El comercio de vida silvestre del Amazonas al sudeste asiático va en aumento
El comercio de vida silvestre, tanto legal como ilegal, va de la mano con el aumento de la inversión china en la región amazónica de América del Sur, lo que recuerda al patrón de tráfico de China que devastó elefantes, rinocerontes y pangolines en África. Cientos de especies amazónicas —desde jaguares hasta reptiles, tortugas, pájaros, ranas y peces tropicales— se envían a Asia, sobre todo a China, en cantidades insostenibles. Los investigadores dicen que el daño al bioma del Amazonas podría ser profundo. Estas especies son demandadas como ingredientes en la medicina tradicional china, se usan en la industria de la moda y se venden vivas como mascotas. El comercio en línea también está en auge. Conoce más en la siguiente nota de Mongabay Latam.
En la pequeña ciudad de Iquitos, en Perú, que se encuentra a las orillas del río Amazonas y representa una puerta a la selva, las piles, los colmillos o cráneos de jaguar son mercancías fácilmente disponibles. En locales ubicados del mercado de Belén, en puestos de artesanía al aire libre y en tiendas pequeñas se comercializan pieles de felinos como el jaguar o el ocelote. También se venden cabezas disecadas y joyas hechas con dientes y garras, a veces embellecidas con piedras semipreciosas. La mayoría de los vendedores son cautelosos.
Los jaguares son una especie protegida: la caza furtiva, el tráfico o la venta tanto de ellos como de sus partes es ilegal ante la ley peruana y también por un tratado internacional. A pesar de esa prohibición, las autoridades de la agencia medioambiental provincial de Loreto muestran montones de pieles de felino confiscadas. El tráfico de muchas especies, señalan, aumentó considerablemente en los últimos años.
Para conocer más sobre el tráfico de vida silvestre, este equipo abordó un peque tradicional, o bote pequeño, para hacer un viaje corto por el marrón y fangoso río Amazonas hacia un pequeño afluente llamado Momón. Allí, un anciano de la comunidad indígena Boras reveló que compradores chinos llegaron a la comunidad en 2015 con la intención de comprar dientes y pieles del llamado tigre americano y, desde entonces, habían realizado pedidos periódicamente.
Este es un ejemplo de cómo, un mercado asiático en expansión, ligado a la creciente inversión financiera china, ha creado un incentivo económico para los cazadores furtivos y los traficantes locales, que representa una grave amenaza para la vida silvestre en la cuenca del Amazonas. No es una tendencia nueva: un modelo parecido se desarrolló a principios de la década de 2000, cuando las empresas mineras, madereras y de infraestructura chinas se trasladaron a África, lo que provocó una caza furtiva catastrófica de elefantes, rinocerontes y pangolines.
El tráfico de vida silvestre en el Amazonas se ha intensificado en los últimos años. En octubre de 2022, un informe de WWF y la Sociedad Zoológica de Londres emitió una alarma urgente para proteger la biodiversidad de la región. Encontró que América Latina y el Caribe, incluida la Amazonía, sufrieron un declive del 94 % en el tamaño medio de la población de vida silvestre durante los últimos 48 años, la mayor caída que se ha visto en cualquier región del mundo. Aunque la deforestación en la causa principal, el comercio ilegal también contribuyó a la crisis.
La conexión Amazonas-China
Ahora China domina el comercio con América del Sur: sus transacciones en el continente superaron los 450 mil millones de dólares en 2021. El flujo de dinero, la presencia de empresas y mano de obra chinas han catalizado el flujo de animales amenazados y de especies comercializadas legalmente que van del Amazonas a China y al sureste de Asia. La demanda es amplia e incluye todo, desde jaguares hasta reptiles, tortugas y loros, pájaros cantores hasta ranas venenosas de dardo y peces tropicales. Estas especies son demandadas como ingredientes en la medicina tradicional china, para su uso en la industria de la moda y se venden vivas como mascotas. El comercio en línea también está en auge.
