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Deporte en el mar de Juan Fernández: así se vivió el reciente torneo internacional de apnea en profundidad que se llevó a cabo en Robinson Crusoe
A fines de marzo, Ladera Sur visitó la isla de Robinson Crusoe, gracias a la invitación de Marenostrum Expediciones y la Fundación Islas de Nazca, para presenciar la tercera edición del torneo internacional de apnea Pacífico Profundo, que por primera vez se realizó en el Archipiélago de Juan Fernández. Durante cinco días, tuvimos un acercamiento a lo que es visitar la isla, en medio de una experiencia que reunió a 18 deportistas de Chile, Colombia, Argentina y Venezuela. ¿En qué consiste la apnea profunda y cómo se vive la experiencia de un campeonato en medio del Pacífico? Aquí te lo contamos.
Cerca del mediodía, la isla se asomaba a través de la ventana de los pilotos del Piper Chayenne que nos transportaba. Despejada, se veían sus relieves y colores, alumbrados por un sol que daba la bienvenida a la isla Robinson Crusoe. Aterrizamos en medio de un desértico paisaje. Era la zona oeste de la isla que, más tarde, un isleño llamaría “el desierto de Atacama” de este lugar insular, ubicado a 670 kilómetros del continente.


Los seis pasajeros de ese avión veníamos con un fin en común: asistir a la tercera edición del torneo internacional de apnea profunda “Pacífico Profundo”, que por primera vez se desarrolló en el Archipiélago de Juan Fernández. El evento, de la Asociación Internacional para el Desarrollo de la Apnea (AIDA), fue organizado por Marenostrum Expediciones y SoloApnea, con el apoyo de la Municipalidad de Juan Fernández y la Armada de Chile.
Alan de Rodt, isleño, nos recibe, llevándonos al primer mirador de la isla, cercano al aeródromo. Caminamos unos pasos para tener la primera mirada a una lobería del famoso lobo fino de Juan Fernández (Arctophoca philippii philippii). Desde las alturas, se observaban pequeñas criaturas juguetonas en el agua cristalina. A lo lejos, se veía la isla de Santa Clara que, junto a Robinson Crusoe y Alexander Selkirk, conforman en Archipiélago de Juan Fernández. Más abajo, en la bahía del Padre, donde tomaríamos la lancha hacia el pueblo de San Juan Bautista, los lobos se harían notar, peleando por sus rocas favoritas, “posando” para algunas fotos y mirando fijamente a cada uno de los que estábamos presentes.


“A los pequeños les decimos popitos”, me dice Alan, mientras intento captar a un cachorro con mi cámara. La cría me mira fijamente, quieta, como dando una tierna bienvenida a la isla. Le saco la foto, me sumo al grupo de bote y emprendemos el rumbo, por cerca de 40 minutos, a la bahía de Cumberland.
La tercera edición de Pacífico Profundo
Una rama de col de Juan Fernández (Dendroseris litoralis) se empieza a mover. Con ello, se escuchan los rápidos aleteos de un picaflor de Juan Fernández (Sephanoides fernandensis), un pequeño tan conocido por su belleza como por su amenaza, al ser considerado una especie En Peligro Crítico por la Unión Internacional de la Naturaleza (UICN). Verlo es un sueño para muchos amantes de las aves ya que, además de que se estiman poco más de mil ejemplares, es un ejemplo clásico del característico endemismo de la isla, descrito para sus especies de tierra y mar. De hecho, solo en plantas se estima en un 67%.
Mientras estas pequeñas aves vuelan, unos kilómetros más allá, los 18 competidores que viajaron Pacífico Profundo están en su primera jornada, enfocada en el entrenamiento oficial. Ellos llegaron por mar, a través de una travesía que suele durar entre 48 y 72 horas, dependiendo de la embarcación y las condiciones climáticas. Llevaron sus equipos y ganas, listos para visitar un lugar único en el mundo y preparándose para cumplir sus metas en la apnea de profundidad.
En un gran contexto, la apnea es una disciplina en que voluntariamente se aguanta la respiración bajo el mar o piscina. “Cualquiera que haya aguantado la respiración bajo el agua ha buceado en apnea”, explican desde la página de AIDA. “Sin embargo, no se trata simplemente de ver cuánto tiempo puedes aguantar la respiración o a qué profundidad puedes llegar con una sola respiración. Hay que crear la actitud adecuada y prestar atención a los límites de tu cuerpo y mente”, agregan.
Así es como surge la apnea de profundidad en competencia, que en este caso reúne en Robinson Crusoe a deportistas de Colombia, Chile, Venezuela y Argentina. Fueron parte de la competencia Sofía Gómez, quien estableció en la pasada competencia Deep Dominica un récord continental al lograr una profundidad de 106 metros durante más de tres minutos bajo el agua; y Carlos Coste, quien tiene múltiples récords mundiales, incluyendo cuatro Récord Guinness, y que retomó las competencias en 2024 tras recuperarse de un accidente cerebrovascular.


