre otras cosas. En esta entrevista, ahonda en su amor por la geología, los minerales del norte de Chile y cómo su trabajo podría ser un aporte para el futuro.
Los viajes de vacaciones que más marcaron la infancia de la geóloga Irene del Real (37) fueron todos al norte. Hay uno que la impresionó mucho, aunque ella lo recuerda con cierta risa en su cara. Fue a Copiapó y El Salvador y, entre sus actividades planificadas, visitó el Museo Mineralógico de la Universidad de Atacama, donde se encuentra la colección de minerales más grande de Chile. En ese, y en todos los viajes previos que realizó a la zona, le llamó la atención “lo dramático” de los paisajes del desierto, según sus propias palabras. De alguna forma, esa fascinación marcaría un camino en su vida.
Con el paso de los años, el destino de Irene seguiría en la línea de los minerales. Estudió geología y se especializó en geología económica, un área que se enfoca en el estudio de metales que tienen un valor económico para el humano y los procesos que forman los depósitos de esos minerales. Así, la académica de la Universidad Austral se ha dedicado a trabajar con datos de rocas formadas hace millones de años y entender ciertas cosas de ellas, a partir de detalles, lo que ella llama un trabajo “súper detectivesco”.
Parte de su investigación la llevó a recibir el Premio For Women of Science 2020 de L’Oreal Chile junto a la UNESCO, cosa que repitió en 2021 con el reconocimiento “talento emergente”, que se entregó a 24 científicas y que destaca los mejores trabajos de investigación hechos por mujeres.
Así, su mundo son las rocas que estudia. Eso, en un camino de geología, química y fascinación.
Introducirse a la geología
Irene siempre quiso viajar. Tanto así que se memorizaba el Mapamundi que tenía en su casa, que era tan antiguo que todavía incluía a la Unión Soviética. Cuando se aprendía algunas ciudades del mapa, soñaba con algún día conocerlas. Naturalmente, cuando quiso elegir su carrera universitaria, sabía que sería algo que la mantendría en movimiento y con su idea de vivir explorando. Así llegó a la geología.
Una vez estudiando, supo que estaba en el lugar correcto cuando fue a su primer terreno a Lo Valdés, en el Cajón del Maipo. “Me acuerdo de esa parte de estratos verticales, llenos de fósiles. Era impactante y entendí que todo eso en algún momento había sido mar. Entonces me llamó la atención lo dinámico; el movimiento de todo. Aluciné y aparte me gustó mucho el concepto del tiempo a gran escala. Es una de las cosas que más me gusta de la geología. Uno empieza a vivir dos tiempos diferentes. Uno, el de nuestro tiempo como lo percibimos como humanos: segundos, horas, días, años. Pero el tiempo geológico está en una escala completamente diferente: uno habla de millones, billones de años”.
– Con el tiempo te especializaste en geología económica. ¿Qué haces dentro de esta área?
–Es un área de estudio que se relaciona con aquello dentro de la geología que tiene un valor económico. Por ende, los metales. Tiene que ver con minería y cómo se forman los depósitos metálicos, como los grandes yacimientos de cobre, oro, molibdeno, litio, etc. Toda la investigación que hago se podría aplicar más como al área de la exploración minera, que ve dónde hay metales. La lógica es que para buscar tenemos que entender cómo se forman los depósitos metálicos y es una pregunta de la geología muy compleja. Por ejemplo, entender el tiempo, el pasado, las deformaciones, la evolución química de algo. Entonces es un área de la geología que se aplica mucho a la parte más productiva, pero también responde preguntas que son súper profundas en términos de la evolución geológica de nuestro planeta.
Según explica Irene, su investigación se relaciona particularmente con entender cómo se forman los depósitos ricos en cobre: “Mi más reciente investigación se centra en la cordillera de la Costa, que es más antigua que la de Los Andes. Ahí hay varios tipos de depósitos de hierro bien enigmáticos si hablamos de su formación. Hay unos de hierro y, asociados a esos, otros de cobre, con rocas muy dramáticas, pero que más allá de lo que vemos con nuestros ojos, no se entiende cómo se formaron en un momento de la historia de Chile”.
Eso solo se puede entender desde diferentes perspectivas. Por eso, los últimos años han involucrado una parte importante de química y cómo ésta nos cuenta sobre la formación de los minerales porque sus composiciones pueden variar. Es ligar, entonces, algo que se ve a pequeña escala, con una grande.
La formación de los depósitos
En la bodega del departamento de Irene hay pilas de cajas. Cada una de esas está llena de rocas, como si fuese su propio depósito. Esas están destinadas a su estudio. Cada uno de esos pedazos tiene su propia historia.
