Crédito: © Eduardo Pavez / Proyecto Manku
Crédito: © Eduardo Pavez / Proyecto Manku

El cóndor andino es el rey de los cielos. Y esta no es una exageración. Es el ave voladora más grande que existe y habita —para su fortuna y desgracia— en los Andes sudamericanos, con distribución desde Colombia hasta Chile y Argentina, en zonas agrestes, entre montañas, pastizales abiertos y regiones montañosas de hasta 5,000 metros de altitud, así como en bosques nubosos adyacentes de montaña alta y media, descendiendo a regiones desérticas de tierras bajas y costas en Chile y Perú y sobre las estepas y los hayedos australes de la Patagonia. Por esto no sorprende que el cóndor andino forme parte de la simbología de estos países: es el ave nacional de Colombia, país que lo ha puesto en su escudo; aparece también en el escudo de armas de Chile; en Ecuador, la imagen del cóndor se posa con sus garras sobre el escudo nacional de este país; y está también en el escudo de Bolivia. Además, aparece en el billete de 50 pesos en la República de Argentina.

El cóndor andino (Vultur gryphus) es el ave más emblemática de toda una región que, pese a las iniciativas y esfuerzos, no ha sabido —ni podido— protegerlo, conservarlo. Y esta afirmación puede sustentarse en data: Su población disminuye a ritmo contínuo. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) ha determinado que su situación es vulnerable. Aunque antes se distribuía desde los Andes venezolanos hasta al sur, ya esto ha cambiado: está extinto en Venezuela, país en el que apenas quedan 10 ejemplares en cautiverio, en zoológicos y parques nacionales. Pero además, en países como Argentina, Bolivia, Colombia, Chile, Perú y Ecuador el ave lucha por su supervivencia ante lo que se ha constituido como su principal amenaza: la muerte por envenenamiento caracterizada con frecuencia como daño colateral, que ocurre cuando los campesinos usan presas con veneno para eliminar depredadores de su ganado, como pumas, zorros y perros asilvestrados.

La simbología del cóndor: está en los escudos de armas de Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador. Crédito: Elaboración Propia
La simbología del cóndor: está en los escudos de armas de Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador. Crédito: Elaboración Propia

La educación medioambiental podría salvar al cóndor andino. La afirmación es apenas una sugerencia, de la que se hacen partícipes científicos, ornitólogos, amantes de estas aves y especialistas que trabajan en labores de cuidado, restauración y reinserción de cóndor de los andes. Pero los esfuerzos, pese a algunas excepciones, son muchas veces tentativas y empeños coordinados entre uno, dos o tres instituciones en distintos países, que con frecuencia cooperan, comparten información, data y hasta el intercambio de ejemplares para ayudarles a reproducirse o incluso reinsertarse en otras fronteras. No existe una estrategia o política regional, mancomunada que ayude a cuidar y proteger a esta maravillosa ave. ¿Es posible salvar al cóndor andino? ¿Por qué es importante proteger a esta ave rapaz, que se alimenta de carroña y cumple una función esencial en los ecosistemas? ¿Por qué es tan importante la educación y dar a conocer más datos sobre el cóndor para contribuir a su conservación?

«Otra vez, el veneno»

Uno de los ejemplares de cóndor de los Andes, hallado muerto en el Páramo el Almorzadero, en Santander, Colombia. Créditos: Facebook/Eduardo Pavez Galvez
Uno de los ejemplares de cóndor de los Andes, hallado muerto en el Páramo El Almorzadero, en Santander, Colombia. Créditos: Facebook/Eduardo Pavez Galvez.

