En 1983, durante el Segundo Encuentro de Organizaciones y Movimientos de América realizado en Tiwanacu, Bolivia, se estableció que cada cinco de septiembre se conmemora el Día Internacional de la Mujer Indígena en honor a Bartolina Sisa.

Créditos Gettyimages
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Bartolina Sisa, boliviana declarada heroína nacional aymara en el 2005, es una de las mujeres más emblemáticas de las luchas anticoloniales en América Latina del siglo XVIII. Sisa observó la explotación que sufría su pueblo a manos de los españoles y decidió alzarse contra el Estado Colonial.

Se unió a su esposo, Julián Azapa o también conocido como Tupac Katari, y juntos formaron la organización armada “¡Somos Kataris!”. Sisa fue nombrada Virreina de los aymaras, fue consejera del movimiento katarista y preparó el Primer Cerco a los españoles en La Paz. Para esto último comandó a un ejército indio de más de 40 mil personas, que sitiaron La Paz por más de seis meses.

Meses después fue traicionada y entregada a los conquistadores. La encerraron y torturaron, pero la historia asegura que nunca delató a nadie más. Katari intentó liberarla en un Segundo Cerco, sin embargo también lo traicionaron. Sisa presenció el descuartizamiento de su marido y casi un año después ella corrió la misma suerte. 

Fue expuesta desnuda, atada a la cola de un caballo con una soga al cuello y arrastrada por toda la ciudad. Luego fue ahorcada, y no encontrándose satisfechos, los conquistadores clavaron su cabeza en manos y picotas para exhibirla.

Ilustración de Bartolina Sisa. Créditos Carolina Robles
Ilustración de Bartolina Sisa. Créditos Carolina Robles

Por estos motivos, esta efeméride busca reconocer «la honra que merecen las mujeres portadoras de la herencia cultural y ancestral de estas comunidades; así como también de aquellas que murieron en la lucha contra la discriminación y los abusos cometidos a este género y etnia durante la historia», como indica el Instituto Nacional de Lenguas Indígenas de México.

La situación actual de las mujeres indígenas en Latinoamérica

El Servicio Nacional del Patrimonio Cultural de Chile indica que, hoy en día, «las mujeres indígenas comparten dolores y luchas comunes. Han debido enfrentar realidades vinculadas a la discriminación, desplazamiento y resistencia. Sin embargo, son ellas quienes mediante la práctica y conservación de las culturas de sus pueblos y comunidades, han desafiado las fronteras de género, asumiendo roles de liderazgo en sus localidades, organizaciones y familias. En este rol, las mujeres han contribuido no sólo a preservar la herencia de sus antepasados, sino que a ganar nuevos espacios de participación dentro de sus pueblos».

A fines de 2023, ONU Mujeres, una entidad de la Organización de las Naciones Unidas, calculó que hay 476.6 millones de personas indígenas en el mundo, de los cuales más de 238.4 millones son mujeres.

Desde la identidad también hacen hincapié en que «las brechas de desigualdad en América Latina y el Caribe atentan gravemente contra la autonomía de las mujeres, situación que se agrava en el caso de las mujeres indígenas. Las mujeres, incluyendo las mujeres indígenas, no son un grupo minoritario. Representan, al menos, la mitad de la población. Las mujeres, y también las mujeres indígenas, representan mayorías«.

Cumbre de Mujeres Amazónicas en Colombia. Créditos COICA
Cumbre de Mujeres Amazónicas en Colombia. Créditos COICA

«El activismo medioambiental como entre otras cosas para las mujeres siempre es más complejo, ya que nos vemos expuestas a un sin número de ataques, por redes sociales, como también en las cuales el cuerpo y la vida se ven amenazados sobre todo en los territorios, cuestión que es aún más grave para defensoras indígenas«, explica Pamela Poo, politóloga, activista y experta en políticas públicas en materia medioambiental. «A su vez, aquello se complejiza cuando la mayoría de las mujeres realizan labores de cuidado por lo que hay que buscar horarios y espacios que permitan compatibilizar el activismo y la vida misma», asegura.

Hablando sobre su propia experiencia, la analista, que lidera la Fundación Ecosur, señala que «como defensora del medio ambiente, esto ha sido de dulce y de agraz, ya que han habido momentos complejos en cuanto a algunas opiniones que he realizado o políticas que he defendido, de todas maneras lo importante para mí es que hemos estado ahí, para apoyar a las comunidades, prender algunas alertas e interpelar al poder. Además a esta altura he logrado compatibilizar mi activismo, con la vida laboral y familiar, en donde he tenido la suerte de contar con una red de apoyos desde la familia y grandes amistades que siempre han apoyado y colaborado en sostener mi activismo».

Un artículo para Mongabay Latam, escrito por Vanessa Romo Espinoza y Gloria Alvitres, indica que hay una situación que significa un triple riesgo: ser mujer, indígena y defensora ambiental en América Latina. Esto, como especifican en el mismo artículo, se debe a que «quince defensoras latinoamericanas de ambiente y territorio fueron asesinadas en el 2020, siete de ellas eran indígenas, de acuerdo con el informe anual de Global Witness».

Mariana Cruz Astudillo es mujer colla, abogada y directora ejecutiva de la ONG Ceus Chile, organización que busca incidir políticamente en temas de sustentabilidad, medio ambiente y crisis climática. En cuanto a la importancia de la conmemoración del Día Internacional de las Mujeres Indígenas, cree que «es necesario relevar a la mujer indígena como una guardiana, promotora de las culturas a las que pertenece y como protectora de la naturaleza y los ecosistemas».

