Chile, con su vasta extensión costera que abarca miles de kilómetros, es hogar de una increíble diversidad biológica marina, especialmente en lo que respecta a los moluscos. Estas criaturas marinas, muchas de las cuales poseen conchas, representan una parte fundamental de los ecosistemas marinos chilenos.

Los moluscos juegan un rol fundamental, tanto ecológicamente como en términos comerciales. Entre los más conocidos y valorados se encuentran los moluscos de la clase Bivalvia, que incluyen especies como las almejas, machas y choritos. Los gasterópodos también son comunes, destacando el loco como uno de los más representativos. Asimismo, los chitones o apretadores son abundantes a lo largo de las costas del país.

Felicioliva peruviana. Créditos: Cristian Aldea.
Felicioliva peruviana. Créditos: Cristian Aldea.

Dentro de los caracoles, se encuentran especies herbívoras como el caracol de pijamas (Littorina peruviana), que es muy abundante en las zonas norte y central de Chile. Hacia el sur, esta especie es reemplazada por una variedad más pequeña, L. araucana, de color negro. Ambos caracoles se alimentan de pequeñas algas utilizando una estructura llamada rádula.

Por otro lado, especies como el caracol panal (Crassilabrum crassilabrum), conocido por su color blanco amarillento y líneas en relieve sobre su concha, también habitan las costas chilenas. Otros caracoles comunes en la región son las olivas (Oliva peruviana), los caracoles largos (Turritela spp.), y especies comestibles apreciadas como el locate (Thais chocolata) y el trumulco (Chorus giganteus).

Thais chocolata. Créditos: Karine Scott.
Thais chocolata. Créditos: Karine Scott.

Del mismo modo, los bivalvos son el segundo grupo de moluscos más diverso en Chile después de los gasterópodos. Estos moluscos, que incluyen especies como los choritos, almejas y machas, son conocidos por su capacidad de filtrar el agua para alimentarse de plancton y materia orgánica en suspensión. Sin embargo, algunos bivalvos también tienen la capacidad de perforar materiales duros, como la madera (Teredo navalis) o rocas (género Pholas).

En Chile, las especies más comunes de bivalvos incluyen la macha (Mesodesma donacium), diversas almejas (Protothaca thaca, Ameginomya antiqua, entre otras), culengues (Gari solida), y choros como el Choromytilus chorus, el Mytilus edulis y el Perumitylus purpuratus. Los bivalvos también tienen la capacidad de concentrar toxinas causantes de la marea roja, lo que restringe su consumo durante ciertos períodos cuando estas toxinas están presentes en grandes cantidades.

Chorus gigantus. Créditos: Claudio Maureira.
Chorus gigantus. Créditos: Claudio Maureira.

Por su parte, los chitones, o apretadores, son moluscos que se caracterizan por tener un cuerpo cubierto por ocho placas calcáreas articuladas entre sí. Son comunes a lo largo de las costas chilenas y se alimentan de algas, desplazándose sobre las rocas litorales. Debido a que su sabor es sumamente apreciado, y a la facilidad con la que se marisquean, son extensamente recolectados en todo el país.

Finalmente, es necesario mencionar al loco (Concholepas concholepas), molusco gastrópodo carnívoro exclusivo de las costas de Chile y el sur de Perú. Se alimenta principalmente de picorocos, lapas y choritos. Este molusco tiene sexos separados y se reproduce por fecundación cruzada. Históricamente, el loco habitaba zonas litorales, pero la sobreexplotación ha llevado a una disminución de sus poblaciones. Actualmente, su extracción está controlada por vedas, permitiendo la captura de un número limitado de ejemplares.

Concholepas concholepas. Créditos: Cristian Aldea.
Concholepas concholepas. Créditos: Cristian Aldea.
Trochita trochiformis. Créditos: Josefa Araya Campano.
Trochita trochiformis. Créditos: Josefa Araya Campano.

¿Cómo se forman las conchas?

