Bezos, Branson y Musk: Los exponentes de la carrera privada por el turismo espacial y su impacto en el medio ambiente
La carrera por el turismo espacial privado tiene como máximos exponentes a los súper millonarios: magnates, billonarios y algunos de los personajes más acaudalados con imperios en todo el mundo en áreas que van desde el software, el automovilismo, las telecomunicaciones. Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk han protagonizado en los últimos meses algunos de los viajes más publicitados al espacio, con costos exorbitantes de miles de millones de dólares. Pero, científicos e investigadores ya comienzan a tomar nota y hacer inventario de las preocupaciones y el diagnóstico de los efectos sobre nuestro planeta de una carrera que busca, amén de toda la notoriedad y el frenesí por el despliegue de poderío económico, adueñarse de un mercado aún no explorado. ¿Qué se sabe de estos efectos de los vuelos aeroespaciales sobre el calentamiento global y el bienestar de nuestro único hogar? ¿Qué datos científicos validan o sustentan estas preocupaciones? ¿Son legítimas estas preocupaciones o son apenas críticas ante el desarrollo de tecnología aeroespacial por parte de millonarios al margen de los gobiernos de grandes potencias y sus agencias aeroespaciales?
Cuando Greta Thumberg fue invitada a las Naciones Unidas en Nueva York para hablar sobre el cambio climático y el medio ambiente optó por una solución inusual para trasladarse desde su país, Suecia, hasta Estados Unidos. La decisión de la joven activista fue la siguiente: para ser coherente con sus ideales de protección y cuidado del medio ambiente, y para garantizar que su travesía no afectaría al planeta, se desplazaría en una embarcación que cruzó el Atlántico. La razón era sencilla. Greta Thumberg renunciaba así a usar un vuelo comercial que quemaría combustible y arrojaría cantidades de gases de efecto invernadero a la atmosfera. Si usted pensaba que andar en auto o viajar en avión era algo inevitable y que, el daño por emisión de gases es parte de nuestra huella en el planeta, imagine ahora el enorme impacto que tendrá en un futuro la cantidad de combustible necesario para lanzar un cohete al espacio en un eventual (y cercano) entorno de turismo espacial.
Durante las últimas semanas, el mundo ha visto cómo dos multimillonarios van más allá en esta senda, en lo que ya se caracteriza como una carrera por la conquista de un mercado que no está al alcance de todos, que está destinado a un sector muy pequeño de la población por sus costos alucinantes y que, además, tendría graves implicaciones para nuestro medio ambiente, según advierten científicos e investigadores en todo el mundo, que ya comienzan a tomar nota y hacer inventarios y diagnósticos sobre este: la carrera por el turismo espacial.
En esta carrera figuran al menos tres competidores visibles: Jeff Bezos, Richard Branson y Elon Musk. Bezos es el fundador del gigante Amazon y dueño, también, del Washington Post. Richard Branson es el magnate creador de Virgin Group, conformado por más de 360 empresas en todo el mundo ligadas al negocio de las telecomunicaciones. Elon Musk es el creador y dueño de Tesla, la empresa automovilística que construye y comercializa autos eléctricos; dueño también SpaceX, la firma espacial que construye naves espaciales y que ganó el concurso para construir un vehículo que hará un alunizaje con una tripulación de la NASA a bordo.
Branson, propietario de Virgin Galactic y con un patrimonio que ronda los 4.8 miles de millones USD, según Forbes, adelantó al ahora ex director ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, en la carrera por ser el primer millonario en viajar al espacio el 11 de julio de 2021. Nueve días después, Bezos realizó su viaje en un evento que fue televisado en Estados Unidos y en el que tanto él como sus acompañantes lograron volar fuera de la atmósfera hasta alcanzar los 100 kilómetros de altitud y observar la curvatura de la tierra. La travesía de Bezos duró apenas 11 minutos.
Pero estos avances ya han comenzado a alertar a activistas, investigadores y científicos, preocupados por lo que puede significar para el planeta que una nueva modalidad de turismo espacial se convierta en una tendencia entre los acaudalados,vaún pese a los altos costos de estos viajes. La principal preocupación es, por supuesto, la cantidad de gases que queman estos cohetes y aeronaves, las emisiones y el calentamiento global, sumándole también la contaminación sónica y los posibles daños a la capa de ozono.
«Los cohetes emiten 100 veces más CO2 por pasajero que los vuelos comerciales«, indicaba esta semana un newsletter del medio especializado en tecnología e innovación Xataka. También medios como The Economic Times, reportaban algunos datos sorprendentes sobre el impacto de estos viajes al espacio: “En la estratosfera, los óxidos de nitrógeno y las sustancias químicas que se forman por la descomposición del vapor del agua convierten el ozono en oxígeno y desgastan la capa de ozono”, se explicaba un artículo de este medio que además agregaba: «El vapor de agua produce nubes estratosféricas que proporcionan la superficie para que esta reacción se produzca a un ritmo superior de lo normal«.
