Entrevista a Claudio Almarza: la fotografía chilena en estado vulnerable
Nuestra colaboradora Antonia Pérez entrevistó a Claudio Almarza, destacado fotógrafo nacional y el primer chileno en producir y publicar un artículo completo en National Geographic, quien nos cuenta su visión de la fotografía en Chile en una época de grandes avances tecnológicos.
En los últimos años la fotografía ha aumentado sus seguidores. Los aparatos son más accesibles, la tecnología ha facilitado ciertas dificultades técnicas y hay una mayor oferta de sitios para aprender sobre ella. Sin embargo, el mayor acceso a esta técnica que permite capturar la realidad en imágenes tiene sus detractores. Claudio Almarza, el primer chileno que produjo y publicó un artículo completo para la revista National Geographic, embajador de Canon para Chile y uno de los autores que más reportajes sobre naturaleza chilena ha publicado, es uno de ellos.
«Creo que hay artes que son más fáciles de conducir al prejuicio. Me explico: la pintura tiene una trayectoria histórica, tan pretérita como extensa; proviene de los primeros habitantes queriendo expresar sus sentimientos y lo que a su alrededor ocurría (…), entonces difícilmente un arte con tal recorrido histórico se puede maltratar, más si se ejecuta sólo a través de la habilidad humana, pincel y tinta para llevarlo a cabo. Pero hay otros, como la fotografía, que nace hace no más de dos siglos y que precisa un artificio técnico que es una cámara y un sinfín de softwares que ayudan al resultado final. Tan sólo esto podría concitar un prejuicio sobre un arte tan válido como los demás, e incluso tornarlo voluble y fácil de distorsionar su esencia si paulatinamente nos vamos alejando del contenido, privilegiando sólo técnicas y/o efectos que la tecnología nos ofrece en esta materia», dice Claudio Almarza.
¿Desde tu perspectiva, qué ha estado ocurriendo últimamente en Chile?
En las nuevas escuelas, cursos u otros relacionados con el arte de la fotografía, y sea en la mayoría de ellas, preferentemente adoctrinan enfatizando técnicas y elementos para poder llegar a realizar una fotografía agradable o que cumpla, pero lamentablemente muy desprovista de un atributo comunicacional. Es decir, tan sólo una fotografía a lo más bonita, por decirlo suave, entonces no hay trasfondo y comienza a proliferar una corriente sin discurso aparente. ¡Grave!
Un arte que se respete debe al menos mantener un patrón. Y ese patrón lo otorgan mayoritariamente dichas escuelas, y otra buena parte inspirados por la trayectoria de profesionales connotados en el área. Este abismo literalmente generado por las nuevas escuelas de fotografía y un sinnúmero de espontáneos profesores en el área, ha convertido lo que en un momento era una sólida propuesta fotográfica nacional a una casi inexistente. Lo que no permite que brote o se generen nuevas corrientes, estilos y fotógrafos, reconocidos por su discurso fotográfico, singular composición y un sentido a la hora de capturar la realidad, como sí ocurría varias décadas atrás.
El sitio Memoria Chilena de la Biblioteca Nacional cuenta que en Chile conocimos a la fotografía casi al mismo tiempo que en Europa. En 1839 Louis Jacques Mandé Daguerre dio a conocer en París el daguerrotipo, técnica precursora de la fotografía moderna, que registraba la imagen sobre una placa de cobre. Un año más tarde, en junio de 1840, llegó a Valparaíso el buque L´Orientale. Entre sus pasajeros estaba el abate Louis Compte, un físico que conocía la técnica del daguerrotipo y que utilizaba para registrar cada lugar donde llegaba la fragata. Con la posterior llegada de fotógrafos extranjeros al país, el daguerrotipo fue adquiriendo popularidad en la sociedad de la zona central de Chile. Así, al tener un punto de partida cercano en el tiempo, el desarrollo de la fotografía pudo haber sido similar en Europa y Chile.
¿Has mencionado que en Chile se crea una burbuja, por qué crees que sucede eso?