Las conchas de los moluscos están formadas por una sustancia llamada carbonato de calcio, secretada por un órgano especializado conocido como el manto. El manto recubre el cuerpo del molusco y es responsable de la producción y el crecimiento de la concha a lo largo de la vida del animal. Este proceso se da en capas sucesivas, lo que permite que la concha crezca a medida que el molusco lo hace. La forma y el grosor de la concha varían según la especie.

«La formación de las conchas en los moluscos es un proceso que ocurre mediante la secreción de carbonato de calcio y proteínas por parte del manto, un tejido especializado que recubre su cuerpo. La concha presenta una estructura estratificada compuesta por tres capas: el periostraco (capa externa, formada por conquiolina, que protege contra la abrasión y la disolución), la capa prismática (capa media, constituida por cristales de calcita organizados en prismas) y la capa nacarada (capa interna, compuesta de aragonito en láminas, que proporciona resistencia y brillo). El crecimiento de la concha se da en los bordes y en la superficie interna mediante la continua deposición de material calcáreo. Además, el manto puede reparar daños estructurales mediante la regeneración de nuevas capas de carbonato de calcio. La morfología de la concha varía ampliamente entre especies y es un criterio clave para su identificación. La ornamentación, que incluye estrías de crecimiento, costillas, espinas y variaciones en la textura del periostraco, contribuye a la diferenciación de las especies. En aquellas que poseen periostraco desarrollado, este puede presentar estructuras pilosas o escamosas que cumplen funciones ecológicas, como la reducción de la incrustación de organismos o la adaptación al medio», explica Cristian Aldea, biólogo marino y doctor en Biología de los Organismos y Ecosistemas.

Fissurella crassa. Créditos: Erasmo Macaya Horta.
Fissurella crassa. Créditos: Erasmo Macaya Horta.
Argopecten purpuratus. Créditos: By Ulises.
Argopecten purpuratus. Créditos: By Ulises.

«Son muchos los factores que influyen en las características de las conchas, siendo la acidez del agua uno de los más importantes. Sin embargo, es la información genética de cada especie la que juega el papel principal en la determinación de su estructura, forma y ornamentación. Factores ambientales como la temperatura, la disponibilidad de carbonato de calcio y la presión del hábitat también pueden afectar el desarrollo y composición de la concha, generando variaciones entre especies similares o dentro de una misma especie», agrega.

En este sentido, las conchas de los moluscos son mucho más que simples estructuras externas. En primer lugar, proporcionan una defensa vital para el molusco, protegiéndolo de predadores y de condiciones ambientales adversas. Las conchas también permiten a muchas especies de moluscos adherirse a las rocas o al sustrato marino, lo que les ayuda a resistir las fuertes corrientes y mareas de las costas.

Felicioliva peruviana. Créditos: Francisco Riquelme Tapia.
Felicioliva peruviana. Créditos: Francisco Riquelme Tapia.

Además, las conchas de los moluscos juegan un papel crucial en el ecosistema marino. Cuando las conchas se descomponen, liberan minerales al ambiente, lo que contribuye al ciclo de nutrientes en el océano. En algunos casos, las conchas vacías sirven de hábitat para otras especies, creando microecosistemas que favorecen la biodiversidad.

«Las conchas desempeñan funciones vitales tanto para los moluscos como para los ecosistemas en los que habitan. Por una parte, las conchas de los moluscos son fundamentales para su supervivencia, ya que les ofrecen protección contra depredadores y daños, soporte estructural al cuerpo, y ayudan a regular el ambiente interno del animal, como la temperatura y la salinidad. Además, facilitan la flotabilidad en algunos casos (moluscos pelágicos), proporcionan camuflaje o sirven como una señal de advertencia. Por otra parte, registran información ecológica y climática, siendo útiles en estudios paleontológicos, y en algunos casos, sirven como refugio o sustrato para otras especies (ej. cangrejos ermitaños). En otro ámbito, el comercio de conchas tiene una importante dimensión económica, ya que se utilizan en la elaboración de artículos ornamentales, joyería y otros productos, lo que genera una demanda que puede tener impactos en los ecosistemas», señala Aldea.