Irene explica que para que un mineral se forme hay un proceso. Puede ser uno rápido, en el que las condiciones de precipitación y temperatura sean estables y precipite el mineral. Eso puede tener un resultado pequeño. También puede ser lento y lo que resulte, más grande. Sin embargo, hay más complejidades, dado que hay algunos minerales crecen en etapas. Es decir, su núcleo puede tener una edad y los anillos que los rodean, otra. Eso puede ser homogéneo o no. Y lo puede explicar la química.
-¿Cómo llegas a los depósitos que estudias?
– Depende. Por ejemplo, cuando hice mi memoria de título en la universidad, un profesor me invitó a estudiar la deformación de un lugar cerca de Illapel, que era un tipo de depósito de óxidos de hierro con otros minerales como cobre y oro. Luego, cuando hice mi magíster, otro profesor me comentó que estaba organizando un proyecto en otro depósito y me preguntó si me interesaba postular y, como decisión “de guata”, lo hice. Ahí me empecé a meter más en el tema. En mi doctorado prácticamente viví en Copiapó sumando terrenos y de ahí es gran parte de mi investigación, de entender este lugar tan interesante (…). Ahora me estoy moviendo en un distrito más grande en la Región de Atacama donde voy viendo diferentes tipos de depósitos. Yo imagino que más adelante cambiaré de zona o de tipo de depósito. Es muy lindo imaginar cómo se mueven los metales.
-¿Son muy diferentes los tipos de depósitos entre sí, aunque estén en la misma región?
-Tienen algunas diferencias, pero también tienen muchas similitudes. Nosotros somos buenos en poner categoría y nombres. Hay tipos de depósitos que dan los mismos minerales y tienen formas similares. Ahora claro, cada uno tiene diferencias, entonces cada uno es único. Nosotros somos todos humanos, pero diferentes personas. Esa es un poco esa analogía.
– ¿Qué nos puede decir un mineral, por ejemplo, el cobre, del lugar en el que está?
-En general los metales como el cobre y el oro casi nunca ocurren solos. Si ponemos como ejemplo el cobre, nosotros lo que hacemos es buscar minerales que contengan cobre (…). Los más lindos, como verdes y azules, son óxidos de cobre, y los más dorados, son sulfuros de cobre. Hay otro sulfuro que no tiene cobre que es la pirita, que le dicen el oro de los tontos porque es muy dorado. Parte de mi trabajo es mirar su composición química y qué nos puede decir. Por ejemplo, por su contenido de níquel y cobalto sé si se formó de magma. La cantidad de arsénico también me da información importante, así como otros elementos químicos que varían en su concentración y me dicen el origen. Lo otro es ver razones de isótopos. Yo trabajé con los de azufre, viendo sus razones de cambio. Cómo cambian esas razones dice mucho del origen del fluido que precipitó ese mineral. Por ejemplo, si es un número positivo, eso implica un origen externo, es decir, que puede venir de rocas antiguas como evaporitas, que es algo como un salar hace millones de años. Si es un número negativo, los fluidos probablemente tuvieron una interacción con fluidos marinos. Si es más cerca de cero son más bien magmáticos. Y eso todo lo contiene el mineral. Ahora trabajo con un silicato. Con él podemos ocupar las cantidades de hierro y magnesio para estimar más o menos a qué temperatura máxima se podría haber formado. Hay muchas cosas que se pueden hacer con la química dentro de las incertezas que tenemos como geólogos.
-¿Por eso dices que haces un trabajo de detective?
-Claro, porque en el fondo uno tiene estas pequeñas pistas que tienes que interpretar. Entonces yo puedo agarrar todo un set de datos con diferentes análisis y contar una historia. Nosotros vemos los indicios de los vestigios y podemos decir que el fluido tenía tal temperatura o tal presión basado en tal y tal cosa. Luego evolucionó a hacer un fluido de otro tipo, entonces uno va como armando una historia de cómo se formó, por ejemplo, un depósito. Ya la parte útil de esto, como a nivel productivo, es que si yo entiendo cómo se formó y qué pistas dejó, esa información la agarro y sé buscar mejor. No voy a estar buscando a ciegas, sino que ahora sé qué cosas, qué características tengo que buscar, que quizás pueda indicarme de que aquí hay algo.
– A propósito de eso, sobre el tema de la minería, esta es un área que se cuestiona mucho por sus impactos medioambientales. Se habla de la minería sustentable, pero ese concepto tiene sus críticas. Entonces, ¿cómo lo que tú haces puede ayudar a que esta industria sea un poco más amigable con el entorno, por decirlo de alguna forma?
