Francis Pérez, premiado fotógrafo submarino: “Que se pretenda construir Dominga en una zona como el Archipiélago de Humboldt es una canallada”
El destacado fotógrafo español lleva 27 años viajando por el mundo para documentar la vida salvaje del océano. Desde hace cinco años, Chile es su destino predilecto: “Tengo una relación estrecha con Chile, con el Archipiélago de Humboldt y también con Patagonia”. Pérez dice que el país tiene “uno de los tesoros naturales más importantes del planeta” y por eso critica que se pretenda instalar un proyecto minero-portuario en esa zona. En esta entrevista, el oriundo de Canarias también cuenta la historia de sus últimas fotos premiadas y que dieron la vuelta al mundo: una ballena con la aleta cortada producto de una colisión y una tortuga marina atrapada en una red de pesca.
En octubre del año pasado, una dramática imagen dio la vuelta al mundo: un calderón tropical, también llamado ballena piloto de aleta corta, naufragaba sin destino con la aleta caudal cortada por la hélice de una embarcación deportiva en aguas de Islas Canarias, en España. De alguna manera, la imagen era un llamado de alerta sobre un problema creciente en el mundo: las colisiones de grandes cetáceos con distintos tipos de embarcaciones. La imagen, tomada por el fotógrafo submarino Francis Pérez, fue premiada en la categoría de vida silvestre del Wildlife Photographer of the Year, el certamen de fotografía del Museo de Historia Natural de Londres.
Pérez -51 años, nacido en Canarias (España), con 22 años de trayectoria en fotografía submarina- recuerda que ese día estaba saliendo al mar en Canarias cuando recibió un llamado: «Hay un animal en problemas… No puede moverse». Partió raudo al lugar señalado y se encontró con la ballena sin ninguna posibilidad de propulsión, porque tenía la aleta caudal colgando de un hilo. Francis se lanzó al agua con su cámara, tomó fotos y grabó un video, pero, de pronto, el grupo familiar del animal herido -entre seis y ocho ballenas- se le aproximaron para protegerlo, tal vez confundiéndolo con un depredador. “Se acercaron como si fuesen orcas y me rodearon… Del barco me advirtieron que los animales estaban un poco alterados y salí del agua. Analizamos las imágenes y nos dimos cuenta de la gravedad de la situación”, explica.
Pérez avisó a un centro de recuperación de fauna, pero no pudieron salvar al animal. “Fue la primera eutanasia de una ballena en mar abierto en Canarias”, dice. “La tuvimos que sacrificar en medio del mar. Fue muy duro. Aquí había una creencia de que las ballenas esquivan los barcos cuando los ven aproximarse y ¡eso es mentira! Estas son ballenas de buceo profundo, que cuando están en superficie necesitan un tiempo para descansar y tienen poca movilidad, agitadísimas después de tantas inmersiones, igual que los cachalotes. Entonces es ahí cuando se produce la colisión”.
-¿Provocó algún efecto tu foto premiada por el Museo de Historia Natural de Londres?
-Sí, de hecho, con un biólogo amigo que me acompañó decidimos llamarla “Hope”, con la esperanza de que cambie esto algún día. La foto evidencia un problema que no solo existe en Canarias, existe en todas partes del mundo, existe en Chile, existe en la Patagonia por las salmoneras y existirá en el Archipiélago de Humboldt si se realiza el proyecto Dominga.
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Francis Pérez vino a Chile por primera vez en 2016.
Tiempo antes, Rodrigo Sánchez, fundador de Buceando Chile, estaba en la búsqueda de algún referente mundial de la fotografía submarina que le cediera fotos para un concurso de niños. Sin tener nada que perder, le escribió a Pérez.
-¿Es para niños? Claro, te las mando, le dijo el fotógrafo.