El pasado 30 de mayo aparecieron en la sierra cercana a Santa Marta, Colombia, lo que en principio se creía que eran dos ejemplares de cóndor andino muertos por envenamiento. El hallazgo, tal como reseñamos en esta nota en Ladera Sur, provocó indignación y movilizó a las autoridades, organizaciones no gubernamentales y agrupaciones conservacionistas que hacían un llamado desesperado a los pobladores y campesinos de la zona a no usar veneno en sus cebos para eliminar depredadores. Al final no fueron dos los ejemplares muertos, sino tres: dos adultos (macho y hembra) y un espécimen juvenil (macho) los que murieron. Las imágenes se hicieron virales en las redes sociales, al menos entre una comunidad pequeña conocida como el Páramo El Almorzadero, en Santander, y representaban también una suerte de reprimenda a la sociedad ¿Por qué se continúa usando veneno si es una de las principales causas de muerte de esta emblemática ave? En el tema subyace un conflicto natural entre las comunidades, la actividad ganadera, la subsistencia económica y la presencia del hombre en áreas donde el cóndor habita.

Este no ha sido, sin embargo, el episodio más letal de reciente data. En febrero de 2020 en Bolivia murieron 34 ejemplares en un solo incidente. Murieron, además, otras siete aves rapaces y varios perros, al consumir carne envenenada. La noticia fue reseñada por Mongabay Latam en una nota que además mostraba escenas desoladoras: los restos de las aves, vencidas, sobre una quebrada situada aproximadamente a 20 kilómetros de la ciudad de Tarija. En este caso, los campesinos habían tomado venganza contra un depredador —probablemente un puma o un perro salvaje— que había atacado un par de ovejas, envenenando los restos para que, en caso de que volviera por la presa, muriera. El resultado fue otro: los cóndores, 34 de ellos, se alimentaron de la carroña junto con perros y otras aves rapaces, muriendo en la quebrada.

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Pero el de Bolivia fue el segundo caso más mortífero. Dos años antes, en 2018, murieron en Mendoza, Argentina, en un solo episodio también 34 cóndores, por la misma causa: envenenamiento. Salvo episodios de caza, el envenenamiento es la principal amenaza y causa de muerte de los cóndores. Los especialistas explican que el uso de carroña o seños envenenados es potencialmente letal porque, como se ha visto, varios animales pueden resultar afectados si logran tener acceso a los restos. Otro factor que influye es también el que los cóndores puedan desplazarse hasta 100 kilómetros en un solo día, incrementando la posibilidad de que puedan morir más animales si detectan una presa.

“La mayor cantidad de muertes de cóndores se debe al envenenamiento… En menos de una década hubo más de 100 individuos muertos… los animales más eficientes en encontrar carroña son los buitres y cóndores”, declaró Sergio Lambertucci, director del Grupo de Investigaciones en Biología de la Conservación del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma-Conicet), de la Universidad Nacional del Comahue, entrevistado por la periodista Yvette Sierra para Mongabay.

Cóndor hembra adulta muerta por envenenamiento en Chile. Crédito: © Eduardo Pavez / Proyecto Manku
Cóndor hembra adulta muerta por envenenamiento en Chile. Crédito: © Eduardo Pavez / Proyecto Manku

El episodio de Argentina propició una respuesta: Se prohibió por ley el plaguicida más usado para matar carnívoros y carroñeros. Sebastián Kohn, director ejecutivo y miembro fundador de la Fundación Condor Andino en Ecuador, cree que una propuesta vital para dar con soluciones que contribuyan a la conservación de esta ave es atacar el problema de raíz: campañas y educación en las comunidades rurales y atacar el problema de los perros ferales o asilvestrados ya presentes en los páramos. De esta manera, afirma, se mitigan las causas principales que llevan a los campesinos y pobladores de las zonas frecuentadas por los cóndores a envenenar los restos y carne de animales muertos, presumiblemente por la acción de otros predadores. Aunque Kohn reconozca que, al menos en la experiencia que se tiene en Ecuador, los cóndores sí hayan atacado animales, algo que Fundación Condor Andino ha documentado.

