Fausto Sarmiento recuerda haber pasado su infancia rodeado de montañas. En pleno centro de Ecuador, al paisaje que bordeaba su hogar lo dominaban las montañas, en especial, el imponente volcán Cotopaxi que, en ese entonces, era considerado el volcán activo más alto del mundo.

Fausto Sarmiento
Fausto Sarmiento

Para él, el Cotopaxi era como un imán. “Tenía ese magnetismo especial de la naturaleza en la montaña que me atrajo mucho”, dice. Con ese gran macizo de inspiración, exploraba y hacía expediciones junto a sus amigos y parientes a la montaña. “En realidad era un juego muy entretenido caminar por ahí, conocer los animales y las plantas, rodeado por la geografía y esa topografía caprichosa de quebradas, ríos y montañas nevadas altas. Eso precisamente inspiró la noción de paisaje montañoso que tuve desde mi niñez”, explica Fausto.

Más adelante, entró a la universidad a estudiar biología, donde tuvo la oportunidad de hacer estudios de ecología y geografía. Desde joven trabajó en el Museo Ecuatoriano de Ciencias Naturales, donde llegó a ser director ejecutivo. En este camino, su visión transdisciplinaria de las ciencias lo llevó a la montología, también conocida como una ciencia de las montañas.

Volcán Cotopaxi
Volcán Cotopaxi

Actualmente, como profesor de ciencias de montaña y director del Colaboratorio de Montología Neotropical de la Universidad de Georgia, este reconocido académico se encuentra en Chile gracias al Laboratorio Natural Andes del Sur, rodeado de las únicas y grandes montañas propias del territorio nacional, difundiendo, entre muchas cosas, algo que para él es clave: la necesidad de una visión global de los paisajes.

Una mirada ecológica de las montañas

“Fausto, ¿es usted un consejero matrimonial?”, fue la pregunta, planteada como una broma, que desató las risas que ahora son una anécdota. Antes de recibir esa pregunta, Fausto se había presentado como un experto en relaciones. Pero su idea iba mucho más allá.

El investigador estaba invitado a una conferencia para hablar sobre ecología, a raíz de la publicación del libro “Ecología: puente entre ciencia y sociedad”, que seguía la línea del llamado Padre de la Ecología, Eugenio Odum, pero adaptado al español. En este libro se insiste en entender la ecología como la ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos y los seres no vivos, y su implicancia en la cuestión ambiental. En efecto, Fausto sí es un experto en relaciones.

Fausto Sarmiento
Fausto Sarmiento

“La ecología es una ciencia que la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura) consideró como una mesología, es decir, que no estudia los componentes en sí, como la botánica que estudia las plantas o la ornitología que estudia las aves. La ecología estudia las interacciones que se producen, sean en procesos físicos, sea en procesos químicos o biológicos, que hace que tanto la botánica como la ornitología confluyan en un entendimiento mejor del paisaje. En realidad, todo lo que vemos funciona organizadamente dentro de este contexto montológico y es un paisaje socioecológico”, explica Fausto.

– ¿Qué disciplinas convergen para entender el paisaje socioecológico de las montañas?

– Es muy importante insistir en el concepto de transdisciplinariedad, porque tradicionalmente, en cuanto a la formación científica, tenemos la tendencia a pensar que todo lo que pueda ser experimental o que pueda demostrarse con mediciones, con aplicaciones, es ciencia. Sin embargo, podemos ir más allá para el entendimiento de la montaña. La idea de integrar varias disciplinas es una tendencia que se ha venido desarrollando a partir de los años 90’, en donde se concluyó que estudiar las disciplinas individualizadas como si fueran silos de conocimiento llevaba a un entendimiento incompleto y muchas veces erróneo de lo que es la naturaleza. Así que para poder entender los sistemas socioecológicos de las montañas, no solamente uno tiene que estudiar la geología, hidrología, meteorología y geomorfología del sistema físico, sino también la historiografía, las relaciones sociales de pertenencia, cuestiones de raza e identidad patrimonial. Estas dinámicas sociales nos dan a entender la totalidad del complejo ecosistema humano total.

