Durante los últimos años las huertas comunitarias han emergido en las zonas urbanas como una solución integral para enfrentar diversos desafíos como la inseguridad alimentaria, la desconexión social y la degradación ambiental, transformándose en verdaderos refugios bioculturales en medio de la jungla de cemento.

Huerta en comunidad en Nacimiento, en el parque Alessandri CMPC. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta en comunidad en Nacimiento, en el parque Alessandri CMPC. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

Y es que las huertas comunitarias tienen un sinfín de beneficios. Aumentan el acceso del público a frutos saludables y orgánicos, especialmente en zonas donde la población no puede permitirse comprar alimentos frescos y saludables. Enseñan a los más pequeños de dónde proviene su comida. Permiten a la gente común y corriente desarrollar habilidades de cultivos orgánicos. Y también pueden convertirse en un área verde, que le permite a la comunidad tener un espacio para recrearse y disfrutar de la naturaleza.

En ese sentido, promoviendo valores de cooperación, aprendizaje y respeto por el medio ambiente, estas huertas pueden transformarse en verdaderos espacios de resistencia contra los rá­pidos procesos de homogeneización cultural, agrícola y alimentaria, en una sociedad que cada vez se encuentra más alejada de la naturaleza y todos sus procesos.

huerta comunitaria en Hogar San José. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios 3
huerta comunitaria en Hogar San José. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios

Como comenta a Ladera Sur Tomás Ibarra, académico e investigador del Co-Laboratorio ECOS (Ecosistema-Complejidad-Sociedad) del Centro UC de Desarrollo Local (CEDEL) en Villarrica: “Son lugares fundamentales donde se pueden visualizar y practicar relaciones recíprocas entre ser humano y naturaleza, en las cuales los seres humanos son capaces de generar espacios para la biodiversidad, para el uso eficiente del agua, para el cuidado de distintos organismos que allí habitan y de los sistemas circundantes y, por otra parte, las huertas también ofrecen beneficio a los seres humanos como la provisión de alimentos, de medicina, de adornos, de espacios para el aprendizaje continuo y para la cohesión social”.

Huerta comunitaria. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta comunitaria. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

El potencial de las huertas comunitarias trasciende su función como espacios de cultivo. Son un motor para fortalecer el tejido social, la autosuficiencia alimentaria y la conservación ambiental, demostrando que el cambio empieza desde las raíces, literalmente.

Por ello es que expertos aseguran que apostar por estos proyectos es invertir en una sociedad más justa, equitativa y en armonía con el entorno, y cada vez son más los entusiastas que se atreven a transformar espacios degradados o abandonados en un pequeño pedacito de campo que se resiste al caos y ajetreo de la ciudad.

Soberanía alimentaria y cohesión social: la huerta como una herramienta de transformación social

Las huertas comunitarias pueden entenderse como una práctica de agricultura que se realiza en espacios reducidos y que es atendida por una comunidad de personas, que puede ser desde una familia, una escuela, un hospital e incluso un barrio completo.

Centro de rehabilitación de droga y alcohol en el centro educativo agrícola HC en la Universidad de Chile. Créditos: Ana María Cortes - Huertas Comunitarias
Centro de rehabilitación de droga y alcohol en el centro educativo agrícola HC en la Universidad de Chile. Créditos: Ana María Cortes – Huertas Comunitarias

Estas huertas se realizan, en primera instancia, para poder satisfacer la necesidad de acceder a alimentos frescos. Sin embargo, con el paso del tiempo se han convertido en verdaderas herramientas que promueven la comunidad, el cuidado del medio ambiente, la economía circular y la soberanía alimentaria.

En primer lugar, las huertas comunitarias promueven la soberanía alimentaria al entregarle a la comunidad la oportunidad de ser participes de todo el proceso de la producción de sus alimentos, permitiéndoles de­finir sus sistemas de producción de manera ecológica, económica y socialmente coheren­tes a su contexto.

huerta comunitaria en Hogar San José. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios
huerta comunitaria en Hogar San José. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios

“Su objetivo principal tiene que ver con el auto sustento, sobre todo en sectores urbanos donde los espacios no dan para tener una huerta personal. Pero también tiene que ver con la soberanía alimentaria porque no solamente estoy produciendo algo que creo que es sano, sino que también tengo el control de este suministro, de cuándo siembro, de cuándo voy a cosechar, programar las rotaciones y también programar de forma comunitaria, cuántas personas estamos trabajando esta huerta y cómo podemos en el fondo tener un manejo en que todos podamos alimentarnos”, agrega Antonia Barreau, ingeniera forestal e investigadora adjunta del Centro UC de Desarrollo Local (CEDEL) en Villarrica y el Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR) del Campus Villarrica de la Universidad Católica de Chile.

Es decir, la huerta se transforma en un espacio fundamental para el autoconsumo y la soberanía alimentaria porque son espacios definitivos en los que las huertera y huerteros pueden decidir y, al mismo tiempo, generar recursos valiosos para la economía familiar. Y también, si vamos más allá, se transforman en una oportunidad para fomentar una economía local autosuficiente, en la cual se comparte y se comercializan productos agrícolas que pueden movilizarse localmente, pero también entre cuencas, entre distintas comunas e incluso, a nivel regional.

