“La primera vez que buceé me di cuenta de que mi lugar estaba bajo el agua”, dice Catalina Velasco (29), bióloga marina, educadora ambiental y comunicadora científica, desde Niebla, en la Región de Los Ríos. Los kilómetros de distancia que nos separan no esconden la seguridad con la que recuerda su iniciación en el buceo, ni menos la simpatía que comunica su tono de voz. “Fue hermoso”, recuerda con emoción. Da la impresión de que la sensación que le entregó ese momento no se hubiera pasado con los años. Y luego, entrega detalles.

© Cortesía Catalina Velasco (5)
© Cortesía Catalina Velasco 

Su bautizo de buceo o primera experiencia fue junto a un buzo y un grupo de compañeros de Biología Marina de su universidad, a los 20 años. Antes de eso, nunca se había puesto un tanque de oxígeno para sumergirse bajo el agua. Mucho antes, en su infancia y vacaciones familiares, solo nadaba en la fría agua del océano Pacífico que golpea las costas chilenas hasta, como se dice coloquialmente, quedar morada de frío. Hasta ese momento, de hecho, no sabía lo que era el mar para ella. Aunque quizás -reflexiona- siempre estuvo ahí, sin que ella lo supiera.

Los primeros segundos estuvieron marcados por una crisis de pánico. Sintió el agua fría en su cara y las burbujas que no dejaban de sonar. El instructor la tenía de la mano. La calmó. Le dio una segunda oportunidad, poniéndola de espalda en el agua y guiándola para que inspirara y exhalara. Para que realmente sintiera que estaba todo bien. La dio vuelta; estaba boca abajo en el agua. Abrió los ojos y ahí sintió todo: el mundo ingrávido bajo el agua, los sonidos y lo tranquilo.

©Catalina Velasco
©Catalina Velasco

“Fue darme cuenta de que existe este otro mundo bajo el agua. Me sentí muy afortunada y también pensé en que estaba viviendo algo que la mayoría de las personas no vive. Eso me hizo entender la importancia de acercar el mar a las personas, que lo que está pasando bajo el agua hay que contarlo y llevarlo a las personas como sea”, dice Catalina, quien también exclama la sensación que recuerda que pasó por ella al sentir todo esto: “¡Wow! ¡Para esto vine al mundo!”

Educar para cuidar el mar

Catalina llegó a Biología Marina en una decisión casi de último minuto antes de postular a la universidad. Luego de desistirse de estudiar Medicina Veterinaria, optó por seguir algo que la destinara a explorar. Casi -bromea- como si fuera a nadar con delfines. Pero más allá de eso, descubrió las maravillas que le entregó su formación académica. Eso se resume, en gran parte, por hacerla conocer la importancia del mar. Ahí, afirma, fue cuando se enamoró del mar.

“El océano de verdad es lo más importante que tenemos. Me da mucha lata tener que haber entrado a una carrera para darme cuenta de eso. Pero es como lo que nos pasa en nuestro día a día: a pesar de que Chile es un país completamente marítimo costero, muy poco tenemos en nuestro pensamiento diario al océano”, dice. Ahí empezó a surgir la misión de desarrollar la comunicación científica.

Lithodes santolla ©Catalina Velasco
Lithodes santolla ©Catalina Velasco

¿Nos puedes explicar, a grandes rasgos, sobre esta relevancia que creíste necesario comunicar?

– Súper simple y a grandes rasgos: primero, el océano regula el clima y el tiempo. Sin el océano, estaríamos o congelados o asados. Es este gran buffer térmico, amortigua las temperaturas extremas porque tiene una capacidad de absorber calor sin subir su temperatura. Gracias a sus corrientes transporta calor y nutrientes desde zonas más cálidas a zonas más frías. Entonces, por un lado, el océano es el termostato del planeta.  Además, el océano oxigena el planeta. Al menos la mitad de nuestra respiración se la debemos al océano. Gracias al océano también se formó la atmósfera (…). También es una verdadera arma contra el cambio climático. Absorbe un montón de dióxido de carbono, a través de la actividad fotosintética de las microalgas, las macroalgas, de manglares, las ballenas incluso en su vida secuestran mucho CO2 que luego cuando mueren se hunden y quedan estos verdaderos sumideros de carbono azul. Tampoco hay que olvidar que estamos conectados al océano a nivel económico, social, espiritual, de recreación. En lo primero, por ejemplo, aunque sea una visión utilitaria es importante: hay medicamentos, energía, pesca y transporte de mercancías que sucede en el océano. Hay estudios que demuestran que la calidad de vida y el bienestar es mayor cuando estamos asociados al océano y cuerpos de agua en general.