Thais chocolata. Créditos: Cristian Aldea.
Thais chocolata. Créditos: Cristian Aldea.
Scurria scurra. Créditos: Erasmo Macaya Horta.
Scurria scurra. Créditos: Erasmo Macaya Horta.

Por lo mismo, es importante señalar que las conchas no deben ser recolectadas indiscriminadamente de las playas, por muy bonitas que sean. Sacarlas del entorno natural puede dañar el equilibrio ecológico. Además, su remoción afecta a las poblaciones de moluscos, que dependen de estas estructuras para su supervivencia.

«Sin duda la extracción masiva de conchas tiene consecuencias para los ecosistemas marinos, como la pérdida de hábitats y refugios para especies dependientes de las conchas, la alteración del sustrato marino, y la disminución de las poblaciones de moluscos, lo que afecta su capacidad de reproducción. Además, interrumpe el ciclo de nutrientes al reducir la descomposición de las conchas y puede desencadenar una caída en la biodiversidad, afectando a otras especies y alterando el equilibrio ecológico», afirma Aldea.

Felicioliva peruviana. Créditos: Francisco Riquelme Tapia.
Felicioliva peruviana. Créditos: Francisco Riquelme Tapia.

Los moluscos también tienen un gran valor cultural e histórico. Los conchales son montículos de conchas y restos de estos organismos, formados por la acumulación de desechos de grupos humanos que habitaron las costas, por lo que ofrecen una ventana invaluable al pasado. Los conchales son vestigios fundamentales para comprender cómo los primeros habitantes de las zonas costeras utilizaban los recursos marinos, y se han convertido en puntos clave para entender la vida de los pueblos prehispánicos.

Los conchales son restos arqueológicos que datan de hace más de 14.000 años. Se encuentran principalmente en las zonas costeras, donde los grupos humanos se asentaron y aprovecharon los recursos del mar. Estos sitios no solo funcionaron como basureros, sino que también se usaron como lugares de recolección de alimentos, procesamientos y, en algunos casos, como espacios rituales o funerarios. Las conchas eran elementos esenciales en la fabricación de herramientas, adornos y utensilios, lo que les confería una gran importancia cultural y simbólica. En Chile, por ejemplo, los conchales de las costas de Guanaqueros y Tongoy han sido objeto de numerosos estudios arqueológicos.

Xanthochorus cassidiformis. Créditos: Cristian Aldea.
Xanthochorus cassidiformis. Créditos: Cristian Aldea.

«Los moluscos han estado presentes en la historia humana desde sus inicios como recurso alimenticio por su gran disponibilidad, abundancia y fácil obtención. Junto con esto, en el proceso de adaptación a ambientes costeros y de conocimiento y uso de los moluscos, las conchas fueron un elemento de gran utilidad como materia prima para la fabricación de herramientas y adornos. Sus características naturales como color, dureza, rugosidad o filo fueron aprovechados para usarlos, como, por ejemplo, contenedores o cuchillos», profundiza Carola Flores, doctora en Arqueología, profesora de la Facultad de Artes Liberales del departamento de Historia y Ciencias Sociales de la Universidad Adolfo Ibáñez, e investigadora asociada de la Escuela de Arqueología, Universidad Austral, Puerto Montt.

«La presencia de conchas de moluscos en sitios arqueológicos alejados de la costa, algunas veces varios kilómetros hacia el interior destacan su relevancia como materia prima y/o como referencia simbólica del espacio costero-marino. Desde el punto de vista ritual, la presencia de conchas de moluscos como ofrendas funerarias en sitios arqueológicos de tipo cementerio, demuestran también la gran relevancia ritual, ceremonial, religiosa o política de los moluscos y sus conchas en el pasado. En términos comerciales, hay evidencias bien interesantes en las costas del sur de California, de la producción intensiva de cuentas en concha de caracoles marinos, las cuales fueron ampliamente utilizadas como monera de cambio», agrega.

Argopecten purpuratus. Créditos: Ben Lyle Bedard.
Argopecten purpuratus. Créditos: Ben Lyle Bedard.

