El reto de salvar a tres especies amenazadas en Latinoamérica
Desde la pandemia no se actualizaba la lista de los 25 primates más amenazados del mundo. En su publicación 2022-2023 hay siete especies latinoamericanas, cuatro de ellas tienen hábitat en Brasil y dos en Colombia y Ecuador. Mongabay Latam analiza la situación de tres monos en Colombia, Perú y Ecuador y los esfuerzos para recuperar sus poblaciones. Dos de ellos se encuentran en Peligro Crítico (CR) de extinción y uno en la categoría Vulnerable (V).
Este 1 de septiembre se conmemora el Día Mundial de los Primates y una de las noticias más importantes con las que llega esta fecha es la actualización de la lista 2022-2023 de las 25 especies más amenazadas del mundo. Este es un esfuerzo de científicos a nivel global no solo para mostrar la situación de estos mamíferos sino para que se tomen acciones que permitan su recuperación y conservación.
Esta es la primera actualización que se hace desde la pandemia por COVID-19 y en la lista aparecen seis primates de África continental, cuatro de Madagascar, ocho de Asia y siete de América. “Madagascar y Brasil tienen cuatro; Indonesia tiene tres; China, Colombia, Ecuador, Nigeria, Panamá y Tanzania tienen dos, y Argentina, Belice, Camerún, Costa Rica, Costa de Marfil, El Salvador, Ghana, Guatemala, Honduras, República Democrática del Congo, México, Myanmar, Nicaragua, Perú, Singapur, Sri Lanka y Vietnam tienen uno”, señala la publicación.
Las especies en peligro en América son: el chango o mono araña centroamericano (Ateles geoffroyi) catalogado como En Peligro (EN), el tití de cabeza amarilla (Callithrix flaviceps), el mono capuchino de Brasil (Cebus kaapor), el mono capuchino ecuatorial (Cebus aequatorialis), el tití de alta Floresta (Plecturocebus grovesi), el mono guariba (Alouatta guariba) y el mono araña de cabeza café (Ateles fusciceps); estos últimos seis están clasificados como en Peligro Crítico (CR), según la Lista Roja de especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
En este Día Mundial de los Primates, Mongabay Latam cuenta la historia de tres especies de monos en Colombia, Perú y Ecuador que enfrentan algún tipo de amenaza mientras que grupos de científicos trabajan en grandes esfuerzos a largo plazo para su recuperación y conservación.
Reconectando el bosque para el choibo en Colombia
El mono araña café (Ateles hybridus) habita en el Caribe colombiano y parte del noroccidente de Venezuela, y se encuentra en Peligro Crítico (CR) de extinción, según la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN.
Andrés Link, profesor del departamento de Biología de la Universidad de Los Andes en Colombia, lleva más de cinco años estudiando y trabajando con estos micos a través de la Fundación Proyecto Primates, de la cual es fundador. “Básicamente el problema más grande que tienen es que en gran parte de su distribución, como todos los valles interandinos y el norte de Colombia, los bosques han desaparecido y siguen desapareciendo muy rápido”, comenta.
Lo anterior es crítico ya que es una especie muy sensible a la pérdida de hábitat y debido a su gran tamaño —es uno de los monos más grandes del país— necesita amplias extensiones de bosque para vivir. La situación para el choibo o marimonda del Magdalena, como también se le conoce en Colombia, es compleja pues, según Link, en las zonas donde vive se ha perdido más del 85 % de las coberturas boscosas y lo poco que queda está muy fragmentado.
Andrés Link y su equipo de trabajo han estado estudiando su comportamiento y su dieta. Se sabe que son importantes dispersores de semillas ya que solo comen frutas y hojas, por lo que son vitales para la regeneración de los bosques. Son animales longevos, pueden vivir aproximadamente 40 años en vida silvestre, pero tienen ciclos reproductivos lentos, lo que los hace vulnerables a las amenazas que diezmen sus poblaciones: una hembra tarda entre ocho y nueve años en dar a luz a su primera cría y, después de esto, en el mejor de los casos, tiene una cría cada tres años.
Sobre su comportamiento, Link asegura que viven en grupos de muchos machos y hembras, en números que varían entre los 15 y 40 individuos. “Son muy interesantes porque no viven todos juntos. En otras palabras, aunque viven en un mismo territorio, se dividen en subgrupos de entre 2 y 5 micos. Es como un salón de clases, en donde algunos juegan en el recreo y después hacen las tareas con otros. Pero, en sí, pertenecen al mismo salón”, comenta el biólogo.
A pesar del riesgo en que todavía se encuentra el mono araña café, el Proyecto Primates trabaja con comunidades locales en los municipios de Puerto Parra y Cimitarra, en el departamento de Santander (cuenca media del río Magdalena), principalmente en fincas ganaderas donde están creando corredores de bosque que permitan conectar las zonas fragmentadas y ampliar el hábitat de los monos.
