Puma: el rey de la cordillera ya no es un fantasma
Nuestra colaboradora invitada de la semana es Kendra Ivelic, coordinadora del Refugio Animal Cascada en el Cajón del Maipo, quien en esta ocasión nos habla sobre el puma, las posibles razones de que hoy sus avistamientos en áreas urbanas de la zona central sean más recurrentes y la necesidad de contar con más áreas protegidas en la zona centro de Chile, que funcionen como corredores biológicos que amparen a ésta y otras especies emblemáticas de nuestro país.
En Chile existen cinco especies de felinos, siendo el puma el más grande del país. Este depredador tiene una distribución más amplia que cualquier otro mamífero del continente, abarcando desde Yukón, Canadá, hasta la Patagonia. Habitando diversos tipos de ecosistemas como bosques, selvas, desiertos y montañas. Así como vive en muchos lugares, se alimenta de muchas presas diferentes dependiendo de donde se encuentren, considerándose un depredador generalista. En nuestro país el puma es un depredador tope, es decir, se encuentra en lo más alto de la cadena trófica y regula directa o indirectamente a todas las especies con las que cohabita.
Siendo nacida y criada en el Cajón del Maipo siempre supe que había pumas en la zona, pero nunca se veían en las cercanías de los pueblos. Para mí eran casi como una leyenda, el poderoso rey de las altas cordilleras que se mueve como un fantasma. Lo cierto es que siempre han estado. El puma en Chile se distribuye a lo largo de todo el país y en la zona central se encuentran desde la cordillera de Los Andes hasta la cordillera de la Costa.
Originalmente se alimentaban principalmente de guanacos, una presa que antiguamente abundaba en la zona, pero que en el último siglo fue intensamente cazada por humanos hasta prácticamente extinguir localmente la especie. Pero con la expansión humana no sólo desaparecieron los guanacos, sino que se asentaron arrieros con caballos y cabras que quedaban solas en las cordilleras durante el verano, para que se alimentaran en las vegas andinas. Se veía venir entonces una serie de eventos desafortunados … con cazadores eliminando al guanaco y arrieros dejando a sus animales en las montañas durante las veranadas, los “leones” rápidamente empezaron a depredar el ganado. Y así comienza la lucha por la dominación de la montaña; los pumas sin su presa natural se comen el ganado, por lo que los arrieros matan a los pumas para no perder sus animales.
Y entonces recuerdo las historias que escuchaba de los arrieros cuando era niña, sobre como salían los “leoneros” a cazar pumas cuando sabían que andaban cerca. Salían rodeados de perros y forrados en lazos y escopetas. Regresaban con la cara de triunfo, con la piel en la mano y la carne en sus estómagos. “El puma es cobarde”, decían. “Cuando sabe que está acorralado se pone a llorar”.
Cada persona toma sus decisiones en base a lo que considera mejor y en el caso de los arrieros, el puma significa una pérdida constante en sus precarias economías de subsistencia y bienestar. Lamentablemente la decisión de matar pumas soluciona sus problemas personales a corto plazo, pero deja consecuencias que todos estamos comenzando a vivir.
En el último tiempo, los avistamientos de pumas cerca de áreas urbanas se han hecho más y más recurrentes, especialmente en la región central de Chile. Basándome en observaciones personales y conversaciones con gente local, hay variadas razones que podrían estar generando este acercamiento:
- La pérdida de hábitat por el crecimiento de áreas urbanas es innegable. Cada día el humano expande un poco más los límites de sus asentamientos, invadiendo dramáticamente el hábitat de otras especies.
- La cultura de las zonas rurales se ha ido transformando con el paso de los años y cada día hay menos arrieros, lo que se traduce en menos “leoneros” cazando pumas y, por lo tanto, más pumas moviéndose por las montañas.
- Muchos de los arrieros que aún se mueven por los valles cordilleranos, han reemplazado sus animales caprinos (cabras) por bovinos (vacas y toros). Una presa mucho menos apetecible para el puma, lo que significa que el felino no está encontrando suficientes presas en las altas cordilleras y por lo tanto está teniendo que bajar en busca de alimento.
Como en todo sistema natural, lo más probable es que sea un conjunto de estas y otras variables las que están generando este cambio en el comportamiento de puma y nosotros debemos tomar decisiones al respecto.
La solución no es obvia y requerirá tiempo, pero debemos ir a la raíz del problema y resolverlo desde el comienzo; ellos necesitan espacio y presas, empecemos por solucionar eso. La zona central de Chile es donde se concentra la mayor población humana del país y mantiene altos índices de biodiversidad, sin embargo es una de las zonas con menos áreas estatales protegidas del territorio nacional. Necesitamos impulsar la creación de santuarios, reservas y parques nacionales que cuenten con corredores biológicos por donde se mueva la fauna nativa. Además, debemos impulsar proyectos de reproducción y reintroducción de especies como el guanaco. Si el puma no tiene presa natural, entonces siempre será un enemigo del humano.
Pero nada de esto funciona si no existe fiscalización y apoyo del Estado. En los últimos años se han visto grupos de guanacos que entran a Chile desde Argentina, pero apenas se internan en las cordilleras chilenas son rápidamente cazados ilegalmente por arrieros para vender o consumir su carne. Los problemas que existen en Chile con los pumas no son extraños… en todas partes del mundo hay conflictos con grandes carnívoros y se han desarrollado muchas herramientas para abordar estos problemas. No hay que reinventar la rueda, sólo ser eficientes y trabajar en colaboraciones con entidades y personas con experiencia. Debemos ser cuidadosos en la toma de decisiones y exigir al gobierno la urgente creación de una institución enfocada en la conservación, que cuente con profesionales competentes en el manejo de áreas protegidas y protección de la biodiversidad.
Muchos grupos de científicos y conservacionistas luchamos a diario por la protección de nuestra fauna, pero debemos tener en cuenta que si nuestros esfuerzos funcionan entonces hay que aprender a compartir la tierra en que vivimos con los demás animales. Debemos tomar las precauciones necesarias para poder convivir con la fauna nativa y dejar de ser tan ajenos a ellos.
El problema abarca muchos aspectos; desde la ecología a la política y educación. Pero creo que lo primero que necesitamos es un cambio de paradigma, es dejar de sentirnos ajenos a la naturaleza, sino que parte de ella. Y, qué maravilla, ¿no? Por tantos años estos animales han sido fantasmas y ahora están ahí, en el medio del patio de nuestras casas. ¡Es como vivir en un programa del National Geographic!
Estamos en un momento crítico con el medio ambiente, y las decisiones que tomemos ahora respecto a la conservación de nuestros ecosistemas cordilleranos dependerá en gran medida del bienestar de una de las especies más hermosas y enigmáticas de los Andes. Debemos trabajar para que el fantasma deje de ser fantasma y sea reconocido como un guardián.