Como agrega Tomás Ibarra, quien además es investigador del Centro de Estudios Interculturales e Indígenas (CIIR), del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (CAPES) y del Centro Internacional Cabo de Hornos (CHIC): “La economía circular de una u otra forma se ve facilitada por estos procesos porque las huertas permiten, al ser un espacio diversificado, primero fomentar el autoconsumo de forma en la cual las familias pueden consumir distintos productos, distintos en grupos alimenticios, vitaminas, proteínas, fibra, agua, minerales, entre otros. Y también permiten, al tener generalmente una producción que va más allá de lo que necesitan la familia, la posibilidad de comercializar con vecinos, con algunos mercados locales o comercializar más allá incluso”.

Vale señalar que los productos de la huerta tienen distintos fines, no solo la alimentación, sino que también el uso medicinal, la creación de artesanías y diversos usos ornamentales, por lo que no solo satisfacen la necesidad de alimento, sino que brindan la posibilidad de acceder a muchos otros beneficios.

Huerta en comunidad en Nacimiento, en el parque Alessandri CMPC. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta en comunidad en Nacimiento, en el parque Alessandri CMPC. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

Al respecto, Ana María Cortes, directora de la Fundación Huertas Comunitarias, nos relata sobre los diferentes cambios positivos que ha visto en todos sus años realizando huertas comunitarias, en donde ha podido apreciar de primera mano, como el trabajo colaborativo puede potenciar grandes transformaciones sociales que no solo contribuyen a mejorar la calidad de vida de las personas, sino que también, les entrega dignidad.

Por ejemplo, nos relata el importantísimo rol que cumplieron las huertas comunitarias para el estallido social y la pandemia del COVID 19, donde las serias dificultades socioeconómicas llevaron a muchas familias a buscar alternativas para poder satisfacer muchas de sus necesidades básicas.

huerta comunitaria en Hogar San José. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios 3
huerta comunitaria en Hogar San José. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios

“Para el estallido social y para la pandemia, nosotros como fundación creamos la idea del invernadero de emergencia. Creamos el primero en Bajos de Mena, en Puente Alto, donde realmente se logró generar un oasis, justo en la mitad de esta zona donde hay muchas construcciones y está lleno de cemento. Los vecinos comenzaron a alimentarse de esta huerta y, además, sirvió para alimentar a las ollas comunes. (…) Tengo testimonios de señoras que me decían que gracias a esto podían alimentarse a ellas y a toda la familia, ósea se transformo en un salvavidas para muchas familias».  

Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

Por otra parte, como nos cuentan los expertos, durante los últimos años las huertas comunitarias han traspasado el ámbito de lo familiar o barrial y han permitido generar instancias de contacto con la naturaleza que funcionen como terapia para las personas, en lo que se conoce como huertas terapéuticas. Estas huertas están en diferentes tipos de espacios, como en hospitales, hogares de ancianos, centros de rehabilitación, junto a otras fundaciones, donde además de brindar espacios de relajo y conexión con la naturaleza, se pueden generar espacios que contribuyan a la recuperación y salud de las personas, tanto a nivel psicológico como físico.

“Se está utilizando mucho la huerta como un espacio de terapia, ya sea físico, motriz o mental. Es un espacio que también apunta mucho al trabajo de la tierra como una terapía para la mente y el cuerpo”, puntualiza Antonia Barreau.

Centro de rehabilitación de droga y alcohol en el centro educativo agrícola HC en la Universidad de Chile. Créditos: Ana María Cortes - Huertas Comunitarias
Centro de rehabilitación de droga y alcohol en el centro educativo agrícola HC en la Universidad de Chile. Créditos: Ana María Cortes – Huertas Comunitarias

Las huertas como refugios bioculturales

Por otro lado, las huertas comunitarias también tienen un tremendo potencial como refugios bioculturales ya que, por una parte, pueden albergar un sinfín de especies de plantas y animales, convirtiéndose en verdaderos refugios para la biodiversidad y también, se transforman en espacios que promueven la cohesión social y generan comunidad.

Por una parte, las huertas comunitarias, al convertirse en espacios verdes con una gran variedad de plantas y hortalizas, tienen la capacidad de convertirse en el hábitat para muchas especies, que encuentran en estos lugares un refugio donde alimentarse y reproducirse.

Como agrega Tomás Ibarra: “Las huertas en general son espacios multiestratificados y al ser multiestratificado generalmente eso genera muchísimos o distintos nichos para distintos organismos que lo pueden habitar. Por ejemplo, nosotros hemos investigado y casi el 70% de los coleópteros que están presentes en huertas son benéficos, al depredar plagas, al polinizar al reciclar nutrientes, entre otros. Pero también las huertas permiten generar distintos nichos para aves, entonces también pueden fomentar la biodiversidad al nivel de la composición de los distintos organismos que las habitan”.

