En pleno barrio Yungay crece, entre edificios y paredes de concreto, un bosque nativo que promete ser el nuevo pulmón verde de este barrio histórico de Santiago, Región Metropolitana.

En Compañía de Jesús 2784, en el patio trasero de Museo Taller, se levantan más de 700 árboles, arbustos y flores nativas que forman parte de este nuevo bosque urbano que fue plantado hace poco más de un mes con la ayuda de los vecinos y la comunidad. 

Se trata de una iniciativa impulsada por Museo Taller, espacio de homenaje a los oficios de antaño como la carpintería y la impresión, en conjunto con Bosko, empresa dedicada a plantación de bosques nativos, desarrollo de proyectos de restauración ecológica y paisajismo regenerativo. 

Para Magdalena Valdés, directora ejecutiva y fundadora de Bosko, esto “es una posibilidad de hacer lo que más queremos que es traer la naturaleza a la ciudad, a las personas, y que la gente se pueda encantar con nuestro patrimonio natural”.  

“Es un bosque que de alguna manera se entrega a nuestra comunidad, a nuestros amigos, a nuestros vecinos. Es un espacio protegido, es un espacio natural, de educación y de aprendizaje”, explica Marcela Bañados, curadora y directora de contenidos.  

Pero este no se trata de un bosque cualquiera, sino que utiliza una metodología japonesa de plantación de bosques llamada método Miyawaki.  

“Se trata de imitar lo que sería un bosque maduro asociado al ecosistema de aquí, de esta zona, en este caso sería un bosque esclerófilo, y esa imitación parte por el suelo, o sea, qué habría aquí en este lugar si no hubiésemos estado los seres humanos», dice Magdalena Valdés.  

Plantación Museo Taller. Foto: Adrián Lepe
Plantación Museo Taller. Foto: Adrián Lepe

“Esa imitación la hacemos dándole soltura, oxigenación, necesitamos que el suelo esté vivo y que pueda también entregar vida», agrega. Para esto es clave la existencia de una capa de suelo, en este caso paja, que proteja de la radiación solar.  

Para Akira Miyawaki, creador de este método de plantación, la clave sería la «vegetación natural potencial, es decir, cuál es la vegetación que habría aquí, cuáles son esas plantas, de todos los estratos. Los bosques se componen, no solamente de árboles, sino que también de arbustos, herbáceas y trepadoras”, explica Magdalena.  

Más de 40 especies distintas de plantas
Más de 40 especies distintas de plantas

El bosque busca imitar la proporción natural que habría de estas plantas en un bosque orgánico, buscando crear un entramado perfectamente equilibrado de plantas que se complementen entre sí.  

Es por esto que se pueden encontrar más de 40 especies distintas de plantas tales como: boldos, bellotos del norte, espinos, quillayes, algarrobos, varios tipos de escallonia, baccharis, quebrachos, mayú, colliguay, canelo y muchos más.  

La idea es crear un bosque lo más salvaje posible y para esto, Akira Miyawaki decía que «la mejor manera de gestionar un bosque es no gestionarlo».  

“En el espacio urbano, que es un espacio súper estructurado, súper pensado, premeditado (…), la idea es que exista esto, que es un espacio que es todo lo contrario, que, si bien está administrado y hubo una decisión de hacer esto aquí, es un espacio salvaje, un espacio lleno de vida”, explica Magdalena.  

Este sistema busca no solamente ser un pulmón, “sino que un refugio de biodiversidad, pero también, y esto siempre lo decimos, los bosques Miyawaki son verdaderos refugios para las personas”, agrega la fundadora de Bosko.  

El bosque también contempla un proyecto paisajístico, realizado por Lirio Paisaje, que incluye la implementación de un huerto.

El Árbol: fundamento de Museo Taller 

El museo es un homenaje a la carpintería y la impresión, y resguarda una gran colección de herramientas de estos oficios de antaño, cuando la automatización no existía y el mejor aliado de las manos eran las herramientas.  

“Todo esto parte de algo esencial para estas dos disciplinas, que es un árbol, con uno de sus subproductos como la madera y otro como el papel. Entonces nuestro tronco, es el árbol», dice Marcela. “Entonces cómo no va a ser bonito que nosotros cerremos ese círculo virtuoso con este espacio natural que es pura vida, es puro futuro”, agrega, refiriéndose al bosque.  

Es por esto que la primera parada del recorrido es la sala del árbol, donde se les enseña a los visitantes de dónde proviene la materia prima que es la base de estos oficios.  

Luego pasamos a una sala donde, como explica Marcela, “están las herramientas que representan las seis etapas necesarias para hacer cualquier proyecto de carpintería». Estas son: medir, marcar, cortar, cepillar, perforar y ensamblar.  

Sala de herramientas
Sala de herramientas

Las más de 800 herramientas antiguas, algunas que datan del año 1700, fueron parte de la colección personal de Francisco Dittborn, más conocido como Pancho, quien fundó el museo en 2016.  

“Pancho comenzó a coleccionar herramientas hace alrededor de unos treinta años, viene de una familia donde todos eran muy entusiastas del hacer. Pancho siempre decía que era preferible tener un taller en la casa que un comedor, porque en el taller te podías hacer el comedor», recuerda Marcela. “Él lo que coleccionaba no eran herramientas en sí, lo que pancho coleccionaba era el ingenio que hay detrás de cada una de estas herramientas”, agrega.  

Los visitantes pueden tocar y experimentar con las herramientas, que luego toman vida en la recreación de un taller de carpintería del siglo XX que hay en exhibición.  

Como buen museo de oficios, luego de aprender sobre el proceso de la carpintería, los visitantes deben poner en práctica los conocimientos adquiridos y realizar un juguete a partir de madera, con ayuda de las herramientas del oficio.  

La segunda ala del museo está dedicada al oficio de la imprenta. Aquí los visitantes conocen y pueden realizar todo el proceso de la impresión mecánica. Desde la creación de papel reciclado, el uso de tipos móviles, la encuadernación y el tratamiento del papel, hasta la impresión con una máquina de linotipia y una imprenta Heidelberg original. 

Así la invitación es a volver a usar las manos y el ingenio, y es por eso que el museo ofrece una amplia variedad de talleres para todas las edades. El espíritu es “mostrar cómo se hacían las cosas antes de que todo tuviera un enchufe, o una batería o un motor», dice Marcela. 

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