El universo de Daniel Martínez-Piña, ilustrador y estudioso de la fauna: más de 20 años fomentando la educación naturalista a través de sus reconocidas guías
Daniel Martínez-Piña, destacado ilustrador chileno, ha dedicado su carrera a acercar la biodiversidad nacional a través de guías científicas y detalladas ilustraciones. Su obra, que comenzó con el dibujo de aves, ha evolucionado hacia representaciones de mamíferos, reptiles y anfibios, con un enfoque preciso y autodidacta que combina el arte y la ciencia. Su trabajo ha sido clave en la popularización del conocimiento sobre las especies chilenas, convirtiéndose en un referente para biólogos y aficionados. A través de sus guías y redes sociales, ha logrado crear un puente entre el público general y el mundo natural, fomentando el aprendizaje y la conservación.
En su estudio, rodeado de libros, papeles y lápices, Daniel Martínez-Piña se sumerge en el mundo de las especies chilenas a diario. La luz que entra por la ventana junto a su escritorio se refleja en las hojas de sus cuadernos, donde no hay espacio para el apuro, solo para la observación meticulosa.
Daniel, nacido en Santiago en 1969, es un destacado ilustrador y uno de los principales referentes en el rubro de las guías de campo en Chile. Su trabajo se ha centrado en acercar la biodiversidad nacional a un público amplio, combinando su pasión por el arte con su amor por la naturaleza. Su trayectoria, marcada por la constante exploración y aprendizaje, ha resultado en una serie de publicaciones que son verdaderos modelos para quienes buscan identificar y conocer la riqueza que se encuentra presente en el país.
«Yo estudié licenciatura en arte, esa es mi formación profesional, en la Universidad de Chile. Entonces, siempre ha estado mi atención dirigida al tema de la expresión plástica, la representación gráfica, el dibujo y la pintura. Paralelo a eso, desde que soy niño, como todos los niños, siempre estuve dibujando, siempre con el foco de interés en la historia natural, la naturaleza. Por lo mismo, me es difícil decir cuándo comenzó, porque si hago memoria siempre he estado dibujando fauna, dibujando bichitos, animalitos y cosas por el estilo», cuenta Daniel, sin ser capaz de recordar un momento en el que no se sintiera atraído por el mundo natural.
Si bien aquellos incipientes trazos realizados en la infancia se transformaron en el primer paso en su carrera, fue el encuentro con un libro a los 14 años lo que, en palabras de Daniel, marcó un “punto de inflexión”. Ese libro, escrito por el naturalista francés Rafael Housse, abrió las puertas a una fascinación por las aves de Chile que lo acompañaría por el resto de su vida.
«En esos años se hacía ornitología de otro modo y también se escribía de otro modo. Sus textos son súper narrativos, son crónicas de su experiencia a través de las aves, contando el anecdotario que le tocaba vivir en torno a cada especie. Ese libro me despertó el interés o me hizo dar cuenta de que yo también podía hacer lo mismo, de que podía ir al cerro, observar aves y plasmar ese conocimiento en las letras o a través del dibujo. Claramente, ese libro me dirigió hacia el tema de las aves como algo de principal estudio. Siempre me pregunto qué hubiese pasado de haberme topado con un libro de reptiles, mamíferos o peces de Chile, pero claramente me marcó. Es un libro exquisito de leer, lo que me llevó a canalizar este interés», relata el artista.
Es así como el cerro y las playas se convirtieron en su aula, y el dibujo, en su forma de aprender. Este enfoque tan conectado con la tierra le ha permitido crear guías que no solo son útiles para los biólogos, sino que se han convertido en una verdadera ventana a la biodiversidad chilena para todos aquellos que buscan conocer más sobre las especies que habitan el país.
«Ha ido a la par mi aprendizaje e interés personal por la historia natural, mi pasión por ir al cerro, por recorrer playas, por observar a través de los binoculares, con ir expresando ese interés o ese conocimiento a través del dibujo. Algo que observo, algo que aprendo, como buen dibujante, lo plasmo en una imagen», profundiza Daniel.
Conociendo el trabajo de Daniel
El trabajo de Daniel se caracteriza por su dedicación a la precisión científica, pero también por transmitir una profunda pasión por el detalle y la autenticidad. Su primer gran proyecto fue la creación del libro “Las aves de Chile: Nueva guía de campo”, proyecto ambicioso que fue publicado en 2004 y que marcó un hito en su carrera dedicada a la ilustración científica.
