La abeja melífera es la abeja más popular entre la ciudadanía, a tal punto que cuando se dice la palabra “abeja” es la única especie que se nos viene a la mente. Es considerada una especie buena, bondadosa, generosa, admirable, trabajadora.

Sin embargo, en el mundo hay cerca de seis mil especies de abejas de la misma familia que la abeja melífera, y todas ellas polinizan tanto los cultivos como las especies nativas no cultivadas. Aparte de estas, hay 14 mil especies más de abejas -Orden himenóptera- que polinizan.

Abenja de la miel @pixabay
Abeja de la miel @pixabay

En Chile hay más de 450 especies nativas del Orden himenóptera, como han mostrado estudios del Instituto de Investigaciones Agropecuarias (INIA), de la Universidad de Valparaíso, Austral, Católica del Maule, de Los Lagos, el Ministerio de Medio Ambiente y el Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB,) en forma independiente, y muchas de las especies nativas chilenas polinizan tomate, habas, porotos, paltos, frutillas, arándanos, alfalfa, otros cultivos, además de la flora nativa, tanto de las estepas andina, como turberas, matorrales y bosques nativos. Es decir, nos dan un enorme servicio. Pero esto se ve amenazado por varios factores. Aquí queremos destacar uno de ellos, que es especialmente conflictivo: la presencia de colmenas de abejas melíferas.

Anthophora arequipensis hembra ©Cortesía Rodrigo Barahona
Anthophora arequipensis hembra ©Cortesía Rodrigo Barahona

Se dice que no hay suficientes polinizadores para los cultivos en Chile, que es necesario colocar colmenas de abejas melíferas o de abejorros criados comercialmente. Pero si observáramos la naturaleza veríamos las abejas nativas, las moscas nativas y los escarabajos nativos polinizando.

Entonces, se traen a los cultivos colmenas de abejas melíferas que muchas veces tienen patógenos, entre ellos Nosema ceranae, Varroa, varios tipos de virus, entre otros, los cuales son transmitidos a las abejas nativas.

Otras veces, las abejas melíferas son transportadas del centro de Chile hacia donde hay vegetación nativa en abundancia (trashumancia), para que la vegetación nativa les provea de néctar y polen, y así podrán producir abundante miel que se comercializará. En otras partes del mundo se ha probado que las abejas de trashumancia son transportadoras de las enfermedades a las abejas nativas y a las mismas abejas melíferas que viven asilvestradas. La transmisión ocurre cuando las abejas van a comer de la misma flor, y dejan sus secreciones.

Es por esa razón que no se debiera permitir que a áreas silvestres protegidas nacionales o privadas ingresen colonias comerciales de abejas melíferas. Puede parecer una idea inofensiva e incluso “ecológica” el ingresarlas, pero sin duda no lo es.

Abeja melífera ©Pixabay
Abeja melífera ©Pixabay

Por otro lado, colmenas ubicadas fuera de áreas protegidas, pero cercanas a estas también son perjudiciales, ya que el ámbito de forrajeo de la abeja melífera tiene cerca de 1 km de radio, y tienen capacidad de establecerse solas, formando colonias silvestres.

Para los biólogos, la abeja melífera sin duda es admirable y trabajadora, y cumple un rol en el ecosistema, pero es considerada una especie plaga por los efectos negativos de transmisión de enfermedades que tiene sobre las abejas de su misma familia, e incluso de otras familias de Hymenoptera.

Por otra parte, existe una segunda amenaza que plantea la abeja melífera a las abejas nativas, que es la competencia por néctar y polen. Al disminuir la abundancia de las especies de polinizadores nativos afecta la polinización de las plantas con las cuales se acoplaron a través de miles de años de evolución, y este rol muchas veces no puede ser suplido por la abeja melífera, ya que no tiene un ajuste morfológico ni conductual con la forma de la flor nativa.

Bombus funebris polinizando ©Cortesía Rodrigo Barahona
Bombus funebris polinizando ©Cortesía Rodrigo Barahona

Un caso similar ocurre con el abejorro Bombus terrestris criado comercialmente en Chile y también importado desde Europa, el cual contiene muchos patógenos. Parte de ellos los adquieren cuando es alimentado con polen de abeja melífera, las cuales proliferan en el hacinamiento en que se los cría. Los abejorros que sobreviven a estas enfermedades son vendidos y liberados por los agricultores y campesinos chilenos a los ecosistemas nativos.

