Como detectives del Reino Fungi: la historia tras el descubrimiento de hongo celebrado por DiCaprio
Reconstruir imágenes a partir de una tesis en alemán, en la que no había fotografías. Usar un kit forense para tratar una única muestra en el mundo. Secuenciar ADN. Seguir la intuición y la experiencia. Prestar atención al ojo de las comunidades. Pareciera una tarea de detectives, pero es, en realidad, parte del detallado trabajo desarrollado por micólogos para redescubrir al hongo “Big Puma”. Esta especie es endémica de Nahuelbuta y solo se había documentado para la ciencia hace 40 años, a través de la tesis del micólogo Norberto Garrido. La noticia de su descubrimiento fue celebrada por el actor Leonardo DiCarpio, lo que ayudó a que se masificara, junto al documental que se enfocó en las expediciones.
“Vi algo”. El ecólogo Gabriel Orrego estaba manejando cuando creyó divisar, a la orilla del camino, el hongo que estaba buscando. En esa misión también se encontraba Daniela Torres, directora de programas de la Fundación Fungi y líder de la expedición; la micóloga Claudia Bustamante; y el botánico y miembro de la Fundación Nahuelbuta, Christian Romero.
Gabriel paró el auto. Todos se acercaron rápidamente al hongo.
Lo que querían rastrear sus ojos era al “Gran Puma”, especie descrita por primera vez en 1982 por el micólogo chileno Norberto Garrido. Desde entonces no se había visto. Todos los presentes sabían que no sería tarea fácil encontrarla, menos en su primer día de expedición.
Sus experimentados ojos supieron que lo que veían en la cordillera de Nahuelbuta, no era la especie que buscaban, de nombre científico Austroomphaliaster nahuelbutensis. En eso, Daniela desvió su mirada por la misma ladera.
“Aquí hay algo”, dijo. Todos desviaron su atención para allá.
La elección de una especie única
En mayo de 2023, el Dr. Francisco Kuhar recibió un mensaje por Whatsapp. Él es argentino, pero vive en Bilbao, España, donde tiene su laboratorio. Había seis horas de diferencia horaria. Cuando abrió el mensaje, vio una foto. La mandaba Daniela desde la cordillera de Nahuelbuta. El protagonista era, al menos a simple vista, Austroomphaliaster nahuelbutensis. No lo podía creer.
Francisco trabajó junto a Daniela y el equipo de la Fundación Fungi en muestreos previos en la Patagonia, donde también estuvieron investigadores de la Universidad de Harvard, la Universidad de Florida y el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET). Con Daniela, de quien también es amigo, habían hablado o trabajado alguna vez con la tesis doctoral de Norberto Garrido, publicada en 1985 en Alemania. Ese famoso micólogo chileno fue quien describió más de 50 especies endémicas para Chile. “Esa tesis tenía cosas que no pudimos encontrar jamás y eso a mi me volvía loco”, confiesa Francisco.
Por ello, en 2022, cuando Daniela tenía la misión de hacer una lista de hongos perdidos para redescubrir, por encargo de la iniciativa de descubrimiento de especies de la organización Re:Wild, no dudó en contactar a su amigo, entre otros colegas latinoamericanos.
“Tratamos de convocar a distintos actores que sabíamos que habían hecho esfuerzos de muestreo de hongos en distintos lugares. Y la idea era saber si había una especie en particular que a ellos les llamara la atención, que no apareciera en mucho tiempo”, explica Daniela. “Mi colega argentino ha trabajado por varios años con hongos en la Patagonia y él nos comentó de Austroomphaliaster. Es un excelente profesional y además es muy curioso. Tiene una fijación en grupos de hongos que nadie más ve o se interesa. De todos los hongos de los que hizo muestreo en Chile y Argentina, esta especie no se le aparecía y nos la propuso”, continúa Daniela.
Francisco, por su lado, lo describe como un hongo “muy hermoso”. Que, como estaba descrito, tenía buen tamaño. Que, pese a que debería ser “fácil de encontrar”, jamás había aparecido. Es, además, único en su género o monotípico. Y sus esporas son ornamentadas, es decir, que tienen un diseño morfológico atractivo, solo posible de ver a través de un microscópico: con forma ovalada y puntas que lo hacen especial. Eso no es común.
