En múltiples especies, son las madres quienes realizan arduas labores de crianza para su descendencia, salvo si hablamos de unos diminutos anfibios del sur del mundo, que poseen entre sus pares una estrategia única en el mundo. Nos referimos a las ranitas de Darwin (Rhinoderma darwinii y la posiblemente extinta Rhinoderma rufum), criaturas que – junto a los caballitos de mar – protagonizan casos excepcionales donde los machos se “preñan” para cuidar a las crías en su interior. Mientras muchos padres se limitan a custodiar la postura de los huevos, las ranitas de Darwin van más allá, pues tragan a sus renacuajos para cuidarlos en su saco vocal, hasta que estén listos para la vida independiente.

Macho preñado (R. darwinii). ©Claudio Azat
Macho «preñado» (referencial) ©Claudio Azat

Sin embargo, esta especie no solo ha acaparado la atención por su inusual estrategia de cuidado parental, sino también por la historia de M83, un individuo que robó huevos de otros padres para incubarlos en su interior. Este hallazgo, que fue publicado recientemente en la revista Endangered Species Research, constituye el primer caso documentado para anfibios de un macho que asume este tipo de comportamiento con crías ajenas (no emparentadas), lo que se denomina como cuidado aloparental.

“La ranita de Darwin tiene una elaborada estrategia reproductiva única entre los anfibios, donde el macho se preña y cría a sus renacuajos. Como si fuera poco, la ranita de Darwin nos sigue sorprendiendo, y ahora hemos descubierto que los machos son capaces de criar renacuajos de otros padres. En la práctica, considerando su delicada situación, el presente hallazgo puede ser útil tanto para programas de conservación ex situ, como en el manejo de la especie in situ”, explica Claudio Azat, director del Centro de Sustentabilidad de la Universidad Andrés Bello, y uno de los coautores de la publicación.

De hecho, quien lideró este trabajo tras observar los hechos en primera fila fue Osvaldo Cabeza, supervisor de Herpetología del Zoológico Nacional del Parque Metropolitano (Parquemet). Él comenta a Ladera Sur que “este reporte habla sobre una posible conducta que puede estar presente en esta especie, pero por ahora debemos ser cautelosos y no podemos decir que es una conducta usual”.

De partida, el individuo M83 forma parte del programa de conservación ex situ de la ranita de Darwin, desarrollado por el Zoológico Nacional desde 2009, con el objetivo de preservar la diversidad genética y reintroducir individuos de esta especie que se encuentra en peligro de extinción.

Fue en ese contexto, en los terrarios donde viven estas diminutas criaturas de cabeza triangular, donde se gestó la historia que comenzó cuando los machos M83 y M89 buscaron reproducirse con la misma hembra.

Abrazo no correspondido

El mes de septiembre es recibido con los cantos de machos y hembras que anuncian la llegada de la temporada reproductiva, la cual se extiende hasta abril. Cuando ambos se encuentran, se unen en un abrazo nupcial o amplexo, que sería similar a la cópula, pero sin penetración. Es en esa instancia cuando la madre deposita los huevos en el húmedo suelo boscoso, los cuales son fecundados por el padre. Luego de eso, la hembra se retira y el macho queda a cargo de la descendencia.

Ajustándose a la programación reproductiva de su especie, fue en septiembre de 2018 cuando los machos M83 y M89 comenzaron a llamar y competir para entablar un amplexo con la misma hembra, identificada como F86. Si bien en el terrario había una segunda hembra, ella no se involucró en este frenético proceso. Pasados los días, solo M89 logró su objetivo con F86, mientras que el individuo “ignorado” intentó interrumpir el apareamiento entre ambos en varias ocasiones, realizando saltos y vocalizaciones al lado de la pareja.