La diversidad de moluscos con concha en Chile

Chile, por su extensa costa, alberga una enorme diversidad de moluscos con concha. Desde los cálidos mares del norte hasta las frías aguas del sur, las costas chilenas son hogar de numerosas especies, algunas de ellas endémicas.

Se estima que existen más de 1.500 especies de moluscos marinos con conchas en Chile, pertenecientes a diferentes órdenes y familias, lo que demuestra la riqueza biológica de las aguas chilenas. Esta diversidad no solo es significativa desde el punto de vista ecológico, sino que también cultural y económico, ya que varias de estas especies son parte integral de la alimentación local y las tradiciones pesqueras.

«De las más de 1.800 especies de moluscos marinos registradas en Chile, más de 1.500 presentan concha. De ellas, alrededor de 990 son gasterópodos, unas 425 son bivalvos, aproximadamente 70 son poliplacóforos (chitones) y el resto corresponde a escafópodos, cefalópodos con concha y monoplacóforos», ahonda Aldea.

Trochita trochiformis. Créditos: José Ignacio López.
Trochita trochiformis. Créditos: José Ignacio López.

«En cuanto al endemismo, determinar la distribución exacta de muchas especies es complicado debido a las variaciones de temperatura en los mares, que están asociadas a fenómenos climáticos y condiciones ambientales como El Niño o la zona frontal polar austral. Sin embargo, según los registros de distribución, se estima que alrededor del 10% de las especies podrían ser endémicas, con la mayoría de ellas presentes en Rapa Nui», agrega.

Las conchas de los moluscos marinos que habitan las costas chilenas son una de las características más distintivas de estas especies. Desde los caracoles como Thais chocolata hasta los bivalvos como el Aulacomya atra, cada especie presenta conchas únicas adaptadas a su entorno y necesidades biológicas.

Aargobuccinum pustulosum. Créditos: José Raimundo Peranchiguay.
Aargobuccinum pustulosum. Créditos: José Raimundo Peranchiguay.

«La diversidad de conchas que se pueden encontrar en las playas, varía dependiendo de la zona en que nos encontremos. No obstante, se podría generalizar que son costas que se caracterizan por sus grandes fisurélidos (Fissurella spp.), varios pateliformes (Scurria spp. por el norte y Nacella spp. en la zona sur-austral), los cuales se entremezclan con diferentes tróquidos y grupos afines (Tegula spp., Margarella spp.) y algunos gasterópodos predadores como son principalmente los murícidos (Xanthochorus spp. Acanthina monodon y, Trophon spp., en el sur-austral). Respecto a los bivalvos, los mitílidos de las especies Perumytilus purpuratus, Mytilus chilensis y Aulacomya atra, tapizan las rocas. Las almejas comunes que viven en sustratos arenosos corresponden principalmente a Leukoma antiqua y otras especies similares. Cabe destacar que, en las partes altas de los intermareales, habitan gasterópodos pulmonados del género Siphonaria spp.», comenta Aldea.

A continuación, ahondaremos en algunas de estas especies que habitan las costas de Chile, desde el norte hasta el sur del país:

Tegula Atra. Créditos: Cristian Aldea.
Tegula Atra. Créditos: Cristian Aldea.

Fissurella crassa

Comúnmente conocida como lapa gruesa, esta especie se encuentra en el Océano Pacífico, desde el centro de América hasta las costas de Perú y Chile. Este molusco se caracteriza por su caparazón robusto, típico de la familia Fissurellidae, y se destaca por su forma circular con una hendidura en la parte superior.

Fissurella crassa. Créditos: César Pedrini.
Fissurella crassa. Créditos: César Pedrini.
Fissurella crassa. Créditos: Cristian Aldea.
Fissurella crassa. Créditos: Cristian Aldea.

Fissurella máxima

También llamada lapa gigante, esta especie tiene un caparazón que puede alcanzar tamaños entre 60 y 138 mm. Se distribuye a lo largo del Océano Pacífico, desde Ecuador hasta la región de Tierra del Fuego, destacándose por su tamaño y la forma de su concha, que presenta una abertura central prominente.