Mientras colaboraba buscando conferencistas para un congreso de turismo sustentable basado en avistamiento de cetáceos que se realizaría en la remota caleta Chañaral de Aceituno, ubicada en la Región de Atacama, a Sánchez se le ocurrió dar el golpe: “Tengo a quien traer”, dijo a los organizadores.
-Francis, tienes que venir a Chile a ver a las ballenas azules.
-¿Ballenas azules? Voy para allá.
Ese primer encuentro con el Archipiélago de Humboldt, en 2016, le regaló a Pérez su primer encuentro con una ballena azul. Fue el último día de su primera estadía en el país, en la última salida al mar, cuando ya había perdido la esperanza.
-¿Cómo fue ver ballenas azules por primera vez?
-Al principio no sabía que era una ballena azul, porque todas son grandes y no la distinguimos bien, y me tiré en frente de ella, el animal más grande del mundo. Este no era de adulto, que llegan a 32 metros, pero era una de las grandes. Era ponerte delante del animal más grande del mundo, imagínate. Además, sentí un poco de miedo, porque no tenía la visibilidad a la que estoy acostumbrado en Canarias, de agua azul. Me acuerdo perfectamente de que fueron 21 segundos y a unos ocho metros de profundidad, en apnea.
Después de esa primera vez en Chañaral de Aceituno, localidad perteneciente al Archipiélago de Humboldt, Francis regresó a Chile para participar en una expedición científica a la Patagonia con Buceando Chile.
-¿Qué viste ahí?
-Glaciares, que es lo que yo quería, bucear en hielo, ver paredes gigantes. Y después un sitio inexplorado, poco visitado, donde han pasado muy pocas personas del mundo que es la isla Madre de Dios, que ahora se está postulando a reserva marina y patrimonio de la humanidad, un sitio espectacular.
A esta altura, Francis Pérez ya es una visita frecuente en el país. En la caleta Chañaral de Aceituno hizo muchos amigos y conoció a Susannah Buchan, oceanógrafa inglesa que llegó a Chile en 2007 para escuchar el canto de las ballenas azules, con quien se casó en el norte en febrero pasado. “Imagínate, me casé con una casi chilena en el mismo lugar donde la conocí en 2016”, dice, emocionado. A fines de este año, Francis regresará al país una vez más para continuar el proyecto de un libro sobre mamíferos marinos del Archipiélago de Humboldt, proyecto conjunto con Susannah y con el buzo y documentalista César Villarroel, dueño de un centro de buceo en esa caleta.
-Conoces todo el mundo y prefieres venir a Chile. ¿Qué te hace volver aquí?
-Lo primero que me hace ir permanentemente al Archipiélago de Humboldt es que amo el lugar. Me parece un espectáculo de naturaleza increíble. Siempre me he movido por el mundo buscando lugares así de interesantes. Como fotógrafo submarino, empiezas con los arrecifes de Coral, el Mar Rojo, Indonesia; obviamente como naturalista te vas Galápagos y después a México, pero actualmente tengo una relación estrecha con Chile, y no solo con el Archipiélago de Humboldt, sino también con Patagonia.
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El pasado miércoles 11 de agosto, Francis Pérez estaba pendiente de lo que ocurría en el país. Ese día, la Comisión Ambiental de Coquimbo debía resolver en votación el proyecto minero portuario Dominga, que finalmente aprobó. Francis estaba en Tenerife, atento a lo que le iban contando sus amigos en Chile y su mujer, Susannah, mientras daba su propia lucha contra el proyecto del macropuerto de Fonsalía, que se pretende construir en el suroeste de Tenerife, en medio de una Zona Especial de Conservación (ZEC) y de un lugar que, además, forma parte de la lista de los sitios marinos de mayor importancia biológica que brindan esperanza al mundo, denominados “Hope Spots” por la fundación internacional Mission Blue, iniciativa que dirige la oceanógrafa Sylvia Earle. El Archipiélago de Humboldt también está en esa lista.
