El preocupante futuro global tras los incendios en el Pantanal: ¿De qué forma puede afectarnos aquí en Chile?
Es lógico pensar que cualquier incendio nos genere preocupación, más aún si lo que se quema es vegetación, y peor, si son áreas silvestres de uno de los grandes pulmones del planeta. En reiteradas ocasiones hemos hablado de porqué los humedales son ecosistemas tan importantes para la conservación de la biodiversidad y mantenimiento de los ciclos naturales. El Pantanal, que es considerado el humedal más grande del mundo, no se queda atrás. Este gigante que se extiende al sur de Brasil, en el límite con Bolivia y Paraguay, lleva días en llamas y el panorama parece no mejorar. Sin embargo ¿cómo afecta esto fuera de las fronteras? O mejor dicho, ¿por qué debería preocuparnos aquí en Chile?
Imágenes desoladoras que han dado la vuelta al mundo: paisajes en llamas, mantos de vegetación selvática arrasados y fauna como jaguares, cocodrilos y capibaras intentando escapar de las llamas, no dejan a nadie indiferente. El fuego en el Parque Nacional do Pantanal Matogrossense, Brasil, ya ha arrasado con más de 2 millones de hectáreas, lo que equivale una superficie mayor a la Región Metropolitana completa, y no tiene para tener fin aún. La sequía que afecta el humedal Pantanal es una de las más grandes de los últimos 47 años, según el Instituto Centro de vida (ICV) de Brasil. Los ríos están cada vez más secos, al igual que la vegetación, y se estima que el fuego podría extenderse hasta noviembre, cuando termina la estación seca. Las escasas lluvias no han podido detener el fuego, y altas temperaturas serán como carbón en esta gran fogata de deforestación.
Mientras grupos ambientalistas acusan de incendios intencionados especialmente para cambiar el uso del suelo e instalar predios agrícolas, forestales o faenas mineras y el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, dice tener todo bajo control, la devastación ecológica crece de forma dramática. Según datos proporcionados por la NASA, los 141 municipios de la provincia de Mato Grosso tienen áreas afectadas por incendios.
Según la Ley de Delitos Ambientales (9.605 / 1998), el fuego es una actividad prohibida en la zona en temporada seca, que es cuando la vegetación es más vulnerable y aumenta el riesgo de incendios forestales, realizarlo tiene una sanción de uno a cuatro años de prisión, sin embargo, actualmente la mayor parte de los incendios generados de manera ilegal responden a un sentimiento de impunidad ante esta práctica, por lo que ha resultado muy difícil contenerlos.
En Brasil, por ejemplo, los incendios de este año han superado 45% el promedio en los últimos 20 años, y actualmente, según el monitoreo que realiza el ICV, hay 89.119 focos en el Amazonas, de los cuales 13.735 son en el Pantanal. Por su parte, el territorio de Bolivia, hubo un incremento del 35% en focos de incendio entre enero y abril 2020, respecto al año anterior. Y Paraguay, según las últimas estimaciones del Instituto Forestal El Chaco, Argentina, tiene comprometidas 82.894 hectáreas de bosque nativo. Mientras que el gran río que lleva su nombre presenta la peor sequía desde 1960.
El Pantanal es refugio de gran parte de la biodiversidad amazónica, lo habitan más de 700 especies de vertebrados, y es considerado Patrimonio Natural de la Humanidad por la UNESCO y Reserva de la Biósfera sin embargo, todos los años es quemado de forma ilegal y las medidas para controlarlo no han tenido efectos positivos. El fotógrafo y documentalista Lawrence Wahba, director de “Tierra de jaguares”, uno de los documentales que estuvo en la parrilla de Santiago Wild la semana pasada, ha estado en terreno cubriendo los hechos.
La conservación del jaguar (Panthera onca) ha sido en los últimos años una de las principales labores del realizador audiovisual. Su documental justamente se centra en el Parque Estatal Encontro Das Aguas y el pequeño Pueblo de Porto Jofré, justo en medio del Parque Nacional Pantanal que ahora está en llamas y donde se encuentra la población más densa de jaguares en el mundo.
En entrevista con Ladera Sur, Wahba señaló que “los jaguares son una ‘especie bandera, el ecosistema debe encontrarse completamente saludable para sustentar a estos depredadores tope”. Su principal labor ha sido educar y transmitir conciencia sobre la importancia de la conservación del Pantanal. Hoy el fotógrafo está abocado en informar sobre los desastres que ha dejado el paso del fuego, con el mismo ahínco y profesionalismo que ha tenido en toda su carrera.
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Desastres locales con efectos globales
Imaginemos que tenemos una balanza: de un lado está el carbono que emitimos a la atmósfera y de otro lado el que captamos. Así, en muy simples rasgos, podríamos controlar las emisiones de carbono haciendo una simple suma y resta. Sin embargo, los efectos de la contaminación atmosférica son a nivel global, todos compartimos el mismo aire, o en otras palabras, si nos afectan los incendios en Siberia o el Amazonas, pues finalmente toda combustión llega a la atmósfera en forma de gases de efecto invernadero que contribuyen al calentamiento global.
Todos los bosques o ecosistemas, ya sean esclerófilos, tropicales, subtropicales, manglares, etcétera, almacenan carbono. Al quemarse, todas estas reservas que contenían en sus hojas, troncos y raíces son expulsadas a la atmósfera en una gran humareda.
