“Si fallo y muero, usted tendrá que cuidar de mi Laura y a mis hijos, quienes quedarán sin sostén ninguno a no ser por el suyo. Si tengo éxito habré cumplido con mi deber humanitario como marino y como chileno. Cuando usted lea esta carta, su hijo estará muerto o habrá llegado a Punta Arenas con los náufragos. No retornaré sólo”, escribe el Piloto Pardo a su padre antes de zarpar desde Punta Arenas rumbo al corazón de la Antártica, liderando el rescate de la tripulación del británico Ernest Shackleton, que para entonces llevaba casi dos años subsistiendo a la deriva, en una de las experiencias de sobrevivencia más impactantes de la historia. 

Fotografía del Piloto Luis A. Pardo. Fuente desconocida.
Fotografía del Piloto Luis A. Pardo. Fuente desconocida.

“Era como ir en una cafetera; la embarcación no tenía nada, ni luz”. Así se refiere Patricio a la escampavía Yelcho, un barco menor, aunque generoso, que la Armada había puesto a disposición para el rescate. Tal como enuncia el autor, la escampavía parecía un verdadero insecto encaramado entre las olas gigantes y el fuerte viento de la Antártica. Lo que habrá pensado Shackleton sobre la embarcación a esas alturas del partido no lo sabemos, pero seguro ya nada lo podía impresionar demasiado después de la tragedia vivida tras el hundimiento del Endurance, y de los dos intentos fallidos por salvar a su compañeros que aguardaban, escuálidos, en la isla. 

Si bien la orden de la Armada de Chile había recaído en un comienzo sobre el piloto primero Francisco Miranda, éste acusó enfermedad (desestimada después por el cirujano jefe del Aportadero Naval de Magallanes) y desistió de encabezar el rescate. Así, la petición fue traspasada al piloto Luis Pardo. La mayoría de los tripulantes de la Yelcho, a su vez, debían inscribirse en la cruzada de manera voluntaria, dados los peligros inminentes que enfrentarían en un rescate que no tenía tantas posibilidades de éxito; que más bien les podía costar la vida. Acompañado por voluntarios como León Aguirre o Pedro Pablo Díaz, el piloto Pardo partió la hazaña un 25 de agosto de 1916. El resto, historia. Rescate exitoso. Portadas de diarios. Shackleton había logrado salvar a sus hombres y, si bien Pardo algo de reconocimiento tuvo, a ojos de Patricio Jara no fue suficiente.

Seis de los náufragos, incluyendo Shackleton, utilizaron los botes salvavidas para llegar hasta la Isla Elefante. Créditos- PA
Seis de los náufragos, incluyendo Shackleton, utilizaron los botes salvavidas para llegar hasta la Isla Elefante. Créditos- PA.

El escritor se interesó en la historia del piloto muchos años atrás, en 2004, luego de escribir una crónica para la revista El sábado. Con el personaje dando vueltas en su mente desde entonces, tras un año de investigación terminó “Piloto Pardo. Una hazaña entre los hielos”, recién publicado por Alfaguara. “Fui teniéndolo en mente porque me interesa mucho el mar, y la Antártica me parece fascinante. Yo soy antofagastino, conozco mucho el mar, pero por otro lado tengo un desierto de tierra. En cambio, el desierto blanco, ese desierto de hielo, siempre ha sido un misterio”, señala. 

Patricio Jara, autor de "Piloto Pardo. Una hazaña entre los hielos”
Patricio Jara, autor de «Piloto Pardo. Una hazaña entre los hielos”

¿Por qué el piloto Pardo en particular?

Hay un punto que es el interés periodístico por conocer el tema, es como lo primero. Pero lo segundo tiene que ver con que siento que esta historia no se ha contado bien. O sea, quedó mucha parte fuera. Sobre todo, porque la figura de Shackleton el explorador termina absorbiendo la de Pardo. Porque al día siguiente o a la semana siguiente Pardo volvió a lo mismo; volvió a trabajar. Finalmente, me parece que este rescate y toda esta historia no se habría contado sin la figura de Pardo y su tripulación. Ahí está el otro detalle: la idea de que fue un trabajo en equipo, de que había otros viejos también.