Los comerciantes encajan en dos categorías, dice Juliana Machado Ferreira, directora ejecutiva de FREELAND Brasil, organización para la conservación sin ánimo de lucro y coautora de un informe del 2020 sobre el tráfico ilícito de vida silvestre en Brasil. “Están los trabajadores que vienen aquí y quieren llevar un regalo para casa”, dice, pero los grandes comerciantes, apunta, son organizaciones criminales de alto nivel.
Elizabeth Bennett, vicepresidenta para la conservación de especies en la organización no gubernamental Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés), fue una de las primeras en dar la alarma en la Conferencia sobre el Comercio Ilegal de Vida Silvestre que se realizó en Londres en 2018. La presencia china en América Latina había desencadenado lo que ella caracterizó como “una explosión del crimen organizado transpacífico, incluido el tráfico de personas, drogas y armas, así como la vida silvestre”.
Aquí la sombra de la criminalidad está muy arraigada, nos dijo un funcionario medioambiental de Loreto, Perú. Eso convierte a gran parte de la Amazonía en “una frontera sin ley”.
Una industria delictiva gigantesca y transnacional
La Amazonía, la selva más grande del mundo, abarca 5,4 millones kilómetros cuadrados, un área que representa las dos terceras partes del tamaño de los Estados Unidos. Más de la mitad queda dentro de las fronteras de Brasil; el resto se expande a lo largo de Bolivia, Colombia, Ecuador, Guayana Francesa, Guayana, Perú, Surinam y Venezuela.
Es una de las regiones más biodiversas del planeta, hogar de cerca de una cuarta parte de todas las especies de animales y plantas terrestres, y más especies de peces que cualquier otro sistema fluvial. Algunos existen solo en esa región. Más de 12 000 especies del Amazonas están protegidas por la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (CITES, por sus siglas en inglés), tratado internacional que limita o prohíbe la actividad comercial transfronteriza. Sin embargo, CITES no ha logrado detener a los traficantes.
Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, el comercio ilícito de vida silvestre ocupa el cuarto puesto como actividad criminal más lucrativa del mundo, con un valor de hasta 23 mil millones de dólares al año. Debido a la falta de cumplimiento de la normativa y las leves sanciones, es un negocio de bajo riesgo y grandes beneficios. Hoy en día, las rutas para salir del Amazonas están bien establecidas, con senderos desgastados por el uso que sirven como conductos para todo tipo de actividades criminales. Ocho de los países de la Amazonía son los mayores traficantes de cocaína, y llega a raudales el dinero de la tala ilegal, la minería y el tráfico de armas, lo que ayuda a construir la infraestructura clandestina para el comercio de la vida silvestre.
La exportación de animales de la cuenca del Amazonas no es algo nuevo. Una vía de comercio establecida envió cantidades incalculables de aves exóticas del Amazonas a los Estados Unidos y Europa hasta hace unas décadas, cuando cambiaron las leyes de importación. Entonces, hace unos 15 años, llegó el primer flujo de inversión china. Más de 140 000 millones de dólares en préstamos de bancos estatales chinos respaldaron empresas de carreteras y de construcción, intereses mineros y madereros, y sus trabajadores llegaron a raudales a la región del Amazonas. La WCS estima que el comercio de vida silvestre entre América del Sur y Asia se duplicó durante la última década.
Estas actividades abrieron los bosques a los cazadores furtivos y pusieron en peligro a los ecosistemas. Un estudio de 2020 estimó que una cuarta parte de los proyectos liderados por China están devastando las zonas protegidas del Amazonas, mientras que una tercera parte invaden territorios indígenas.
Los envíos de animales fluyen hacia los países asiáticos, sobre todo a China (el mayor consumidor de vida silvestre del mundo) y Vietnam, dice Ferreira. Se venden vivos o en piezas, adquiridos como mascotas por aficionados, como trofeos y joyería; usados para decorar ropa de alta costura, codiciados por coleccionistas y consumidos como supuestas medicinas o cocina exótica. Los artículos raros y de gama alta se lucen como símbolos de estatus.