“La apnea profunda es un viaje en el interior de tu ser, espíritu, pero también en lo más profundo del espacio líquido que es el planeta Tierra. Cuando te sumerges aquí estás conectado con el resto del planeta, porque todos los océanos, los mares, los ríos, todo se conecta con el agua que está en todas partes. Entonces realmente es un viaje al interior del planeta y tiene mucho simbolismo, mucho misticismo y me gusta. Es algo único, no todo el mundo lo entiende, pero cuando pruebas y te empiezas a dar cuenta del potencial de esto a nivel espiritual y físico, además es adictivo”, comenta Carlos.

Los apneístas terminan su entrenamiento oficial y vuelven a Marenostrum Expediciones, dónde dejarán sus trajes, aletas y pesos. Luego de una tarde en el agua, se preparan para comer. Un buen ceviche de vidriola, pez icónico del archipiélago, cochayuyo y pulpo al olivo los espera, de la mano del restaurante Tres Peces de Valparaíso y la Fundación Cocinamar, que aboga por la sustentabilidad pesquera y el consumo responsable de productos del mar.
Un festival que involucra a la comunidad
La lluvia se hace notar en la segunda mañana fernandeciana. Las grandes nalcas, Gunnera bracteata y Gunnera peltata, también endémicas del archipiélago, retienen el agua en sus grandes y ásperas hojas, al tiempo que se mueven las ramas de las lumas (Nothomyrcia fernandeziana) y naranjillos (Nothomyrcia fernandeziana), especies tan características de la plazoleta El Yunque, donde estamos en el segundo día de Pacífico Profundo, junto a los apneístas que cambiaron sus trajes por chaquetas y cortavientos.


Juan Fernández es un ecosistema de tierra y mar, por lo que es imposible tener un acercamiento a la isla sin adentrarse al agua o el bosque. Si en el mar se hacen inmersiones bajo un respiro; en el bosque los pulmones se oxigenan. Y qué mejor que hacerlo conociendo el famoso cerro El Yunque, que no solo es el más alto de la isla con 915 metros de altura, sino que es el que abastece a la comunidad de San Juan Bautista, funcionando como una verdadera esponja.
“En la isla no tenemos nieve ni cumbres tan altas. En ese caso, quien actúa como reservorio del agua es el bosque. La biodiversidad en general requiere de tener distintos atributos, como la composición, la estructura y la función. La función es más que clara: tratar de retener el agua, tratar de mitigar el cambio climático, proveer de alimentación a los picaflores, entre otras. La composición y la estructura hablan de ese bosque: que es lo que hay y cómo se estructura de manera horizontal y vertical. Cuando hay bosques de estructura más compleja, lo que hacen es retener el agua por más tiempo y entregarlo de manera más continua a la población, y de mejor calidad porque viene más filtrada, en cambio, cuando los procesos de degradación son mayores, se pierde esa estructura y composición y por tanto el agua golpea de manera más inmediata el suelo y escurre rápido (…). Entonces el bosque en sí actúa como una esponja que retiene el agua para tener a la población abastecida por un mayor tiempo”, comenta Felipe Sáez Quintana, Administrador Parque Nacional Archipiélago Juan Fernández.

Cuando se termina el recorrido de cerca de 1,3 kilómetros de pasarela, el sol empieza a salir. La nube que cubría el bosque deja ver la cumbre del cerro en el que estamos y se logran apreciar las chontas (Juania australis), o palmas más australes del planeta, en las partes altas de los relieves isleños. Los apneístas bajan a prepararse; ya se acerca la primera jornada de competencia. Cerca del muelle, un grupo de niños esperaba la señal para embarcarse y conocer de cerca este deporte. Algunos iban listos con sus trajes de agua. Otros solo con sus trajes de baño. El snorkel iba seguro en sus manos. Y una sonrisa parecía tatuada en sus caras.

“Vengo por la experiencia”, dice una de las pequeñas, que está acostumbrada a tirarse al mar. “A mi me da más miedo porque no se ve el fondo”, dice otro chico, “quise venir por la experiencia, mi papá también ha bajado al Dresden, 80 metros”. “Para mí es mi primera vez”, comenta otro chico, rubio, sentado a un lado, “es mi primera vez buceando. Me motivé a salir porque es una experiencia nueva, no he salido tanto para fuera a nadar”.