Fissurella maxima. Créditos: Diego Almendras.
Fissurella maxima. Créditos: Diego Almendras.

Fissurella latimarginata

Esta especie, que habita principalmente frente a las costas de Perú y Chile, se caracteriza por una concha que varía entre los 50 y 100 mm de tamaño. Al igual que otras especies del género Fissurella, tiene una abertura de ojo de cerradura y se encuentra comúnmente en áreas intermareales rocosas.

Fissurella latimarginata. Créditos: César Pedrini.
Fissurella latimarginata. Créditos: César Pedrini.
Fissurella latimarginata. Créditos: Cristian Aldea.
Fissurella latimarginata. Créditos: Cristian Aldea.

Scurria scurra

La lapa verdadera, Scurria scurra, es un molusco de la familia Lottiidae que se distribuye en las aguas del Pacífico sudeste y Atlántico sudoeste, especialmente en Chile, Argentina y las Islas Malvinas. Esta especie se distingue por su caparazón cónico, alto, y de color blanco amarillento, cuya superficie externa tiene estrías de crecimiento y radiales divergentes.

Scurria scurra. Créditos: Cristian Aldea.
Scurria scurra. Créditos: Cristian Aldea.
Scurria scurra. Créditos: Diego Almendras.
Scurria scurra. Créditos: Diego Almendras.

Tegula atra

El caracol conocido como “melonhué” o caracol negro pertenece al género Tegula y es habitual en las zonas intermareales de la costa del Pacífico, desde Perú hasta la Patagonia chilena. Este molusco tiene una concha gruesa de forma piramidal, que varía entre tonos de pardo a negro, con finas estrías visibles en su superficie.

Trochita trochiformis

Este caracol pertenece a la familia Calyptraeidae, conocida por los llamados caracoles zapatilla. Su concha es aplanada y de forma casi circular, y se encuentra en las zonas rocosas y arrecifes coralinos del Pacífico.

Trochita trochiformis. Créditos: Ariel Cabrera Foix.
Trochita trochiformis. Créditos: Ariel Cabrera Foix.

Monetaria caputdraconis

También conocido como «cauri cabeza de dragón», este molusco de la familia Cypraeidae se encuentra en las islas de Pascua y Sala y Gómez. Su concha, que varía entre los 15 y 40 mm de longitud, tiene un patrón distintivo de manchas amarillentas sobre un fondo marrón.

Monetaria caputdraconis. Créditos: Erasmo Macaya Horta.
Monetaria caputdraconis. Créditos: Erasmo Macaya Horta.

Argobuccinum pustulosum

Este caracol marino, originario de Sudáfrica pero también presente en Chile, Australia y Nueva Zelanda, tiene una concha globosa con espiral baja, adornada con cordones espirales gruesos. Se distribuye desde las costas del norte de Chile hasta la región de Magallanes.

Aargobuccinum pustulosum. Créditos: Matías G.
Aargobuccinum pustulosum. Créditos: Matías G.
Aargobuccinum pustulosum. Créditos: Matías G.
Aargobuccinum pustulosum. Créditos: Matías G.

Chorus giganteus

Endémico de las costas chilenas, este caracol de la familia Muricidae es un depredador bentónico que habita en profundidades de 8 a 30 metros. Su captura ha disminuido significativamente debido a la sobreexplotación de la especie.

Chorus gigantus. Créditos: Cristian Aldea.
Chorus gigantus. Créditos: Cristian Aldea.
Chorus gigantus. Créditos: Claudio Maureira.
Chorus gigantus. Créditos: Claudio Maureira.

Concholepas concholepas

Comúnmente conocido como “loco” o “chanque”, este molusco tiene una concha pateliforme robusta, con una espiral de tres vueltas. Es muy apreciado por su carne, que es muy valorada en la gastronomía, pero debido a su sobreexplotación, está sujeto a regulaciones pesqueras en Chile y Perú. Su distribución abarca las costas chilenas, desde la zona norte hasta la región de Magallanes.