Cifras que salen de Perú ofrecen una visión de la magnitud de esta empresa. Funcionarios confiscaron 79 000 animales amenazados entre el 2000 y el 2017, así como decenas de miles de partes de animales. La pandemia de COVID-19 interfirió tanto con la aplicación de la ley como con la investigación, así que ahora mismo no hay estadísticas actuales del tráfico.
Una amenaza creciente
Los primeros informes de contrabando surgieron en 2003. Las redes del crimen organizado en Surinam orquestaban ventas de dientes y garras de jaguar a compradores chinos. Como quedan pocos tigres salvajes en Asia, se venden partes de jaguar como sustitutos de tigre en la medicina china, dice Dora Arévalo Valencia de la WCS, cuyo trabajo se centra en el tráfico de vida silvestre en América del Sur. Enseguida, la carne (un manjar) y la pasta (hecha al hervir un cadáver durante cinco días y que luego se usa como un supuesto tratamiento para el reumatismo y la carencia de vigor sexual) también se convirtieron en bienes altamente comerciales.
Después, la caza furtiva se disparó en Bolivia. La gente del lugar, los madereros y los mineros de oro empezaron a matar jaguares y quedarse con sus partes para “cuando pasen los chinos”, dice Esteban Payán, biólogo y miembro del Grupo de Especialistas en Felinos de la Comisión de Supervivencia de Especies de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Algunos compradores empezaron a hacer pedidos a los cazadores, una práctica que más tarde encontramos con la comunidad Boras en Perú.
En 2017, la estación de radio Red Patria Nueva difundió un anuncio de alguien que buscaba colmillos de “tigre” (como le dicen en algunas zonas al jaguar), “preferiblemente largos y limpios”. Los colmillos, las garras, la piel y los genitales de un jaguar se pueden vender por hasta 3 000 dólares en Bolivia. Eso son órdenes de magnitud superiores al salario normal de un mes y una fracción del precio que piden en Asia.
Bolivia ha presentado 57 casos de contrabando de jaguares desde 2014, con dos incautaciones adicionales en China. Sin embargo, los cientos de colmillos confiscados en los últimos años representan solo una fracción del comercio, y los jaguares son solo una de las muchas especies amazónicas objetivo de los cazadores furtivos. En una redada en 2018, la policía boliviana confiscó partes de unas 54 especies, incluidas serpientes y armadillos, arrestaron a dos personas de nacionalidad china y un boliviano, según un informe de la UICN. Hace cinco años, la WCS identificó 383 especies de animales traficadas desde Perú. Un estudio de 2021 que se centraba estrictamente en el mercado de Belén de Iquitos contó 205 especies.
Los animales son transportados de todas las formas imaginables, bajo unas condiciones espantosas. Son hacinados sin comida ni agua, en temperaturas extremas, apenas pueden respirar. Los contrabandistas los meten en los huecos de las ruedas, botellas de agua, bolsas de plástico. Sujetan huevos o animales pequeños con cinta adhesiva debajo de la ropa o los esconden en maletas. Son transportados por motocicleta, camión, automóvil, avión, tren, contenedor de envío, mensajería internacional o a través del correo. Yovana Murillo, de la WCS, estima que la mayoría, hasta el 90 %, muere durante la captura o en tránsito.
Fauna extraída de bosques y ríos
Si bien se desconoce la verdadera escala de cualquier actividad ilegal, un análisis de 2017 para el Convenio sobre la Diversidad Biológica (CBD, por sus siglas en inglés) ofreció una visión del cambiante comercio del Amazonas. Las cantidades conocidas eran asombrosas. En aquel momento, 12 000 loros vivos de unas 50 especies se exportaban cada año. Los guacamayos están muy demandados, dice Pauline Verheij, experta en crímenes forestales y de la vida silvestre de la organización sin ánimo de lucro EcoJust. En un caso, una mujer china fue detenida en Taiwán cuando llevaba 49 huevos de guacamayo jacinto en una bolsa de mano con calefacción, que transportaba para su tío, quien traficaba aves de Paraguay a China.