«Hay manadas de estos perros y atacan a animales domesticos y ganado. Y frente a la inacción y poca o nula respuesta de las autoridades, el dueño del ganado afectado decide envenenar carne o poner señuelos. De esta manera se afecta toda la cadena de carroñeros», explica, y también agrega: «Se niega que los cóndores atacan a terneros. Pero esto sí sucede. Está documentado. Para nosotros es mejor poder hablar estos temas con la gente y decirle: ‘Entendemos que eso sucede’, en vez de decirle que no sabe nada. Esto nos ha permitido hablar del problema y darnos cuenta también de los perros ferales, que era algo que se iba repitiendo por todos lados, que había por todos lados perros domésticos atacando al ganado. La gente lo sabe en el campo. Pero acá en Ecuador la gente no tiene tan mala percepción sobre el cóndor. Aunque entiendo que en otros países más al sur y en Colombia la situación sea distinta. Debemos entender por qué hay veneno. Se cree que es porque los campesinos quieren matar a osos, pumas, cóndores. Pero no, lo más común acá es que el objetivo sean los perros. Se debe intentar responder a esa problemática».

Algunos datos en la región: poblaciones y censos.

En febrero de este año se realizó el primer censo nacional de cóndores en Colombia, una propuesta que duró tres años en forjarse, según explica Fausto Sáenz, de la Fundación Neotropical en Colombia, una organización que lleva 15 años trabajando con biodiversidad y protección de ecosistemas en este país. La logística de un censo es un tema crucial para determinar poblaciones. En el caso de Colombia, la metodología —de censo simultáneo— se diseñó en colaboración con colegas e instituciones aliadas en Ecuador y Argentina. El proceso incluye la determinación de estaciones de observación de manera estratégica, la consideración de las estaciones del año, la capacitación de gran cantidad de personal —generalmente voluntario— para las labores de centinela u observador, que permita identificar los cóndores en vuelo o en nidos —también llamados dormideros— e intentar diferenciar edades aproximadas y sexo. Pero también es esencial que se haga en simultáneo en áreas muy extensas de territorio, con relevos en observadores para evitar la duplicación de avistamientos o registros.

Transmisor satelital y banda alar en ala de cóndor. Crédito: © Cristóbal Correa / Proyecto Manku
Transmisor satelital y banda alar en ala de cóndor. Crédito: © Cristóbal Correa / Proyecto Manku

«Este año cambiamos la metodología, para intentar tener un número más preciso», afirma Sáenz. Según el Libro Rojo de Especies Amenazadas de Colombia, la población total de cóndores en Colombia se estima en 130 individuos, que se reparten principalmente en dos zonas, la Sierra Nevada de Santa Marta, y el Parque Nacional Natural El Cocuy, con una sierra con 22 picos nevados que nace desde el Departamento de Boyacá, en la frontera con Venezuela, hasta el sur, en la frontera con Ecuador. Pero este número no ha podido ser validado en un censo. Colombia mantuvo durante décadas un programa de reintroducción de ejemplares del cóndor andino nacidos en cautiverio en EE.UU. y más recientemente ha reinsertado ejemplares enviados desde Chile. Pero no se sabe con certeza cuántos de estos animales han sobrevivido, cuántos lograron llegar a edades adultas. El censo de la Fundación Neotropical difícilmente podría determinarlo, pero sí permitiría saber el número aproximado de ejemplares en su hábitat natural.

Los resultados del primer censo nacional de cóndor andino en Colombia, realizado por la Fundación Neotropical. Crédito: © Fundación Neotropical.
Los resultados del primer censo nacional de cóndor andino en Colombia, realizado por la Fundación Neotropical. Crédito: © Fundación Neotropical.

En general, se lograron contabilizar durante dos días en Colombia 63 ejemplares de cóndor en 84 estaciones de observación por todo el territorio, con la participación de 207 observadores, dispersos desde la Goajira, al norte, cerca de Venezuela, hasta el sur, en la frontera con Ecuador. El número también debe ser sometido a fórmulas y cálculos como, por ejemplo, el modelaje sobre el número máximo de ejemplares visto en un mismo período de tiempo, lo que busca mantener integridad de la data y registros y la no duplicación de los avistamientos por varios observadores. Sobre los resultados y lo que apuntan sobre el tamaño de la población, Sáenz afirma: «La línea base no es muy alentadora. Está por el debajo del número que teníamos estimado. Esperábamos encontrar más».