“Sigo lo que ocurre con Dominga desde hace muchos años, desde que empecé a ir a Chile”, dice Francis. “Cuando me enteré de la votación sentí un hermanamiento, porque es lo mismo que nos está pasando a nosotros en Canarias. Siento un rechazo igual que todo el mundo, porque la mitad de mi corazón está en Chile. Desde que descubrí el Archipiélago de Humboldt estoy fascinado con la biodiversidad que hay en la zona y me sorprendió muchísimo esta decisión”.
-¿Cuál es tu reflexión sobre este proyecto?
-Yo me he llevado algunas decepciones con Chile por la instalación de las salmoneras en el sur, pero siempre lo he tenido como un referente de conservación mundial. Son líderes en este tema, y que ahora quieran destruir el mayor hotspot de biodiversidad de Chile y uno de los referentes mundiales, como el Archipiélago de Humboldt, es una puñalada. No lo esperaba, menos en los tiempos que corren, cuando estamos hablando del efecto protector que tiene la biodiversidad luego de lo que ha pasado con el Covid, que la naturaleza nos protege y debemos cuidarla para evitar la zoonosis y toda esta historia. Entonces, después de que se hable tanto de esto, que ahora se pretenda construir Dominga, con un puerto, en una zona como el Archipiélago de Humboldt es una canallada.
Agrega: “Para los políticos y para este tipo de empresarios, la biodiversidad es un inconveniente para sus objetivos de desarrollo. No puede ser que no tengas en cuenta que estás en un espacio natural, una zona especial de conservación como el Archipiélago de Humboldt, que es número uno en avistamiento de ballenas, donde hay una actividad turística y la gente la visita porque tiene un valor ambiental. El Archipiélago de Humboldt está lleno de ballenas fin, la ballena fin siempre ha estado en peligro crítico de extinción, fue el misticeto más cazado de todas las ballenas, y ahora que está en una zona de alimentación como Archipiélago de Humboldt quieren construir un megapuerto, en una de las zonas más ricas de todo Chile donde se alimenta la ballena fin… Es que no lo entiendo”.
-¿Como le explicarías a los tomadores de decisión y a la gente en Chile la importancia del Archipiélago de Humboldt?
-Que tienen uno de los tesoros naturales más importantes del planeta. Me he dado la vuelta al mundo viajando por todas partes, he estado en mil reservas marinas, vivo en un archipiélago que es un paraíso de biodiversidad, y cuando visité el Archipiélago de Humboldt pensé: hay pocos lugares en el mundo como este. Les diría a ellos lo mismo que le digo a la gente de Canarias: hay que preservar lo que no es suyo, porque esas ballenas no son de Chile ni son de nadie, tienes que conservarlas por respeto a la humanidad, por respeto al planeta. Yo le he dicho a Susi a veces, cuando voy a Chañaral de Aceituno y a la isla Chañaral: “Esto es una Galápagos, porque es increíble”.
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La fotografía de la ballena piloto con la aleta caudal cortada no sólo le valió a Francis ser premiado por el Museo de Historia Natural de Londres, sino que esa imagen se transformó además en un ícono en la lucha contra el puerto de Fonsalía. “Ya hemos conseguido 300 mil firmas y ya casi casi le tenemos cortada la cabeza a ese proyecto, que tiene 25 años ¡Llevamos 25 años luchando!”, dice.
Francis explica que, con el tiempo, ha ido creciendo en él la necesidad de ser un aporte en concientizar a la población sobre lo que está ocurriendo hoy en el planeta. “Me siento con la responsabilidad de mostrar estas historias, porque la fotografía de naturaleza está cambiando un poco: no estamos hablando de esa fotografía prístina, sedante, lisérgica que la tienes en un poster en tu casa, con palmeras o con un fondo submarino precioso. Eso es real, pero también hay otra parte de la realidad que hay que mostrar, que es una ballena con la aleta cortada o una tortuga enmallada, que no es tan bonita, pero que dice mucho. Como fotógrafo submarino y de vida salvaje, me siento con la responsabilidad de tener que hacerlo. Eso es obvio: sería una canallada no fotografiar los problemas que hay en el océano”.