Verheij señala que Surinam y Guayana “destacan cuando se trata de exportaciones de aves, reptiles y anfibios vivos y de origen silvestre”. Los osos de anteojos también están en el punto de mira, se les mata por sus vesículas biliares que se utilizan en la medicina tradicional china como una supuesta cura para numerosas afecciones. Una sola vesícula biliar puede venderse por 150 dólares —cinco veces el salario mensual medio en Ecuador—. Las patas de oso, consideradas un manjar, alcanzan 20 dólares cada una.
También hay un próspero mercado asiático para los peces de acuario, dice Ferreira de FREELAND. En 2017, solo la región de Loreto de Perú exportó 2,7 millones de dólares en peces principalmente a China (sobre todo a través de Hong Kong) y a Japón. La porosa zona de triple frontera entre Colombia, Perú y Brasil es un punto crítico para el contrabando. Allí, los pescadores atrapan con sus redes los más populares para los acuarios y los intermediarios falsifican el papeleo, que los identifica como especímenes criados en cautiverio. Algunos transportan especies protegidas a Perú, donde las restricciones son más flexibles.
El año pasado, en la redada al tráfico de la Operación Horus, las autoridades brasileñas incautaron 7 300 peces de agua dulce ornamentales que encontraron a bordo de un barco en Manaos, en el corazón de la Amazonía. Unos 50 recipientes de plástico contenían tetras cardenales de color rojo y azul brillante, peces cuchillo, peces lápiz iridiscentes y más. El botín fue valorado en 36 000 dólares. En 2019, como parte de la Operación Killifish, la policía federal brasileña interceptó 32 paquetes de huevos de killis, incluidas variedades amenazadas, con destino a Asia, Europa y Estados Unidos.
El informe del Convenio sobre la Diversidad Biológica contabilizó hasta 30 000 peces arapaima que se enviaban a Honk Kong cada año. También conocidos como pirarucú, están entre los peces da agua dulce de mayor tamaño y se exhiben en tanques y estanques. Otro pez popular entre los coleccionistas es el inmenso y reluciente arowana plateado, el cual evoca a los dragones representados en el folclore asiático cuando ondula por el agua, se cree que tiene poderes mágicos para mantener alejados a los espíritus malignos y atraer buena suerte, felicidad y riqueza. Es casi imposible medir cuánto han disminuido sus poblaciones o el actual estado de conservación de estos y otros peces que viven en estos ríos oscuros y turbios.
América Latina también se ha convertido en el último proveedor de tortugas a China. Antes solo se comían en excepcionales banquetes festivos, ahora se han convertido en una comida casual y asequible. Estos reptiles también son un ingrediente de la medicina tradicional y mascotas populares. “En la actualidad, cientos de tortugas son recogidas ilegalmente… y se sacan clandestinamente a través del rio Amazonas por Perú y otros países”, dice Payán.
En una incautación en 2019, la policía medioambiental boliviana recibió un aviso de una empresa de paquetería sobre tres paquetes sospechosos. Dentro, encontraron bolsas de plástico rellenas con 1 359 tortugas matamata que se venden como mascotas por cuantiosas sumas.
En Perú, un proyecto de conservación que lleva décadas en funcionamiento permite a las comunidades locales vender un porcentaje de tortugas taricaya criadas en viveros y liberar el resto. Sin embargo, se venden más de las que pueden producir los viveros. Desde 2010 hasta 2018, Hong Kong importó 1 802 369 tortugas taricaya, dice Valencia, de la WCS. Eso provocó investigaciones sobre el contrabando y el blanqueo de dinero. La cuenta de un exportador latinoamericano tenía 6 millones de dólares provenientes de China.