En Venezuela, en cambio, el cóndor andino ha sido declarado extinto en su hábitat desde mediados de los 60s. Apenas quedan en este país, tras el deceso de Kashik Nareupa, ocurrido en noviembre de 2020, diez ejemplares, todos en cautiverio, repartidos cuatro de ellos en el Zoológico Biocontacto y el Parque Nacional Chorros de Milla, ambos en el estado Mérida (en la cordillera andina), y otros seis el Parque Zoológico Bararida, en el estado Lara (centroccidente). Venezuela también intentó evitar la extinción del Vultur gryphus con la liberación durante varios años de 18 ejemplares. El programa tuvo una bajísima tasa de supervivencia.

Kashik, ejemplar de cóndor andino muerto en cautiverio en Venezuela en noviembre de 2020. Crédito: © Corporación de Turismo de Mérida
Kashik, ejemplar de cóndor andino muerto en cautiverio en Venezuela en noviembre de 2020. Crédito: © Corporación de Turismo de Mérida

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) estima la población total del cóndor andino en 6.700 individuos, distribuidos desde Venezuela hasta Argentina. Eduardo Pavez es veterinario, presidente de la Unión de Ornitólogos de Chile y, además, fundador del Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces en este país, donde se estima quede la mayor población de cóndores andinos de toda la región junto con Argentina. La misma IUCN sitúa la cifra en 2.000 ejemplares en cada uno, aunque advierte: «…puede haber una superposición en estas estimaciones».

Pavez es cauto al no proporcionar un número, aunque este sea quizá cercano a 1.500 en cada país. No se sabe con certeza porque Chile no ha elaborado un censo. Lo que sí deduce Pavez es que Perú y Ecuador tienen poblaciones mayores a las de Colombia. «El grueso de las poblaciones está en Chile y Argentina. Nuestras cordilleras australes son más deshabitadas, de ganadería extensiva ha permitido superar las fuentes originarias de alimento, que eran guanacos en el centro del país y animales muertos en el litoral. En Chile, se calcula que al menos 20% de los ejemplares se encuentren entre las regiones de Coquimbo y El Maule, y el 70% en zona austral. La población exacta no se conoce. Hay modelaciones, se cree que hay varios miles. Parecía bastante numerosa, pero es probable que sea menor en respecto a lo que se suele pensar. En todo caso, es una población numerosa que está distribuida en un amplio territorio, que es más saludable en Chile y Argentina. En Chile la especie está declarada cercana a la amenaza y en Argentina está como amenazada«, plantea.

El Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces ha atendido más de dos mil animales hasta la fecha. También ha liderado una estrategia regional de reproducción y cría de cóndores andinos y su reinserción en hábitat natural. Además, este centro también monitorea estas aves liberadas por medio de rastreadores con señal satelital, una práctica también empleada en Ecuador, Argentina y más recientemente en Colombia. La data permite hacer un tracking o rastreo de las aves en su estado salvaje, y en no pocas ocasiones ha permitido ubicar e identificar especímenes muertos en casos de envenenamiento en zonas de difícil acceso.

Liberación de cóndores en el Parque Patagonia. Crédito: © Francisco Croxatto / Proyecto Manku
Liberación de cóndores en el Parque Patagonia. Crédito: © Francisco Croxatto / Proyecto Manku

El primer censo del cóndor en Ecuador se realizó en 2015 por el Proyecto de Investigación y Monitoreo Ecológico del Cóndor Andino, el Ministerio del Ambiente, el Proyecto Paisajes Vida Silvestre y la Wildlife Conservation Society, estimó un total de 100 ejemplares silvestres. Aunque esta sea también una cifra correspondiente a un subregistro, se cree que aún así es una población sumamente baja para lograr su viabilidad a largo plazo. Una población baja como esta tiene mayor probabilidad de extinguirse por cualquier amenaza. Por eso se la considera en el país como en “Peligro Crítico de Extinción”.

En Bolivia, la población del cóndor andino fue estimada en 2008 en 1.388 individuos por la revista internacional de ciencia aviar IBIS, sobre la base de un cálculo basado en el método fotográfico de captura-recaptura. Es el 20% de la población mundial de la especie. La Wildlife Conservation Society (WCS) en este país cree que en este país hay entre 80 y 150 individuos solo en las montañas de Apolobamba y Madidi.

