Bosques de algas: ecosistemas en peligro
Los bosques de algas son de crítica relevancia para la biodiversidad marina, y han sido parte de las economías e identidades locales desde los pueblos originarios. Sin embargo, hoy se encienden las alarmas ante la dramática devastación de estos ecosistemas en el norte y centro de Chile, donde proliferan las denuncias por extracción ilegal y prácticas como el barreteo. El director de la campaña de Pesquerías de Oceana Chile, César Astete, detalla en esta columna de opinión la preocupante realidad de las algas en Chile, y llama a adoptar medidas urgentes, como la prohibición del barreteo y el cierre de las zonas de libre acceso. Revisa aquí su columna.
A lo largo de nuestra extensa costa continental e insular, que comprende cerca de 83 mil kilómetros, es posible encontrar bosques de algas de diversas especies. Su importancia es crucial debido a que ahí habitan, se refugian, se reproducen y alimentan una gran cantidad de peces e invertebrados.
Tal como señala la Guía Fotográfica de las Algas Marinas de Chile (Macaya, E. 2020), “las costas de Chile continental e islas oceánicas presentan condiciones ambientales que permiten el desarrollo de una variedad de especies.” La misma guía, que por supuesto invitamos a conocer, nos muestra algunos tipos de algas, como las rojas, en donde encontramos el pelillo; algas verdes, como por ejemplo la lechuga de mar, y las algas pardas, como el cochayuyo, el huiro palo, el huiro flotador y el sargazo. Cada una de ellas cuenta con distintas características y funciones dentro de los ecosistemas marinos, y varias también componen parte fundamental de economías e identidades locales y regionales.
La historia de recolección de algas en nuestras costas es bastante antigua y existe en ella registros desde los pueblos originarios. Mientras que en la zona norte los changos la usaban como alimento y para cubrir casas, los lafkenches recolectaban el Kollof (cochayuyo) en la zona sur como parte de su dieta alimenticia.
Actualmente, las algas se han trasformado en el 78% de las exportaciones de recursos bentónicos (aquellos adheridos al fondo marino). Es decir, las algas a nivel comercial hoy representan mayor importancia que los erizos, los locos y otras especies emblemáticas. Sólo en 2019, la Subsecretaría de Pesca y Acuicultura cifró la exportación de algas en 210,4 millones de dólares.
Lo anterior no es algo azaroso, las algas se han transformado para muchos en una pesquería nueva debido a la sobreexplotación de especies tradicionales. En Chile, el 67% de las pesquerías se encuentran sobreexplotadas y/o colapsadas. Por lo tanto, transitar desde pescadores y pescadoras a recolectores y recolectoras de algas es un proceso que ha ido ocurriendo en varios sectores costeros de nuestro país.
Sin embargo, no sólo han ocurrido procesos de cambios al interior de las comunidades de la pesca artesanal, sino que también han ido generándose prácticas ilegales y de extracción que atentan contra la sostenibilidad de los bosques de algas.
Mientras los pescadores/as y recolectores/as legales cumplen con las diversas medidas de manejo, existen otros que aprovechan las brechas del sistema para generar actividad de pesca ilegal y barreteo en las áreas de libre acceso.
Ya en 2018 el Servicio Nacional de Pesca y Acuicultura estimaba en cerca de 96 millones de dólares anuales la extracción ilegal de algas pardas, fundamentalmente los huiros de la zona norte. Y estas últimas semanas conocimos noticias preocupantes respecto a incautaciones de algas barreteadas también en regiones del norte del país.
El barreteo es la técnica de extracción que consiste en sacar el alga desde su disco con un chuzo, es decir, como arrancar un árbol de raíz, sin darle la posibilidad de regenerarse y dejando verdaderos desiertos en el fondo marino.
Ante este escenario es vital adoptar políticas públicas con un sentido de urgencia, como lo son el cierre de las áreas de libre acceso y la prohibición del barreteo en todo Chile. Así también, es imperante aumentar los recursos para la investigación que permita determinar sobre la base de antecedentes científicos el estatus biológico de los bosques de algas.
Ciertamente el crecimiento exponencial de la explotación de los bosques de algas es peligroso. Estamos poniendo en jaque, no solo las economías de localidades costeras, sino que también la capacidad de resiliencia de los ecosistemas marinos del planeta, cuyos efectos lamentarán profundamente las futuras generaciones.
Les invitamos a tomar lo que Pablo Neruda, en su poema El Mar, nos decía: “NECESITO DEL MAR PORQUE ME ENSEÑA”… Aprendamos a cuidar los bosques de algas porque son vida.
César Astete, director de la campaña de pesquerías, Oceana Chile