“Desde hace unos cinco años hemos trabajado en varios predios grandes, por ejemplo, la hacienda Lusitania en Cimitarra y otro que se llama Hacienda San Juan de Carare, que son predios que tienen bosques fragmentados pero con una composición muy especial porque casi todas las especies son nativas de la región”, cuenta Link.
La labor empieza por encerrar áreas de unos 20 a 30 metros de ancho en las que siembran árboles nativos. Para el biólogo, la estrategia ha sido exitosa ya que los suelos de la zona son muy fértiles, los árboles crecen rápido y en los cinco años que llevan haciendo siembras han observado que las cuatro especies de primates de la región, incluido el choibo, ya hacen uso de estas nuevas zonas.
Para los científicos, que los monos sean vistos en las ramas de los nuevos árboles es un logro enorme. “Se necesitaron dos años para que especies como el mono cariblanco y el mono nocturno empezaran a usar los corredores y de tres a cuatro años para que los monos aulladores hicieran lo mismo. A partir de los cuatro años lo empezaron a usar los monos araña. Procesos que pensábamos que iban a tomar décadas para poder conectar los sitios, han estado ocurriendo mucho más rápido”, destaca Link y agrega que “conectar los bosques nos permite conectar las comunidades de primates y eso genera una conectividad genética que hace que las poblaciones puedan ser un poco más resilientes y dependan menos de nosotros a futuro”.
Conservación productiva para el mono choro de cola amarilla en Perú
El mono choro de cola amarilla (Lagothrix flavicauda), endémico del Perú, es otro de los micos que preocupa a los científicos que trabajan con primates porque también se encuentra en Peligro Crítico (CR) de extinción, según la Lista Roja de la UICN.
“Es una especie emblemática de los Andes Tropicales peruanos porque, a diferencia de lo que nos podemos imaginar cuando pensamos en monos, este no está en la selva amazónica, en las partes bajas, si no que vive en las montañas altas, a una altitud de 2.000 a 2.500 metros sobre el nivel del mar”, comenta Fanny Cornejo, vicepresidenta para Perú del grupo especialista de primates de la UICN y directora ejecutiva de Yunkawasi, una organización que desde 2007 trabaja con comunidades amazónicas y andinas para el conocimiento de sus recursos naturales y brindarles soporte técnico sobre cómo utilizarlos y conservarlos.
En el caso del mono choro de cola amarilla, una de sus principales amenazas también está en la pérdida de hábitat. Cornejo asegura que los Andes es una de las zonas en Latinoamérica que han sido más intervenidas, donde hay muchas carreteras y muchos cultivos. De hecho, se estima que este mono ha perdido más del 80 % de su hábitat en las últimas tres generaciones.
Entre las principales características de este primate peruano está su voluminoso pelaje color caoba que cubre hasta su cara, una cola totalmente prensil y que el vello púbico que cubre los genitales es de color amarillo brillante, tanto en machos como en hembras.
Las mayores poblaciones del mono choro están en los departamentos de Amazonas y San Martín. Sin embargo, hace un par de años Fanny Cornejo y otros colegas descubrieron una población nueva en el departamento de Junín, en el centro del país.
“Eso para mí refleja lo poco que sabemos acerca de la biodiversidad de los Andes tropicales porque si bien son una zona muy intervenida, esta población que descubrimos en el 2020 está a solo 10 minutos de una carretera importante”, dice Cornejo y agrega que aunque no tienen registros, es muy probable que la especie también esté presente en el departamento de Pasco. “A mí no me sorprendería que encontremos más poblaciones escondidas entre los bosques montanos en los Andes, es un tema de ir a buscarlos”.
Las últimas estimaciones que se hicieron en el país sugieren unos 1000 individuos maduros, es decir con capacidad reproductora, pero Cornejo cree que esas estimaciones cambiarán pues, en el momento de publicados los datos, no se habían incluido los individuos observados en Junín. Es por eso que ahora uno de los focos de trabajo de la organización Yunkawasi está en ese departamento.
“Trabajamos bajo un enfoque integral que llamamos conservación productiva, donde proveemos asistencia técnica a las poblaciones locales para que hagan un cambio de forma de cultivo. Por ejemplo, cambiar de un sistema cafetalero tradicional expuesto al aire libre a un café bajo sombra que tiene árboles nativos y que, al tenerlos, genera una continuidad en el bosque donde podemos tener a monos choros que utilizan las partes altas de los árboles”, dice la bióloga peruana.
Uno de los proyectos en los que Yunkawasi está trabajando involucra al gobierno regional de Junín y a las comunidades campesinas de la zona para la creación de un área protegida que tendría como objeto de conservación, justamente, al mono choro de cola amarilla.
Por su parte, en el departamento de Amazonas trabajan desde hace 15 años en el desarrollo económico sostenible de las poblaciones locales para frenar el avance de la frontera agrícola. “Esto lo estamos haciendo a través de escuelas de campo agrarias técnicas en el tema de cacao, de café y de ganadería. Hay resultados muy bonitos. Los agricultores que son parte de estos programas tienen compromisos de conservación y eso quiere decir que, al recibir el apoyo, se comprometen a no ampliar la frontera agrícola, protegiendo los bordes de los bosques donde se encuentra el mono choro”, asegura Cornejo.