«De mi trabajo, lo más conocido son las guías desplegables, pero yo he publicado cuatro libros sobre aves de Chile, y el primero que publiqué fue el año 2004. Ahí tienes la fórmula, a este joven amante de la observación y dibujante de la naturaleza. Esa mezcla sí o sí te dirige hacia un esquema de trabajo, que son las guías de campo, y estas son libros en que se exponen las especies con el objetivo de poder identificarlas en el campo. En esos años, antes del 2004, solo existía una guía de campo en Chile, que era la guía de campo de Araya, Millie y Bernal. Una guía de campo que trae dibujos en blanco y negro, solo linéales», cuenta Daniel.
Con el tiempo, su guía se transformó en una herramienta imprescindible para biólogos, naturalistas y observadores de aves, al ser la primera en presentar a las especies con ilustraciones a color, mapas de distribución y descripciones detalladas. A lo largo de los años, el trabajo de Daniel fue evolucionando, y en 2017 publicó una versión ampliada de la guía, ahora mucho más pictórica y detallada.
«Conocí a Gonzalo González, y en algún momento le planteé el proyecto. Trabajamos durante ocho años. El mundo era bastante diferente alrededor de los años 90′ y 2004, a finales del siglo pasado. Por ejemplo, nos pasó que había especies para las cuales no se tenía ninguna información gráfica, ni una foto disponible. Entonces, las principales fuentes eran dos, ir a terreno a buscarlas o utilizar las colecciones del Museo de Historia Natural. Con Gonzalo recorrimos todo Chile, gran parte de la zona central, y fuimos a los extremos geográficos observando aves. Hacíamos campañas de pronto, cuando nos interesábamos por un grupo, como nos pasó con las dormilonas, que son todas muy parecidas y son varias especies. Íbamos periódicamente a la cordillera a tratar de entender cómo distinguir unas de otras», recuerda Martínez-Piña.
«La primera guía de campo cuenta con todas las especies conocidas a la fecha en colores, con su plumaje, adultos y juveniles. Fue la primera vez que se hicieron mapas de distribución para todas las especies de Chile, aunque alguien diga que no, esta fue la primera que los tenía todos. Obviamente, todo ese trabajo dio paso para hacer el siguiente, que fue el año 2017, “Aves de Chile: Guía de Campo y Breve Historia Natural”, que también hicimos con Gonzalo», agrega.
Sin embargo, uno de sus logros más significativos llegó en 2019 con la publicación de “Birds of Chile” en la renombrada colección Helm Field Guide de Bloomsbury, un trabajo que consolidó su prestigio a nivel internacional.
«Esta guía, la de 2017, se transformó en el cuerpo de lo que es el trabajo posterior. De este trabajo es que surge una publicación en Inglaterra, “Birds of Chile”, que publica la editorial Bloomsbury, la que en su colección Helm Field Guide hacen guías de campo de aves de todo el mundo. Entonces, como yo ya tenía todas estas ilustraciones, quise arriesgarme con otro formato, jugar con ellas, hacer otras cosas que resultaran más asequibles al público, más livianas. Es así como empiezo la colección de desplegables de aves y parto con aves de la zona central. Tenía además todo el material. Con esta figura armada es que empiezo a pintar mamíferos y, siempre interesado en las lagartijas, empiezo a expandir más el trabajo pictórico o este ejercicio de plasmar lo que sé en ilustraciones y transformarlo en algún formato para que la gente pueda también acceder a ellas», relata el naturalista.
A lo largo de su carrera, Daniel ha desarrollado, bajo su propio sello editorial, Museo Ediciones, una colección de guías de campo desplegables que abarcan una gran parte de las especies de aves, mamíferos, reptiles de Chile y mucho más. Esta colección, que ha crecido a lo largo de los años, no solo destaca por su formato práctico, sino que también porque está diseñada para facilitar la identificación de especies en terreno, siendo así fáciles de entender e interpretar.
El proceso de ilustración: entre la ciencia y el arte
Si alguna vez te has detenido a observar una planta, un ave o un pequeño insecto, probablemente has sentido esa fascinación silenciosa por lo desconocido. Es el mismo asombro que mueve a Daniel Martínez-Piña, un hombre cuya vida ha sido una continua búsqueda de la belleza y la correcta representación de la naturaleza.