Vale decir que esto cobra más importancia si consideramos que el hábitat de muchas especies se ha visto degradado o destruido producto del desarrollo humano. En ese sentido, estos lugares se convierten en una oportunidad de devolverle la mano a la naturaleza, brindándole un espacio donde poder desarrollarse

huerta comunitaria. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios
huerta comunitaria. Créditos: Fundación Huertos Comunitarios

Asimismo, también se convierten en lugares donde, en una dinámica temporal más amplia y a través de los procesos de experimentación, del cuidado de semillas, de la selección por olores, por sabores y por distintas razones de aspecto cultural; pueden definitivamente ser espacios en los que la gente va generando nueva diversidad. “Por ejemplo, el mejor caso es el de Chiloé, donde, a partir de ancestros relativos de las papas, se generaron más de 400 variedades de papas, eso que no quiere decir que los seres humanos también somos capaces de generar diversidad biológica, no solamente de destruir”, agrega el investigador del Centro UC de Desarrollo Local (CEDEL) en Villarrica.

Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

Por otra parte, las huertas comunitarias también se transforman en espacios que permiten generar cohesión social y dar continuidad a conocimientos y prácticas tradicionales que han sido trasmitidas históricamente de generación en generación. “Hay muchos saber local, de gente que vive en los mismos barrios, en las mismas comunas y te mueres como nos enseñan. Es precioso porque al final hay una cohesión de saberes que se va traspasando y donde somos todos iguales”, relata Ana María Cortés.

En ese sentido, estos espacios entregan la oportunidad de fortalecer los lazos entre vecinos al proporcionar un espacio de encuentro y colaboración, donde las personas pueden trabajar juntas, compartir recursos y conocimientos, y crear un sentido de pertenencia.

Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

Es por ello que en estos sistemas ocurren procesos de fortalecimiento de lazos sociales, comunitarios y de recomposición de la memoria colectiva, también llamada me­moria biocultural. Así lo narra la directora de la fundación Huertas Comunitarias: “Cuanto tu trabajas comúnmente en este espacio que es la naturaleza, tu vuelves a ser parte de la naturaleza, no eres una persona que usa la naturaleza, sino que tú eres parte. Entonces al final encuentras en este lugar sentido de pertenencia. Al final, la huerta comunitaria como tal es una herramienta de transformación social”.

Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

Además, ha esto se le suman un montón de beneficios relacionados con el bienestar físico y mental, ya que estos lugares también se transforman en espacios que permiten reducir el estrés, mejorar el estado de animo y recrearse activamente lejos del caos del entorno urbano.

“Nosotros creamos estos corredores biológicos llenos de colores, en donde además también se embellece la zona y hay un mejoramiento en la calidad de vida para la persona que está mirando, tanto un observador indirecto como un observador directo”, agrega la directora de Huertas Comunitarias.

En ese sentido, las huertas comunitarias también traen muchos otros beneficios para el ser humano. Contribuyen a la mejora de la calidad del aire y la biodiversidad. Ayudan a mitigar el efecto de las islas de calor urbano. Facilitan la retención de agua, reduciendo el riesgo de inundaciones en las ciudades. Y, además, estas iniciativas disminuyen la huella de carbono al reducir la dependencia del transporte de alimentos, ya que los productos son cultivados localmente.

Espacios para el aprendizaje y la resilencia

Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés - Huertas Comunitarias
Huerta comunitaria La Pintana. Créditos: Ana María Cortés – Huertas Comunitarias

En muchas comunidades, estos espacios también son utilizados para la educación ambiental, enseñando a niños y niñas, y también a adultos, sobre sostenibilidad y prácticas agrícolas responsables.

De esta forma, se transforman en algo más que un cultivo, sino que también se constituyen como verdaderas salas de clase al aire libre. En ese sentido, las huertas se convierten en espacios donde los niños y las comunidades educativas pueden gestionar y pueden producir su propio alimento, pero también aprender distintas disciplinas que van a ser fundamentales para enfrentar procesos de crisis y aprender sobre el cuidado de la naturaleza, la cohesión social y la soberanía alimentaria.

“Las huertas educativas tienen una orientación fundamentalmente hacia la transmisión del conocimiento, este es un conocimiento que no está solamente vinculado a la ciencia naturales o a la alimentación, sino que también puede estar asociado con muchas experiencias: al aprendizaje de una lengua, al aprendizaje de las ciencias sociales e historia, al aprendizaje y puesta en práctica del arte, la economía, entre muchos otros saberes”, puntualiza el académico.

De esta forma, las huertas son más que una fuente de recursos alimentarios para las familias, sino que se transforman en salas de clase, mejoran la calidad de vida de las personas, fomentan el cuidado del medio ambiente y también, promueven una mejor convivencia dentro de las comunidades, generando sentido de pertenencia y unidad.

Si quieres saber más sobre las huertas comunitarias y los distintos proyectos que existen en Chile, puedes visitar el sitio web y las redes sociales de Fundación Huertas Comunitarias.

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