“Tenía que aparecer de alguna u otra manera y durante mucho tiempo no lo hizo”, asegura Francisco.
Finalmente, de las diez especies propuestas a Re:Wild —fundación creada por el actor de Hollywood Leonardo DiCaprio—, se eligió al Gran Puma. Era la única chilena de la lista.
Los detalles desde Europa
El trabajo para descifrar un hongo como este es casi de detective. De seguir pequeñas pistas que lleven a encontrar a un culpable, un buscado o una víctima, que en este caso sería el hongo Austroomphaliaster nahuelbutensis.
Lo primero era traducir las primeras pistas bibliográficas. Y el equipo tenía la suerte de que Francisco sabía alemán. Él, por lo tanto, se encargó de traducir los escritos de Garrido. No existía ninguna fotografía del hongo.
Con las descripciones que Garrido escribió, los investigadores fueron haciéndose una imagen de cómo podría ser el hongo, tanto microscópica como macroscópicamente. Un dibujo. Con eso, los expedicionarios que irían a terreno tendrían más claridad sobre qué buscar. En este caso, se reconstruyó que Gran Puma es un hongo pequeño, de cinco centímetros, de color marrón grisáceo con tonos rojos, opaco, con un estípite que se engruesa en la base y umbilicado. Esto último quiere decir que su sombrero se hunde en el medio.
También sabían, tal como relata el documental “En busca del hongo perdido”, qué lugares de Nahuelbuta recorrió Garrido para su tesis. Se trata de ecosistemas donde convergen especies de árboles, principalmente roble y ñirre. Además, es una especie ectomicorrízica, lo que significa que forma una asociación debajo de la tierra con las raíces de ciertas plantas. Junto con todo lo anterior, sabían el mes en el que el reconocido micólogo visitó el lugar: mayo. Eso ya fue suficiente para darle marcha a la organización de la expedición.
Mientras tanto, en Europa quedaba una tarea pendiente: realizar la secuencia de ADN de la única muestra existente del Gran Puma, almacenada en el Jardín Botánico del Palacio de Nymphenburg, en Múnich.
“Ahora es casi imprescindible tener la secuencia de ADN para confirmar algo”, explica Francisco, “sobre todo para las cosas raras, nos piden pruebas objetivas. La opinión de un micólogo es importante, pero cuando uno lo va a publicar en una revista científica, se necesitan esas pruebas objetivas. Además, el ADN aporta otro valor. Por ejemplo, ya sabemos que este hongo no aparece en muestras de suelo, porque hay muestras de suelo de toda la Patagonia y nunca apareció su ADN. Lo hubiéramos encontrado en la base de datos. Entonces el ADN aporta muchas cosas, como saber que es correcta la posición en ese género y en esa familia. Estamos haciendo un aporte más grande con ADN que sin él”.
Para poder identificar una especie de hongo, por ejemplo, no se necesita todo el ADN o genoma completo, con algunos pedazos que varíen funciona. “Como con las personas, cuando hay que identificar a alguien, hay que buscar cosas que varíen. Yo no puedo identificar a alguien solo con su altura. En las personas esto es la huella digital, que varía por persona. Bueno, en el ADN, para identificar hongos, pasa lo mismo”, continúa Francisco.
Entonces, el micólogo se consiguió los permisos correspondientes con el jardín botánico. Viajó a Múnich. Entró al recinto en vísperas de Navidad de 2023. Su gran regalo de la festividad sería tener una verdadera reliquia micológica ante sus ojos y la oportunidad de sacarle muestras.
La muestra estaba, literalmente, hecha pedazos. Seca en una pequeña caja. Francisco la abrió, sacó una pieza pequeña. La observó en el microscopio. Guardó otra pieza para trabajar en su laboratorio en Bilbao. Dejó una nota. “Es importante anotar lo que uno vio”, aclara. Volvió a España y empezó su misión.
