Partamos con el ave más grande de Chile. El ñandú (Rhea pennata) destaca por muchas cosas, pero una de las más impresionantes es su calidad de padre excepcional. Luego de que las hembras depositan los huevos en el nido, lo abandonan. En ese momento, el padre asume toda la incubación. Sin él, los huevos no sobreviven. 

Créditos: Rewilding Chile

Dentro de todo ese proceso, el macho puede estar incubando entre 27 y 41 días. Debajo de él, puede haber entre 9 y 25 huevos. Incluso, se han encontrado nidos con 42. Cada uno de ellos puede medir entre 8,71 por 12,6 cm, destacando por su gran tamaño. En algún momento, el macho los voltea para que el polluelo pueda romper el cascarón al nacer. 

En diferentes magnitudes y con sus propias características, todas las aves del mundo, antes de deslumbrar con sus plumas y apariencias, fueron un huevo. En su ciclo natural, se reprodujeron para crear otro. Eso da como resultado una diversidad de formas, colores y texturas que adornan los nidos del mundo. Chile, por supuesto, no es la excepción.

Un mundo de color

Las aves se distinguen porque sus huevos son más duros que los de otros animales que también comparten el mismo método reproductivo. Esto se debe a que su estructura tiene más calcio, lo que para Heraldo Norambuena, investigador del Centro Bahía Lomas de la Universidad Santo Tomás e integrante de la Red de Observadores de Aves (ROC) significa que “les da protección microbiana y contra golpes”. 

Además, dentro del grupo de los animales que ponen huevos con cáscara, solo las aves presentan huevos de colores. Sus tonalidades, manchas, motas y líneas se forman a partir de dos pigmentos, rojo (protoporfirina) y azul (biliverdina). Esto pareciera formar verdaderas obras de arte en la naturaleza, en la que parecieran delineados y pintados con un pincel. Dentro de los muchos ejemplos que pueden existir en la fauna de Chile, el trile (Aguelasticus thilius) es un ejemplo muy visual de esto. 

Daniel Martínez – Piña, ilustrador científico y creador de la guía de campo “Huevos y Nidos de las Aves de Chile” de Museo Ediciones, donde ilustra 115 especies de aves del país y sus nidos, lo describe así:

“El trile pone unos huevos que en su polo o extremo grueso tiene manchas que son, yo lo estandaricé en mi ilustración, pero son loquísimas. En un huevito pueden estar mucho más dispersas, hechas como con pretensión artística. De verdad, viendo estos huevos te das cuenta de que tienen manchas como de un Jackson Pollock. Como que a un huevo sin manchas, les tiren pinturas y pinceladas encima”. 

Esta forma artística es heredada de los ancestros de las aves, los dinosaurios del ayer. Un estudio publicado en la revista Nature, demostró que los colores y marcas en los huevos de aves podrían ser los mismos que tenían los de los dinosaurios hace 150 millones de años. 

En una nota publicada en la página del Museo de Historia Natural, David Rubilar, jefe del área de paleontología explica: “Por casi dos siglos los ornitólogos pensaban que los colores de los huevos de las aves habrían evolucionado independientemente, y varias veces, en distintos tipos de aves y solamente en este grupo animal. Sin embargo, debido al auge del estudio de trazas de pigmentos en restos fósiles, especialmente en dinosaurios, esta hipótesis fue puesta a prueba”.

El estudio se enfocó en 18 muestras de cáscaras de huevos de dinosaurios no aviares. En ellas se identificaron los pigmentos protoporfirina rojo-pardo IX y biliverdina azul-verde, lo que ayudó a demostrar, según David, que “el color tuvo un solo origen en el grupo de dinosaurios terópodos más cercanos a las aves y que la ausencia de color en otros dinosaurios no es el resultado de las condiciones de la fosilización”. 

Por otro lado, la investigación abarcó el porqué de la diversidad de colores en los dinosaurios no aviares, especulando que el color del huevo coevolucionó con los hábitos de anidación de estas grandes criaturas con nidos abiertos, relacionando los colores y manchas con el camuflaje. 

En las aves, la evolución también hizo lo suyo. Por ello vemos una gran variedad de colores dentro de los huevos de aves. “El hábitat influye en los colores. Aves que se reproducen en cavidades, suelen tenerlos blancos. Aves que se reproducen en hábitats abiertos, suelen tenerlos con colores que sirven de camuflaje”, explica Heraldo. 