La foto de la tortuga boba enredada en una malla de plástico también fue un hito en su carrera: en 2017 ganó el premio World Press Photo en la categoría de Naturaleza. «Tú sabes que el plástico y la basura se mueven por todos los océanos libremente en ciclos y el viento las arrastra. Bajo cada basura o rollo de plástico hay un oasis de vida, peces que buscan refugio en la sombra de esas pequeñas islas… falsas islas. Entonces nos tiramos a fotografiar la vida que hay en ese conglomerado de especies y en ese momento vimos a lo lejos una red verde y algo que se movía en la red. Automáticamente sabíamos que era una tortuga”.
Sigue el relato: «Lo primero que hicimos mi compañero y yo fue ver que la tortuga estaba bien, que no estaba muy dañada y automáticamente pensamos en documentarla. Te sale ese impulso documental y dices ‘a esto hay que fotografiarlo’. La fotografiamos, cortamos la red y la tortuga siguió su camino».
-Cuando estás frente a esa escena, ¿qué viene primero, la necesidad de sacar la foto o de ayudar? ¿Cómo es esa disyuntiva?
-Un poco las dos cosas. Te sale el impulso de documentar pensando que puede tener un gran valor fotográfico y que puedes ayudar a la especie. Obviamente al rato ves a la tortuga que se asusta porque tú te acercas, empieza a patalear, se empieza a poner nerviosa y dices ‘voy a ayudarla’… Pero siempre piensas en que una foto puede salvar a muchas más tortugas y, de hecho, se ha convertido en un ícono para la lucha medioambiental en los océanos.
Este premiado fotógrafo que vive en Islas Canarias como puerto base y que viaja por el mundo para documentar naturaleza, lleva 27 años buceando y 22 sacando fotografías. Sin embargo, su destino pudo estar detrás de un escritorio, porque estudio Economía, aunque una rama ambiental.
“De hecho, lo hice porque cuando termine la carrera no había trabajo relacionado con medioambiente y al final trabajaba en una oficina. Lo dejé luego de diez años”, cuenta. “Trabajaba y buceaba. Todos los fines de semana iba al agua y sacaba fotografías. Cuando empecé a ganar premios, a dedicarme más a la fotografía y a viajar, llegó un momento en que dije no puedo más”.
-Desde que empezaste a bucear hasta ahora, ¿has visto una evolución en la conciencia que tenemos sobre el océano?
-Yo veo un cambio. En los últimos 27 años lo notan hasta los que no bucean. El océano está más lleno de suciedad, le llega más plástico a las playas y hay menos especies. Cuando empecé a bucear, en Canarias yo veía peces por todas partes que ahora no se ven, peces típicos de ahí como el mero y el pejeperro. En Chile pasa lo mismo. Tú le preguntas a una persona que cómo veía el fondo hace 27 años y estarían esos bosques de algas enormes. Ahora hay menos algas y hay menos depredadores, porque hay una sobreexplotación pesquera a todos los niveles. El tema no es solo tema de basura y plástico, es tema de sobreexplotación. Es evidente. No hace falta ser biólogo, ni ecólogo, ni nada para decirlo, lo puede decir cualquier persona: si vives ligado al mar y toda tu vida has vivido en la playita, te tiras y miras cómo está la playa ahora, seguro que ha cambiado y no para mejor.
-¿Qué has aprendido del océano en estos 27 años?
-He aprendido que el mar es agradecido. Agradecido en el sentido de que, si le damos descanso, se regenera rápido, pero no lo dejamos descansar y ese es el problema. El mar es agradecido, dependemos de él, el 70% del planeta es agua y si lo dejamos descansar podemos llegar a un equilibrio.