¿Debería haber ocupado otro lugar en la historia de Chile?

Sí. O sea, yo creo que aquí hay una responsabilidad grande de los historiadores, y de cómo personajes de este tipo pueden tener cabida, por ejemplo, en un plan de estudios. Por otro lado, en los propios relatos de Shackleton, en sus libros y testimonios, en sus conferencias, la figura de Pardo va quedando como a un lado, a mi parecer muy injustamente. Claro, él es el héroe, no podía ser de otro modo. Pero tocó también que Pardo era alguien que conocía el lugar, que hizo su trabajo. Y creo que el piloto chileno tampoco dimensionó mucho lo que estaba haciendo, en el sentido de la importancia que estaba teniendo su hazaña en ese momento. 

Náufragos en Isla Elefante. Créditos- Frank Hurley, 1914-1917. Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.
Náufragos en Isla Elefante. Créditos- Frank Hurley, 1914-1917. Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.

La exploración, literal y literaria

Los primeros viajes a la Antártica fueron liderados por expediciones europeas en el Siglo XIX. Para la exploración del Endurance, había aún muy poca información sobre el continente blanco. El primer hombre que pisó esa tierra lo hizo 1821, y la cartografía , para principios del Siglo XX, era todavía escasa, impulsada más tarde por expediciones científicas. El objetivo inicial de Shakleton fracasó, como ya conocemos, cuando el Endurance quedó atrapado en el hielo cerca de su destino en la bahía de Vahsel, en el mar de Weddell. Si la soledad de la Antártica es aún sobrecogedora hoy en día, contando la presencia de estaciones científicas, turismo y demás, imaginen en esa época. La hazaña de Pardo y su tripulación, fue motivada por “la dignidad del oficio, pero también por una cosa vinculada a los códigos o lealtades de los hombres de mar. Había algo humano también de ayudar a los náufragos. Estaba también el desafío de saber que si no llegaban ellos, los expedicionarios iban a morir”, comenta Patricio.

¿Cuáles crees que eran las principales motivaciones de los expedicionarios de principios del siglo pasado?

Era un período complicado, de guerra. Más allá del interés y la curiosidad de traspasar su frontera, también en esa época había una competencia entre imperios, entre países, sobre quién clavaba la bandera más lejos, por decirlo de algún modo. Una demostración de capacidad. Los exploradores competían entre ellos por quién llegaba más lejos. Hay un afán expansionista, pero también un espíritu aventurero súper genuino de querer trascender. También siento que está la voluntad del explorador de querer llegar a lugares y contar sobre ellos, viene en la esencia del humano la idea de avanzar a lo desconocido. Alguna vez fue un tema marcadamente comercial, pero yo creo que es parte intrínseca de las personas el querer salir, avanzar: la curiosidad. Creo en la idea de la curiosidad como algo innato de todos los seres vivos. 

El imponente buque rompehielos “Endurance”, destruido entre los aplastantes hielos. Créditos- Frank Hurley, 1914-1917. State Library New South Wales.
El imponente buque rompehielos “Endurance”, destruido entre los aplastantes hielos. Créditos- Frank Hurley, 1914-1917. State Library New South Wales.

En el caso del piloto Pardo, nuevamente salta el tema del oficio. Patricio cree “que es lo que lo hizo seguir adelante. Como lo que dice Bielsa en el fútbol, es un juego donde tienes más posibilidades de perder que de ganar. Pero sin embargo, algo te hace ir, te hace ir para adelante”. En este caso, ese sentido del oficio también está ligado al trabajo en equipo: “me parece que el sentido del equipo aflora, porque él no fue solo. O sea, no es como que el piloto Pardo agarró una moto, pidió un Uber y fue a buscar a los tipos. Iba más gente, y a él también le merecía respeto esa gente. Era un grupo de personas, y algunos a los que no conocía mucho porque fueron voluntarios. Por un lado está la proeza de los líderes, pero por otro, el sentido de equipo. Él se sintió muy respaldado por su gente ”, afirma el escritor.