Chorlo cabezón, Ariel Hernandez INaturalist
Chorlo cabezón, Ariel Hernandez INaturalist

Por ejemplo, el chorlo cabezón o huerequeque (Hesperoburhinus superciliaris), ave nidificante en la Región de Arica y Parinacota, anida en un suelo desnudo, sin plantas cerca. El color de su huevo, descrito como crema manchado con tonos bronceados a marrón oscuro, o como gris con manchas negras, es clave en su camuflaje. Algo similar sucede con todos los chorlos, pertenecientes al orden de los Charadriiformes.

Daniel comenta: “Son más fáciles de observar, sus nidos están hechos de arena, y el color del huevo se camufla muy bien con la arena. Tiene unas manchitas y se mimetizan con el entorno de una forma espectacular. Además, son muy bonitos. Por eso, insistimos que no hay que meterse con los autos en la playa, ni llevar a los perros”.

Los nidos también juegan un papel importante en el color. En aquellos nidos que están construidos en cavidades, y por ende son más oscuros, los huevos suelen ser más claros. Por ejemplo, el carpintero negro (Campephilus magellanicus) los pone blancos y nidifica dentro de troncos. En cambio, los nidos más expuestos, suelen tener huevos más coloridos. “A veces, grupos enteros tienen huevos con muchas manchas porque se supone que también les ayuda al camuflaje. Hacerse invisible es la estrategia usada en el reino animal”, continúa Daniel. 

La loica (Leistes loyca) es una de esas que pone huevos artísticamente moteados. Su color, de beige a gris, está densamente marcado por manchas oscuras, manchas y líneas (29,6 x 20,6 mm). Los nidos están bien escondidos, a los que a veces solo se puede ingresar a través de un túnel que conduce a través de la vegetación al nido.

Loica Eduardo Muñoz Orellana
Loica Eduardo Muñoz Orellana
Loica.
Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones

Por otro lado, también existe un arte disruptivo en la naturaleza. El protagonista aquí es el trabajador (Phleocryptes melanops). 

Normalmente, ciertos órdenes o familias comparten características en común. Los furnáridos, familia a la que pertenece el trabajador, también incluye aves como el canastero (Pseudasthenes humicola), el minero (Geossita cuniculinaria) o el rayadito (Aphrastura spinicauda). Todas ellas ponen huevos en tonalidades beige, rosáceo o blanco, respectivamente. En cambio, el del trabajador es fuertemente azulado o turquesa. 

Trabajador Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones
Trabajador Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones

Esta es una de las aves que destaca Daniel entre los huevos más vistosos de Chile: “Se llama trabajador porque construye un nido muy elaborado, con un cesto con doble techo en los juncales. Entre plumas y otros bichos acuáticos, están los huevos de este color. Se escapa totalmente a la lógica que las familias ponen huevos similares”.

Pero si de llamativos se trata, no podemos dejar fuera a las perdices. El de la perdiz chilena (Nothoprocta perdicaria) posee un color chocolate intenso, casi como si fuese un chocolate en Pascua de Resurrección. En cambio, la perdiz austral (Tinamotis ingoufi), destaca con un sorprendente huevo verde con manchas blancas. En 2017 recién se encontró por primera vez su nido en la región de Magallanes, con nueve ejemplares.

Perdiz Chilena.Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones
Perdiz Chilena.Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones

“Lo más genial de esa familia, es su textura de porcelana«, explica Daniel, “son aves muy primitivas. Sus huevos son muy lisos y brillantes. Reflejan la luz del entorno”. Junto a lo anterior, Daniel agrega que las texturas también son importantes: “Hay aves que tienen superficies más granulosas, como los flamencos o los pingüinos. Los de perdices son de porcelana. Lamentablemente, como las colecciones guardan huevos vacíos, eso se pierde. Pero verlos en sus nidos es un espectáculo. Los nidos son tesoros de 10 a 12 huevos perfectos”.

Por otro lado, un estudio publicado en Nature apuntó a que el elemento que más influye en la variación de colores en los huevos es la temperatura del ambiente. Según sugieren, en climas más fríos, tienden a ser más oscuros y marrones. En cambio, en áreas más calientes, cerca de la línea ecuatorial (más tropicales), son más claros y variados en color. 

Perdiz austral Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones
Perdiz austral Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones

Para ello, se estudiaron 634 especies de aves, de 16 familias. Los investigadores realizaron un mapa de la muestra, ubicando a los colores más oscuros en regiones más frías y a los claros y variados en zonas más calientes. De todas formas, al difundir ese artículo, los investigadores señalaron que no es solo un factor el que determina el color de la cáscara de los huevos, sino una combinación de diferentes factores. 