Cabeza relata que “ambos machos comenzaron a vocalizar, el ejemplar M89 lo hacía desde su escondite, mientras que el ejemplar M83 vocaliza sin tener un escondite claro. Cuando se vio el primer amplexo, el ejemplar M83 se acercó reiteradas veces sobre la pareja amplexada, intentando interrumpir la conducta. Ahí fue cuando se vieron las primeras agresiones por parte del macho M89, dando pequeñas patadas que se repetían con mucho tiempo de intervalo (lamentablemente no lo logramos grabar). Luego de un tiempo, la pareja logró posicionarse en el escondite del macho M89, concluyendo con un amplexo sin interrupciones por parte del macho M83”.

De ese modo, F86 y M89 anidaron 14 relucientes huevos, en un agujero acolchado con musgos y debajo de un helecho. Como es la usanza, la madre se retiró definitivamente, dejando al padre genético a cargo del resto.

El padre genético, M89, al lado de sus huevos ©Parquemet / Osvaldo Cabeza
El padre genético, M89, al lado de sus huevos ©Parquemet / Osvaldo Cabeza

Todo podría haber marchado sobre ruedas para M89, pero M83 no finalizó allí, pues no solo se aproximó en ocasiones a la postura de huevos de la pareja, sino que también comenzó a confrontar al padre genético de los renacuajos, tratando de desplazarlo del lugar y lanzándole patadas.

“Luego en un total de 21 días, se lograron ver que ambos machos visitaban la postura. Resumiendo, el macho, el aloparente, hizo cinco aproximaciones y el padre genético hizo 18 visitas registradas. Cuando llegó el día 21, el macho M83 se posicionó sobre la postura ya desarrollada y ahí comenzó a ingerir a los renacuajos. El macho M89, quien es el padre de los renacuajos, se posicionó en un costado de la postura, dando la apariencia subjetiva de un intento de buscar la mejor posición para ingerir algún renacuajo. El macho M83 se posicionó de tal forma que cubría toda la postura”, añade Cabeza.

El macho M83 se posiciona sobre los huevos, mientras el padre genético intenta acercarse ©Parquemet / Osvaldo Cabeza
M83 se posiciona sobre los huevos, mientras el padre genético intenta acercarse ©Parquemet / Osvaldo Cabeza

Acto seguido, M83 tragó alrededor de ocho embriones viables.

El macho M83 comienza a ingerir los huevos para incubarlos en su interior ©Parquemet / Osvaldo Cabeza
M83 comienza a ingerir los huevos para incubarlos en su interior ©Parquemet / Osvaldo Cabeza
El macho M83 ingiere los huevos para incubarlos en su interior ©Parquemet / Osvaldo Cabeza
M83 ingiere los huevos para incubarlos en su interior ©Parquemet / Osvaldo Cabeza

De esa forma, los huevos fueron robados.

El perfil de M83

Luego que el ejemplar M83 se saliera con la suya, el despojado padre genético volvió a vocalizar, sin tener éxito reproductivo en lo que quedó de la temporada.

Por su parte, el padre aloparente o “adoptivo” mantuvo en su saco vocal a las crías durante 62 días. De los 8 huevos ingeridos, solo dos completaron su metamorfosis, saliendo del interior de M83 como ranitas hechas y derechas.

Lee también: Día del Padre: un homenaje a la ranita de Darwin, un padre único en el mundo

Consultado por lo anterior, Azat detalla que “en el Zoo Nacional han detectado que es usual que los machos no críen al total de renacuajos consumidos. En vida silvestre, las ovisposturas suelen ser de 10 a 12 huevos, pero al contabilizar las crías al interior del saco vocal es usual encontrarse con 5 a 6 renacuajos. Esto indica que hay un número de merma en las crías, las cuales posiblemente pasan de forma accidental al tracto digestivo y son digeridas por el padre”.

Pero ¿qué sabemos de M83, el autor de este ovo-robo?

“Es un ejemplar adulto, desde que llegó nunca se observó una conducta reproductiva que concluía con éxito, probablemente era un ejemplar inexperto”, reconoce Cabeza.

Este dato nos conduce, justamente, a las posibles explicaciones de este inusual caso.

Padres “tramposos”

En la naturaleza se han distinguido distintos tipos de crianza aloparental, es decir, de individuos que cuidan a retoños ajenos (no emparentados).  Un ejemplo de ello es el parasitismo de cría, como ocurre en Chile con el mirlo que pone sus huevos en el nido de chincoles, delegándoles completamente la custodia de sus polluelos.