La muestra era antigua, por lo que no era nada fácil trabajar con ella. “Me conseguí un kit de ADN de los que usan los forenses cuando hay crímenes. Si hay que sacar ADN de cabellos, cadáveres, cosas así, los usan. Funcionó perfecto”, describe. Se demoró unas horas en amplificar el ADN. En otras palabras, en multiplicar las moléculas. Cuando ya tenía los genes amplificados y purificados, los envió a secuenciar a Corea. Ellos mandarían después un mail con la secuencia de ADN, la que se compararía con la muestra recolectada en la expedición y la base de datos.
Antes había recibido el mensaje de Daniela: lo más seguro era que habían encontrado el hongo el primer día de expedición. La observación macroscópica y microscópica calzaba. Desde Chile enviaron las muestras a España. Lo siguiente era ampliar el ADN, secuenciarlo y, finalmente, comparar para confirmar.
Confiar en el terreno
La labor de Francisco en Europa era un primer desafío para lograr encontrar el hongo. Mientras, en Chile, la investigación continuó: había que intentar dar con el tan espécimen. Y eso, evidentemente, implicaba otros desafíos.
“Han pasado muchos años desde que se descubrió la especie. El sitio donde estaba no es el mismo que era hace 40 años. Ha sufrido hartas amenazas. En el Parque Nacional Nahuelbuta, antes de nuestra llegada, había un conflicto bastante importante. No sé si seguirá hasta ahora, pero habían quemado las instalaciones de la Corporación Nacional Forestal (Conaf) (…). Otra cosa bien importante era el tema de la fecha, porque las condiciones no eran las mismas que cuando fue Garrido. La fecha de la ida a terreno fue una decisión que abordamos no solo considerando condiciones climáticas, biológicas, de humedad y temperatura, sino que basarnos en otros encuentros”, relata Daniela.
Ese mismo año, en marzo, la Fundación Fungi tuvo su segundo encuentro con la Amanita galactica. La especie fue descrita por Giuliana Furci, directora de la Fundación, 9 años antes. La primera vez que se colectó, el Parque Nacional Conguillío estaba nevado y el hongo inmerso en un paisaje blanco. En 2023, en cambio, para la misma fecha, Conguillío estaba seco. La tierra se tocaba y se sentía el polvo.
“En base a eso, nos arriesgamos. Hablamos con Re:Wild para ir en la misma fecha que fue Garrido, independiente de las condiciones climáticas. Sabíamos que no iban a ser las mismas que cuando él fue. Fue un riesgo y sabíamos que existía la posibilidad de no encontrarla y, en ese caso, evaluar volver cuando las condiciones climáticas coincidan”, recuerda Daniela.
Y fueron, alrededor del 15 de mayo de 2023. Se aliaron con la Fundación Nahuelbuta, que se dedica a la conservación de la cordillera homónima. Christian Romero, botánico y miembro de la fundación los acompañó. Él los llevó a Pichinahuel, o sendero del hongo pequeño.
Todos estaban con el humor cabizbajo por lo difícil a lo que se enfrentaban, en especial por la falta de humedad que había en el ambiente. El suelo no estaba mojado. Pero, finalmente, vieron el hongo el primer día. Luego de recolectarlo, fueron ansiosos a comer, y corrieron al microscopio.
“Claudia empezó a hacer cortes. De repente, vemos una espora parecida. Vemos una guatita o pequeña depresión que coincidía completamente. Le mandamos las fotos a Fran. Acá eran las ocho de la noche, él tenía seis horas más y contestó igual. Nos dijo: ‘Pero ¿cómo la encontraron el primer día? Y con tanta suerte. Es el hongo’”, recuerda Daniela.
Los días siguieron con la adrenalina del momento. Pero no fueron exitosos en la búsqueda. Así, conforme pasaban los días, se dieron cuenta de que lo del primer día era, en realidad, algo especial.
El último día, en una actividad con la comunidad Pehuen de Nahuelbuta, los investigadores acercaban los hongos a la comunidad. Hablaban de micorrizas, saprobios y otras cosas cuando escucharon una voz gritar que vio algo. Inmediatamente, empezó la euforia colectiva.