Los juegos de las formas

En una pequeña taza de musgos, donde también puede haber lana, telarañas y un conjunto de materiales finos entrelazados, hay un picaflor chico (Sephanoides sephanoides). Es una hembra, anidando y protegiendo a dos pequeños huevos que, en unos días más, eclosionarán. Son opacos, alargados y, sobre todo, increíblemente pequeños. Cada uno puede llegar a medir entre 1,47 por 9,3 mm. Es decir, no superan el centímetro. 

Nido picaflor chico, Francisco Croxatto
Nido picaflor chico con polluelos. Francisco Croxatto

La forma de un huevo se define por la similitud o diferencia de los “polos” o extremos. Existen aquellos que son esféricos, elípticos y cónicos, así como de tamaños muy pequeños y otros más grandes.

Una investigación publicada en la revista Science analizó cerca de 50 mil huevos de 1.400 especies de aves de 37 órdenes distintas, de las cuales algunas están extintas, para comprender el porqué de su forma. Se estudiaron dos cosas: la asimetría o qué tan puntiagudos son, y la elipticidad o qué tan diferente es la forma si se compara con una esfera perfecta. Llegaron a la conclusión de que un búho (Surnia ulula) tiene el huevo esférico, mientras que las aves de costa los ponen más asimétricos. Por otro lado, la forma más común es el de la Prinia gracilis, una especie de Asia y el noreste de África, perteneciente al orden de los Passeriformes. 

“Los huevos son parte del fenotipo de las aves, eso significa que han evolucionado como cualquier otro rasgo. Así que influye el orden o familia influye en sus características. El trabajo publicado en Science estudió la evolución de los huevos en las aves, y se encontró que el factor que más influye en las características del huevo es la habilidad de vuelo de las especies. Aves más aerodinámicas (hidrodinámicas, en el caso de pingüinos) colocan huevos más asimétricos y alargados, mientras que aves que no vuelan ponen huevos esféricos”, explica Heraldo. 

Tucúquere. Diego Zeverini
Tucúquere. Diego Zeverini

En Chile también hay variedad en las formas. Según lo que pudo observar Daniel en el proceso de elaboración de la guía, “hay un montón de aves en Chile que ponen huevos blancos y redondos. Los de los búhos son casi esféricos, se ven más redondos. En cambio, los picaflores son súper larguitos y chiquititos. Imagina que tenemos en el país huevos de picaflor de Arica y del ñandú, que son extremos. Tenemos en todas las escalas posibles”. Por dar un ejemplo, el búho más grande del país, el tucúquere (Bubo magellanicus), destaca por su huevo casi esférico, que mide 50,5 por 42,1 mm. 

También hay otros detalles. Por ejemplo, el número de huevos en un nido puede influenciar la forma, al optimizarse para compartir el calor. O un tema de optimización: para aves que nidifican en acantilados, sería imposible que sean redondos, ya que podrían rodar y caer. En cambio, los huevos cónicos pueden rodar dentro del mismo nido. La longitud del huevo se correlaciona con el tamaño del ave. Su forma (qué tan asimétrico o elíptico es), se relaciona con sus hábitos de vuelo. 

El desconocimiento

Durante la noche, las gaviotas garuma (Leucophaeus modestus) se mueven a nidificar en las zonas pedregosas del desierto de Atacama. Es la única ave marina conocida que nidifica entre 20 km y 100 km de la costa, en pleno desierto más árido del mundo. La primera vez que se descubrió que establecen sus colonias detrás de cerros fue en 1919. Y luego, a 35 km de Tocopilla en 1945, donde se encontró una nueva colonia. 

Gaviota de Garuma. Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones
Gaviota de Garuma. Daniel Martínez-Piña, Museo Ediciones

Con el tiempo, se ha sabido que sus nidos son depresiones en el sustrato y que, a diferencia de otras gaviotas, no tienen adornos. Se ubican en zonas expuestas al viento. Ahí ponen huevos blanquecinos con manchas irregulares de color café, los cuales son incubados por 30 días por ambos padres. Sin embargo, la mayoría de la información proviene de la región de Antofagasta. Recién en 2024, funcionarios del Servicio Agrícola Ganadero lograron identificar el primer sitio de nidificación de la especie en Tarapacá, al que denominaron Pampa Garuma. En Arica y Parinacota no se conocen colonias reproductivas

“Estuve una vez en una colonia de garumas en el desierto y es maravilloso. Es de otra dimensión, el cómo están con ese calor, radiación, con la temperatura del suelo, sólo con piedras. Ahí estaba la colonia. Cuando llegué solo encontré cascarones. En otra oportunidad, pude ver un huevo en el litoral de Caldera. Y es bien diferente al de otras gaviotas, que suelen ser más verdosos”, comenta Daniel. 

