Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo el pueblo mapuche vivía rodeado de bosques de araucarias o pehuenes y se reunían bajo estos árboles a rezar y hacer ofrendas, pero no cosechaban sus frutos pensando que eran venenosos. Hasta que durante un crudo invierno cuando sus provisiones se habían acabado y los ríos se encontraban congelados, gran parte de la población comenzó a morir de hambre. Entonces el Lonko, jefe de la comunidad, envió a los jóvenes a buscar alimento en las regiones vecinas.

Entre ellos se encontraba un niño que tras días recorriendo los terrenos congelados sin encontrar nada, había perdido las esperanzas de llevar algo de alimento de vuelta al pueblo, hasta que en el camino se encontró con un anciano. Le comentó su situación y el anciano le preguntó: ¿No son suficientemente buenos para ustedes los piñones? Y le contó que una sola piña de estos frutos podía alimentar a una familia completa. Sólo había que tostarlos o cocerlos en agua.

Tostando piñones. © Felipe Bengoa
Tostando piñones. © Felipe Bengoa

Haciendo caso al anciano, el niño recogió la mayor cantidad de piñones que pudo y los llevó al pueblo contando la historia del anciano. Lonko al escucharlo, comprendió que aquel anciano no podía ser otro que el Dios Nguenechen que había bajado a ayudarlos e hicieron caso a sus instrucciones. Desde ese día, se dice que los mapuches viven junto al árbol del pehuén y que se llaman a sí mismos pehuenche y que nunca más pasaron hambre.

Bajo amenaza

La población de Araucaria Araucana se encuentra sólo en Chile (75%) y Argentina (25%) © Martín del Río
La población de Araucaria Araucana se encuentra sólo en Chile (75%) y Argentina (25%) © Martín del Río

Estos árboles milenarios sagrados para la cultura mapuche y declarados como Monumento Natural de Chile en 1990, lamentablemente se encuentran en peligro. Y dentro de sus mayores amenazas están los incendios forestales. En las últimas décadas los bosques nativos de la cordillera de los Andes han sufrido innumerables incendios que han causado estragos en las poblaciones de especies como la lenga, los cipreses, cigües y araucarias. Y sólo hace falta recordar un par de ellos para imaginar el impacto que han tenido en esta especie que llega a vivir hasta alrededor de 2.000 años.

El incendio que el año 2002 afectó las provincias de Malleco y Cautín y que alcanzó también al Parque Nacional Tolhuaca, fue uno de los mayores incendios en los últimos 50 años en la Araucanía y arrasó con 20.000 hectáreas de bosques destruyendo al 70% de su población de Araucaria Araucana y Nothofagus.

A 10 años del incendio del Parque Nacional Tolhuaca. Una araucaria solitaria al medio de sus hermanas quemadas. ©PatoNovoa
A 10 años del incendio del Parque Nacional Tolhuaca. Una araucaria solitaria al medio de sus hermanas quemadas. ©PatoNovoa

Por su parte durante el incendio de la reserva China Muerta y el Parque Nacional Conguillío el 14 de marzo de 2015 se perdieron cerca de 2.900 hectáreas de bosque de Araucarias y Nothofagus y días después otro incendio en la Reserva Nacional Malleco y el Parque Nacional Tolhuaca el 25 de marzo del mismo año, sumaron una destrucción de alrededor de 6.000 hectáreas de bosques, mermando aún más la población de este especie que según el IUCN ya se encuentra en peligro de extinción, mientras que en Chile recién se discute el cambio de su estatus de “vulnerable” a “en peligro de extinción”.

Los incendios sin duda están peligrando la existencia de estos árboles sagrados para la cultura mapuche, pero hoy las araucarias se encuentran ante una nueva amenaza aparentemente sin precedentes: una extraña enfermedad que seca primero sus ramas superiores hasta matarla.