La WCS además expone en su sitio web: «El número de cóndores allí registrado [en las áreas protegidas de Apolobamba y Madidi] es relativamente bajo. Esto plantea la necesidad de realizar estudios sobre los patrones de movimiento de la especie y el tamaño de sus áreas de acción, para definir con mayor precisión la escala que se requiere para asegurar su conservación en la región. Si bien los cóndores ocupan amplios espacios geográficos, hasta el momento no se cuenta con información que permita determinar con exactitud su extensión, lo cual es sorprendente dada la importancia cultural de la especie«. Apenas en 2019 se instaló en este país el primer transmisor a un cóndor hembra llamada Palca, como parte de un programa piloto que buscaba instalar monitores GPS a otros 39 individuos.

El 17 de mayo de 2021 se publicaron los resultados del tercer censo sobre el cóndor andino en la red de áreas protegidas (APs) de la provincia de Mendoza, en Argentina. También este se efectuó con la modalidad de censo simultáneo durante tres días. El censo abarcó ocho APs y mantuvo el número de puestos de observación, apenas 17, aunque el número de observadores fue menor a la edición anterior (36). El número máximo (total) de aves avistadas y registradas fue de 44, mientras que al detallar el número en simultáneo (ocurridos en un mismo momento) fue de 25 ejemplares, una cifra superior a la documentado en el censo anterior, efectuado tres meses antes, en febrero de este año, cuando se vieron 17 cóndores al mismo tiempo. Este es, debe aclararse, apenas un subregistro muy mínimo, si se toma en cuenta que apenas corresponde a áreas protegidas en una sola provincia de Argentina.

Puestos de observación del III Censo de Cóndor Andino en Áreas Protegidas de la provincia de Mendoza, en Argentina. Crédito: © DRNR, SAYOT, FBA.
Puestos de observación del III Censo de Cóndor Andino en Áreas Protegidas de la provincia de Mendoza, en Argentina. Crédito: © DRNR, SAYOT, FBA.

Biología, iniciativas locales y colaboración 

Crédito: © Fundacion Bioandina Argentina (Cortesía)
Crédito: © Fundacion Bioandina Argentina (Cortesía)

El condor Andino es un ave majestuosa. Puede llegar a medir hasta 1,15 metros de altura. Con sus alas totalmente abiertas alcanza en algunas ocasiones hasta más de tres metros de envergadura. Su función en el ecosistema es importantísima porque, al alimentarse casi enteramente de carroña, cumple la función de «limpieza» de los ecosistemas: Se alimenta de carne en descomposición que otros animales no podrían comer por contener hongos y bacterias. Una vez que digiere su alimento defeca restos que sirven de abono para las plantas, por eso se dice que el cóndor es un «reciclador natural».

Otra de las bondades del cóndor es que también evita la contaminación, incluso de cursos fluviales al disponer de material que, de otra manera, sería arrastrado por las aguas. Pero es también un ave cuya naturaleza no soporta muy bien las presiones: es un animal monógamo, la madurez reproductiva llega a los siete años, ponen un huevo cada dos años si las condiciones son buenas. «De forma natural es un típico animal representante de la mega fauna del pleistoceno, junto con varias especies de buitres gigantes, el cóndor de California y el cóndor de los andes. Alcanza la madurez sexual muy tardía. Un solo huevo cada dos o tres años. Si las fuentes de alimento no son buenas puede extenderse. No tiene depredadores, no está adaptado para soportar mortalidades altas. El desequilibrio humano se traduce perseción, caza, envenenamiento. Esto hace que las poblaciones tiendan a bajar», detalla Pavez.

Chile y Argentina lideran un enfoque sobre la conservación del cóndor andino basado en la reproducción asistida y reinserción de cóndores nacidos en cautiverio, además de aquellos que, siendo salvajes, han sido devueltos a su hábitat natural tras haber sido rescatados, atendidos y recuperados en centros de rehabilitación. La colaboración se hace dentro del marco del Plan Integral para la Conservación del Cóndor Andino e involucra a la Fundación Bioandina y el Programa de Conservación del Cóndor Andino de Argentina; además en Chile están el Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces en Chile y está el Proyecto Manku, con la Fundación Meri, entre otros.