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En efecto, todo eso había que comunicarlo. Así fue como en 2017, nació la Fundación Mar y Ciencia, de la que Catalina fue co-creadora. Acá es donde ella cita una frase de Sylvia Earle, la destacada oceanógrafa: “Tenemos una ceguera oceánica”. La fundación, dice, viene a combatir eso, a mezclar un componente de educación ambiental y científica: “Queremos acercar la ciencia y la tecnología a las personas, demostrando que en realidad en Chile se hace mucha ciencia del mar, que este es un foco de ciencia”.

Esto es democratizar el conocimiento científico para que las personas valoren el océano, generen empatía y, por último, generen acción.

Todos pueden hacer algo desde lo individual y lo colectivo

“¿Para qué vamos a hacer algo si nos vamos a morir igual?”

Catalina recuerda las palabras de un niño de quinto básico, mientras ella le hablaba al curso sobre la crisis climática. Todos en la sala quedaron sorprendidos, pero para ella es un reflejo de uno de los desafíos actuales en su tarea de educación ambiental y comunicación científica: no caer en el fatalismo. Ese equilibrio para no generar frustración, para que las personas puedan hacer algo, porque la ecoansiedad o ansiedad climática hoy es un tema. Así, la tarea, por un lado, es traspasar los conocimientos. Otra, que se reciban de forma efectiva.

Catalina enseñando ©Fundación Mar y Ciencia (2)
Catalina enseñando ©Fundación Mar y Ciencia 

– ¿Qué ha sido lo más difícil de poder hacer que el mensaje sea bien recibido?

-Primero está problema económico. Al final somos muchas ONG en Chile y todas peleamos por los mismos fondos que son muy escasos (…). También generar instancias que sean significativas, salir de la charla, con un equipo interdisciplinario que tenga diferentes miradas y experiencias para generar comunicación efectiva (…). Como dices tú, el lograr que la gente sea receptiva, hacer que le importe el mensaje que estás entregando, no es una tarea menor, y ahí viene otro desafío que es el evaluar las actividades, ir más allá de la recepción general y analizar aprendizajes, los mensajes retenidos. Finalmente, otro desafío es que la gente se comprometa a hacer cosas.

Así, para comprometerse, hay que saber una larga lista de amenazas que afectan directamente al océano. Aquí Catalina se toma su tiempo para explicar una parte de ellas, a grandes rasgos. Un resumen de más o menos cinco minutos de palabras, que se traducen en años de investigaciones y consecuencias que viven los incontables partícipes del ecosistema marino. Pero lo que encabeza todo es la crisis climática, que genera aumento en las temperaturas del mar, desequilibrando los ecosistemas porque no todas las especies se pueden adaptar a ello.

©Catalina Velasco (1)
©Catalina Velasco 

Luego la enumeración continúa: la acidificación de las aguas porque liberamos dióxido de carbono en exceso. Si bien el mar secuestra carbono, su exceso hace que baje el pH, lo que genera disolución del carbonato de calcio, que es la estructura de corales, moluscos y crustáceos. En definitiva, explica Catalina, “se han visto estudios de cómo la acidificación trae problemas en el desarrollo larval de organismos, hay organismos que crecen con larvas deformes que no se asientan, que después tienen problemas en las tasas reproductivas, entonces la acidificación en cambio también es algo que afecta mucho el desarrollo de los organismos”.

©Catalina Velasco (2)
©Catalina Velasco 

A esto le sigue la contaminación (derrames, micro y macroplástico, acústica, etc.); la sobrepesca, lo que disminuye la cantidad de peces afectando toda la cadena trófica oceánica o dejan redes fantasmas a la deriva pescando todo. Y cómo no, siguiendo por casa, en Chile la salmonicultura es un gran problema para los ecosistemas marinos (como la eutrofización o aumento en exceso de nutrientes en los ecosistemas acuáticos, lo que afecta a la calidad de las aguas y la disponibilidad de oxígeno, entre otras cosas.). A esta “industria piojenta”, como le dice Catalina, se suman otras grandes empresas extractivas: termoeléctricas, mineras, etc. Todas, “presiones y amenazas importantes en Chile”, bajo sus palabras.

Catalina dando una charla ©Cortesía Catalina Velasco
Catalina dando una charla ©Cortesía Catalina Velasco

¿Cómo ves el tema de la protección de los ecosistemas marinos aquí en Chile?