Auyantepui
Auyantepui

En este sentido, las montañas se pueden estudiar desde las ciencias biológicas, pero también desde la historia, el arte o la religión. Por ejemplo, para muchos grupos indígenas las montañas son sagradas y eso se manifiesta de diferentes formas. Se pueden considerar Apu Wamani (o lugares sagrados en Kichwa) o también ser parte de la estructura del paisaje, como rocas pintadas, cuevas o árboles.

“Todos esos valores llevan a comprender el paisaje desde un punto de vista antropogénico. Y también insisten en esa visión que viene del conocimiento ancestral indígena, de considerar la naturaleza como un ser viviente. Es decir, la montaña no es solamente un grupo de piedras acumuladas al azar, sino es un ser que siente. Son paisajes que sienten. Los pueblos originarios, por ejemplo, saben cuando la montaña está triste, herida o enojada. Todas estas manifestaciones del sistema socioecológico nos hacen pensar que existe un conocimiento superior o quizá simplemente diferente de lo que es la montaña para el ser humano”, explica Sarmiento.

Las montañas en Latinoamérica

Dentro de las grandes montañas latinoamericanas, existen algunas icónicas y sagradas. Por dar algunos ejemplos, si nos vamos a Chile, en la Región de La Araucanía, destaca el volcán Villarrica. “Resucitó su nombre vernáculo (otorgado por el pueblo mapuche): Rukapillán. Hay respeto por el monte, el volcán, en especial al ver las fumarolas que salen de su cráter. Son momentos especiales, donde la manifestación ritual de respeto hacia la naturaleza está presente en los grupos Mapuche. Tuve la oportunidad de analizar el sistema socioecológico de esta montaña desde distintos puntos de vista y aprendí que los mapuche, por ejemplo, tienen un sitio especial donde hacen sus ritos y abrazan a la araucaria. Esa es una manifestación profunda de la sociedad humana y paisaje de montaña”, comenta.

Volcán Villarrica. Créditos Verónica Droppelmann
Volcán Villarrica. Créditos Verónica Droppelmann

En esa misma línea, pero en Colombia, la Sierra Nevada de Santa Marta es un sitio privilegiado desde el punto de vista filosófico social de los indígenas que viven en el Parque Nacional Tayrona y la Sierra Nevada de Santa Marta. “Para ellos ir a la montaña es regresar a la madre. Se refieren a nosotros como los citadinos o gente blanca. Somos hermanos menores y ellos los guías que tienen que traer al hermano menor a la personalidad y carácter de la montaña. Solamente los iniciados pueden subir a las partes más altas y es allí donde el entrenamiento de los jóvenes que llegan a convertirse en chamanes toma lugar”, explica Fausto.

Luego, en la zona de altos del macizo guayanés, otra clásica montaña sagrada es el Auyantepui (donde se encuentra el famoso Salto del Ángel o Kerepakupai Merú) para los indígenas pemón. “No es un punto de vista de divinidad como la entendemos en la cristianidad, sino más bien lo contrario. Son sitios prohibidos donde no es Dios quien existe, sino el Demonio. En realidad, el nombre de los indígenas pemón para referirse a las montañas es el lugar del diablo, se respeta, nadie puede acceder allá”, dice.

En Ecuador, la situación es muy distinta. Al oriente se encuentra el volcán Sangay, uno de los sitios considerados como patrimonio natural de la UNESCO, rodeado por un área llena de cascadas y nubes que marcan la presencia de la selva andina. “En ese lugar se ha generado una cultura selvática muy importante de los grupos shuar, que consideran que el agua que viene de la montaña es lo sagrado. Como ésta viene de las alturas, en realidad toda la zona de cascadas es sagrada”, explica el investigador.

