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Daniel Piedrahita, el guardián de las orquídeas de Colombia: «Yo me enamoré de ellas para siempre»
En Colombia hay 4.270 especies de orquídeas, coronándose como el país con mayor variedad de estas plantas en el mundo. Daniel Piedrahita, técnico agropecuario colombiano de 62 años, se propuso trabajar por su conservación, con una colección única de 20 mil plantas en el ala más pequeña de su finca de La Ceja. Es un tesoro que él jamás venderá, al que llamó Alma de Bosque: un sitio encantado que busca rescatar y proteger a las orquídeas de su país. Esta es la historia de un amor que surgió hace más de 20 años y un trabajo que continúa hasta el día de hoy. Por Emiliano Gullo, desde Buenos Aires.
“Las orquídeas me han interesado más que casi cualquier otra cosa en mi vida», carta de Charles Darwin a John Lindley, miembro de la Royal Society (17 de octubre de 1861)
Hay 35 mil especies de orquídeas en el mundo. Es la planta más deseada y diversa. De todas esas, Colombia alberga la mayor cantidad, incluyendo unas 1500 especies únicas del país. Y nadie en esta región tiene la colección que Daniel Piedrahita cuida con esmero, amor y obsesión en su finca de La Ceja, 43 kilómetros al sur de Medellín. Ahí tiene unas 20 mil plantas. Además, él jura que en su predio siempre hay 1000 plantas florecidas.
El número no es sólo un dato. Las orquídeas florecen, en su mayoría, una vez al año. Algunas pueden hacerlo solo por 24 horas. Hay un insecto por cada una de las 35 mil especies y si uno de ellos muere, la planta también. Eso, a menos que caiga en las manos de este técnico agropecuario de 62 años que, además de ser un coleccionista intenso y exquisito, se dedica también a trabajos de conservación. Por esa razón insiste en reproducir las especies de orquídeas en peligro de extinción, o incluso las que ya no se ven más, para que los bosques de Colombia sigan teniendo la gama de orquídeas que los hacen únicos en todo el mundo.
Daniel Piedrahita dedicó toda su vida al campo, especialmente al estudio de la fruticultura. Se formó en Medellín como técnico en agricultura y se especializó primero como citricultor en Valencia, España. Siguió su formación sobre frutales en la Universidad Católica de Chile y antes de regresar a su país estudió los cultivos de palta en Israel. A principios de los 90’s, Piedrahita se había convertido en uno de los especialistas en cítricos más requeridos de su ciudad. Llegó a trabajar en unas 90 fincas de frutas al mismo tiempo. Asesoraba en cuestiones de crecimiento, floración, desarrollo del fruto y cosecha, hasta que logró levantar su propio campo. Compró 15 hectáreas y se zambulló en el universo de las hortensias. Actualmente, según el Ministerio de Agricultura colombiano, ingresan al país unos 1340 millones de dólares por exportaciones de flores a Estados Unidos, de los cuales 60 millones corresponden a las hortensias.
Luego llegaron los caballos. La estabilidad y el crecimiento económico. La vida de Piedrahita estaba en equilibrio. Fanático también de las aves, desde muy joven realizó paseos y caminatas con amigos en distintas zonas de Colombia que, como pasa con las orquídeas, es el país que alberga la mayor variedad del mundo. En su territorio se encuentran unas 2000 especies, lo que equivale al 20 por ciento de las aves que existen en todo el planeta. Sólo en la Sierra Nevada de Santa Marta hay 36 especies y 55 subespecies que no habitan en ningún otro lugar.
Uno de los lugares preferidos de Piedrahita para el avistamiento de aves son los bosques de Putumayo, al sur del país, en la frontera con Ecuador. En una de visita de hace algunos años, no imaginó que una caminata como tantas otras le cambiaría la vida.