-Chile es un ejemplo a nivel mundial de protección oceánica, pero porque tenemos un gran porcentaje de áreas marinas protegidas, lo que no quiere decir que sea una protección efectiva, porque claro, en papel se ve muy lindo, y en el papel nos quedamos. Ese es el gran problema. Tenemos áreas marinas protegidas, pero no hay una implementación efectiva de las mismas, no hay seguimiento, no hay fiscalización, imagina que en el sur tenemos cientos de concesiones en la salmonicultura, dentro de áreas protegidas, entonces claro falta aún. Creo que vamos bien encaminados, pero que falta mucho en cuanto a la protección que sea realmente efectiva.

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– ¿Qué puede hacer un ciudadano para proteger el océano?

-Primero, informarse, porque si no conocemos qué amenaza sufre el océano, no vamos a tener absolutamente ninguna herramienta para protegerlo. Entonces, lo primero es hacernos de esas herramientas y la primera es la información. Por ejemplo, estar atento con lo que está pasando con minera Dominga. El siguiente paso es compartir esa información y esta red de concientización que no es menor, el boca en boca es súper importante para generar conciencia. Después hay que tener una vida más sustentable, reducir la huella de carbono lo más que podamos, eso es una ayuda directa al océano. Si le dices que no al plástico de un solo uso, es una ayuda directa al océano. Si usas tu bicicleta en vez del auto, es una ayuda directa al océano. Aunque vivamos en el cerro, aunque nunca toquemos el mar, lo que hagamos en nuestra casa le repercute directamente al mar. Eso con las acciones individuales, pero tenemos que trabajar en colectivo, tenemos que movilizarnos, tenemos que presionar a las autoridades para que se tomen medidas de protección reales. Muy importante, lo último, ir a votar. Tenemos que votar por representantes que estén comprometidos por políticas medioambientales.

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Entre naufragios y fiordos patagónicos

“Equipo listo, máscara y aletas puestas, cámara en mano, de espalda y al agua. Desciendo, el agua está muy turbia, no se ve nada, sigo bajando, solo veo un azul muy oscuro y las burbujas que exhalo. De repente y sin previo aviso, aparece frente a mí el naufragio que andábamos buscando. Alguna vez pertenecieron al ser humano, pero en el lecho marino los barcos pasan a ser hábitat de diversos organismos: algas, peces, cangrejos y estrellas encuentran refugio entre trozos de madera y metal”.

©Cortesía Catalina Velasco (5)
©Cortesía Catalina Velasco 

Así relata Catalina cómo fue sumergirse para conocer el naufragio Dap Mares, en el Estrecho de Magallanes. Ahí, frente a sus ojos, estaba parte del proyecto que la llevó a ganar un fondo de National Geographic (Natgeo) y convertirse en una exploradora de este medio, con el que más adelante desarrollaría otros proyectos.

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Antes de 2017, Catalina trabajó en un centro de buceo en Valparaíso, ciudad en la que cursó sus estudios universitarios. Entre los paseos que le tocó hacer, solía ir a un naufragio llamado Caupolicán y ahí fue cuando le llamó la atención el tema de los naufragios y su potencialidad de convertirse en arrecifes artificiales. Así, cuando llegó a Punta Arenas a estudiar su doctorado en ciencias antárticas y subantárticas, el encuentro con Dap Mares – un antiguo buque carguero de más de 70 metros que en 2004 se adquirió para realizar turismo marítimo en la Patagonia y la Antártica- no fue ninguna casualidad.

¿Nos podrías contar más detalles sobre este trabajo y cómo estos naufragios del Estrecho de Magallanes pueden ser importantes para el ecosistema marino?

– La idea era analizar la biodiversidad asociada a este naufragio, en el gradiente vertical, entonces ver desde más arriba hasta más al fondo del naufragio cómo la biodiversidad. Además, el proyecto buscaba montar fotografías del naufragio, de los organismos que habitan ahí, en una exposición itinerante que recorrió Punta Arenas, Tierra del Fuego y Puerto Natales para que las personas de la Región de Magallanes pudieran cómo era la biodiversidad bajo el agua en su región. Eso a Natgeo le gustó mucho y me financió el proyecto porque tenía este componente científico, pero también este componente de comunicación científica. Después he seguido yendo a naufragios al vapor cordillera en Punta Arenas, también haciendo registros fotográficos principalmente. Los naufragios forman verdaderos arrecifes artificiales, como son estructuras duras y complejas, tridimensionalmente, muchos organismos los colonizan. También son interesantes a nivel turístico.

Catalina Velasco ©Sandesh Kadur
Catalina Velasco ©Sandesh Kadur

– ¿Esto pasa en cualquier naufragio del mundo o en esa zona se dan condiciones que hacen que suceda?

