Bosques, cascadas, escoriales volcánicos y lagunas escondidas: un acercamiento a los 270 kilómetros de senderos en Melipeuco
Melipeuco es mucho más que la puerta de entrada al Parque Nacional Conguillío. Sus cerca de 270 kilómetros de senderos y 44 rutas lo transforman en un destino ideal para realizar senderismo, lo que está potenciando la comunidad local a través del proyecto “Melipeuco, capital del trekking”. Viajamos a tener una pincelada de la variedad de rutas que ofrece la zona, desde su importancia geológica e historia, hasta sus desconocidos y únicos paisajes, diferentes según cada estación. Aquí te contamos más detalles.
El día estaba despejado. Desde la ventana del avión, la llegada al aeropuerto de Temuco ya anticipaba una visita a la Araucanía Andina. En esta época primaveral, la nieve cordillerana está desapareciendo y, entre las pocas nubes que hay, sobresalen cumbres blancas de la zona: son los volcanes Lonquimay, Sierra Nevada, Llaima, Lanin y el Villarrica. Por ahí, más escondido, está el Sollipulli.
Esos volcanes que tanto destacaban desde una vista aérea serían aquellos que nos acompañarían en nuestras vistas durante los siguientes días. En especial el Sierra Nevada, el Llaima y el Sollipulli, los verdaderos íconos de los paisajes Melipeuco, la más famosa puerta de entrada a quienes buscan conocer la belleza del Parque Nacional Conguillío.
Pero aquí venimos a conocer más que eso.
Melipeuco tiene cerca de 270 kilómetros de senderos, repartidos en 44 rutas. Es un lugar diverso, único y desconocido. Por ello, buscando posicionar la comuna como un destino turístico en Chile, desde los guías locales surgió la idea de “Melipeuco, capital del trekking”. Este trabajo lleva dos años de preparación y levantamiento de información. Ahora lo conoceremos.
Paisaje con memoria: recorriendo el sendero “Huella del Puma”
Todavía no entramos a la Reserva Nacional China Muerta y ya hay un pequeño anticipo de la historia que guarda este lugar. Pasando por los terrenos privados que anteceden su ingreso, el verde bosque que en un inicio nos daba la bienvenida, se empieza a tornar gris. Los troncos de los árboles son verdaderos remanentes de una tragedia: el incendio que en abril de 2015 consumió 2.900 hectáreas, de las cuales unas 1.550 estaban dentro del área protegida.
“Fue uno de los episodios más impactantes que ha tenido Melipeuco. No solo se quemó la reserva, sino también los sectores aledaños. Locales, comunidades y toda una red de emergencia participó para apagarlo. Es un suceso trágico y triste, porque muchos de estos lugares eran bosques verdes y la gente local venía a recolectar piñones, uno de los frutos más importantes de la zona. Son cientos y miles de años que ya se regeneran, pero a un paso más lento”, recuerda Luciano Robinet Huenupi, guía local de Melipeuco, quien nos acompaña en el auto.
Unos minutos más tarde nos estacionamos a un lado del inicio del sendero Huella del Puma, el único habilitado para el público en la reserva. En esta entrada, el bosque vuelve a deslumbrar por el verde. Luciano, quien también es un gran observador de aves, se cuelga su cámara con la esperanza de toparse un águila en el camino y poder registrarla. Escucha algo, mira al cielo. Vuela un fío-fío. Bromea con que tenemos suerte de ver a esta migratoria ya que en un tiempo partirá a sus “vacaciones” en Brasil. En el camino, sería un ávido reconocedor de la escurridiza vida que aletea por los cielos.
El circuito total de “La Huella del Puma” se extiende por unos 5,2 kilómetros. Es de una dificultad media-alta y puede demorar unas tres horas en realizarse. Es un pequeño acercamiento a las 12.825 hectáreas que la Corporación Nacional Forestal (Conaf) estima para la reserva. Nos acompañan ñirres, coihues y lengas, además de las indiscutidas reinas del lugar: las araucarias. No por nada el lugar forma parte de la Reserva de Biósfera Araucarias de la UNESCO.