“Debido al calor que hace, los pájaros en la mitad del día dejan de volar porque son de sangre caliente. Los bosques quedan en silencio. Y fue ahí que, de pronto, bajé la mirada y empecé a sentir un olor increíble. Fui corriendo a ver de dónde provenía”, recuerda. A 25 metros se encontró con la primera orquídea de su vida. Quedó envuelto en un nuevo mundo. A partir de esas caminatas, algunos de sus compañeros se dedicaron a fotografiar la naturaleza, otros a los herbarios, otros a las mariposas. “Yo me enamoré de las orquídeas para siempre”, cuenta por un Zoom desde La Ceja, donde vive con su mujer y sus dos hijas en un predio de 50 hectáreas. La Ceja es una localidad de la provincia de Antioquía y no supera los 60 mil habitantes.
Dentro del predio se pueden ver caballos de salto corriendo en un establo. También cómo unas 50 personas se dedican a cuidar y empaquetar distintas clases de hortensias. En el mundo existen unas 700 clases. Muchas de ellas están acá y casi todas tienen un destino: Estados Unidos. La finca exporta cerca de 10 mil al día hacia ese mercado. También lo hace a Europa y a Asia.
La finca es un polo productivo que también ofrece tours para gente que quiera hacer turismo de naturaleza en esta ciudad que se encuentra a unos 2 mil metros por sobre el nivel del mar. Pero el tesoro está lejos de las transacciones comerciales de cada día y de los caballos pura sangre. En el ala más pequeña de la finca Piedrahita guarda su tesoro. Las plantas que nunca venderá. Su sitio encantado al que llamó Alma del Bosque. En 1500 metros cuadrados dividido en dos invernaderos alberga su gran colección de 20 mil ejemplares de orquídeas.
Piedrahita recuerda que las primeras que compró fueron en una exposición a la que lo llevó un amigo cuando se enteró de su enamoramiento durante las caminatas por los bosques del Putumayo. Ese día, hace 20 años, compró todas las plantas que vendía un puestero. Eran unas 250. Fue su primer botín. “Enloquecí. Me puedo equivocar en muchas cosas. En el precio, en el negocio. Pero nunca con la planta. Siempre voy a tener la mejor”, asegura. Entre sus 20 mil plantas, destaca nueve por sobre el resto. Son las premiadas como las mejores del mundo por los organismos oficiales que organizan las competencias.
Según el Plan para el Estudio y Conservación de las Orquídeas del Ministerio de Ambiente, Colombia tiene 4.270 especies registradas, de las cuales 1.572 son especies exclusivas del país.
En este contexto, aunque no está de acuerdo con el mote de “clonador de orquídeas”, reconoce que es algo que tiene que hacer cuando lleva sus plantas estrellas a las competencias. Hace algunos años, unos ladrones de la zona cruzaron sus autos a un camión que transportaba orquídeas, pero no se robaron el contenido -probablemente valuado en varios cientos de miles de dólares- sino el camión. Ese hecho lo dejó en alerta: “Son plantas tan especiales que por seguridad necesito tener algunas clonadas en mi jardín. Lo que yo hago en general es reproducirlas, que es otra cosa”.
Es que su interés de fondo se enfoca en la conservación de las especies. Para eso, planea transformar su afición con las orquídeas en una fundación que le permita sostener un proyecto a largo plazo y que, incluso, vaya más allá de las plantas.
“Alma de Bosque está virando hacia un proyecto de conservación para reinstalar especies extintas de orquídeas en los bosques colombianos. Para eso planeamos trabajar sobre bosques nativos, bosques primarios y hacer todo lo posible para garantizar que sigan teniendo las especies de siempre. Ya compramos 35 hectáreas de bosque primario en Putumayo para poder cuidarlas y dejarlas tal como están, además de reintroducir las especies que ya no estén más”, explica.
Así, Piedrahita ya está reproduciendo cinco especies que se encuentran extintas o en riesgo de extinción.
—¿De dónde sale la pasión específicamente por estas plantas?