– Todos los naufragios tienen el potencial de transformarse en arrecifes artificiales, depende de donde estén también. Por lo general cualquier superficie sumergida en el océano comienza un proceso de colonización que es casi inmediato. Primero se le van a adherir bacterias, otro tipo de organismos para formar una biopelícula, después van a llegar larvas de organismos, atraídos por esta biopelícula, se van asentar y así sucesivamente y capa por capa este naufragio se puede ir llenando. Y eso claro, potencialmente se puede dar un cualquier parte, porque cualquier superficie dura sumergida pasa por este proceso de colonización. Pero sí, claramente que hay lugares que son más biodiversos de por sí. En Magallanes, por ejemplo, pasó que el naufragio Dap Mares está justo en un fondo arenoso, entonces todos los organismos que necesitan un sustrato duro se agarraron de él. De hecho el naufragio se hundió en 2006, es reciente, pero está completamente colonizado, lleno de anémonas, esponjas, choritos, algas, entre otras.

© Cortesía Catalina Velasco (4)
© Cortesía Catalina Velasco 

Luego de esto, los proyectos con Natgeo para Catalina siguieron. Tuvo la oportunidad de hacer un curso intensivo de fotografía submarina en Tailandia, un programa de liderazgo para 20 exploradores alrededor del mundo y luego tuvo la oportunidad de participar de la expedición National Geographic Pristine Seas, llamada Patagonian Fiords, para analizar la biodiversidad de ciertos puntos en los fiordos por la Reserva Nacional Kawésqar, y ver también la influencia de la salmonicultura en el lugar. “Fue bacán porque fui en una expedición con científicos, conservacionistas, documentalistas de primer nivel, y además fue la primera expedición de Natgeo que mezcló esta ciencia y storytelling con conocimiento tradicional, porque a la expedición fue representantes de las comunidades Kawésqar y Yagan, entonces la ruta de navegación siguió también lugares que eran importantes para ellos, se evitaron sus zonas prohibidas y también se coconstruyó toda la expedición, con los representantes estos pueblos originarios”, cuenta.

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Así, logró pasar por un barco a través de estos fiordos. Recuerda, un día haberse sentado en la proa por dos horas, solamente respirando el aire prístino y observando el paisaje en el que estaba. De esos lugares, dice, que en verdad te quitan el aliento.

©Catalina Velasco (3)
©Catalina Velasco (3)

Próximos pasos para proteger el mar

Para Catalina, ser mujer en la biología marina es una mezcla de compañerismo en las ciencias del mar. De ver cómo se abren nuevas organizaciones para trabajar temas de género en esta área, ya que, desde que salió de la carrera ha podido ver la propia brecha de género de las ciencias. “Biología marina es una carrera que se caracteriza por tener bastante presencia femenina. El problema no está tanto en la carrera cuando uno está estudiando, sí después cuando vemos lo qué pasa con los académicos, los cargos directivos, los estudiantes de postgrado y la gente que después entra a la academia (…) A eso igual hay que ponerle atención porque las mujeres en ciencia están quedando en el camino y eso no puede ser”, dice.

kelp Lessonia flavicans ©Catalina Velasco
Lessonia flavicans ©Catalina Velasco

Agrega que hay desafíos que parten desde algo cultural: de mujeres que no pueden publicar por tener un “rol” más de dueñas de casa o más allá, del cómo se incentiva el desarrollo científico en los colegios “cuando las niñas se sienten menos capaces que los hombres en temas de ciencia, tecnología y matemática. Eso hay que trabajarlos para que el día de mañana tengamos una fuerza femenina mucho más representativa en ciencia y tecnología”.

Eso también ha motivado su misión de educar sobre medioambiente y ciencia. Actualmente, está terminando su doctorado en una tesis que ella llama un “Frankenstein”, que tiene una mirada interdisciplinaria entre ecología comunitaria y comunicación científica. Específicamente, explica, evalúa la complejidad de hábitat del huiro Lessonia flavicans y cómo eso hace que haya más o menos organismos habitando en ese bosque, qué organismos viven ahí, por qué están ahí y cómo se relacionan. Luego, planea evaluar recursos digitales sobre bosques de algas para lograr una comunicación efectiva sobre estas algas.

Otoño ©Catalina Velasco
Otoño ©Catalina Velasco

Entre tanto, entró a trabajar al área de conservación de la Fundación Meri como investigadora del área de cetáceos y programas de educación ambiental y vinculación con la comunidad. Y también, próximamente publicará un libro sobre la importancia del océano, sus amenazas y qué podemos hacer para salvarlo.

Es que, para ella, el mar es su todo: su fuente de inspiración, de calma y de trabajo. Tal como dice: “Yo lo amo, y tengo como misión personal hacer que la mayor de gente lo ame como yo”.

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