-Minería sustentable es un término que yo también ocupaba y en realidad, por definición, está mal. Quizás lo puede ser, pero no a una escala de tiempo humana. Para nosotros son recursos no renovables. Podemos hablar de ser sostenidos en el tiempo, lo más sustentables posible o de minería responsable. Los impactos medioambientales de la minería existen y hemos visto históricamente cagazos de alto nivel y hay mucha responsabilidad ahí. Por otro lado, la sociedad también ha cambiado y tiene más poder de lo que ocurre (…). Entonces la industria minera tiene que evolucionar hacía algo diferente. El tema es que si vemos cómo funciona la sociedad actualmente, a nivel global, no podemos no tener minería. Ni menos, porque nos gusta pensar en un futuro sin emisiones de carbono y electromovilidad, pero prácticamente, para eso, se necesita materia prima. Entonces los metales son como un accionista mayoritario silencioso en nuestra existencia, con impactos gigantes y nos cuesta ver eso. Para mí es importante recordar la importancia de esto en nuestras vidas (…). Entonces claro, parte de mi investigación se trata en entender mejor cómo se forman los depósitos, pensado en optimizar el proceso, y esto últimamente lo he hecho viendo los cambios químicos de los minerales. Ahora estoy en una etapa muy de análisis complejo de laboratorio, pero la idea es aterrizarlo a algo práctico, que se pueda ocupar de forma más sencilla y, por otro lado, también me interesa la parte más de políticas públicas sobre cómo pensamos la minería y sobre cómo pensamos la minería para el futuro.
– ¿Cuáles consideras las dificultades del trabajo que tú haces?
-El financiamiento. Ese es un problema que salpica para todos lados, porque al tener poco también tenemos menos investigación, menos investigadores. La investigación está acotada a universidades, hay pocos centros de investigación. Sumo el factor tiempo también, tengo muchas ganas de clonarme.
Reconocimientos de su investigación
En 2020 Irene estaba sin señal, en medio del Parque Nacional Huerquehue (Región de La Araucanía), mientras disfrutaba de sus vacaciones. En el inesperado segundo que le llegaron un par de notificaciones, recibió una noticia: había quedado finalista del premio Woman in Science, entregado por L’Oreal y la UNESCO. Buscó un lugar para su entrevista con el jurado y se alegró. “Fue emocionante por el logro personal y también era una forma de honrar mi tema de investigación. Eso me abrió la puerta para conversar de esto”, recuerda. Años más tarde, recibió el premio de Talentos Emergentes de las mismas entidades, que solo recibieron 24 mujeres a nivel mundial. Recibió su premio en París y compartió con otras científicas, enfocadas a muchos temas diferentes. Para ella fue intenso y hermoso.
-Este es un premio que se le da a mujeres. ¿Cómo ha sido tu experiencia con el tema de la inclusión femenina en la ciencia?
-Todos los grandes mentores que he tenido son hombres. Pero no porque no quiera, sino que somos poquitas. Claro, es difícil cuando una es minoría en ese sentido, pero creo que elegí esta área justamente porque había pocas mujeres y siempre me ha incomodado que carreras se relacionen con un género. Por ejemplo, enfermeras o mineros…Yo creo que en el área de la geología económica, como se relaciona a minería, también se ve esa diferencia de género. Es súper dispar. Ahora, mi experiencia personal siendo mujer en este mundo no ha sido un conflicto. Creo que parte del mundo en que me desenvuelvo me cuida mucho. Yo creo que porque somos pocas. Hay una intención real de querer cambiar eso. Ahora, por otro lado, como somos pocas mujeres a nivel global, nos conocemos casi todas y nos apoyamos. El mundo necesita mujeres, al igual que la ciencia. Los desafíos que tenemos como sociedad para el futuro son tremendos (…). Tenemos que trabajar muy bien, tenemos que ser inteligentes si queremos como salir de esta y la mejor forma de trabajar es en equipos paritarios. Esto estimula la creatividad y las diferencias.
Con esto como base, Irene sigue trabajando en las publicaciones científicas que mantiene en sus pendientes, así como su proyecto de investigación de química y minerales. Por otro lado, su corazón la lleva a vincularse de alguna manera a las políticas públicas y una ciencia más integrativa con las ciencias sociales; interdisciplinaria. Mientras tanto, escribe un libro y se sigue maravillando con los queridos y complejos minerales que ocupan gran parte de sus días.