Cerca de las tres y media de la tarde, a una distancia prudente, los pequeños se acercaron a ver la inmersión de Carlos Coste, quedándose a presenciar las posteriores y nadar cerca. Parecían verdaderos peces en el agua, instalados ahí por varios minutos. El día estaba cubierto de un sol radiante con el que secarían cuando salieron del agua. “Salió todo maravilloso, es un día histórico”, comenta Germán Recabarren, isleño y uno de los organizadores un evento, que además de las inmersiones, buscó unir cultura y deporte a través de actividades para los asistentes e isleños, como un taller de respiración impartido por Carlos Coste, la interacción de los niños en el mar y el desarrollo del Festival del Mar, que durante todas las noches exhibió artesanías únicas, estrenó documentales —como “El Tesoro de Robinson Crusoe”, “Homo Dephinus”, “Dresden, a un respiro” y “Henri, el último pirata”— y fue el escenario de un monólogo de Alexander Selkirk, desarrollado por el actor chileno Francisco Reyes.


“Para nosotros, impulsar este tipo de actividades deportivas que también incorporan un tinte cultural evidentemente que nos realza nuestra historia y convivencia dentro de la comuna. Nosotros en menos de 15 años sufrimos de desastres que evidentemente hicieron conocer a la isla no en su mejor faceta. Un 2010 nefasto, con un 27F, con un tsunami que arrasó con nuestro poblado, como también el accidente del 2 de septiembre del 2011. Estos eventos son los que realzan hoy en día esta comuna que está opacada por esos eventos”, comenta Pablo Manríquez, alcalde de Juan Fernández.
La inmersión en el agua
“¡Cinco, cuatro, tres, dos, uno! Tiempo oficial más uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete… Benjamín Lagos, Chile, peso constante en bialetas a profundidad 41 metros. Tiempo de buceo: un minuto cuarenta. Uno, cuatro, cero”, grita el jefe de plataforma.

Benjamín comenzó su inmersión cuando la voz llegó a siete. El día anterior se planteó lograr los 41 metros en un minuto cuarenta de buceo. No puede llegar más lejos de lo que anunció el día anterior. En un solo respiro, empieza a bajar. Va amarrado con un lanyard a la cuerda y, al llegar a su meta, recoge un papel blanco, llamado testigo, que deberá mostrar al salir. Todo tiene un orden especial: no se trata solo de salir del agua; sino de terminar bien.
Lo logró en un minuto y 45 segundos. Cumplió el proceso, mostró su papel y recibió los aplausos y chapoteos del equipo, luego de que los jueces le mostraran tarjeta blanca que aprobó su buceo.


De lejos se ve el proceso de la competencia. Los apneístas llegan desde el muelle a este lugar de la bahía Cumberland, donde hay 80 metros de profundidad. Descienden en un bote, donde se preparan mentalmente para entrar al agua, a una zona de boyas de entrenamiento para descender entre 25 y 30 metros. Cuando ya les toca, hay una plataforma de competencia donde entran y salen del agua cinco buzos de seguridad (todas mujeres), un equipo médico, los dos jueces AIDA de la competencia y un encargado y jefe de la plataforma. Quienes van al agua, así como el fotógrafo oficial, entran en apnea. Así de “pura” es la competencia.
“Es un evento extraordinario en un lugar apartado”, comenta Carlos Coste, “estoy al principio de mi temporada 2025, entonces empiezo con marcas más conservadoras, además que son aguas un poquito más difíciles por las temperaturas (…). Yo tuve un accidente en 2006, me recuperé y reactivé el año pasado después de 8 años sin competir. Decidí enfocarme en la disciplina del peso contante sin aletas, a pesar de haber hecho récord mundial en otras, por superarme a mi mismo. Es la disciplina más dura a nivel de coordinación mental y física”.


En este caso, los deportistas podían inscribirse en disciplinas como el Peso Constante con bialetas (CWTB), peso constante sin aletas (CNF), inmersión libre (FIM) o peso constante (CWT). Cada una de ellas tiene sus exigencias y normativas para ser consideradas un buceo válido. Los competidores podían anunciar sus metas los días anteriores, en cualquiera fuera la disciplina que eligieran.
Finalmente, se desarrollaron tres días de competencia, con algunas variaciones en el horario de acuerdo con las condiciones climáticas. “Tengo un par de competencias en profundidad como referencia, ha sido una organización similar porque se han llamado Pacífico Profundo, pero han sido en Papudo. Es similar porque Daniel Arias, quien organizó las primeras, es parte del equipo organizador y tiene el estándar que necesita. Es un súper estándar de competencia, estar en este lugar, con algunos traspiés, pero bien, con ganas de más. Eso es parte de la apnea, siempre te desafía a trabajar sus temas personales y adaptarse a los cambios también”, comenta Elena Subercaseaux, apneísta de la competencia.
El origen de una idea
En marzo de 2024, luego de haber alcanzado el hito histórico de descenso al naufragio del buque alemán Dresden en apnea, Germán Recabarren y Daniel Arias, se juntaron a conversar después del logro. Daniel le comentó a Germán que la bahía de Cumberland tenía el potencial para ser un lugar de apnea. Y la idea se amplió en grande.