Dos misiones, dos magnates
Branson ha sido el primer el alcanzar el espacio con una misión llamada Virgin Galactic. Junto a otros tres tripulantes a bordo de una aeronave, completaron la primera misión de lo que ha sido llamada VSS Unity. El principal objetivo, según declararon los organizadores, era documentar y evaluar la experiencia que podrán tener los futuros viajeros del espacio que serían también unos pioneros en el mercado de turismo espacial.
Esta misión alcanzó altitud suficiente para experimentar en carne propia la sensación de ingravidez o ausencia de gravedad. Aunque lograron alcanzar el espacio, desde una concepción teórica que avalan la NASA, el Ejército de Estados Unidos y la FAA, no lograron traspasar la denoninada Línea de Karman, situada a 100 kilómetros y que es considerada el límite entre la atmósfera y el espacio exterior.
La siguiente misión, la liderada por Jeff Bezos, se denominó Blue Origin. La tripulación estuvo conformada por Mark Bezos, Oliver Daemen —un joven holandés de 18 años— y Wally Funk, una mujer astronauta que nunca pudo viajar al espacio con la NASA. Esta misión, que terminó en apenas 11 minutos, superó en su trayectoria los 100 kilómetros de altitud y por tanto logró superar la línea de Karman, considerada por muchas fuentes como la frontera hacia el espacio.
Según apunta el diario español La Vanguardia, Bezos presumió de que sus cohetes Blue Origin, al emplear hidrógeno líquido y propulsores de oxígeno líquido, son más ecológicos que los de su competidor, el VSS Unity de Branson. Estos últimos cuentan con un propulsor híbrido que se compone de polibutadieno terminado en hidroxilo (HTPB) y óxido nitroso, también denominado gas de la risa.
«El propulsor del Blue Engine (BE-3) de Bezos provoca grandes cantidades de vapor de agua mientras que, según menciona el periódico inglés publicado en la India, ‘la combustión de los combustibles VSS Unity produce CO2, hollín y vapor de agua’, gases y sustancias que mantienen el calor en la atmósfera, agravando, aún más, si cabe, el calentamiento global. Además, el VSS Unity de Branson, debido al oxidante a base de nitrógeno empleado, genera óxido de nitrógeno, compuesto que contribuye a la contaminación del aire«, indica una nota en este medio del periodista Mario del Amo.
Emisiones de carbono, calentamiento global
Aunque el turismo espacial ha propulsado también la idea en la opinión pública de que llega con el propósito de «democratizar el espacio» y hacerlo accesible para todos aquellos que puedan costearlo, este tipo de misiones también plantea dilemas y serios disyuntivas sobre si es conveniente o no la explotación de estos viajes sin causar perjuicios al planeta y el ya agravado cambio climático.
Mientras en todo el mundo se encienden alarmas por el calentamiento global y se plantean alternativas más sustentables, como la protección de áreas y ecosistemas con gran diversidad, la reducción del consumo de carne y reducción de cambios de tierra para ganadería, el uso de medios de transporte más limpios, como la bicicleta, el tren; el uso de fuentes de energía limpia como la eólica y solar, y el cierre de plantas de generación eléctrica que usen carbón, el turismo espacial llega como un avasallante actividad que es, además de accesible solo para pocos y aventajados, altamente contaminante y perjudicial para nuestro planeta.
«En promedio, cada lanzamiento de cohete con 4 pasajeros a bordo, emite a la atmósfera de 200 a 300 toneladas de dióxido de carbono. Y esto únicamente es por un sólo viaje, pero estos están aumentando. Gracias a la carrera de turismo espacial encabezada por la triada Musk, Bezos, Branson, las emisiones de carbono de los cohetes han aumentado un 5.6% anualmente. No es de sorprenderse que la promesa de los magnates de llevar civiles al espacio, aliente cada día a más personas a buscar un lugar dentro de las tripulaciones. Lo que significaría una mayor cantidad de emisiones de carbono causadas por cohetes aeroespaciales», precisa el sitio web Ecoosfera.
Corresponderá ahora a los científicos y a la comunidad internacional evaluar el impacto de estos viajes y de una posible rentabilidad para todo el planeta de estos viajes. Más que una aventura turística o hedonista, este tipo de actividades podría poner agravantes a la situación ya crítica en la que se encuentra el planeta, a saber: el incremento de temperatura que provoca estragos y fenómenos naturales cada vez más mortíferos, el derretimiento de los glaciares, inundaciones, prolongadas sequías y el aumento de los niveles del mar, que harían desaparecer áreas extensas de territorio bajo las aguas. ¿Vale la pena arriesgarlo todo por 11 minutos en el espacio?