Aunque no se define como defensora ambiental, la principal razón por la que la abogada empezó su activismo ambiental fue «llevar lo que significa para mi cultura y para mi familia nuestra relación con nuestra tierra. El traspaso cultural, la forma en la que crecí y la relación que tengo con la naturaleza quiero traspasárselas a mi comunidad, a mis hijos. Crecí con eso y con la necesidad de hacer algo para mantenerlo», explica.

«Coincido totalmente con la idea de que es un triple riesgo ser mujer indígena y defensora del medioambiente. La mayoría somos mujeres que vivimos en los territorios y que nos enfrentamos a las amenazas constantemente», finaliza Cruz Astudillo.

A continuación te dejamos con cuatro historias de mujeres indígenas que también son lideresas medioambientales y defienden sus territorios en América Latina, destacadas por Mongabay Latam.

Ruth Alipaz

Alipaz es la representante de la Coordinadora Nacional de Defensa de Territorios Indígenas Originarios Campesinos y Áreas Protegidas (Contiocap). Ella encabeza la lucha del pueblo uchupiamona, ubicado en el valle del Rio Tuichi en Bolivia, en contra de un proyecto hidroeléctrico que, en cualquier momento, podría inundar su territorio y el de otras comunidades indígenas.

Ruth Alipaz en una audiencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2019. Créditos ANF
Ruth Alipaz en una audiencia del Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2019. Créditos ANF

Se trata del proyecto dos megarepresas seguidas entre los territorios del parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi y la Reserva de la Biósfera y Territorio Indígena Pilón Lajas. El proyecto pondría en riesgo la cuenca amazónica del río Beni, que alberga a más de 5 mil indígenas.

Recientemente, se unió a la lucha en contra de la explotación de recursos naturales y evitar la deforestación de los bosques del país. En 2019 expuso la situación en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en Nueva York.

Josefina Tunki

Fue elegida como la primera presidenta del Pueblo Shuar Arutam (PSHA), en Ecuador, una organización indígena que reúne a más de 12 mil personas residentes de la Cordillera del Cóndor. Este sector está brutalmente amenazado por la industria minera, pero Tunki es una de las voces que defienden las montañas y bosques que sus antepasados han cuidado por siglos.

Josefina Tunki, la primera dirigente en presidir el Pueblo Shuar Arutam y referente de varias mujeres indígenas en Ecuador. Créditos pueblo Shuar Arutam para Mongabay Latam
Josefina Tunki, la primera dirigente en presidir el Pueblo Shuar Arutam y referente de varias mujeres indígenas en Ecuador. Créditos pueblo Shuar Arutam para Mongabay Latam

Según indican desde Mongabay Latam, desde los años noventa, el Estado ecuatoriano ha entregado 165 concesiones mineras que ocupan el 56% de las 230 mil hectáreas de territorio del PSHA. En la Cordillera del Cóndor, estas empresas explotan cobre, oro y molibdeno, sin embargo, contaminan los ríos y destruyen uno de los ecosistemas más ricos en biodiversidad de Ecuador.

Tunki ha denunciado que ha recibido amenazas de muerte desde las empresas de minería a gran escala, pero explica que no tiene miedo. Le preocupa el bienestar de su comunidad. “Lo que más me preocupa es que en el rato menos pensado puede haber desalojos o confrontaciones”, comentó para Mongabay Latam en 2021.

Marisol García Apagüeño

Fue la primera y única dirigente mujer en asumir un cargo en la Federación de Pueblos Indígenas Kechua Chazuta Amazonas (Fepikecha), en la región de Bajo Huallaga de San Martín en plena Amazonía del Perú. Es la voz de al menos 14 comunidades amenazadas por el tráfico de madera y el narcotráfico.

La defensora ambiental kichwa Marisol García en su comunidad. Créditos Marisol García para Mongabay Latam
La defensora ambiental kichwa Marisol García en su comunidad. Créditos Marisol García para Mongabay Latam

Estuvo encargada también de crear una radio comunitaria, Voces de la Selva Fepikecha, creada para la difusión de problemáticas y recibo de denuncias de la comunidad kichwa ante las actividades ilícitas que se desarrollan en sus territorios: los cultivos de coca y el robo de madera de las forestales peruanas.

Además, hizo público que ninguna de las comunidades de las que ella es vocera tienen los títulos de las propiedades, ni que tres de ellas ni siquiera están reconocidas como indígenas. García Apagüeño exclamó que su comunidad llegó mucho antes a estas tierras, «hemos llegado a esta tierra antes que cualquier legislación incluso, por eso tenemos derecho».

María Célsida Biguidima

En Puerto Leguízamo, departamento del Putumayo en Colombia, Biguidima reunió a un grupo de 22 mujeres para crear un semillero y reproducir la palma de canangucha (Mauritia flexuosa), una especie fundamental para la cultura murui-muina y que ha sido deforestada en el país.

María Célsida Biguidima y frutos de canangucha. Créditos César David Martínez
María Célsida Biguidima y frutos de canangucha. Créditos César David Martínez

Su comunidad le llama a la palma de canangucha «el oro de los humedales». Se trata de una especie de palmera que puede llegar a medir 35 metros de altura y que habita en la Amazonía. Sus frutos, rojos y escamosos, son parte fundamental de la dieta de este pueblo indígena, y las hojas y cortezas las utilizan en la creación de sus trajes artesanales.

Para proteger a esta especie tan importante para la cultura indígena colombiana, crearon un «semillero» o vivero comunitario. En menos de un año desde que empezaron el proyecto pudieron reproducir más de dos mil ejemplares. Biguidima cree y defiende que la canangucha es la esencia misma del pueblo murui-muina.

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