Pues como señalé y redundando, las nuevas escuelas modernas chilenas, se han focalizado hacia un estudio superficial de la fotografía, más simplona y que no pretende inculcar mayor trasfondo, donde el modus operandi es buscar alumnos para entretenerlos, y que esto repercuta en un ingreso económico. Obviamente es un buen negocio. Y no es malo hacer un negocio, pero si va a ser así, respeta al menos el arte que estás ocupando.
¿Crees que hay una carencia de líderes?
De líderes, y diría que globalmente no hay discurso fotográfico en las nuevas escuelas, salvo el de algunos profesionales de trayectoria y que llevan una ruta propia, como Paz Errazuriz, Tomás Munita, Mauricio Toro Goya, entre los muy pocos vigentes. Se ha extraviado el rol de aquellos profesores de fotografía con códigos y una estructura estética y semiológica del contenido; incluso ni siquiera tenemos verdaderos profesores de fotografía en la mayoría de estas escuelas. Muchos de ellos ocuparon el rol sobre la marcha y ni siquiera saben qué profesa Susan Sontang, Roland Barthes, ni menos el porqué de la importancia de cruzar por el espacio del blanco y negro.
Ojalá hubiese un encuentro donde invitaran a varios fotógrafos de trayectoria y pudiesen hablar al respecto. No está mal que se hagan charlas o cursos de fotografía y que cada uno lo tome como una entretención, si eso es lícito igual. Es más, es una exquisita terapia.
Pero en el grueso del contexto me estoy refiriendo a otra cosa, que va más allá, estoy hablando de lo vital que es el discurso fotográfico, de cuán importante es para el valor de un arte, como la fotografía, y cómo influye para que éste se mantenga fortalecido como una expresión intelectual de nuestro entorno.
Almarza cuenta que se relaciona con muy pocos fotógrafos chilenos. ¿La razón? No está de acuerdo con cómo se ha conducido ni cómo ha evolucionado este arte en el país.
Las veces que he intentado relacionarme, lo único que he descubierto son posturas simplonas, sin esencia, donde cada movimiento emergente, escuelas de fotografía o grupos que estimulan la fotografía buscan mayoritariamente un incremento económico. Lo he visto y de forma cruda. He visto cómo algunos incluso van a Torres del Paine a buscar pumas, rastrean de noche con focos de alta potencia, colocan su foto-viajeros a corta distancia en frente de ellos y olvidan o no saben que un puma es un animal tan solitario como críptico, y que por ende gusta de estar a solas.
Hace más de 20 años que partí con el tema de los pumas y lo hice con una visión de estudio, en base a la conservación de esta especie, como naturalista, no por ir a usurpar el espacio de un animal que, de partida y como dije, no está acostumbrado ni quiere presencia humana a su alrededor, que es solitario, y que por mucho que digan que estuvo calmo y se dejó fotografiar, hablar así es no tener idea y lejos está de conocer el hábitat de esta especie. En palabras simples, esto no es el Serengeti, donde tienes un montón de Land Rover rodeando leones, y a los leones les da lo mismo. Esto es Torres del Paine, con un animal que quiere y busca estar solo, sea en la Patagonia como a lo largo de toda América.
¿Qué esperas de una propuesta fotográfica?
El lenguaje fotográfico es exquisito, porque ocurre en base a lo que proviene del exterior, donde encuentras gran cantidad de elementos; personas, fauna, naturaleza, culturas de todo orden, y cada uno tiene una expresión única y diferente. Cómo se relaciona el fotógrafo con todo eso que va a captar, es donde empieza la doctrina y su propia misión, pero esa madurez no es inmediata.
Preciado sería si las nuevas escuelas de fotografía privilegiaran materias y contenidos que fortalezcan una educación perceptual que capte o busque más allá de lo tangible, entonces independiente de todo lo técnico, que es vital y necesario para poder complementar a un buen fotógrafo, sí podría existir una contribución a este arte y retomar ese evolucionar y madurez que llevábamos tiempo atrás en favor de nuestra fotografía.
¿Cómo es el público chileno al momento de apreciar la fotografía? ¿Quizá no es lo suficientemente exigente?