Cuando se acercaron, no lo podían creer: vieron un parche grande de Gran Puma. “La comunidad lo vio, lo olió, lo sintió. Entonces, junto a las personas que cuidan esta área protegida privada, encontramos el hongo. Fue un momento mágico. No sé si hay otra palabra. Creo que les da sentido de pertenencia que se llame nahuelbutensis. Después personas que estuvieron en el taller han encontrado el hongo en otros lugares cercanos a Nahuelbuta. Es, al parecer, restringido a esa localidad, a ese particular ecosistema”, asegura Daniela.
Así, el primer día fue investigativo y exploratorio. El último, de encontrarlo en la comunidad. Para Daniela eso último fue como “dejar una espora inoculada en las personas”.
Las muestras recolectadas las trabajó Claudia en microscopía durante unas semanas más. Las midió, las analizó y les sacó fotos. Las enviaron a Francisco cerca del mes de julio. El hizo su trabajo y lo mandó a secuenciar. Luego, en febrero de 2024 recibió los resultados.
“Estaba en una reunión de trabajo online y llegaron los resultados. Yo tenía que hablar de otra cosa. Pero cuando me llegó el mail de Corea empecé a comparar enseguida las secuencias. Vi que coincidía y me puse muy feliz. Me aguanté hasta que terminó la reunión para celebrar”, dice Francisco.
Esta vez fue él quien mandó el mensaje de Whatsapp. “Chicas, coincide, lo encontraron”, les envió a Giuliana y Daniela. Trabajó en la filogenia un par de días y envió los gráficos. Con eso se comunicó al equipo. “Fue un esfuerzo gigante, no solo nacional, sino internacional. Había muchas personas esperando la noticia. Lo recibimos con mucha alegría, a pesar de que sabíamos que iba bien encaminado. No teníamos certeza hasta que Fran nos mandó ese mensaje”, asegura Daniela.
El trabajo, finalmente, se logró gracias a un esfuerzo colaborativo entre la Fundación Fungi, Re:Wild, MBZ Conservation Fund, Fundación Nahuelbuta y la comunidad local.
La importancia del descubrimiento
El 23 de mayo de este año, el actor Leonardo Dicaprio compartió la noticia.
“Después de estar perdido para la ciencia por 36 años, el hongo Gran Puma ha sido redecubierto en Chile como parte de la Búsqueda de Especies Perdidas de Re:Wild. Con la ayuda de entusiastas por los hongos locales y la Fundación Fungi, Re:Wild anuncia la primera especie fungi en ser descubierta por la Búsqueda de Especies Perdidas (…)”, fue parte de lo que escribió.
Tras este posteo, la noticia se viralizó. Prácticamente todos los medios nacionales compartieron la noticia de que DiCaprio hablaba de un hongo chileno, más que del hongo per se. Sin embargo, ayudó a masificarla y al cortometraje desarrollado por Catalina Infante, que retrató las expediciones. Así, se supo a a gran escala, en Chile y el mundo.
“Más allá del número de especies —se estima que se conoce solo el 5% de las especies del Reino Fungi a nivel mundial— estos descubrimientos son importantes para empezar a comprender bien qué hace ahí y con qué seres vivos interactúa. El primer paso es identificarla, descubrirla y redescubrirla. Sigue trabajo, entender su rol en el ecosistema. A mi me gustaría encontrarlo otra vez, hacer aislamiento para cultivar su micelio, ver qué encimas produce, de qué se alimenta. Veremos cómo lo hacemos. Todavía hay más dudas que respuestas”, comenta Francisco.
“Gran Puma relevó un tema que sabemos que existe, que es que hay ecosistemas que, si bien tienen algún tipo de protección, como el Parque Nacional Nahuelbuta, sus alrededores también albergan especies únicas que están en constante amenaza y hay poco apoyo para conservar esos lugares. En este caso, al parche grande los resguarda esta familia de la comunidad Pehuén”, asegura Daniela.
Así, con estos detallados trabajos no solo se busca amplificar el conocimiento del Reino Fungi en ecosistemas antiguos, endémicos como Austroomphaliaster nahuelbutensis, que no están en áreas protegidas. “Probablemente, nos encontraremos con especies nuevas, que no se han visto por mucho tiempo. Justamente por esto, porque son ecosistemas desprotegidos”, finaliza Daniela.