Muchas otras especies amazónicas son traficadas a Asia: ranas, lagartos, abaniquillos, caimanes, monos, iguanas, pájaros cantores y más. Los ciudadanos chinos también están impulsando la caza a gran escala de carne de animales silvestres. Un ejemplo, revelado en publicaciones de Facebook, expuso que se estaban matando cocodrilos “a manos de la Corporación de la Construcción Ferroviaria China”. La empresa está construyendo la carretera Vía Rurrenabaque de 595 kilómetros en Bolivia. En un informe de la UICN de 2019, el biólogo boliviano Nuno Soares divulgó que los trabajadores chinos contrataron a gente del lugar para cazar de todo, desde venado, tayasuidos, armadillos, tapires y monos hasta tortugas y serpientes.
Un comercio lucrativo, impulsado por la corrupción
El terreno abrupto y las fronteras porosas facilitan los cargamentos ilegales a China. “Todo lo relacionado con el bosque —su tamaño, lo difícil que es moverse por él, lo húmedo y caluroso que es— hace que el cumplimiento de la ley mucho más difícil”, dice Ferreira.
Es un problema que lleva décadas plagando a las autoridades. Un policía forestal boliviano describió la dificultad a periodistas de la BBC: “Podemos llegar a pie y [los comerciantes] se van en helicópteros o avionetas, o por barco río abajo. Sabemos lo que están haciendo, pero ¿qué podemos hacer para detenerlo?”
Una investigación publicada por la organización sin ánimo de lucro Earth League International (ELI) y la UICN en 2020 informaba que “criminales operan rutas establecidas y a veces sobornan a altos funcionarios de la policía”. Otras investigaciones han encontrado corrupción a casi todos los niveles, con funcionarios gubernamentales, policiales y aduaneros, e incluso fiscales bajo investigación, según Mongabay.
El informe de ELI y UICN identificó, al menos, a tres organizaciones criminales transnacionales que operan en Bolivia, incluida Putian Gang, una filial sudamericana de la mafia china de Fujian. Sin embargo, Colombia tiene las estructuras criminales más fuertes de América del Sur, forjadas durante décadas de guerra civil.
Funciona de la siguiente manera: los intermediarios se ponen en contacto con cazadores y transportistas y hacen los pedidos. Establecen centros regionales de recogida de animales, administran los sobornos, y mueven su mercancía viva o muerta, de las selvas hasta las fronteras mal custodiadas y de ahí a aeropuertos y puertos marítimos.
Los exportadores emplean un amplio repertorio de tácticas para traficar especies prohibidas, con grandes cargamentos que requieren un nivel de organización y asistencia más alto. Los contrabandistas intercalan animales amenazados o capturados en la naturaleza entre aquellos que se comercializan legalmente o criados en cautiverio. Envían animales por mensajería, se confabulan con empleados de la aerolínea o la naviera para cambiar las cajas una vez pasada la inspección, u ocultar animales o sus partes en compartimentos secretos dentro de contenedores de envío. Los traficantes a menudo utilizan documentos incorrectos, alterados o falsificados para facilitar el transporte.
Las redes criminales y los empresarios ilícitos utilizan con frecuencia empresas fantasma para acelerar lucrativos envíos al extranjero. Por ejemplo, una investigación de 2021 reveló que al menos dos de los más de 20 exportadores con licencia de Loreto son sociedades ficticias que utilizan los traficantes. La mayoría de las otras han sufrido redadas por comercio ilegal, aun así, siguen en activo.
InSight Crime cita a un exfuncionario brasileño sobre un negocio de acuarios altamente lucrativo: “Los exportadores podrían ganar hasta 10 millones de dólares sin que se rastree ninguno de los peces que envían al extranjero”.
Mientras que los criminales están bien financiados, los agentes encargados de hacer cumplir la ley no lo están: “Muchos aeropuertos ni siquiera tienen una [máquina] de rayos X para el equipaje”, dice Ferreira de Freeland, y al menos hasta 2019, había solo 50 funcionarios encargados de la vida silvestre en Bolivia para proteger un área dos veces mayor que España.
