Dalila Caicedo: «En donde hay manatíes hay más peces y se conserva el agua»
A lo largo del tiempo, las amenazas que enfrentan los manatíes han ido cambiando. Dalila Caicedo, directora ejecutiva de la Fundación Omacha, lleva más de 30 años investigando a los manatíes en Colombia y señala que «antes los cazaban, pero ahora la mayor amenaza es el deterioro de los ecosistemas en donde habitan». En esta entrevista dde Mongabay Latam, Dalia Caicedo nos cuenta sobre las amenazas que enfrentan actualmente las dos especies de manatíes que se encuentran en el país.
En Colombia se estima que hay aproximadamente 400 individuos del manatí del Caribe (Trichechus manatus), según un estudio publicado en 2012. Las poblaciones de esta especie, junto con las del manatí del Amazonas (Trichechus inunguis) y catalogadas ambas como Vulnerables por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, disminuyen en forma acelerada.
En el país andino, los ríos en donde habitan estas especies se caracterizan por tener aguas obscuras, debido a los sedimentos que llevan. Eso obstaculiza el realizar estudios y conteo de ejemplares. Por eso, cualquier innovación en técnicas de investigación es una valiosa herramienta para evaluar la situación en que se encuentran las poblaciones de manatíes.
En la búsqueda de maneras novedosas para investigar a estas especies, miembros de la Fundación Omacha recurren a los sistemas de seguimiento satelital, drones y otras tecnologías para estudiar los lugares de preferencia de los manatíes y los flujos de movimiento de sus poblaciones.
La directora de la fundación y bióloga marina, Dalila Caicedo, junto con los investigadores Adolphe Debrot (Países Bajos), Isabel Gómez, Yenyfe Moná, Camila Rosso, Jan Tjalling van der Wal y Antonio Mignucci estudiaron durante año y medio un inventario de más de 30 años de datos de avistamientos de manatíes en Colombia. Hallaron que los avistamientos raros o incidentales de estas especies, es decir aquellos fuera de las zonas que ya son conocidas por la presencia de manatíes, pueden ser claves para su conservación. Sus resultados los publicaron en septiembre pasado en la revista Marine Mammal Science.
“Por el agua oscura de los ríos, uno solo ve la nariz. En 2016, cuando bajó el nivel del agua en el complejo Tupe-Zarzal-Capote, nos llamaron y fuimos. Veíamos un manatí que tenía problemas de flotación y dos al lado, es decir tres animales. Hicimos un encierro, para ver qué hacíamos. Empezamos a jalar las mallas y sacamos diez manatíes. Hay que poner atención en dónde hay un manatí, porque no tenemos ni idea de qué hay abajo”, explicó Caicedo.
En entrevista con Mongabay Latam, la bióloga marina habla, entre otras cosas, sobre los lugares en donde habitan los manatíes en Colombia, las amenazas que enfrentan, las técnicas de investigación y los presupuestos para conservarlos.
—¿En Colombia, en qué sitios se encuentran los manatíes?
—En la cuenca del río Atrato (en el Pacífico colombiano) están hacia la parte media y baja. En el río Sinú (departamento de Córdoba, en la región Caribe) están en la parte media y baja. Hay tres poblaciones que se mueven a lo largo del río. También están en la cuenca del río San Jorge (Córdoba), en la zona de Ayapel y la Mojana; hay reportes de que algunos animales quedan varados o atrapados. También están en el río Cauca. En la cuenca media del río Magdalena hay unas áreas en donde están los manatíes concentrados en diferentes humedales. En la parte baja, está la Ciénaga Grande de Santa Marta y el Canal del Dique (región Caribe de Colombia), con sus humedales a los lados donde las poblaciones son altas. En la cuenca del Orinoco se distribuyen a lo largo del río y en algunos humedales alrededor. También en el río Meta. Los manatíes del Amazonas, que son diferentes, van por la cuenca de ese río moviéndose. Dependiendo de las bajadas y subidas del agua, ellos se mueven por los humedales que hay en la zona.
—¿Cuáles son las dos especies de manatíes en Colombia?
—Somos premiados porque tenemos dos especies de manatíes. Primero, el manatí del Amazonas. Son limitados a agua dulce. Y los del caribe que están en los ríos, pero pueden salir al mar y desplazarse por la costa de Colombia sin ningún problema.
—¿Qué factores amenazan a estas especies?
—Siempre han estado amenazados. Actualmente, las amenazas son el cambio de los flujos de agua y la dinámica de cambio de uso de la tierra, la invasión de los humedales, la contaminación.
En el canal del Dique hay una ciénaga que se llama Tupe-Zarzal-Capote. Antes tenía una comunicación grande con el Canal del Dique, los manatíes entraban y salían dependiendo de los flujos de agua. Por algún tema, pudo ser por acción humana, se cerró y los animales quedaron limitados en su movimiento. Cuando baja el agua no tienen a donde irse porque no hay canales para salir. Eso también pasa en la Ciénaga de Paredes en el Magdalena Medio, también en Yondó, Antioquia; en Simití, Bolívar. Cuando bajan los niveles de agua, los animales no tienen qué comer. Por lo general, se mueren. En algunos casos son rescatados por las comunidades. Esa es una de las amenazas más importantes actualmente.
