Por miles de años, las llamas han sido un símbolo de la cultura andina, cumpliendo funciones de transporte, agricultura, e incluso siendo cazadas por su piel y carne. Sin embargo, un estudio publicado por la revista Plos One demuestra que la relación entre un pueblo prehispánico y estos camélidos llegaba incluso a ser un vínculo más espiritual.

Nosotros llegamos a este hallazgo arqueológico en el año 2015, ya que se estaba construyendo la doble vía de la ruta 5 de la carretera panamericana, entre las ciudades de La Serena y Vallenar. Entonces cuando empezaron a construir aparecieron osamentas humanas”, relata Paola González, arqueóloga y co-autora del estudio. En el sitio se encontraron los restos de 57 camélidos diferentes enterrados junto a seres humanos pertenecientes a la cultura diaguita, en El Olivar, Región de Coquimbo.

Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González
Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González

Según señala el estudio, este descubrimiento cuestiona la cronología establecida hasta ahora, que a atribuía a la influencia inca el inicio del uso de llamas con fines de transporte, agricultura, etc. en los pueblos prehispánicos de la zona. En cambio, este hallazgo proporciona “la primera evidencia sólida de camélidos domesticados (Lama glama) en la región semiárida de Chile”, según se explica en el paper.

El sitio arqueológico tiene una extensión total de unas 25 hectáreas. González afirma que el sitio del hallazgo no es solo un cementerio, sino que también “un asentamiento humano que se ocupó durante 400 años de época prehispánica”. Además, la experta agrega que, gracias a los objetos encontrados, pueden asegurar que la zona fue el hogar del pueblo diaguita: “Desde muy temprano se encuentran vasijas de estilo diaguita, y en general está representado tanto el periodo pre-incaico y como el encuentro entre diaguitas e incas”.

Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González
Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González
Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González
Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González
Entierro 82 El Olivar. Cortesía de Paola González
Entierro 82 El Olivar. Cortesía de Paola González

Patricio López Mendoza, arqueólogo y autor principal del estudio, explica que a pesar de que el entierro de humanos y camélidos es una práctica relativamente común en grupos prehispánicos de Chile y otras áreas de los Andes, el caso particular de los restos encontrados en El Olivar es especialmente llamativo. Esto se debe a que los animales rodeaban a los cuerpos humanos. Según detalla López, estos camélidos cumplían con el rol de “conducir a los difuntos, o a sus almas, al más allá”.

Para López, la idea de que estos animales sean “psicobombos” —“guía de alma”, en griego— para el pueblo diaguita no es descabellada. Incluso le recuerda al mito andino del Yastay, un ser mitológico con apariencia de un gran camélido blanco que protege a las manadas de animales de los cazadores ilegales. 

Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González
Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González

Se identificaron casos en los que se hallaron dos especímenes de llamas enterradas por humano. Al respecto, los diferentes análisis que se llevaron a cabo de los restos reflejaron un trato especial de cuidado a los animales de mayor edad. Esto ya que, según la investigación, dos de estos ejemplares presentaban polidactia, es decir, la presencia de un dedo más, que puede dificultar la movilidad de los camélidos y causar infecciones. Sin embargo, que ambos animales hayan alcanzado la edad adulta, unido a que el análisis isotópico de sus dientes sugiere que fueron alimentados con alimentos cocinados, refleja un trato doméstico.

El Olivar, un reflejo único de la cultura diaguita

A pesar de lo llamativo del hallazgo de los camélidos, López señala que esta no fue la única sorpresa que El Olivar trajo a los investigadores. Aunque el estudio recientemente publicado se enfocó exclusivamente en los restos de llamas domésticas encontradas, también fue posible desenterrar restos de otros animales que se encontraban junto a los cuerpos humanos. Entre estos, López menciona restos de perros domésticos, peces, aves, anfibios e incluso dientes de tiburón extinto.

Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González
Sitio arqueológico El Olivar. Cortesía de Paola González

Siendo para ambos expertos un sitio extremadamente complejo en cuanto a sus evidencias culturales, destacan la aproximación multidisciplinar que se ha tomado en El Olivar, la cual ha permitido obtener información desde diversos ángulos como el estudio de las paleopatologías, la arqueobotánica, o el análisis del uso metalúrgico y alfarero del pueblo diaguita, consiguiéndose estudiar 172 vasijas completas gracias a la restauración.

María Angela Peñaloza, quien participó del análisis de los restos, señala que por el momento se ha intervenido una pequeña parte del sitio, quedando mucho material aún por estudiar. “A la vez, los materiales que ya han sido analizados pueden volverse a estudiar a futuro con nuevas metodologías y preguntas de investigación. En ese sentido la Arqueología es una ciencia en permanente desarrollo”, concluye la experta.

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