“Los bosques son una alcancía donde se almacena carbono, al quemarse se libera a la atmósfera. Pierdes por 2 lados. Quedas con menos superficies de bosques, dejas de capturar, y hay grandes emociones producto del fuego”, señala el académico de la Facultad de Ciencias Forestales y Recursos Naturales de la Universidad Austral de Chile, Antonio Lara, quien agrega que estos ecosistemas tardan décadas en recuperar su capacidad de captura, que depende, por ejemplo, del tamaño de los árboles. Cada incendio significa décadas y hasta siglos de captura de carbono que se van por la borda.
En ese sentido, los humedales también tienen un rol clave en la captura de carbono. Pueden acumular entre 50 y 300 toneladas de carbono, estabilizan sedimentos y nutrientes en el suelo, regulan temperaturas y conservan gran biodiversidad.
La degradación de bosques, quema y cambio en uso de suelo son las grandes amenazas de las reservas de carbono. Estas dos últimas, de hecho, están muy entrelazadas en el caso del Pantanal, y la deforestación en el Amazonas, pues muchos de estos focos de incendios se originaron en terrenos privados que serán usados como grandes terrenos agrícolas: se transforma la cubierta vegetal original y reemplaza por otra, de distinta densidad o composición. Ese es el cambio en el uso del suelo.
En Chile, ocurre algo similar, con la pérdida de bosque nativo y conversión a plantaciones de especies exóticas como pino y eucalipto, tierras agrícolas o áreas urbanas. Todo esto va degradando los ecosistemas y mermando las posibilidades de fijar el carbono que emitimos.
Estos servicios ecosistémicos funcionan muy similar en todas partes, de hecho la pérdida de bosque es un fenómeno global, y sus consecuencias también lo son. Los que quedan, son en su mayoría remanentes fragmentados que han perdido biodiversidad, ya que las alteraciones en las zonas de vegetación nativa, sobre todo por el cambio en el uso del suelo, reducen los fijadores naturales de carbono. En cualquier parte del mundo, esta es una de las principales amenazas para los ecosistemas del planeta.
Es por eso se habla de que los grandes incendios se transforman en problemas globales con efectos locales. Los gases de efecto invernadero, producto de la combustión, elevan la concentración de CO2 en toda la atmósfera y aceleran el calentamiento global. “Todas las zonas del planeta son parte del sistema global. Pasa esto y los bosques de Aysén se ven perjudicados, por ejemplo. Nos necesitamos unos a otros y nos dañamos unos a otros”, comenta el Lara.
La peligrosa amistad de los incendios y la mega sequía
Una investigación del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 elaborado en 2015 señalaba que cerca de un cuarto del déficit de precipitaciones se debe al cambio climático antrópico. Según indica el aumento de gases de efecto invernadero y la disminución del ozono estratosférico propiciarían fenómenos meteorológicos como reducciones de las precipitaciones hasta en un 30% en el centro del país, aumentando la aridificación de la zona centro y sur. Teniendo en cuenta lo anterior respecto a la fijación de carbono y sus efectos globales, no es descabellado decir que la quema del Pantanal podría contribuir a la mega sequía.
El mes recién pasado, al tiempo que el Amazonas se incendiaba, Oregon y California en Estados Unidos también estaban en llamas. Dos humaredas gigantes en dos hemisferios emanando carbono a la atmósfera suena bastante amenazante para todos los ecosistemas del planeta. Chile, que en los últimos años, ha tenido eventos cada vez más grandes y destructivos, temporadas con menos precipitaciones y más olas de calor, pareciera ir por un camino similar.
A mayor calentamiento del planeta, más cálidas y secas serán las temporadas estivales; grandes masas de vegetación se secarán y así más alta será la probabilidad y riesgo de incendios. Al quemarse, se reducen las reservas de carbono y emanan gases que contribuyen al calentamiento global, explica Lara, quien denomina esto “un círculo vicioso” muy lejos de la carbono neutralidad de aspira el país. En efecto, el aumento de los monocultivos de pino y eucalipto, sería más combustible para esta fogata.
Para romper esta cadena hay varias opciones, como la mayoría de estos incendios son de origen antrópico, una parte pasa por educar y concientizar a las poblaciones, y prepararnos para que, cuando estos ocurran, poder frenarlos temprana y eficientemente. El desarrollo de silvicultura preventiva o cortafuegos son algunas de las opciones.
“Las comunidades humanas deben estar preparadas. Las zonas de interfaz deben tener vegetación mucho más densa para contrarrestar los incendios. Debemos aceptar que vivimos en un paisaje propenso a quemarse, donde hay personas y conviviendo con vegetación”, señala el investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y director del Centro de Fuego y Resiliencia de Socioecosistemas, Mauro Gonzalez.
Por otro lado, quedan todo tipo de iniciativas que contribuyan a la preservación de bosques nativos, que restrinjan la degradación de ecosistemas con alto contenido de carbono, incluyendo las turberas, los humedales o los manglares, y la reforestación o restauración de estos. Enfrentar este clima cada vez más cálido, seco y propenso al fuego es un desafío muy grande, sin embargo, estas son algunas de las medidas que podemos tomar en el presente para enfrentar algunos los impactos locales del cambio climático, como la sequía y los incendios, desde una perspectiva planetaria.