En la zona de la Mojana, del San Jorge, los ríos suben y bajan. En algún momento, cuando baja el río, (los habitantes humanos) corren la cerca o rellenan esa área. Entonces, la próxima vez que suba el agua, el animal ya no puede entrar a esa área y se va viendo limitado a estar en diferentes zonas. Eso no los favorece para su buen desarrollo.
—¿Qué impacto tiene la contaminación?
—También está el tema de la contaminación por el mercurio en el agua y por los diferentes contaminantes que bajan por los ríos. A veces mueren sin una razón aparente. O entran en procesos abortivos. A veces se encuentra una hembra muerta que estaba tratando de tener a su hijo.
La contaminación depende del sitio. Hay minería ilegal, está la actividad petrolera, está el tema de lixiviados de basuras. Todo depende del sitio. Se encuentra a los animales muy descompuestos, entonces la necropsia se dificulta. Pueden ser muchas cosas las causas de la muerte. Los contaminantes van dañando los órganos. No es que se regó el petróleo, el animal lo consumió y murió. Pudo haber comido plantas que tenían contaminantes. Pasa más con el mercurio.
—¿Cómo los afectan otras especies?
—Con todo el tema ganadero, los búfalos están a la orilla, entonces los manatíes no se pueden acercar a comer. Últimamente también está el tema de los hipopótamos. Eso debe haber llevado a que ellos encuentren maneras de esconderse, de sobrevivir.
Estamos en la tarea de saber el impacto de los hipopótamos. Principalmente, los hipopótamos generan la compactación de los humedales, porque tienen un peso inmenso. Lo que hacen es caminar en el fondo (del agua), los van compactando. Las profundidades se afectan y entonces ya no se permite con la misma efectividad el trabajo de los manatíes que mueven con sus aletas los sedimentos. Empieza a cambiar la dinámica del ecosistema. ¿Que haya habido un hipopótamo atacando un manatí? No hay información al respecto, estamos en la tarea de saber.
—¿La deforestación cómo los impacta?
—Afecta las cuencas en donde están los manatíes y aumenta los sedimentos, en algunos momentos los caudales. Por eso los animales se pierden o deciden irse para el lado que no es. Cuando los manatíes se mantienen, es un indicador de que un área está bien.
—¿Cómo han cambiado las amenazas a lo largo del tiempo?
—Cuando empecé a trabajar con ellos, los cazaban, los perseguían, se los comían. Eso fue cambiando. Están amenazados por otras cosas que ya no están directamente relacionadas con la caza y el consumo, pero sí con el deterioro del ecosistema en donde están.
—¿Por qué dejaron de comerse a los manatíes?
—Podemos decir que en algunos sitios del país está muchísimo más arraigada esa consciencia de no comérselos. Las mismas personas nos han dado las herramientas para la solución. El reporte que dan es que en donde hay manatíes hay más peces y se conserva el agua. Partiendo de esa premisa, la gente decide conservar los manatíes y no comérselos. En la cuenca del Magdalena, dependiendo del sitio, está cambiando la situación y ya no se los comen tanto como antes. En el río Atrato es distinto. Si un manatí queda atrapado en una red (de pesca), se lo comen. Depende de la dinámica que hay en cada zona.
—¿Se tienen datos actualizados sobre cuántos manatíes hay en Colombia?
—Saber cuántos manatíes hay no es fácil. No es imposible. Pero como no tenemos el agua clarita, no podemos subirnos en una avioneta y hacer un conteo, como se puede hacer en Puerto Rico. Nosotros solo vemos la nariz, hemos hecho vuelos con dron. No me atrevo a dar un número, porque no tengo un soporte científico. Se puede decir un número dependiendo de los muertos.
—¿Qué técnicas han usado para investigarlos?
—En el trabajo de investigación, buscamos saber en dónde están, qué están comiendo, si la población puede estar amenazada y documentar cuáles son las amenazas. Y está el trabajo de marcaje y seguimiento de los animales. Así hemos entendido cuáles son sus sitios de preferencia, en dónde quieren estar, por dónde se mueven. Hace 12 años liberamos animales con seguimiento satelital. Son metodologías caras, así que toca ir poco a poco.
—¿Cómo está la financiación de la conservación e investigación de manatíes en Colombia?
—Ha sido difícil. En comparación con lugares como Puerto Rico o Estados Unidos, aquí trabajamos con las uñas. Hay zonas del país en las que ya sabemos que se debe trabajar con la especie, como Córdoba. Con lo que vamos consiguiendo, vamos implementando cosas. El dinero para el programa nacional de manejo y conservación de manatíes lo trajimos de Ramsar, de afuera del país. Luego se consigue de a poquitos, entre lo que dan las corporaciones autónomas. La empresa privada se ha sumado en algunos casos.