El relato de Luciano se centra gran parte en ellas. Primero, en los piñones que se ven constantemente en en el suelo, porque los que hay en esta época son los que pasaron el invierno bajo la nieve. Segundo, por sus características: existen araucarias hembras y machos. Las primeras dan los piñones y las segundas unos “coquitos”; así se diferencian “al ojo”. Tercero, por sus troncos: muchos de los que yacen en el suelo ahora son picoyos, una especie de resina de la madera del pehuén que el pueblo mapuche pehuenche usa para realizar manualidades. Cuarto, por su lento crecimiento: aquellas que no tienen más de un año miden un par de centímetros, en comparación con las grandes milenarias que sobresalen en el paisaje. Y, quinto, por su resiliencia: entremedio de los grandes troncos que recibieron el impacto del incendio, algunas ramas empiezan a sobresalir.
En este lugar, el bosque es tan antiguo —dice Luciano— que sus primeros orígenes vienen del Pleistoceno. Hay ejemplares de araucarias que fácilmente son centenarios o milenarios. Ellas se rodean de un gran ecosistema que cuesta retener solo con la mirada y la memoria. Pero la vegetación no falta y los pequeños movimientos y sonidos de insectos, aves y el viento nos hacen sentir que definitivamente no estamos solos en ese lugar. Sin embargo, entre todo ese paisaje, los troncos quemados siguen sobresaliendo.
Seguimos subiendo. La cumbre es un espectáculo visual. De repente, los árboles que tanto nos acompañaron pasaron solo a ser algunas araucarias y arbustos. Hay nieve en algunos lados y las letras CONAF escritas con rocas indican que llegamos a nuestro objetivo. El primer juego es adivinar los nombres de los volcanes que están ante nuestros ojos, que son los mismos que un día atrás se vieron desde el aire: Sollipulli, Villarrica, Llaima, Sierra Nevada y Lonquimay. Es momento de descanso con una vista infinita, pero que no deja de ser devastadora. A lo lejos, se divisa un cementerio de bosques antiguos y araucarias. Es grande. Contrasta con el paisaje.
Es que este sendero es así: un eterno contraste.
Bajamos. Pasamos entremedio de troncos quemados y caídos. Era imposible no pensar que donde estábamos parados todo fue rápidamente devastado. Pero se ven algunas pequeñas señales de nueva vida surgiendo: líquenes y herbáceas sobresalen de los vestigios del incendio.
“Aquí lo que vemos es la gran diferencia que toma en cargarse un ecosistema, es decir, los cientos o miles de años en los que se construye el bosque, y lo rápido que se disipa esa energía. Esa materia se va a la atmósfera y esa información biológica se desorganiza al ocurrir un gran incendio como el que hubo aquí (…). Pero la biósfera nunca descansa. Al caer el bosque, se generan condiciones ambientales que son propicias para algunas especies que están iniciando nuevamente un proceso de acumulación de energía, materia e información, en forma de vida orgánica. Entonces tenemos principalmente herbáceas y algunos arbustos que están volviendo, generando el micrositio para que el bosque se reponga en la medida que pueda”, explica Adrián Fernández, geógrafo de la Unidad de Proyectos de la Universidad de la Frontera (UFRO) Campus Pucón, que apoya al proyecto “Melipeuco, capital del trekking”.
De hecho, una investigación realizada por expertos del Departamento de Ciencias Forestales de la UFRO reveló hace un par de años un esperanzador renacimiento de araucarias a siete años del incendio, a diferencia de las lengas que sufrieron un daño severo. En ese entonces, se explicó que la recuperación del bosque seguiría su ritmo natural, siempre y cuando no existan perturbaciones importantes.
Seguimos bajando. Nos despedimos del bosque. Un pequeño carpintero estaba en el suelo, pero vuela al escucharnos, tal como ese fío-fío en un principio esbozó su presencia. Luciano no alcanzó a sacar su cámara. Tampoco a ver el águila mora que esperaba avistar.