Por lo mismo, el proceso de creación de estas guías es meticuloso y extremadamente personal. A lo largo de los años, Daniel ha aprendido a observar y estudiar a fondo las especies que ilustra. Para él, su arte es una forma de conocer y entender a las especies de una manera más profunda.
«Yo creo que es la conjunción de conocer y el ilustrar. Hay una fusión entre las dos cosas. Una ilustración, un dibujo, le hace ver al espectador también cuánto sabe o cuánto maneja el tema el ilustrador. Entonces, tengo una metodología que construí con todos estos años de trabajo. En primer lugar, está descartar el tema de ilustrar fotografías, es algo que yo nunca hago, no quiero pintar una especie que no conozco con base en la mejor foto. Eso es algo que va en contra de mis principios como pintor, y no es lo que me motiva. A mí me motiva conocer el ejemplar. Tengo mucha conexión con este tema de las colecciones biológicas. Entonces, me gusta aprender de la anatomía, del esqueleto, cuando estoy enfrentado a un grupo que no conozco», comenta Daniel.
La reciente guía de anfibios de Chile, publicada en colaboración con el herpetólogo Andrés Charrier, es un claro ejemplo de su enfoque. A diferencia de las aves o los mamíferos, los anfibios eran una faceta de la naturaleza que Daniel no había explorado a fondo. El desafío de ilustrar estos animales, a los que nunca había prestado demasiada atención, fue un proceso largo y enriquecedor.
«Andrés me mandó un mensaje, y él me ofreció que hiciéramos algo juntos. Fue la vida, las circunstancias, lo que me llevó a esa persona y a la guía. En ese momento yo le dije que no conocía ese mundo, entonces me dediqué a estudiarlo, para que después pudiéramos hablar un mismo lenguaje», señala el artista.
«Yo tenía muy poco acercamiento en el tema, por lo que estuve como seis meses pintando anfibios, mirando fotos, buscando un patrón en la coloración, porque, por ejemplo, con las lagartijas, que también son súper variables, pasa que pueden estar oscuras porque están frías o llena de colores porque están con mejor temperatura. También hay cambios por un tema hormonal, donde saltan los colores, pero siempre uno logra identificar algún patrón en los puntos o en las líneas. En los anfibios no pasa eso, no tienen patrones. Son absolutamente caóticos, son súper complejos de ilustrar, porque son todos muy diversos, hay mucha variabilidad. Me hizo preguntarme qué le pasó a la pachamama con el diseño de estas criaturas», agrega entre risas.
Para el ilustrador, la observación directa de los ejemplares es esencial, lo que subraya su enfoque autodidacta y su creencia en la importancia de interactuar directamente con la naturaleza.
«Obviamente, veo fotos, pero las fotos son una fuente de información más. Múltiples fotos te pueden dar un panorama de lo que quieres ilustrar, y ahí tú adquieres el conocimiento para lo que vas a ilustrar, pero creo que es fundamental ver las cosas, verlas en terreno. Si no tengo la posibilidad de ver algo, porque vive en una región que no conozco, muy extrema, prefiero los videos, para poder ver cómo se mueve y se comporta», menciona el artista.
Este compromiso con la observación directa también se refleja en la forma en que Daniel aborda el diseño de sus ilustraciones. Si bien busca que sus representaciones sean detalladas y científicamente correctas, también entiende que su labor como ilustrador está ligada a un fin práctico: ayudar a las personas a identificar las especies en el campo.
«Para las guías de campo se espera una representación que es, en alguna medida, esquemática, por eso siempre los pájaros están como en la misma pose o en una misma rama, porque la idea es que tú puedas distinguir las características que lo asemejan o los distinguen de otras especies. Ese es el fin óptimo, no puedes detenerte en anécdotas de gestualidad o en contrastes complejos con la luz, porque eso puede confundir, ya que el objetivo es representar al espécimen para su identificación», explica el experto.
A través de su trabajo, Daniel ha logrado transmitir algo esencial: la naturaleza está llena de especies fascinantes que, sin la debida atención, permanecen invisibles. Para él, cada especie es una página de un libro que espera ser leída y comprendida. Este enfoque de descubrimiento y aprendizaje constante le permite conectar con los lectores que se acercan a sus guías sin conocimientos previos. Como él mismo dice, sigue siendo “un aprendiz y alumno de la naturaleza”, una filosofía que lo impulsa a seguir buscando nuevas formas de acercar la biodiversidad chilena a las personas.