El público no puede exigir si tú no lo instruyes (…). La evolución de un arte siempre va a ser el eco de lo que se esté mostrando o estén haciendo los demás. Si una escuela o quienes trabajan con fotografía en Chile no proyectan una tendencia, entonces ¿Qué van a hacer las curatorías? Afortunadamente, aún llegan exposiciones de nivel, pero lo interesante sería ver más exposiciones de chilenos presentando su visión y arte fotográfico, eso retroalimentaría el ir por más, alimentando una tendencia en proceso o influenciando a otras latentes.
¿Los chilenos valoran la fotografía como un arte en sí mismo?
Claro, incluso hoy en día puedes vender un cuadro en Chile, en otros tiempos vender una fotografía como obra era algo casi impensable. Por lo mismo, precisa atención mantener el valor artístico y comunicacional de nuestra fotografía. No se debe pasar por alto lo que ocurre.
Claudio Almarza creció rodeado de fotografías en Valdivia. Su padre, ciclista y fotógrafo profesional, puso su primera cámara en sus manos, una Rolleiflex de objetivos gemelos a los 8 años. A los 11, cuando ya se había dado cuenta que a su hijo le gustaba la fotografía, le regaló su primera réflex y lo incitó al blanco y negro, revelar en un cuarto oscuro y preparar su propia química. Claudio tomaba su bicicleta, amarraba el trípode, se colgaba la cámara y salía a pasear por Valdivia; el entorno rodeado de paisajes y aspectos humanos eran su inspiración.
¿La fotografía que hacías en ese entonces era urbana o de naturaleza?
Combinaba ambas. Buscaba una imagen que dijera algo, creo que de chico entendí que, para mí al menos, si la fotografía no tenía un propósito no tenía valor. En su tiempo, con quienes compartía sobre fotografía, eran muy estrictos e inculcaban que una exposición, por ejemplo, tuviese un tema de fondo, nada de fotografías sueltas, y si así era, éstas debían de hablar, contar una historia, tratar de proyectar una idea, un contenido que sedujera al espectador y lo llevase a interpretar y/o percibir algo de la imagen.
¿Te interesa más la fotografía documental?
Claro, la línea documental, y sin dejar de lado la de naturaleza, son en las cuales he desarrollado mi trabajo estos últimos 26 años, y por lo mismo se encuentra ligado no sólo a fotografiar, sino que también a investigar y escribir y con ello a trabajar en conjunto con diferentes organizaciones y universidades. Si como naturalista voy y solamente fotografío los lindos patos del lago, el objetivo profesional que persigo sería limitado. Si los fotografío y muestro además toda la simbiosis que se está produciendo en ese ecosistema y más aún escribo sobre el porqué, entonces estamos educando y mostrando la importancia de lo que ahí se está produciendo. Así también, el combinar fotografía como arte y ciencia ha fortalecido un concepto que en un principio apareció como una casualidad en ciertos reportajes que hacía. Con el tiempo he podido fortalecer este concepto conocido como Science and Art, y ha dado frutos contribuyendo a la conservación de la naturaleza con un rol mucho más específico.
Almarza: el comienzo de su carrera
Al terminar el colegio, Almarza viajó a Santiago para estudiar fotografía. Sin embargo, se dio cuenta que en ese entonces era difícil vivir de la fotografía en Chile. Se ganó una beca para estudiar Ciencias de la Comunicación en España y posteriormente cursó un máster de fotoperiodismo. Estudió fotografía artística en Francia y con todo lo aprendido regresó a Chile para ponerlo en práctica.
Decidió impartir clases de fotografía y empezó a relacionarse con agencias de prensa extranjeras como Reuters y Agence France-Presse. Posteriormente, fue corresponsal en América Latina para la agencia Sipa Press donde cubrió las crudas contingencias de la época. Eran tiempos intensos y una experiencia límite con el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru, en Perú, lo hizo volver a Chile y lo empujó a hacer un brusco giro tanto en lo laboral como en la vida privada. Así, y producto del nacimiento de su hija Almendra, en 1994 se trasladó a vivir a un lugar tranquilo, alejado de tensiones: la Patagonia. Junto con colaborar con contenido local para la agencia de noticias France Presse y otros medios extranjeros, empezó a explorar los alrededores del extremo sur de Chile. Integró la primera expedición que cruzó a caballo y en invierno la cordillera de Darwin y fue el primer montañista en escalar sin cuerda el glaciar Pio XI. Comenzó a documentar sus hazañas y publicó su primer libro, “Patagonia, La Última Tierra”, el cual se ganó el reconocimiento de ser el libro más vendido en su género sobre este territorio.