—Yo tengo el deber, la tarea de enseñar, apasionar, conservar, preservar y de reintroducir especies extintas de nuevo a la naturaleza. Somos un banco de germoplasma importantísimo, un banco genético el cual tengo la responsabilidad de cuidar, de no dejar morir una planta, para dejarlo a disposición de los bosques que estén extintos para repoblarlos. Vamos a ir a las poblaciones para regalarles plantas y explicarles que son patrimonio de ellos, que ellos son los guardianes y que sean conscientes de que son plantas únicas y que tienen que ser reintroducidas en los hábitats naturales.
En función de eso, Piedrahita ofrece tours para que la gente conozca de cerca el mundo de las orquídeas y también de manera online para enseñar historia, características e importancia de las orquídeas, además de cómo cultivar y sembrar las distintas especies.
El mecanismo para la reproducción consiste en polinizarlas manualmente y reemplazar el agente y las condiciones que, en el caso de estas plantas, tiene una complejidad extra. Existen dos grandes tipos de orquídeas; las epífitas y las terrestres. El 90 por ciento son epífitas, es decir, crecen adheridas a los árboles. De esa manera, la planta logra que sus raíces crezcan airosas y frescas. Todas estas se encuentran cerca del cordón tropical.
Las terrestres son más aptas para crecer en los países de estaciones porque, con el pseudobulbo bajo tierra, estarán protegidas del frío y las heladas. A diferencia de otras plantas, las orquídeas tienen cápsula sin cotiledones; es decir, sin alimento. Para eso necesitan que una de las millones de semillas que lanzan caiga sobre un hongo en particular, la micorriza, que será el agente polinizador. En muchas especies y subespecies, la relación entre el hongo y la planta será incluso para toda la vida porque se benefician mutuamente.
La tarea del hongo, en este punto, será reemplazada en el laboratorio. Desde Alma del Bosque envían las semillas que necesitan reproducir y, una vez que se haya convertido en un plantín sólido, regresará a la finca bajo un cuidado constante de la temperatura y la luz. No en un árbol sino en una maceta hecha con cáscara de pino y piedra caliza con muchas perforaciones, para que la raíz navegue con mucho aire. Pero no es la única cosa a tener en cuenta, dice Piedrahita: “Les busco un lugar especial a cada una. Todas mis plantas florecen y una vez que lo hacen, no las muevo más. Las que no florecen es porque todavía no les encontré el lugar perfecto y las sigo moviendo”.
El proceso completo de reproducción de las orquídeas es muy largo. Para dar semillas puede tardar entre cuatro a doce meses, según la especie. Para que nazca, otro año en laboratorio. Y para que la planta crezca hasta que dé flor, pasarán de cinco a siete años. Piedrahita se entusiasma al recordar el caso de la orquídea mencionada por Charles Darwin en Madagascar, la Angraecum sesquipedale. El investigador británico dedujo, a mitad del siglo 19, que dada la particular profundidad de la planta -unos 30 centímetros de espolón-, debía haber un insecto con características similares apto para fecundarla. Años después, los biólogos locales encontrarían a la polilla prevista por Darwin.
Sobre el comportamiento de las orquídeas, el dueño de Alma del Bosque dice: “Una planta no puede moverse, no puede abrigarse, no puede conversar, no puede ponerse un suéter. Tiene una estrategia de conservación y una estructura de solidez que la hacen tan resistente para permanecer en ese mismo sitio donde nació. Llega una vaca y se la come. Pero la planta tiene estrategias para sobrevivir. Cada estructura de una planta nace por una razón”.
Dentro de los invernaderos de Alma del Bosque conviven la flor nacional de Colombia, la famosa Cattleya trianae; la Trichopilia, también originaria de Colombia, la Masdevallia veitchiana originaria de Machu Picchu; varias de las 48 clases de Restrepias y una Lycaste skinneri de Guatemala, entre muchas otras. Todas florecidas. Piedrahita tiene una teoría. “Cuando una orquídea florece es porque quiere reproducirse, es porque quiere hacer el amor”.