Adrian Reuter, coordinador regional del tráfico de vida silvestre de América Latina para la WCS señala que pocos inspectores de aduanas tienen una amplia formación o los conocimientos necesarios para reconocer la inmensa cantidad de especies que se trafican de la cuenca del Amazonas. Animales que se extraen de su entorno salvaje y descuartizan, se convierten en joyas o se venden como animales muy jóvenes (como crías de pez translúcidas y minúsculas, una fracción de una pulgada de largo) pueden ser casi imposibles de identificar para cualquiera, excepto expertos.
Esos pocos traficantes aprehendidos generalmente apenas reciben una llamada de atención —una multa— dice Reuter. Añade que “incluso si está en la legislación, no irás a la cárcel, o puedes encontrar la manera de evitarlo”.
Normalmente, los principales responsables del contrabando evitan ser arrestados, y “la guerra se lleva a cabo en el nivel equivocado”, según Interpol. “Perseguir implacablemente al ‘ejército de hormigas’ —los cazadores furtivos, transportistas, oficiales de aduanas corruptos individuales— tiene muy poco impacto en el comercio global de productos medioambientales ilícitos”.
El comercio continúa intensificándose, dice Payán, el biólogo de felinos.
Abordar la amenaza
El contrabando de vida silvestre se ha elevado al nivel de un problema serio de seguridad nacional en unas pocas naciones del Amazonas, incluida Colombia. Sin embargo, el progreso sigue siendo escurridizo y luchar contra él es peligroso para las fuerzas de seguridad y la población local. En Iquitos, los funcionarios nos dijeron que han sido rodeados por vendedores hostiles cuando entraban a los mercados al aire libre.
“Es muy importante para los países reconocer que el contrabando de vida silvestre es crimen organizado… para que se puedan utilizar las mismas herramientas para combatirlo”, dice Reuter.
Las conferencias regionales de alto nivel han empezado este proceso. En 2019, 20 países latinoamericanos firmaron la Declaración de Lima, con la resolución de combatir los delitos contra la vida silvestre con leyes más fuertes, mejor ejecución e inteligencia compartida. En una segunda conferencia, en abril de 2022, bancos y empresas de transporte firmaron compromisos para ayudar a prevenir el tráfico.
Esta incipiente cooperación internacional es crítica, dice Ferreira. “La naturaleza no conoce fronteras políticas, y ciertamente tampoco los cazadores furtivos”.
Hay otras iniciativas para desarrollar la coordinación regional, incluido el Consorcio Internacional para Combatir los Delitos contra la Vida Silvestre, formado por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, y el sistema mundial de comunicación policial I-24/7 de Interpol. A principios de este año, Colombia y Perú acordaron reforzar la lucha contra el crimen organizado transnacional. La Coalición para Acabar con el Tráfico de Vida Silvestre en Línea, un grupo de empresas y organizaciones de conservación, están colaborando para cerrar mercados en la web. Ferreira es parte de un nuevo grupo de investigación especial para contrarrestar el tráfico de jaguares.
El daño potencial al bioma del Amazonas podría ser de gran alcance. Ferreira llama al mercado negro del comercio de vida silvestre “una de las mayores amenazas a la biodiversidad”. En su trabajo en Brasil, ha visto de primera mano cómo “extraer” vida silvestre perturba los sistemas biológicos entrelazados, con devastadores daños colaterales. “Puede colapsar los ecosistemas de los que dependemos”, dice Ferreira.
Por ahora, todavía hay esperanza. Expertos señalan que un segmento cada vez mayor de la sociedad china está a favor de un aumento de las protecciones de la vida silvestre, y aún se está a tiempo de cambiar de rumbo. “No hemos llegado a un punto de crisis afín a lo que está ocurriendo en Asia y África”, dice Elizabeth Bennet de la WCS, que añade que “podríamos hacerlo si no actuamos”.