Especies invasoras: las enemigas silenciosas que son ya un peligro en Latinoamérica
Las especies invasoras han sido catalogadas por la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) como una de las cinco causas directas de la gran pérdida de vida que enfrenta el planeta. Los científicos consideran que los gobiernos aún no dimensionan totalmente los grandes impactos que generan. Las especies que son introducidas por accidente o de forma deliberada, conocidas como exóticas, pueden convertirse en invasoras. Un estudio reciente menciona que de 16 926 especies exóticas establecidas a nivel mundial a lo largo de dos siglos, un 37 % de ellas se registraron solo entre 1970 y 2014. Lee más detalles en esta nota realizada por Mongabay Latam.
Su visita hizo estragos: mató 33 aves adultas y destrozó los nidos, los huevos y los pichones que encontró a su paso. En una sola noche puso en peligro la existencia de toda una especie. El protagonista de esta historia de terror fue el visón americano (Neovison vison), una especie considerada «invasora» en Argentina y que ha puesto en peligro al nativo y amenazado macá tobiano (Podiceps gallardoi).
Aníbal Pauchard, director del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) de Chile y profesor de la Facultad de Ciencias Forestales de la Universidad de Concepción e integrante del Instituto de Ecología y Biodiversidad de Chile, afirma que durante mucho tiempo se consideró a las especies invasoras como algo anecdótico, como eventos aislados que no representaban mayores repercusiones, “pero cuando pensamos que es un fenómeno global que puede afectar a la biodiversidad, a los servicios ecosistémicos y al ser humano, ahí la cosa cambia”.
Las cifras de esta nueva realidad son contundentes. Según la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES), las especies exóticas invasoras son una de las causas directas de la crisis de pérdida de biodiversidad, que pone en peligro de desaparecer a un millón de especies de animales y plantas.
Aun así, las especies invasoras no suelen recibir la misma atención que las otras grandes causas de pérdida de biodiversidad, pese a que las acciones para tratar el problema ya se contemplaban en el compromiso número nueve de las metas Aichi 2011-2020, suscritas por más de un centenar de países firmantes del Convenio de Diversidad Biológica.
Los efectos nocivos de las especies invasoras ya son palpables en varios países de América Latina. Mongabay Latam revisó cuál es la situación de seis especies invasoras en varios países de la región: el hipopótamo, el visón americano, el lirio acuático, el paiche, la tilapia y el kikuyo. Cada una de estas especies ha provocado enormes problemas en Colombia, Argentina, México, Bolivia, Ecuador y Perú.
En la mayoría de estos casos, los estados han propiciado la introducción de estas especies para fomentar políticas de desarrollo económico y social. En otros, los gobiernos han permanecido inoperantes ante la expansión de las especies y las amenazas a la flora y fauna nativas.
Más atención y conocimiento sobre especies invasoras
Cuando los científicos hablan de especie invasora se refieren a un organismo que tuvo que superar una serie de etapas para poder obtener ese calificativo. A lo largo de ese proceso entran en juego otros conceptos como especie exótica, introducida y naturalizada. Para los expertos es importante distinguirlos, pues no necesariamente pueden usarse como sinónimos de invasora.
Ileana Herrera, bióloga, profesora de la Universidad Espíritu Santo e investigadora del Instituto Nacional de Biodiversidad de Ecuador (Inabio), comenta que el punto de partida es cuando una especie es llevada de su ecosistema natural a otro, ya sea de forma deliberada o accidental. En ese momento se puede hablar de una especie exótica o introducida.
Si la especie encuentra condiciones favorables para establecerse en el nuevo hábitat, puede empezar a observarse esporádicamente en medio de la naturaleza nativa. Cuando eso ocurre se habla de una especie naturalizada.
Luego viene la etapa final, cuando esa población naturalizada es autosustentable y, además, tiene el potencial de dispersarse a larga distancia, incrementando su distribución de forma exponencial. “Cuando eso pasa ya se habla de una especie invasora que genera impactos en el ecosistema. No necesariamente todas las especies que alcanzan a naturalizarse se vuelven invasoras. Si uno se pone a pensar, el hecho de que una especie llegue a ser invasora es casi un milagro, son como una suerte de súper especies porque tienen que pasar un montón de trabas a lo largo de su camino para establecerse y expandirse”, explica Herrera.
¿Por qué las especies invasoras son un problema para la biodiversidad mundial? Aníbal Pauchard lo resume de manera contundente al indicar que producen cambios en los ecosistemas y esos cambios pueden tener consecuencias inesperadas en las especies nativas, ya que “se produce una desadaptación, es decir, las especies y los ecosistemas nativos no tienen cómo responder a estas especies invasoras”.
“La tasa de especies exóticas emergentes es alta, con una cuarta parte de los primeros registros solo entre 2000 y 2005. La tasa de introducción de nuevas especies exóticas invasoras parece más alta que nunca y sin signos de desaceleración”, indica el informe IPBES. El tema tiene tanta relevancia entre los expertos que en 2023 la organización publicará un gran informe sobre especies invasoras a nivel mundial.