Esta gaviota, el mismo chorlo mencionado más arriba —del que todavía no hay claridad de su reproducción en Chile—, o la perdiz austral —de la que recién hace algunos años se registró por primera vez el nido en Magallanes— son ejemplos de que todavía falta por conocer mucho sobre los huevos de las aves chilenas. El primer gran esfuerzo por contribuir a este conocimiento fue en el siglo XX, y uno de los resultados más famosos es “Las aves de Chile: su conocimiento y sus costumbres” de Goodall, Johnson y Philippi. 

Heraldo explica que en el pasado “hubo expediciones para describir los huevos de la parina chica (Phoenicoparrus jamesi) o de las aves australes, y algunas colecciones ornitológicas poseen varios, como la de Braulio Araya en Valparaíso o las de la familia Barros en el Museo de Zoología de la Universidad de Concepción”. Por otro lado, recientemente, Daniel Martinez-Piña ha hecho el esfuerzo de ilustrar su diversidad. Sin embargo, con el paso del tiempo, muchos huevos se han perdido o están en malas condiciones. 

Chorlo cabezón, Ariel Hernandez INaturalist
Chorlo cabezón, Ariel Hernandez INaturalist

Daniel hojea la biblia de Goodall, Johnson y Philippi para mostrar las ilustraciones que se realizaron en el pasado. Ese fue uno de los puntapiés iniciales para su guía, considerada como un aporte relevante en la difusión de esta temática en Chile. También, pudo acceder a la colección de la familia Barros. Dice que los huevos estaban en cajitas de madera y que cada uno contenía retazos de diario escritos con el año de colecta. Tienen cerca de 100 años. Se encargó de organizarlas junto a amigos, además de tomarles medidas. Además, conoció la colección del Centro de Humedales de Valdivia. 

En ese sentido, gran parte de los aportes fue por parte de los naturalistas del pasado. Con el tiempo, la investigación fue dejando de lado a los huevos y existen muchos vacíos. Por ejemplo, todavía hay especies de las que no se conocen los huevos como el aguilucho de cola rojiza (Buteo ventralis) o de la golondrina de mar pincoya (Oceanites pincoyae). 

“En Chile ha decaído el financiamiento para investigación desde los museos de historia natural estatales. El MNHN ya no cuenta con curador/a de ornitología, antes del 2012 era tradición un especialista en el área, que se encargaba de mantener el material y obtener nuevo material. En los museos de regiones ocurre lo mismo. Es deber de los museos almacenar ese tipo de información”, comenta Heraldo sobre la falta de información más actual sobre los huevos, de modo general. 

perdiz austral
perdiz austral

El investigador asegura que, a pesar de que sí existen ciertas investigaciones puntuales sobre algunas especies, donde se levanta también más información, aparentemente no hay más investigaciones dedicadas a los huevos de Chile. 

Por otro lado, sobre la observación de personas aficionadas en terreno, explica que “la ciencia ciudadana puede aportar, pero siempre que no afecte ese proceso tan clave y sensible de las aves que es la reproducción (hay que considerar la ética del observador). Plataformas como eBird o iNaturalist pueden recopilar fotos. Birds of the World (BOW) está usando fotos de estas plataformas para describir aspectos de la historia natural desconocidos”.

Es importante recordar que la mayoría de los nidos son inaccesibles, hay muchos que simplemente no se dejan ver. Si es que los nidos están cerca, lo mejor es no intervenir ni perturbar a las aves. Quizás, si el ave vuela o se va unos segundos, podemos tener la suerte de verlos en la lejanía. Siempre hay que seguir las normas éticas recomendadas para la observación de aves. 

“La naturaleza genera pequeñas obras de arte, permanentemente, de todo tipo. Quienes vivimos fascinados de ella vemos la estética con una riqueza en términos de organismos biológicos. Para mí, la obsesión siempre ha sido una mezcla de arte y taxonomía, conocimiento. Conocer el huevo de una especie es esa dupla: el objeto estético, que sería el huevo, el ave o su nido, y todo el aprendizaje que hay detrás. Es bonito porque se aprende”, finaliza Daniel. 

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