La extraña enfermedad que está matando a las araucarias

Chile posee 250 mil ha de araucarias principalmente entre las regiones del Biobío y la Araucanía. ©lautaroj
Chile posee 250 mil ha de araucarias principalmente entre las regiones del Biobío y la Araucanía. ©lautaroj

Como si sobrevivir al incendio de marzo de 2015 en la Reserva China Muerta donde se perdieron 500 mil araucarias no fuera suficiente, en enero de este 2016 la CONAF descubrió que algunas de las sobrevivientes en la reserva presentaban una extraña condición. Mientras lo normal es que las araucarias presenten resequedad en algunas de sus ramas inferiores a modo de mecanismo de poda natural, algunos ejemplares habían perdido el color verde de sus ramas superiores y medias, una condición que continuaba expandiéndose por el árbol hasta matarlo.

De inmediato CONAF envió a un grupo de expertos en sanidad forestal a las zonas de Malalcahuello, laguna Galletué y Lonquimay para determinar si había allí también especies afectadas y de ser así, cuál era la magnitud y alcance del daño. Pronto descubrirían que esta enfermedad se expandía por un extenso territorio  y que también afectaba a las araucaria araucana de Argentina.

El biólogo del Parque Nacional Lanín en Argentina, Javier Sanguinetti, aseguró que esta enfermedad afectaba a algunos ejemplares especialmente en el área de Tromen con cierta gravedad,  mientras que dentro del Parque Nacional Lanín, había individuos aislados.

En Chile, según un informe preliminar entregado en septiembre, se estima que un 50% de las araucarias en la región del BioBío presentan daño foliar, es decir de las 30 mil hectáreas de araucarías en el Bío Bío, alrededor de 15 mil de ellas presentaron síntomas.

Las teorías detrás de esta enfermedad

Araucaria hembra. ©Cristián Rojas
Araucaria hembra. ©Cristián Rojas

Desde que se descubrió esta condición de las araucarias, se han realizado una serie de monitoreos para determinar sus causas y encontrar una posible cura. Incluso se han enviado muestras de hongos y dos bacterias no reconocidas a Corea del Sur, según ha informado Luis Duchens, encargado del departamento de Sanidad Forestal de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) y quien coordina las investigaciones para determinar qué está afectando a este árbol milenario.

«En muchas ocasiones aparecen insectos o agentes patógenos que no están reconocidos y por lo tanto es necesario sacar una muestra molecular, con la finalidad de enviarlas fuera del país, donde existen amplias bases para el reconocimiento de especies nuevas. A Corea se enviaron tres muestras, una de hongo y dos de bacterias, que están en proceso de análisis», corroboró la jefa de comunicaciones de CONAF, Mariela Espejo.

Además se ha conformado un grupo de trabajo de 12 organismos públicos, privados y académicos para realizar análisis de muestras –que realizan el SAG y expertos de la universidad de Concepción–, vigilancia y catastros a nivel nacional.

Si bien aún no se han determinado las causas de esta condición que afecta a las araucarias, hasta el momento han surgido algunas hipótesis que consideran la posible influencia del cambio climático. Se cree que la sequía y estrés hídrico que ha experimentado el país en los últimos años, han dejado a estos árboles milenarios más débiles y propensos a contraer enfermedades. Y por otro lado, esta misma falta de precipitaciones contribuye probablemente al aumento de las poblaciones de insectos y/o hongos que habitan en ellos.

«A la fecha han sido detectados una serie de agentes, donde destacan insectos nativos tales como Hylurgunotus antipodus, Sinophloeus destructor, Xylechinosomus bicolor, Araucarius minor, todos Curculiuonidos asociados a la araucaria, así como agentes patológicos tales como Caliciopsis brevipes, que produce una hipertrofia en las hojas de la araucaria, con alta ocurrencia, pero hasta el momento no se ha identificado a ninguno de estos organismos como el agente primario del problema», dijo a LS Mariela Espejo quien además aseguró que este es un proceso largo y que «por experiencias anteriores, puede requerir hasta diez años de investigación para descubrir la causa de la enfermedad«.

Por el momento sólo queda esperar. Esperar a que los expertos determinen el origen de este padecimiento y encuentren una solución y que las autoridades en 2017 la declaren como una especie en peligro de extinción para que obtenga un mayor grado de protección. Solo así podríamos evitar la desaparición de esta especie milenaria.

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