Pauchard considera prioritario empezar a hablar de invasiones biológicas y no de especies invasoras. “No es la especie la que es invasora, sino algunos individuos de esa especie que, bajo ciertas condiciones, se vuelven invasores. Eso es algo distinto”. Por ejemplo, dice el investigador, una especie invasora en un bosque tropical no necesariamente será invasora en una pradera templada de la zona norte del hemisferio.
Las invasiones aumentarán en el futuro
En el artículo ‘Amenazas globales de especies exóticas invasoras en el siglo XXI y capacidades nacionales de respuesta‘, publicado en la revista Nature Communications, sus autores aseguran que el 17 % del área terrestre global —excluyendo la Antártida y la Groenlandia glaciada— es altamente vulnerable a las invasiones, es decir, pertenecen a las categorías de riesgo alta y muy alta según sus análisis.
“Aunque descubrimos áreas amenazadas en algunas de las regiones económicamente más desarrolladas y actualmente más invadidas (por ejemplo, Europa occidental y América del Norte), la amenaza también es alta en países con bajo Índice de Desarrollo Humano (IDH) en África, América del Sur y Asia (15 % de los países con un IDH bajo se enfrentan a niveles de amenaza globalmente altos o muy altos)”, se lee en el estudio.
Además, en el artículo se menciona que “el 16% de los hotspots de biodiversidad global son altamente vulnerables a la invasión (categorías alta y muy alta)” y muchos de estos se encuentran, precisamente, en países con bajos índices de desarrollo humano.
Aunque se pueda pensar que las invasiones biológicas son un tema relativamente reciente, en realidad las primeras especies invasoras de las que se tiene registro en América Latina llegaron en los procesos de la conquista y la colonia. De hecho, el informe IPBES 2019 menciona a la expansión de las redes comerciales y una mayor movilidad humana entre los impulsores de las invasiones biológicas, a los que suma también la degradación del hábitat y el cambio climático.
Los datos sobre la expansión de estas especies son preocupantes. En el mismo informe de IPBES se advierte que “casi una quinta parte de la superficie de la Tierra está en riesgo de invasiones de plantas y animales, incluidos muchos puntos calientes [‘hotspots’] de biodiversidad. Las especies exóticas se duplicaron en los últimos 50 años y amenazan a las especies nativas y los servicios ecosistémicos, así como a las economías y la salud humana”.
Pauchard comenta que “el lado positivo para América, en general, es que tenemos todavía grandes áreas con un bajo impacto del ser humano y eso les permite de alguna forma estar un poco más protegidas respecto de la amenaza de especies invasoras”. También advierte que hay que tener cuidado porque, por ejemplo, hay animales como el jabalí, en el sur de Chile y Argentina, que llega a lugares absolutamente remotos. El castor, también en el sur del continente, es otro caso peculiar: es una especie pequeña que puede nadar, se ha movilizado por los ríos e incluso se piensa que ha logrado cruzar el estrecho de Magallanes.
Los impactos de las especies invasoras sobre los ecosistemas son variados. El mosquito Aedes aegypti, originario de África, se expandió por las zonas tropicales del planeta debido a las migraciones humanas en masa y se ha convertido en un problema para la salud porque es portador de enfermedades como el dengue, la fiebre amarilla, el zika y el chikungunya. Pauchard menciona casos como el del retamo espinoso (Ulex europaeus) que tiene unas flores amarillas muy llamativas, pero puede traer impactos críticos ya que cambia los ciclos de nitrógeno y de carbono.
Impactos sin dimensionar y metas sin cumplir
En el 2011 entraron en vigencia las metas Aichi, un compromiso a 2020 adquirido por más de 140 países que hacen parte del Convenio de Diversidad Biológica (CDB). La meta 9 indicaba que “para 2020, las especies exóticas invasoras y sus rutas se identifican y priorizan, las especies prioritarias se controlan o erradican y se implementan medidas para gestionar las rutas”.
Ocho años después, en 2019, IPBES analizó el cumplimiento de la meta 9 y los resultados no fueron los mejores: en la mayoría de los casos se desconocían las rutas de las especies exóticas invasoras priorizadas, hubo poco progreso en el control o erradicación de estas especies y poco progreso en la gestión de las vías de introducción.
El informe concluye que, en general, de las 20 metas, seis de ellas (9, 11, 16, 17, 19 y 20) «se habían alcanzado parcialmente para el plazo de 2020”. Se espera que en septiembre de este 2022 se fijen unas nuevas metas en el Convenio de Diversidad Biológica.
Para Aníbal Pauchard, quien también fue fundador del Laboratorio de Invasiones Biológicas (LIB), hay lugares del mundo donde se ha estudiado muy bien el impacto de las especies invasoras y se tienen políticas proactivas de control o también llamadas de bioseguridad, pero hay otros, donde encajan muchos países latinoamericanos, en los cuales “se ha esperado que el impacto ocurra y en ese momento se ve qué se puede hacer para enfrentarlo”.