La energía y calma del agua
Si hay algo que se repite en todos los lugares que visitamos, es que están claramente marcados por las estaciones del año. En verano, es caluroso y verde; también es época de tábanos. El otoño es colorido, de rojizos y verdes que se reflejan en el agua. El invierno es un espectáculo de nieve, con lagunas congeladas y temperaturas bajas, incluso obligando al cierre de ciertos senderos por seguridad. La primavera es la época de floración de especies y de mayores caudales de agua en ciertos ríos por el deshielo. Esto último fue lo que presenciamos en el salto de Tiriento.
El lugar se ubica en las nacientes del río Biobío, inmerso en la cordillera pehuenche. Nos rodean araucarias y ñirres, en un camino que ida y vuelta son unos 600 metros. Eso sí, si bien es corto y no va en subida, hay que prestar mucha atención donde uno pisa para evitar accidentes, sobre todo al transitar por las húmedas rocas donde se aprecia la cascada. El salto es imponente, caudaloso y refrescante en este caluroso día a fines de noviembre.
A nuestra vuelta a Melipeuco, pasamos por otros dos cuerpos de agua imperdibles en la zona: las lagunas Galletué e Icalma. Ambas son lugares ideales para observadores de aves, así como para quienes buscan actividades para realizar en familia. También es posible realizar senderismo en sus alrededores, como la vuelta por 19 km en la laguna Icalma. En su laguna pequeña, hay un mirador único para quienes buscan un buen atardecer.
Las huellas del Llaima
“Cuidado con las pisadas, las rocas están sueltas”, nos advierte Javier Urra Huillipán, nuestro guía. Caminamos por lo que en 1780 fue el camino de la lava en la erupción del volcán Llaima, por su ladera sur, en un sector llamado Pangueco (que significa «agua de nalca», en mapudungun). Se detiene para mostrarnos varias bombas piroclásticas o fragmentos de una erupción volcánica, que agarraron una forma redonda y ovalada tras ser transportadas por la lava. Y también para comentarnos que estamos viendo un acercamiento a la importancia geológica de la zona en la que estamos parados.
“En Melipeuco tenemos tres volcanes: el Sollipulli, Sierra Nevada y el Llaima. La verdad es que para nosotros los volcanes cobran una relevancia bastante importante porque son quienes nos han moldeado el paisaje. Los lugares que tenemos son principalmente gracias a los volcanes, las lagunas que se han formado y todos los escoriales. También, desde el punto de vista cultural, desde la cosmovisión, los volcanes son lugares que hay que respetar y tener en consideración, por más que estén ahí y se vean tranquilos”, explica Javier.
Melipeuco forma parte de una de las 7 comunas de La Araucanía que conforman el Geoparque UNESCO Kütralkura, de 12 mil km2. Por esto, se trata de un lugar de importancia geológica a nivel mundial, cuya historia se remonta a 200 millones de años atrás. Una forma de tener un acercamiento a esto es a través de las más de 10 georrutas disponibles, entre las que se encuentran las Lavas Cordadas del Pangueco. Nosotros nos ubicamos a un costado de su entrada, en Pangueco, para tener un acercamiento a los vestigios de una pasada erupción del Llaima.
El trayecto del circuito incluye una extensión de seis kilómetros, de una dificultad media, que resulta ser una buena opción para quienes se quieren iniciar en ambientes volcánicos. El geositio al que se llega, las lavas cordadas del Pangueco, es el único campo de lavas de su tipo de este volcán. Reciben su nombre por sus formas y texturas que se asemejan a cuerdas entrelazadas, con vistas impresionantes al volcán Llaima y al Parque Nacional Conguillío.
A nuestra vuelta, un desfile nos esperaba. Se trataba del inicio de la Fiesta Baqueana, la más popular de Melipeuco en estas fechas. Es un acercamiento a las diferentes costumbres locales, como la identidad baqueana, las tejedoras, un repaso por la gastronomía y las escuelas tradicionales locales.
Pero nosotros debemos continuar.
Un antiguo mirador de monitoreo y la laguna escondida
Hace años, el punto donde ahora estamos era clave para la cultura mapuche-pehuenche. Desde esta roca de un mirador en Molulco, observamos todo el verde valle del Llaima, además de un antiguo camino de contrabando de animales y mercadería entre Chile y Argentina. A nuestras espaldas, en el suelo, brilla un mineral negro. Es la obsidiana. Nuestro guía, Javier, explica que se trata de restos provenientes de la elaboración de herramientas del pueblo mapuche pehuenche. Molulco era zona de talleres líticos de esta piedra, proveída por el volcán Sollipulli.