El libro abre con un extracto de un diario de la época que funciona como una gran prólogo y que pone al lector en el contexto. De ahí en más, el relato del autor va intercalando diálogos, escenas, misterio e historia. Para escribir su relato, Patricio Jara consultó libros, periódicos, cartas y documentos que le fueron dando luces para armar un rompecabezas que no se había presentado antes de manera tan detallada. En su cabeza siempre estuvo la idea de crear un relato que estimulara al lector a conocer la historia, de situarlo en un lugar ameno. 

Al escribir estas historias reales que a veces tienen baches, ¿cómo vas abordando los diálogos o escenas de las que no tienes certezas?

Hay algo de ficción, pero nunca es total. Esta se engancha con temas de coherencia interna, con aspectos de la época. No solo hay que documentarse de la historia del personaje, sino también conocer su entorno. En ese entorno uno va atando cabos, estableciendo conexiones y haciendo suposiciones más o menos informadas. 

Ernest Shackleton (derecha) improvisando un campamento luego de naufragar (1914-1915). Créditos- Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.
Ernest Shackleton (derecha) improvisando un campamento luego de naufragar (1914-1915). Créditos- Biblioteca Estatal de Nueva Gales del Sur.

También fue comparando declaraciones de Pardo con las de otros marinos que participaron en la proeza, y así develando hechos desconocidos o modificando la historia oficial que se tenía de los protagonistas, un ejercicio que ya venía practicando con libros como “Prat. Una tragedia”. En este sentido, afirma: “el héroe es él, la primera palabra la tiene él, es como si te dijera no permitas que una verdad arruine mi relato. No sé, brevemente, podría poner de ejemplo lo de Arturo Pratt con el abordaje. El abordaje fue algo ensayado. Se practicaba. Los hombres de Pratt sabían que si pasaba algo iban a hacer un abordaje. No era algo ensayado como una coreografía, pero era un recurso que tenían muy presente”.  

Así, por ejemplo, describe que Pardo le quiso bajar la importancia a la idea de dinamitar los icebergs para hacer pasar a la Yelcho, declarando en un diario que había sido algo moderado, dinamitamos “un poco”, dijo. Sin embargo, todos los otros testimonios dicen que “armaron una pirotecnia completa. Los propios marinos recuerdan muy bien ese episodio”. Así, enfrentando testimonios y escritos, el libro nos va entregando detalles fascinantes de la travesía. 

¿Te encariñaste con Pardo?

Claro. Después de escribir el libro te sientes más cercano al personaje. Puede ser un cliché, pero es linda la idea de permitirse acompañar un viaje como éste.

El Piloto Luis Pardo es recibido con júbilo luego de rescatar a los náufragos de la embarcación «Endurance».
El Piloto Luis Pardo es recibido con júbilo luego de rescatar a los náufragos de la embarcación «Endurance».

Una vez realizada la proeza, Luis Pardo fue condecorado, y el gobierno británico le ofreció regalos que fueron rechazados por el piloto, con la justificación de que solo hacía su trabajo. Se retiró de la Armada en 1919, viajando a Inglaterra como cónsul del Gobierno de Chile. Murió a los 52 años, en 1935.

Al leer lo que había escrito, Pardo se estremeció. Sintió un vacío en el estómago. ¿Podía un hijo hablarle a su padre de la posibilidad de morir? ¿No era lo correcto, acaso lo justo, que fuera al revés? No sabía si el viejo también hizo una carta a sus padres cuando partió a la guerra en el norte, si les dijo algo y qué diablos pudo ser. No se lo había preguntado, pero tampoco tuvo tiempo para hacerlo. 

Patricio Jara, “Piloto Pardo. Una hazaña entre los hielos”.

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