Thais chocolata

Este molusco, conocido comúnmente como «locate», se distribuye desde el norte de Chile hasta la zona de Valparaíso. Con una concha robusta y de forma cónica, esta especie se caracteriza por su comportamiento reproductivo, durante el cual los adultos se agrupan en formaciones conocidas como «maicillo». Su concha externa presenta una coloración variable y una superficie con estrías que proporcionan resistencia y protección.

Thais chocolata. Créditos: Ariel Cabrera Foix.
Thais chocolata. Créditos: Ariel Cabrera Foix.

Xanthochorus cassidiformis

Distribuido desde las costas peruanas hasta Chiloé, el Xanthochorus cassidiformis es un molusco carnívoro con una concha gruesa y alta, compuesta por varias vueltas angulosas. Su concha se caracteriza por costillas radiales alzadas y estrías concéntricas, formando una estructura resistente que permite al caracol realizar su actividad depredadora. Se encuentra especialmente en fondos arenosos y es conocido por su capacidad para cazar bivalvos como el Leukoma thaca.

Felicioliva peruviana

Con una distribución desde Bahía Sechura en Perú hasta Lota en Chile, Felicioliva peruviana posee una concha característica de forma ovalada e invertida. La estructura de su concha presenta una espira obtusa y una abertura alargada, terminando en un canal sifonal corto. Este caracol es carnívoro, alimentándose principalmente de restos de peces, y tiene una preferencia por las actividades nocturnas.

Aulacomya atra

El Aulacomya atra es un molusco bivalvo nativo de las costas de Perú y Chile, donde forma parte importante de la gastronomía local. Su concha es gruesa, de forma mitiliforme, con costillas radiales que permiten una sujeción firme al sustrato rocoso. Este molusco se encuentra comúnmente en fondos intermareales y profundidades de hasta 40 metros. En las costas de Chile, la concha de Aulacomya atra se considera una delicadeza en los platos típicos de la zona sur.

Perumytilus purpuratus

El Perumytilus purpuratus es un molusco bivalvo que vive en la zona intermareal rocosa de Chile. Su concha es gruesa y presenta una coloración violácea en el periostraco. Se encuentra formando bancos extensos en las zonas expuestas a las mareas bajas, y es ampliamente utilizado en la industria pesquera y gastronómica. El diseño de su concha permite que se mantenga firmemente adherido al sustrato, resistiendo las fuerzas del agua y las mareas.

Perumytilus purpuratus. Créditos: Cristian Aldea.
Perumytilus purpuratus. Créditos: Cristian Aldea.

Argopecten purpuratus

Distribuido por las costas del Pacífico de Perú y Chile, el Argopecten purpuratus es conocido como ostión del norte en Chile y concha de abanico en Perú. Su concha, en forma de abanico, es grande y sólida, con costillas radiales bien marcadas. Es una especie con gran interés comercial debido a su sabor y su valor económico. Esta especie se cultiva activamente en las costas chilenas y peruanas, y su concha es reconocida tanto por su belleza como por sus características resistentes.

Argopecten purpuratus. Créditos: Francisco Riquelme Tapia.
Argopecten purpuratus. Créditos: Francisco Riquelme Tapia.

Leukoma thaca

La Leukoma thaca, anteriormente conocida como Protothaca thaca, es un bivalvo que habita desde Chicama en Perú hasta el Archipiélago de los Chonos en Chile. Su concha, gruesa y ovoide, presenta costillas radiales marcadas y una escultura externa compleja. Esta especie es conocida por su capacidad para vivir enterrada en arena, entre las mareas más bajas y profundidades de hasta 15 metros. Es un bivalvo que juega un papel importante en los ecosistemas marinos, contribuyendo a la filtración de partículas del agua.

Leukoma thaca. Créditos: Cristian Aldea.
Leukoma thaca. Créditos: Cristian Aldea.
Leukoma thaca. Créditos: Cristian Aldea.
Leukoma thaca. Créditos: Cristian Aldea.

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