Las piedras nos acompañaron durante los seis kilómetros de subida hasta la Laguna Mirador de Molulco. Se trata de un sendero que hace muchos años fue camino maderero, que actualmente se transita a pie. El broche de oro es una laguna tranquila, rodeada de araucarias y lengas. Los caiquenes están presentes a los lejos y las curiosas lagartijas vienen a hacer su presencia de vez en cuando.
“Lo bonito de este lugar es que es muy poco conocido. Eso es lo que tratamos de rescatar en Melipeuco. No solo tenemos nuestro atractivo principal que es el Parque Nacional Conguillío y Sollipulli, sino que hay un montón de rincones escondidos (…). La idea siempre, sobre todo, es hacerlo con guías locales. No son rutas de fácil acceso ni están en un mapa para llegar y encontrar. Siempre hay que hacerlos con guía local, teniendo el resguardo de proteger los lugares. Obviamente, no hacer fogatas o ir a fumar. Siempre hay que impactar lo menos posible”, dice Javier.
El proyecto que busca posicionar a Melipeuco como capital del trekking
Hace algunos años, la Asociación de Guías Locales de Melipeuco se reunió con la idea de posicionar a la comuna como un destino turístico en el país. En sus conversaciones se dieron cuenta de que sus visitantes venían a la zona a realizar senderismo, en especial al Parque Nacional Conguillío. Por ello, decidieron aventurarse con decir que iban a ser la capital del trekking de Chile.
Con el tiempo, se transformó en una iniciativa en conjunto a la municipalidad local, la Cámara de Turismo, el Servicio Nacional de Turismo (Sernatur), el apoyo técnico de la Universidad de la Frontera (UFRO) y el financiamiento de la Corporación de Fomento de Chile (CORFO). Su objetivo es potenciar a este lugar como una zona diversa y especial para desarrollar senderismo —y otras actividades— en Chile.
“Cuando se sumó la UFRO empezamos a levantar información para poder realmente afirmar nuestro mensaje. Hoy en día tenemos alrededor de 270 kilómetros de sendero y más de 45 rutas para recorrer de distintas dificultades. Lo entretenido es que tenemos una gama muy amplia de senderos”, dice Javier.
“Ante este requerimiento de la comuna de Melipeuco de potenciar su imagen como destino de trekking, la Universidad de La Frontera, siendo una Universidad regional, entra a apoyar en el proceso de levantamiento de información para configurar este destino de trekking (…). El proyecto ha sido muy positivo porque desde el comienzo surgió por una necesidad local y durante todo el proceso hemos tenido muy gran apoyo. Todos apoyaron en el proceso de levantamiento de información y el soporte logístico que se requiere para algo así, entonces ha sido un muy bonito de una comunidad que ha trabajado juntas desde la desde la área privada, de las empresas, desde los guías, además del apoyo del Estado a través de la municipalidad”, explica Adrián.
Con ello, se logró identificar una red de senderos variada: desde cortos y familiares, hasta algunos para realizar en el día completo. También travesías de dos o tres días, entre otros. Además se pueden realizar muchas más actividades como canopy, raftings, cabalgatas o travesías en bicicleta. Todo es posible saberlo a través de su página web. Sin embargo, al ser rutas desconocidas y para potenciar un turismo responsable y no masivo, se invita a contratar guías locales.
“El guía te va a llevar a vivir una experiencia, en el sentido que se va a aprender y conocer sobre el entorno: qué ave escucho, que árbol veo, en qué lugar estoy parado, qué volcanes me rodean y cuándo erupcionaron. Te va a contar historias del lugar, te va a decir por qué se llama así este sector, entonces creo que la importancia de eso es súper clave para poder vivir una experiencia. Sacarse una foto en cualquier lugar, es muy fácil, pero llevarse un buen recuerdo, aprender, es súper importante y creo que es lo que más la gente tiene que valorar hoy en día en Melipeuco”, finaliza Javier.