También se conocen casos de adopción de huérfanos en aves y mamíferos. En cambio, este tipo de comportamientos ha sido reportado rara vez en anfibios, y hasta el momento suele involucrar a hembras, como ocurre con especies de salamandras en Norteamérica que construyen nidos comunales, donde ellas protegen a las crías del grupo, incluso cuando no son suyas.

No obstante, aún faltan muchos antecedentes para comprender las causas y consecuencias de la crianza aloparental, la cual incluso “se riñe” con la teoría clásica de la evolución, pues ¿por qué destinarías energía, esfuerzo y tiempo en alimentar y resguardar a individuos que no perpetuarán tus propios genes?

Como sea, el robo de huevos efectuado por M83 sería el primer caso documentado conocido de cuidado aloparental en un anfibio macho.

El macho M83 ingiere los huevos para incubarlos en su interior ©Parquemet / Osvaldo Cabeza
M83 robando los huevos ©Parquemet / Osvaldo Cabeza

Frente a este hecho, se barajan dos hipótesis para explicar la conducta de esta ranita de Darwin. La primera propone que la crianza de hijos no emparentados podría aumentar la experiencia de cuidado parental en el macho “adoptivo” y, por lo tanto, promover su futuro éxito reproductivo.

La segunda apunta a que su aparente éxito en la crianza podría aumentar su probabilidad de encontrar pareja para la próxima temporada reproductiva. Digamos que ambas opciones están muy relacionadas entre sí.

Al respecto, Azat sostiene que “creemos que los machos cuando no logran reproducirse, pueden robar renacuajos de oviposturas ajenas, para quedar ‘preñados’ y demostrarles a las hembras que pueden ser buenos padres, o adquirir experiencia en la crianza de renacuajos, lo que pueda asegurar el éxito en futuras crianzas”.

Si bien el supervisor de Herpetología del zoológico coincide en que M83 podría responder, de cierta manera, a ambas hipótesis, “surgen otras preguntas como, por ejemplo, ¿por qué años anteriores el ejemplar no realizó esta conducta? ¿Y al año siguiente tampoco?”

La otra gran incógnita es qué tan frecuente es este tipo de crianza, sobre todo en la vida silvestre.

Como antecedente, en los últimos años se han impulsado tres proyectos de cría en cautiverio de ranita de Darwin: en el Zoológico Nacional y en la Universidad de Concepción, en Chile, y en el Museo Alexander König de Bonn, en Alemania. En ninguna de estas iniciativas se había registrado antes a un macho realizando cuidado aloparental.

Ranita de Darwin macho preñado. ©Claudio Azat
Macho «preñado» (referencial) ©Claudio Azat

En cuanto a lo que se ha observado en la naturaleza, Azat puntualiza que “durante el estudio de poblaciones silvestres de R. darwinii por más de 10 años, hemos observado algunos machos preñados con renacuajos de distintos tamaños. No es algo frecuente, pero sí sucede esporádicamente. Esta observación nos hizo pensar en la posibilidad de que los machos pudieran robar renacuajos de otros padres y criarlos o de reproducirse por segunda vez, una vez ya estando preñados”.

Por este motivo, el caso de M83 abre una ventana de posibilidades e interrogantes, que son relevantes para conocer la biología e historia natural de estos diminutos animales, sobre todo si se piensa en medidas de conservación para recuperarlos y alejarlos del peligro de extinción.

Cabeza destaca que “la ranita de Darwin es un anfibio singular dada su característica reproductiva. Si bien muchos de sus aspectos reproductivos son interesantes, ahora podemos agregar una posible conducta más a todo este proceso reproductivo. No obstante, la conducta de cuidado aloparental (conducta inusual), fue observada por primera vez en casi 12 años del proyecto. Por esta razón, debemos generar más estudios referentes a este hallazgo”.

Quizás el tiempo nos traiga algunas respuestas o nos muestre si M83 logra, finalmente, tener éxito paternal.

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