Eso es lo que ha venido ocurriendo en casos como los narrados en los seis reportajes que conforman este especial periodístico.
“Cuando trajeron la tilapia para producción en Ecuador, esta se escapó porque aquí tenemos muchísimas inundaciones y un pez con las capacidades de la tilapia [rápida reproducción y altamente depredadora] generó invasión. El sector Agricultura da incentivos para piscicultura en la Amazonía y ellos fueron los que iniciaron estos proyectos de producción”, comenta Felipe Espinoza, del grupo de investigación de Biogeografía y Ecología Espacial de la Universidad Ikiam y uno de los científicos que trabajó en la publicación de la primera base de datos de especies introducidas e invasoras para el Ecuador continental.
Por su parte, el visón americano llegó a Argentina a inicios del siglo XX para usar su piel en la creciente industria de la moda. Sin embargo, cuando el uso de pieles fue rechazado a nivel mundial, miles de estos animales fueron liberados sin planeación en la Patagonia. Hoy están dispersos en varias provincias y su voraz apetito tiene al borde de la extinción a especies endémicas de aves.
En Colombia, cuatro hipopótamos fueron traídos por el narcotraficante Pablo Escobar en la década de los ochenta. Hoy se dispersaron en la cuenca media del río Magdalena, ya hay más de 130 y se espera que sean miles en los próximos años si no se toman medidas para controlar sus poblaciones.
El paiche entró por accidente al norte de Bolivia a finales de los setenta, pero su gran tamaño se convirtió en una oportunidad económica para los pescadores. Actualmente el Estado no sabe con certeza dónde está, ni los estragos que ha causado a los peces nativos.
En Perú, el kikuyo ya es parte del paisaje y, aunque parece un pasto inofensivo, se convirtió en un dolor de cabeza para el país cuando lo introdujeron, hace 80 años, para alimentar al ganado. Hoy está presente en casi todo el Perú y se trata de una hierba particularmente agresiva, cubre el suelo, no permite que crezca otra vegetación y hoy es imposible erradicarla por completo.
Yendo hacia el norte está el caso de México y el lirio acuático. Todo indica que esta planta llegó al país durante el gobierno del presidente Porfirio Díaz y que la primera dama fue una de las pioneras en su introducción en el lago de Xochimilco. A pesar de la belleza de sus flores, el lirio está causando grandes problemas en la oxigenación de las aguas y está acabando con la vida en ellas.
Además de estas seis especies, Aníbal Pauchard también destaca el caso de los castores en Chile y Argentina. “A los castores —cuenta Pauchard— los introdujeron porque alguien quería hacer peletería y le pareció que eran una opción espectacular, pero ni al gobierno ni a nadie se le ocurrió que estos castores se iban a comer y tumbar los árboles nativos, que para estos animales no había controladores biológicos y que empezarían a multiplicarse exponencialmente… Hubiéramos querido estar ahí cuando había solo 25 parejas de castor. Hubiéramos podido controlarlos, ahora que son cientos de miles, el esfuerzo para controlarlos es enorme”.
Los investigadores que trabajan en el tema de especies invasoras coinciden en que mientras más temprana es la acción, menor es el impacto del daño que se genera.
La profesora Ileana Herrera cree que uno de los problemas a los que se enfrenta América Latina con el tema de las especies invasoras es que, debido a la elevada biodiversidad en las regiones tropicales, muchos biólogos están concentrados en encontrar especies nuevas y son pocos los investigadores dedicados a detectar las amenazas que enfrentan las especies.
Herrera también menciona que en un estudio reciente sobre las proyecciones de las especies invasoras se habla de, por lo menos, 1300 especies nuevas para Sudamérica en el futuro. “Quién va a estudiar estas especies, quién va a estudiar el impacto de la problemática de las invasiones biológicas que se van a incrementar, porque seguirá la globalización y la destrucción de hábitat para el desarrollo. Los gobiernos y los estados tienen que invertir en ciencia y tecnología”, enfatiza.
Los expertos insisten en que se necesita más investigación sobre invasiones biológicas, tal como lo indica el artículo “Sin saturación en la acumulación de especies exóticas a nivel mundial”, publicado en la revista Nature Communications. Sus autores resaltan que “sin un conocimiento profundo de los mecanismos que impulsaron las dinámicas de invasión pasadas, será muy difícil determinar las trayectorias de futuras acumulaciones de especies exóticas”.
“Podemos esperar que ocurran muchas más invasiones en el futuro cercano”, señalan los autores de este artículo. El reto es que hay una carrera contra el tiempo para tomar acciones que prevengan los desastres de las invasiones biológicas. Ese tiempo se va agotando.
*Imagen principal: Cuatro hipópotamos andan libres en un humedal cerca de la finca del traficante. Foto: Diana María Pachón para Mongabay Latam.