Sin saberlo, los agricultores y campesinos perjudican la sobrevivencia de los polinizadores nativos, que muchas veces son más eficientes que los polinizadores comprados, como muestra un estudio de la U. del Maule y el Ministerio de Medio Ambiente, y además por competencia afectan también a los dípteros y coleópteros polinizadores nativos.

Alloscirtetica weyrauchi ©Cortesía Rodrigo Barahona
Alloscirtetica weyrauchi ©Cortesía Rodrigo Barahona

Estudios de la Universidad de Los Lagos y del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB) muestran que la abeja melífera introdujo enfermedades en el abejorro nativo en Chiloé, pero que este podía recuperarse. Sin embargo, desde que ingresó el abejorro comercial, la posibilidad de recuperar al abejorro nativo se hizo cada vez más difícil. Este estudio también mostró que cuando había abundancia de abeja melífera, la abundancia de más de 100 polinizadores nativos (abejas, moscas y coleópteros) disminuía significativamente.

Instituciones como CORFO, FIA, otras, ven con buenos ojos promover el uso de colmenas de abeja melíferas y de abejorros, y liberarlos al medio, como una forma de aumentar el servicio de polinización, o de generar ingresos a familias campesinas. Sin embargo, debe cautelarse de no dañar a la diversidad nativa y el servicio que nos brindan, ya que es posible que estén desvistiendo un santo por vestir de andrajos a otro.

Las abejas melíferas en el Altiplano chileno

El Altiplano chileno actualmente está libre de la abeja melífera, no así del Bombus terrestris. Un reciente proyecto de inversión CORFO subsidiará a una emprendedora para que coloqué 20 colmenas en Murmutani, una comunidad cercana a Putre, la cual se encuentra libre de la Apis mellifera.

El Dr. Haroldo Toro en 1986 ya había advertido de los potenciales intentos de poblar zonas semidesérticas con panales de abejas. En aquella oportunidad, el académico advertía que en estas zonas existe una compleja red de interacciones que han sobrevivido a las presiones ambientales impuestas por el ecosistema desértico y advertía un daño importante a estas interacciones al intentar colocar los panales en zonas que perturbarían a las abejas nativas con su flora.

Centris buchholtzi ©Cortesía Rodrigo Barahona
Centris buchholtzi ©Cortesía Rodrigo Barahona

Más de 30 años después, esta idea resurge subsidiada por el estado en una zona que verá una importante disminución de las abejas nativas con el paso de los años, agravando la sobrevivencia de las poblaciones naturales producto a que las abejas nativas no poseen defensas contra parásitos exóticos.

Sí el proyecto prospera, ya no serán 20 cajones, sino que después habrán quienes no comprendan la dimensión del desastre y quieran colocar más cajones hasta generar una importante colonia en medio del periodo de floración más importante del altiplano, provocando una seria disrupción de las interacciones planta-polinizador nativas.

Estos efectos se verán a largo plazo donde lamentablemente, será la fauna de insectos polinizadores nativos los que paguen el precio de la “miel Premium” que se desea generar. La presencia de la abeja melífera también afectaría a Bombus funebris, una especie ampliamente distribuida en Sudamérica, pero amenazada en Chile por la presencia de Bombus terrestris y sus parásitos. La abeja de miel, colocará al borde de la sobrevivencia a las ya escasas poblaciones del abejorro panda o chololo, el cual será evaluada en el proceso de clasificación de especies del ministerio del medio ambiente.

Bombus funebris ©Cortesía Rodrigo Barahona
Bombus funebris ©Cortesía Rodrigo Barahona

Si Chile desea alzarse como una potencia agroalimentaria, es hora de que la apicultura sea regulada desde el punto de vista de los ecosistemas y sus componentes nativos, y no desde los mercados, los cuales como sabemos, no se regulan solos y suelen tener efectos catastróficos para la biodiversidad.

En países nórdicos existe una estricta regulación que previene que las abejas melíferas tengan enfermedades y las transmitan entre ellas y a especies nativas. Una normativa así debiera ser adoptada por Chile, y no estar dispersando abejorros enfermos a otros países como actualmente hace.

Entendemos que haya quienes deseen emprender en algo tan noble como la obtención de la miel, un producto natural y beneficioso en múltiples aspectos, pero ya existen muchas áreas en Chile donde las abejas melíferas pueden obtener miel, pero las áreas naturales donde están libres de ellas, deben seguir siendo libres. Las abejas de miel no deben ser ingresadas al altiplano chileno y esperamos que las autoridades de CORFO así como los políticos comprendan que la toma de decisiones debe hacerse consultando a científicos competentes en las áreas que les correspondan.

En esta ocasión, eso no fue realizado.

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