De a poco su línea de trabajo se fue volcando más en la naturaleza y por ello decide hacer un doctorado en periodismo científico y concluido éste, uno en etología. Hoy en día está avocado a trabajar el concepto Science and Art, que trata el combinar ciencia y, en su caso, el arte de la fotografía como una forma de sensibilizar y educar sobre nuestra biodiversidad.
La llegada a la revista National Geographic
Almarza seguía con la idea de explorar la Patagonia y profundizar en la elaboración de libros sobre la zona y había descubierto una temática que le llamaba especialmente la atención: “al ir a Torres del Paine a escalar, vi que en el invierno se producían algunas ventanas de buen clima que a veces pueden durar hasta 15 o 20 días y donde todo queda como una gran torta de merengue. ¡Es increíblemente bello! Y el comportamiento de la fauna se desenvuelve de manera distinta. Es un cuento maravilloso, muy diferente, y quedé fascinado con eso”.
Los inviernos en la Patagonia reúnen varios factores que pueden resultar especialmente atractivos para los amantes de la naturaleza. Sin embargo, estas condiciones pueden ser a la vez riesgosas. En una de sus expediciones, y mientras trabajaba en lo que sería su tercer libro de la Patagonia, Almarza fue a escalar a los campos de hielo y cuando iba saliendo del glaciar Grey se resbaló. Los crampones habían perdido filo en el descenso y uno de ellos encontró un ángulo y se trabó. Se quebró el peroné en ocho partes y en el tobillo tuvo una fractura expuesta. Era invierno, estaba solo con su compañero y el frío le hizo pensar que no saldría vivo.
«Cuando estábamos ahí le dije a mi compañero de cordada que me dejara… Los accidentes de montaña son muy drásticos y, dependiendo de las circunstancias, decidir lento puede incluso comprometer a quienes están con uno. ¡Te vas a morir de hipotermia conmigo acá, ándate!, le insistí. Y Fernando respondió que no. Me dijo: oye, acuérdate lo que pasamos en Antártica, en esa montaña maldita y salimos igual. Esto es más fácil. ¿Sabes cuál es el problema, -me dice-, es que te duele! Me trataba de cambiar el ánimo, y a veces lo conseguía, pero yo estaba muy mal. ¡El dolor era insoportable!», recuerda Almarza.
El rescate fue demasiado arriesgado, y se logró sólo gracias al contacto por radio que pudo hacer con sus amigos del Hotel Lago Grey. Los socorristas tuvieron que llegar a una pared del glaciar y Almarza tuvo que tirarse en rapel (descenso rápido mediante el deslizamiento por una cuerda doble sujeta en un anclaje), pero con una sola pierna en buen estado, lo cual eran tan doloroso como incómodo. Luego de esta experiencia y tomando parte del trabajo que en un comienzo inició como material de su libro, es que nace el primer reportaje que Almarza escribió para la revista National Geographic y el primero que un chileno publicara en todo su contexto para la revista: texto, expedición y fotografía.
Actualmente Claudio Almarza es Embajador de Canon para Chile y contribuidor freelance para National Geographic en América Latina. Acaba de concluir su último libro “Chile, Herederos del Mar”; un proyecto de envergadura encargado por la ONG Oceana donde trabajó documentando el estilo de vida y oficios de los habitantes de las costas de Chile. En el presente, se encuentra fotografiando las reservas naturales de la Patagonia y Antártica. En abril, continuará documentando la vida en torno a la educación de los jóvenes de Cuba y a su vez comenzará a desarrollar un trabajo sobre las plantaciones de tabaco. Su próximo proyecto sobre Chile recién acaba de comenzar, una iniciativa personal en conjunto con la ingeniero y amante de la naturaleza Jaqueline Sepúlveda, denominado «Chile, Un Viaje Verdadero”, el cual busca documentar aspectos humanos en lugares apartados y su biodiversidad, e incluye un capítulo especial sobre conservación. En adelante, su vida también tomará un curso nuevo dividiendo su actividades y residencia entre América Latina y Asia.