“Le dije: ¡hagamos un campeonato mundial”, recuerda Germán Recabarren. “Y empezamos a tirar ideas: ¡Que venga el protagonista de Azul Profundo! Y ahora aquí está Jean. ¡Qué venga Pancho Reyes! Y aquí está. ¡Traigámoslos a todos! Era un disparate, pero aquí estamos haciéndolo realidad. Creo que, a las cosas, cuando uno le pone empeño, se logran. La isla se ha mostrado con tosas sus magnitudes: viento, sol lluvia y calma (…). El mar de Juan Fernández no solamente es el más diverso del planeta, sino que además tiene esa bondad de la transparencia y la temperatura. Normalmente los campeonatos mundiales son en Centroamérica, en lugares donde la temperatura bordea los 26 grados hacia arriba y la transparencia es mucha. Esto que hicimos acá es para destacar eso: tenemos en Sudamérica un azul profundo maravilloso, aguas transparentes, y se pueden desarrollar este tipo de disciplinas como este torneo internacional«, comenta.
Así, entre los asistentes estuvo el actor nacional Francisco Reyes y el actor Jean Marc Barr, protagonista de la película Azul Profundo, estrenada en 1988 e inspirada en la vida de Jacques Mayol, también conocido como “el hombre delfín”, que inspiró a gran parte de los apneístas de hoy en día. Durante los días de competencia, los deportistas e isleños dirían que esa película los marcó en su relación con el mar, y que la presencia de Jean era un hito en la isla.
“La idea de esta competencia de buceo, una de las primeras en la costa oeste de Sudamérica, es muy buena porque promueve no solo el buceo de apnea, sino que el mezclarlo con documentales y obras de teatro. De repente, este pueblo precioso representa una cultura hermosa. Son sentimientos encontrados porque, cuando Azul Profundo llegó a este pueblo hace 30 años, no había muchos buzos y esto inspiró una generación que de repente salió a explorar el mundo en que vivimos, entonces el ser una inspiración para esto es un sentimiento increíble. Lo he experimentado en todo el mundo, es una película simple y divertida, pero cambió el mundo para mucha gente”, comenta Jean.

En la tarde del cuarto día, las condiciones climáticas que no permitieron desarrollar el tercer día de competencia dieron algo de tregua, al menos, para adentrarnos al muelle. Trajes a la piel, aletas a los pies y snorkel a la boca, pudimos bajar con un respiro a nadar en medio de los cardúmenes que ahí abundan. Los colores eran parte de la parte más cercana al pueblo de bahía Cumberland, con peces naranjos, rojos y azules de diferentes tamaños. Pasó un lobo marino y algunos dirían que un pulpo andaba por ahí. Era un verdadero espectáculo visual.

“Esta piscina es la segunda área protegida más grande de América, tenemos el mayor endemismo en peces costeros, no hay ningún otro lugar que pueda tener más ese endemismo en islas oceánicas, lo que nos permite hoy en día una valorización por parte de la comunidad en la cultura más bien del cuidado de conservación, no la cultura náutica ni deportiva, creo que eso estamos al debe”, comenta Pablo Manríquez, alcalde: “En esta necesidad de proteger nuestro sistema de conservación, es donde hoy en día tenemos que fortalecer la educación ambiental y la cultura náutica y deportiva de la isla”.
Así, estos días de competencia dieron un puntapié inicial para competencias más alejadas del continente. Para 2026 se confirmó la competencia para Rapa Nui.

Mientras tanto, nosotros nos despedimos de la isla. El muelle de la bahía el Padre, al que debíamos llegar para ir a nuestro avión, en el que tantos lobos nos recibieron unos días antes, se cerró por un oleaje de más de cuatro metros. No quedó otra opción que cruzar a pie, a través del sendero mirador Selkirk. Nuestro adiós fue desde uno de los puntos altos de la isla, el mismo que vio el mítico náufrago que inspiró la novela de Robinson Crusoe, Alexander Selkirk. Pasamos por un bosque que parecía ser un intenso valdiviano, para llegar nuevamente al “desierto de Atacama” de la isla. El aeródromo nos volvía a recibir. Y el pequeño avión de 6 pasajeros nos llevó nuevamente a lo que ahora decimos “el conti”.