Al mismo tiempo, en el norte peruano, donde las montañas son casi inaccesibles, se han construido una serie de pirámides que elevan el plano horizontal a una representación de montaña. A ellas se podrían sumar múltiples ejemplos en el mundo, señala. “Existen las pirámides más antiguas del mundo, ubicadas en el valle de Caral, al noroeste peruano. También las pirámides mayas en la península de Yucatán, en México. En planicies tan grandes, la idea de construir las pirámides es poner el componente sagrado espiritual en un plano mayor. Eso nos lleva a considerar esa esencia religiosa o espiritual”, indica.

Pirámides del valle de Caral.
Pirámides del valle de Caral.

– Hablando de este paisaje cultural, entonces: ¿Cuáles crees que tú que son los principales desafíos o problemas para mantener esa memoria del paisaje?

-Es un proceso que se vive en la juventud, que está influenciada dentro de la sociedad occidental que prima a nivel global. Hay cierto desapego de la raíz. Una forma de poder ayudar a reintegrar el concepto de identidad patrimonial es precisamente valorizar tanto los paisajes como si fueran paisajes manufacturados de arraigo ancestral. Es decir, no tenemos que pensar en las altas montañas, por ejemplo, en los páramos del Ecuador o en las punas bolivianas, como sistemas prístinos, como lugares en donde la naturaleza existe por obra de Dios.

En ese sentido, el investigador menciona ejemplos de los efectos que ha tenido el uso continuo del territorio en lugares boscosos. Dentro de los ejemplos que entrega, dentro de los países que tienen nuboselvas, como el norte de Argentina, Perú, Ecuador, Colombia, Bolivia, Brasil o Venezuela, las selvas no serían prístinas en su totalidad, sino también resultado de un abandono que se ha dado desde hace 700 o 750 años en la región, donde existieron ocupaciones grandes. En particular, la técnica de sensores láser llamada LiDAR, que penetra la vegetación y define el territorio, ha mostrado evidencia concreta de que en el pasado existieron construcciones como muros, montículos, calles, acequias y canales.

Imagen de uno de los mapeos con tecnología LiDAR en la ciudad maya de Calakmul, en el estado mexicano de Campeche. Créditos: Proyecto Arqueológico Bajo Laberinto / INAH
Imagen de uno de los mapeos con tecnología LiDAR en la ciudad maya de Calakmul, en el estado mexicano de Campeche. Créditos: Proyecto Arqueológico Bajo Laberinto / INAH

“Mucha gente los llama paisajes fusionados, es decir, enfatizando la fusión entre natura y cultura. Esta es una nueva tendencia de la ecología que hace los legados ecológicos, muy importantes para que los turistas que llegan a la selva no piensen que lo único importante es la biodiversidad, mantener a los animales o a las plantas que están en peligro de extinción, sino también a las culturas vivas. Lo que ven son interacciones humanas de hace miles de años. Entonces, hay que rescatar ese concepto de naturaleza y cultura, intrínsecamente relacionadas», comenta Fausto.

-Además de esto, están sucediendo ciertos fenómenos como el retroceso de los glaciares, por dar un ejemplo. ¿Cómo pueden influir eventos como estos en el paisaje cultural de las montañas?

– De una forma muy negativa, como realmente es el impacto de la crisis climática. Esperemos que podamos revertirlo, pero la realidad es que, si seguimos con la producción de gases de efecto invernadero, la tendencia de calentamiento global continúa y, debido a eso, los glaciares disminuyen. Eso sí, no hay que hacer generalizaciones completas de que todas las montañas están con la desaparición glaciar. Sin embargo, en las zonas tropicales en donde las condiciones del clima no son tan extremas durante los procesos de invierno y de verano, porque durante todo el año mantienen la misma temperatura, el hecho de que allí desaparezcan los glaciares es algo a muy preocupante.