Buitrera o condorera en el cerro Palomares, Magallanes. Crédito: © Eduardo Pavez / Proyecto Manku
Buitrera o condorera en el cerro Palomares, Magallanes. Crédito: © Eduardo Pavez / Proyecto Manku

Datos de Argentina indican que en total se han logrado la reinserción o devolución de 203 cóndores liberados en toda Sudamérica, repartidos de la siguiente manera: Venezuela: 6 ejemplares; Colombia: 3 ejemplares; Bolivia: 3 ejemplares; Chile: 28 ejemplares y Argentina: 163 ejemplares. En Chile, el Centro de Rehabilitación de Aves Rapaces y el modelo de restauración y recuperación de estas aves ha mostrado resultados exitosos, con indicadores que han sido avalados por la IUCN. En un artículo publicado por la organización internacional con autoría de Pavez, Francisca Izquierdo y Jürgen Rottmann, de la Unión de Ornitólogos de Chile, titulado «Perspectivas de la translocación de la conservación global: 2021» se da cuenta de indicadores incuestionables: Se han manejado o gestionado 169 ejemplares (100%), de los cuales se reciben de la naturaleza 144 (85%). Se han liberado 75 (44%), con 25 nacimientos en cautiverio, y una mortalidad en el centro de 28 especímenes (17%) y 2 muertes (1%) después de su liberación.

Pero las estimaciones o consideraciones sobre el éxito de estas iniciativas se convierte, a los ojos de escépticos, en un ejemplo de la metáfora de la puerta giratoria —en la que unos ejemplares ingresan a estos ecosistemas mientras un número similar o mayor sale o muere— si se contrasta con las cifras de decesos por los graves casos de envenenamiento o de cacería de cóndores andinos, también diezmados por la acción de disparos con perdigones, o intoxicación por plomo al consumir carroña o animales matados por disparos con balas de este material. Solo desde 2017 han muerto más de 100, si se contabilizan únicamente los episodios de envenenamiento conocidos o que transcendieron a noticias y medios.

Radiografía a un cóndor hembra muerto por disparos de perdigón en Chile. Crédito: ©Eduardo Pavez / Proyecto Manku
Radiografía a un cóndor hembra muerto por disparos de perdigón en Chile. Crédito: ©Eduardo Pavez / Proyecto Manku

El cóndor es un animal gregario, que se reúne en grupos para alimentarse, factor que influye en que los envenenamientos ocurran particularmente grupos, como también ocurrió en Ayacucho, Perú, cuando en 2017 murieron seis en un solo evento.  Más recientemente, Colombia y Ecuador han declinado propuestas de recibir especímenes para su liberación que provengan de otros países o que hayan nacido en cautiverio. Sáenz, en Colombia, precisa que la Fundación Neotropical no respalda el cruce de animales hasta tanto no exista data genética y estudios más profundos sobre la composición de los ejemplares y la evaluación exhaustiva de los posibles riesgos para la especie.

«Al introducir cóndores de localidades que no se sabe de donde provienen estamos introduciendo genes ajenos a las poblaciones locales. Se va a iniciar un proyecto que consiste en evaluar las característivas y variabilidad genética. Contamos con algunas muestras y análisis básicos. Queremos ver el efecto que puede tener esa repoblacón de individuos y cómo están las poblaciones. Esa es nuestra posición técnica. No nos dedicamos a la reproducción en cautiverio. Conociendo de base cuál es el estado y procedencia de los cóndores con monitoreo de las liberaciones. Nunca se hicieron estos rastreo y el correspondiente seguimiento a largo plazo. No sabemos que sucedió con muchos de esas aves liberadas en Colombia o traídas de EE.UU. Se ha confirmado la muerte de 13 de ellos. Pero del resto no sabemos si murieron, migraron, no se sabe si el proceso fue exitoso«, explica a Ladera Sur.