El Ministerio de Ambiente también ha dado aportes en algunos momentos. Todo depende de las personas que están en el Ministerio (en cada gobierno). Todo depende de la prioridad que le estén dando a determinadas especies. A veces trabajan con unas, a veces con otras. El manatí no se ha quedado afuera, ha sido incluido en diferentes procesos. Hay un programa nacional de manejo y conservación de manatíes, que fue creado con comunidades y autoridades ambientales. Lo formulamos entre todos, incluyendo las corporaciones autónomas regionales, el Ministerio de Ambiente, Parques Nacionales. Este año salió la política ambiental de mamíferos acuáticos. Hemos hecho cosas con el Ministerio para hacer un trabajo claro con estas especies.
—¿Qué iniciativas de conservación e investigación tienen desde la Fundación Omacha?
—Hemos liberado 17 animales con seguimiento satelital. Se han liberado en la cuenca del Sinú, en la zona del Canal del Dique y en Jaraba, en el Magdalena. Siempre les ponemos nombre. El próximo a liberar se llama Moeichi («gracias», en lenguaje tikuna), en el departamento del Amazonas. Él llegó huérfano. Se pudo haber perdido de la mamá, no sabemos. Está en un trabajo de rehabilitación porque lo encontramos bebé, junto con Corpoamazonía. Ha sobrevivido a muchas enfermedades. Ya lo tenemos listo para que vuelva a su medio. En marzo o abril de 2023, lo liberaríamos.
Además, seguimos recolectando datos. Estamos haciendo la implementación del plan de manejo y conservación de manatíes en la cuenca media y baja del río Sinú. Lo combinamos con un estudio de nutrias. También tenemos un tema de trabajo con comunidades en educación ambiental, todo un proceso de participación para lograr la conservación y el cambio del chip de la gente que habita los ecosistemas en donde están los manatíes. Incluye saber cuál es la prioridad de conservación de los indígenas que habitan en las zonas de manatíes, para que los protejan.
—¿Cómo inició el estudio que publicaron?
—Fue una iniciativa de Adolphe Debrot. Nos escribió y decidimos participar, compartir los datos. Él empezó a recolectar datos en Sudamérica sobre los manatíes costeros. Le dimos reportes de animales que teníamos en la zona costera. Hicimos un análisis de sitios de preferencia, cuál es su distribución a lo largo de la costa. Un primer acercamiento a la actualización de datos de su distribución. Es con información de estos más de 30 años. De Fundación Omacha fuimos cuatro, organizando los datos. Participó mucha gente porque son aproximadamente 30 años de datos.
—¿Cómo surgió su interés investigativo en el tema?
—En Colombia cuando tú los ibas a buscar, te decían que ya estaban extintos. De terca, uno se puso a buscar y empezó a encontrar gente que le decía que los animales existían. Yo llegué a trabajar en los noventa en Córdoba y a los tres meses de estar ahí, alguien me dijo que tenían uno de esos animalitos encerrado. Fue el primer animal que empezamos a rescatar, se llamaba Pedro. A los 54 días de estar en rehabilitación se murió. No los tenía en el radar en el río Sinú, empezamos a hacer un trabajo con la Corporación Autónoma Regional de los Valles del Sinú y del San Jorge (CVS).
He trabajado 32 años con ellos, he rehabilitado, he liberado, rescatado, buscado. Hemos estudiado su genética, hemos hecho estudios de voces.
—¿Cómo se comportan los manatíes?
—El grupo más cercano es la mamá y el hijo, que están dos años juntos. Después el hijo sigue su camino. Cuando hay un proceso de apareamiento o una hembra en celo, se unen grupos de unos diez manatíes machos para preñar a la hembra. Todos pasan por la hembra, luego se van y la dejan sola. Esos son los grupos más grandes.
Se alimentan de plantas, son 99 % herbívoros, a veces se chupan los peces de las mallas o a veces vienen cangrejos o caracoles en las plantas que comen.
Además, son tranquilos. No hacen daño, pero son animales muy grandes que pueden causar algún accidente sin querer. Por ejemplo, si un señor va pasando con la canoa, lo roza, el animal mueve la cola y puede voltearla.
—¿Emiten sonidos como las ballenas?
—Tienen una comunicación entre la mamá y los bebés. Es muy fuerte el chillido, con una frecuencia aguda. Lo emiten para mantenerse juntos. Usamos las técnicas de investigación de sonidos de las ballenas, son útiles, con eso trabajamos. Hicimos un trabajo entre la genética y la voz con las grabaciones.
—¿Qué sigue en su trabajo de investigación?
—Estamos pensando en sacar una actualización de la distribución de los manatíes en Colombia. La última la hicimos en el 2001. Hay muchos sitios de los que no teníamos información entonces.
*Imagen principal: Trichechus inunguis o manatí amazónico. Foto: Brayan Cruz/Fundación Omacha.