Existen varios ejemplos a nivel internacional, por nombrar algunos impactos culturales de la desaparición glaciar. El primero es en Tanzania, África, con la mítica cumbre del Kilimanjaro. Esta es la montaña individual más alta del planeta; un macizo separado del resto, que llaga a alturas que en el pasado le permitieron tener una masa glaciar muy grande. Tanto, que en el idioma local se le conocía como el león blanco dormido por la forma que tenía la nieve en la cima de la montaña. El león blanco mítico de las culturas africanas que hoy ya no existe.

Chacaltaya, Christian Mehlfuhrer. Wikimedia Commons
Chacaltaya, Christian Mehlfuhrer. Wikimedia Commons

En Latinoamérica, por potro lado, en Bolivia existió una gran masa de hielo en el Chacaltaya que fue un centro de los deportes de invierno, en el que alguna vez funcionó el centro de esquí a mayor altura del planeta. Hoy el glaciar que sustentó aquello desapareció y las construcciones no son más que estructuras abandonadas. Y así, los ejemplos pueden seguir.

Pasión por la ecología y las montañas

La ciencia de estudio de las montañas en la que Fausto se ha especializado, recibe el nombre de montología. Tal como adelantó, es transdisciplinaria y empezó a escucharse a fines de los 70’, cuando el conocido Grupo de Münich se planteó la necesidad de los geógrafos para tener una disciplina específica que trate de las montañas, llamándola montanología. Unos 10 años después, profesionales se reunieron en Cambridge y establecieron la montología que, desde ese entonces ha desarrollado la idea del estudio de las montañas desde varios puntos de vista. Sin embargo, Fausto explica que la metodología data de hace 300 años de atrás, cuando el mundo de la filosofía planteó que las cosas ya no venían de una causalidad única: “La idea de transdisciplinariedad ahora es fundamental, porque no solamente existen diferentes metodologías científicas para explicar un fenómeno, sino que también diferentes modos de conocimiento”.

– Más allá de todas estas disciplinas científicas y conocimientos ancestrales, hay muchos deportistas acercándose a las montañas. Entonces, ¿cómo evalúas la cultura de montaña desde un punto de vista más deportivo?

Quizás no soy el experto para hacer en esa evaluación. Sin embargo, publiqué un libro que la Asociación Americana de Geografía reconoció, que incluye un capítulo de un profesor que ha estudiado este fenómeno muy seriamente desde hace décadas. Él habla de la necesidad de difundir el montañismo como deporte, junto con lo que ahora se ha popularizado como el ecoturismo o el turismo de aventura. Existe una tendencia a nivel mundial de un incremento de la oferta turística para ir a conocer estas montañas. Esto se ha convertido justamente en una oportunidad para los científicos. Por ejemplo, hay personas que gustan de escalar y estas personas son las únicas que pueden llegar literalmente al lugar en donde pueden crecer especies crípticas y son los únicos que pueden colectarlas. Hablamos de ciencia ciudadana. Se les pueden sacar fotos y, así, se genera la mayor cantidad de información posible acerca de los elementos de la montaña mediante la aplicación no solamente de deportes, como te digo, una reglamentación atlética, sino también como un disfrute.

Fausto Sarmiento

– ¿Qué mensaje darías para que la gente aquí en Chile se motive a conectar con sus montañas y a aprender de ellas?

Chile es el país de montañas. Mucha gente que vive en las ciudades solamente piensa que las montañas están allá atrás. Pero no las conocen como se deberían conocer. Entonces el Laboratorio Natural de los Andes del Sur ha hecho talleres, webinars y cursos, con colaboradores. Es como una red de profesionales de montaña que enfatizan, por su lado disciplinario, en construir esa realidad de lo que es la montaña chilena, como un paisaje socioecológico. Todo esto es algo importante que hay que rescatar la individualidad de los estudios localizados, que tiene que ser generalizada por fuerza vía estudios transdisciplinares de montología, para que se pueda entender mejor qué es lo que queremos decir cuando hablamos de la montaña como un sistema socioecológico.

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