También Kohn, en Ecuador, agrega que materialmente no son eficientes las cuantiosas inversiones en la liberación de ejemplares de cóndor andino nacidos o criados en cautiverio —»o importados de otros países»— si no se han mitigado las amenazas sobre la especie, a saber: el conflicto latente entre las comunidades, campesinos, sus medios de subsistencia y la presencia de depredadores que atacan su ganado o animales domésticos. Y para esto, dice, lo mejor es educar en las comunidades y escuelas, con campañas fuertes y políticas públicas como, por ejemplo, jornadas de esterilización de animales domésticos, y el control de poblaciones de perros salvajes o asilvestrados. La culpa, afirma, no es del cóndor.

Y en esto coincide Sáenz: «Se cuenta con datos de literatura científica. Sergio Lambertucci, investigador en Argentina, ha publicado estudios en los que hicieron trabajo de observación que han permitido determinar que la capacidad del cóndor para manejar las presas es muy reducida. Se tardan mucho dando muerte, a diferencia del puma y los lobos. Sí sucede pero la incidencia es baja, hace falta más estudio. ¿Qué es lo otro que pasa? La presencia perros asilvestrados, perros ferales que atacan ovejas y después de matarlas, en la mañana el cóndor encuentra y el campesino lo ve y culpa al cóndor por esa muerte. O al puma. Toca enseñar a los campesinos a recoger las ovejas diariamente, cuidar los partos, que muchas veces ocurren en zonas abiertas, sin ninguna asistencia y en eso las crías son muy vulnerables».

Kohn destaca que hay una iniciativa regional, basada en un libro publicado en mayo de 2020 en el que participaron investigadores en toda la región, en el que se sientan las bases de una estrategia integral de conservación con un enfoque diferencial, basando en: 1) telemetría satelital 2) monitoreo ecológico 3) biología de reproducción 4) investigación sobre las amenazas, particularmente de perros ferales y domésticos mal cuidados y 5) sensibilización y educación ambiental.

Tanto en Chile, como en Ecuador, Bolivia y Argentina, existen programas de educación medioambiental que pueden con certeza marcar una diferencia, al poner en primer plano la formación de estudiantes, observadores y activistas que ayuden a formar, proteger y resguardar al cóndor andino, al tiempo que también se abren canales de denuncia contra las principales acciones que lo amenazan. En casi todos los países está protegido por medio de estatutos, leyes y normas. En Chile esta materia está «bien blindado»: no se puede cazar, ni mantener como mascota, tampoco sus subproductos. El ave es monumento natural, como la chinchilla. Pero uno de los principales desafíos es que no hay ningún esfuerzo estatal de gran envergadura. Son iniciativas casi todas privadas o de organizaciones no gubernamentales, con algunos apoyos de ministerios y entes de gobiernos.

Actividades educativas con niños en el área de la liberación de cóndores. Crédito: © Proyecto Manku
Actividades educativas con niños en el área de la liberación de cóndores. Crédito: © Proyecto Manku

Fausto Sáenz, desde Colombia, dice: «Es pertinente contar con programas a nivel regional para los países del norte donde la población está peor o en estado más crítico. Se podrían generar trabajos y proyectos conjuntos, aunque es my difícil por los tiempos o políticas gubernamentales de cada país. Desde Fundación Neotropical lo hacemos con organizaciones similares, como la Fundación Cóndor Andino Ecuador, con los que hemos trabajado muy de la mano en los últimos años. Nos llevan mucho trabajo adelantado. Han logrado conseguir recursos y tienen dinero para hacer seguimiento de los nidos y han avanzado en ese sentido. Pero en Colombia estamos más limitados. Según la información satelital que manejan varios de estas aves ingresan a Colombia. Hacen falta estrategias articuladas para la conservación de la especie. Sería importante que todos formemos partes de estos iniciativas y podemos aportar a la conservación que nos contribuye de multiples maneras, especialmente a las comunidades rurales de la alta montaña. Es importante que dejen de verlo como un enemigo y más como una oportunidad. La presencia de la especia es un tesoro con el que contamos, lo pueden ver de cerca, el llamado es a cambiar esa percepción a darle el valor que tiene y apoyar su conservación cambiando el algún sentido las prácticas».

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