Cuidando a los pequeños leoncillos en Ecuador
Stella de la Torre, bióloga y profesora de la universidad San Francisco de Quito, asegura que son varias las especies de primates en Ecuador que tienen amenazas. Para ella, la zona más crítica es la costa ecuatoriana, donde habitan dos de las 25 especies de monos más amenazados del mundo: el mono araña de cabeza café (Ateles fusciceps) y el mono capuchino ecuatorial (Cebus aequatorialis), ambos en Peligro Crítico (CR) de extinción, según la Lista Roja de especies de la UICN y destacados en la lista de los 25 primates más amenazados del mundo.
“La principal razón de que las poblaciones estén muy mal es que en la costa del Ecuador la mayoría de los bosques ya no están”, dice enfáticamente de la Torre.
Además de la pérdida de hábitat, la bióloga asegura que, en el caso del mono capuchino, este se enfrenta a un problema adicional. Al ser monos muy inteligentes y súper adaptables, han aprendido a comer de los cultivos que la gente, por ejemplo el maíz. Debido a la pérdida de sus bosques entran en conflicto directo con los campesinos: “la gente no les quiere y, aparentemente, en algunos casos les matan”, reconoce.
Aunque de la Torre ha trabajado en proyectos de conservación con estos dos primates, lleva más de 20 años dedicada al estudio del mono leoncillo que habita en la Amazonía de Perú, Ecuador, Colombia y parte de Brasil y Bolivia. Hasta hace poco se pensaba que se trataba de una misma especie pero se trata de dos diferentes, divididas por el río Napo: Cebuella pygmaea en el norte y Cebuella niveiventris en el sur. Ambas especies están en la categoría de Vulnerable (V) de la Lista Roja de Especies de la UICN.
“Son muy parecidas físicamente y son muy especialistas en hábitat, viven solamente en bosques de galería, es decir, a orillas de ríos y lagunas”, comenta la investigadora de la Universidad San Francisco de Quito y agrega que en Ecuador las densidades de estos pequeños primates son muy bajas, entre otras razones, porque los primeros lugares de asentamientos humanos suelen ser cerca a ríos y otras fuentes hídricas.
“En los últimos 20 años hemos visto una disminución drástica de las poblaciones que hemos estado estudiando, sobre todo en la Amazonía norte ecuatoriana”, afirma.
Pero hay un problema adicional que preocupa a de la Torre: los leoncillos estarían siendo víctimas de patógenos, hasta ahora no identificados, que los estarían matando. La investigadora dice que, al parecer, eso ocurre incluso en sitios en donde el bosque está en buen estado de conservación.
Los leoncillos están entre los monos más pequeños del mundo y, según la bióloga, los adultos pueden medir aproximadamente 12 centímetros sin contar la cola y pesar alrededor de 150 gramos. En la cabeza tienen una especie de “melena” y de ahí su nombre de leoncillo. También son conocidos como monos de bolsillo debido a su pequeño tamaño, por lo que son capturados frecuentemente para tenerlos como mascotas. Muchos mueren en ese proceso porque son muy sensibles a cambios en sus formas de vida.
“Viven en grupos familiares y tienen lo que se conoce como reproducción cooperativa. La mamá generalmente da a luz a gemelos pero lo único que hace es lactarlos. El que los cuida en la mayoría de los grupos es el papá: los carga y les enseña a cazar insectos, se asegura de que lo sigan y les comparte todo”, detalla la investigadora.
Ya son dos décadas en las que de la Torre viene trabajando con el grupo ‘Bosques, monos y gente’ que creó en la Universidad San Francisco, implementando acciones de conservación de manera amplia para luego centrar gran parte de su trabajo en el territorio de la nacionalidad indígena secoya o siekopai del Ecuador, en la cual quedan menos de 1000 personas. “Esperamos haber contribuido a mantener el bosque, a reducir un poco la deforestación comparada con otras áreas que no están dentro del territorio indígena. La comunidad está empoderada y son ellos quienes manejan los programas de conservación”.
En territorio siekopai se han venido haciendo monitoreos del leoncillo que habita al norte del río Napo y, a pesar de los esfuerzos, la tendencia indica una disminución de las poblaciones. Sin embargo, de la Torre no cree que esto se deba a que las estrategias no hayan sido efectivas sino a las enfermedades que los estarían afectando. “Aún no tenemos evidencia de eso, lo único que sabemos es que hay lugares en donde el bosque está en buen estado pero, en pocos meses, han desaparecido los grupos de monos y no es que se hayan movido a otros lugares o se hayan dispersado”, comenta la investigadora.
*Imagen principal: Leoncillo (Cebuella niveiventris) subadulto. Foto: Pablo Yepes.