Comunicando la ciencia
El impacto de su trabajo no se limita a su proceso creativo. Además de ser un ilustrador de campo, Daniel también se ha transformado en un comunicador de la ciencia. A través de sus guías y sus publicaciones, ha logrado acercar el conocimiento sobre las diversas especies chilenas a un público amplio, que va desde expertos en el área hasta aficionados y personas sin formación científica. Su trabajo es un puente entre el arte y la ciencia, y ha contribuido significativamente a la educación ambiental en Chile.
«Me he metido, por ejemplo, en el mundo de la ciencia. Para poder ilustrar especies, tengo que vincularme con la taxonomía. También, cuando tú vas a observar la naturaleza, te involucras con su biología, con su forma de reproducción, el forrajeo, su distribución, sus migraciones, y eso también es ciencia, ese conocimiento es científico en alguna medida. Yo trato de masificar esa información con imágenes, y eso me acerca a todo público. Con estas imágenes se adquiere el conocimiento, pero la ciencia no hace eso, la ciencia es poco amigable. Los papers son fomes, muy duros de procesar, son toscos y llenos de gráficos, al menos para alguien que no es científico, como yo. Escriben para sí mismos, escriben en su propio lenguaje», relata Daniel.
«No estoy siendo crítico con la ciencia, pero sí en la forma, la idea es masificar ese conocimiento. Me hacen falta imágenes estimulantes, imágenes emocionales, que no las ponen porque piensan que van a ensuciar la seriedad de su trabajo científico. Entonces, en lugar de poner la foto del ejemplar en la naturaleza, prefieren colocar un gráfico. Creo que ahí la ciencia se ha ido atrapando un poco, en un esquema de seriedad que la ha ido alejando de comunicarse con el entorno, o con el otro. El mundo está ávido de conocimiento. Cuando tú tienes el conocimiento en tus manos, puedes empezar a ver qué haces con ese conocimiento. La ciencia debiera hacer esa bajada, y quizás crear un nuevo género, una ciencia amigable», agrega.
En este sentido, las redes sociales han sido un espacio importante para Daniel. A través de ellas, se ha generado una comunidad de seguidores que comparten su entusiasmo por la naturaleza y valoran profundamente sus guías. Los comentarios y agradecimientos que recibe reflejan la importancia de su trabajo para aquellos que buscan aprender más sobre la biodiversidad que hay en Chile.
Así, a través de sus ilustraciones, guías y su constante esfuerzo por transmitir el conocimiento de la naturaleza, Daniel Martínez-Piña ha creado un legado en la ilustración científica en Chile, ayudando a muchas personas a mirar más de cerca el mundo que las rodea. Sin embargo, aunque Daniel se muestra satisfecho con la acogida que tienen estas guías, reconoce que aún queda un largo camino por recorrer y muchas especies por retratar.
«Ahora estoy ilustrando los cráneos de los mamíferos de Chile. En general, todo lo que he hecho ha sido en relación a mi propia experiencia y acercamiento a diferentes temas, pero siempre choco con el acceso a la información, a los expertos, a los recursos gráficos o de colecciones disponibles. De los roedores chilenos, por ejemplo, cuesta un mundo encontrar fotos, material visual, no hay trabajos que los muestren bien. Son nocturnos la mayoría, viven ocultos bajo tierra o en la vegetación, siendo así la única forma de tener contacto con ellos es cuando los capturan en trampas. Muchas de las fotos son eso, el bichito, ratoncito, vivo encerrado en una trampa, pero todo doblado, estresado, nervioso. Entonces, es como que viéramos a los pájaros siempre volando, mostrando solo la espalda. Son malas representaciones», explica Daniel.
«También estoy súper al debe, me pesa en la conciencia, no poder iniciar algo respecto a los peces de aguas continentales de Chile, porque son un grupo cuya información gráfica, o las colecciones que hay en los museos, son básicamente frascos, donde hay un pescadito que lleva 30 años en formol o en alcohol, y que ya ha perdido todas sus cualidades, como su coloración. Esto hace que sea imposible ilustrarlos, y lo que ocurre es que se están extinguiendo, y no lo sabemos, no hay ningún documento que me permita visualizarlos, y creo que, algo como un desplegable, puede aportar un poco a visibilizar algo que está oculto. Si no lo visibilizamos, puede suceder que se extinga una especie sin que nunca hayamos tenido siquiera una ilustración de ella», agrega.