Corría el año 2012.  Por segundo año consecutivo se realizaba el evento de Freeski llamado Swatch Skiers Cup, que consistía en 2 equipos de 10 esquiadores cada uno, que representaban a cada continente (América v/s Europa). Mediante jueces que determinaban al ganador de cada batalla, los esquiadores iban eliminándose. Era una especie de batalla de gallos, pero del esquí. En este contexto, durante la parte freeride del evento, el equipo completo se trasladó a un sector del valle de Yerba Loca conocido como El Palomo, que es parte del filo norte del cerro El Manchón, una ladera que normalmente tiene mejor nieve que el resto por su exposición sur y su lugar protegido del viento. En este sector los corredores eran trasladados en helicóptero a la partida.

Formación de los 20 atletas del Swatch Skiers Cup en la cima de “El Palomo” ©Swatch Skiers Cup
Formación de los 20 atletas del Swatch Skiers Cup en la cima de “El Palomo” ©Swatch Skiers Cup

Hacia la derecha del “Venue” (lugar de la competencia), el cerro daba paso a la roca, la que en un sector desciende verticalmente por aproximadamente 200 m. Más o menos en la mitad de esta pared, se distinguía un pequeño corte estilo terraza, de unos 5 m en la parte más ancha. En una de esas subidas, el helicóptero se acercó lo suficiente a la pared como para distinguir algo fuera de lo común sobre la terraza: se apreciaba una formación más lineal que el resto de la roca, de diferente color y aspecto. Eso me llamó mucho la atención en ese momento, y logré sacarle una mala foto con el teléfono, en donde no se alcanza a apreciar tanto como para afirmar que era una construcción hecha por el hombre.

Durante la ascensión en helicóptero a la partida de la competencia ©Chopo Díaz
Durante la ascensión en helicóptero a la partida de la competencia ©Chopo Díaz

Igualmente quedé muy intrigado, y pensé algún día volver a visitar ese lugar. Tuvieron que pasar 6 años para tener el tiempo de volver. En agosto de este año, fuimos con mi hermana, mi papá y dos amigos, apoyados logísticamente por don Javier y dos mulas pilcheras.

Ascensión a través del valle de Yerba Loca ©Juan Luís DeHekeren
Ascensión a través del valle de Yerba Loca ©Juan Luís DeHekeren

Estudiando un poco la historia del valle pudimos descubrir datos muy interesantes. Estos valles fueron habitados por varias etnias de diferentes épocas desde hace más de 6.000 años. Entre ellos destacan los Chiquillanes, los Picunche y los Puelche. Más adelante comenzaron a aparecer los Incas, quienes conectaban con el gran Apu (cerro El Plomo) a través de este valle. Descubrimos que Santiago era un lugar donde los Incas querían asentarse y establecer una ciudad que sería el centro administrativo del sur, y la momia del Plomo era una ofrenda para mantener la fertilidad de la tierra, por eso su ubicación sobre los glaciares, que son el nacimiento mismo de las aguas que nutren al valle.

Terraza ceremonial Inca a 5.200 msnm, cerro El Plomo ©Archivo Club Alemán 1928
Terraza ceremonial Inca a 5.200 msnm, cerro El Plomo ©Archivo Club Alemán 1928

También descubrimos la vida que existiría en Yerba Loca mucho más tarde. Hace unos 150 años comenzaron a aparecer pequeñas operaciones de pirquineros, quienes extraían minerales muy rudimentariamente en la zona.

©Archivo Club Alemán
©Archivo Club Alemán

Hubo cuatro yacimientos en total, todos pequeños y de corta duración. Luego estas operaciones se trasladaron al valle de Corral Quemado y comenzaron a extraer de forma masiva. Decidimos acampar en el valle, en una zona llamada La Lata.

Campamento en sector “La Lata” ©Juan Luís DeHekeren
Campamento en sector “La Lata” ©Juan Luís DeHekeren

Este lugar se ha estudiado mucho debido a que era una zona plana y apta para establecerse, con abundante pasto para los animales. Además, es uno de los pocos lugares con agua potable en todo el valle (el río principal lleva muchos minerales y no es potable).

©Juan Luís DeHekeren
©Juan Luís DeHekeren

Acá se han encontrado restos arqueológicos de la mayoría de las etnias que lo habitaron. También fue el lugar donde se desarrolló una pequeña operación minera llamada Santa Elena, en donde extraían principalmente hierro, entre otros minerales.

©Juan Luís DeHekeren
©Juan Luís DeHekeren

Al día siguiente comenzamos la ascensión al lugar donde vimos la terraza. Pasamos por una veta de minerales, en donde había una gran terraza construida con piedras, con algunas cámaras separadas, y restos de los elementos utilizados por los pirquineros.

Gran terraza utilizada por los pirquineros. Se desconoce si ya estaba construida antes de su llegada. ©Juan Luís DeHekeren
Gran terraza utilizada por los pirquineros. Se desconoce si ya estaba construida antes de su llegada. ©Juan Luís DeHekeren
Gran cantidad de minerales de muchos colores en las rocas. ©Juan Luís DeHekeren
Gran cantidad de minerales de muchos colores en las rocas. ©Juan Luís DeHekeren

Continuamos subiendo a la terraza de la pared y caminamos cerca de 5 horas en total hasta que llegamos. Fue necesario encordarnos para aproximarnos, ya que la travesía era bastante expuesta. Camino al lugar seguían apareciendo algunos restos metálicos de herramientas utilizados por los pirquineros.

Vestigios de los pirquineros de la mina Santa Elena. ©Juan Luís DeHekeren
Vestigios de los pirquineros de la mina Santa Elena. ©Juan Luís DeHekeren

La terraza tenía unos 40 m2 y estaba construida con la misma roca extraída de la pared de atrás. El muro estaba muy bien trabajado y mantenido, en pleno borde del filo de la pared a unos 150 m de altura. Sobre la terraza había muchos minerales coloridos y algunos restos de los trabajos.

Los exploradores Sole y Chopo Díaz sobre la antigua terraza construida con bloques de piedra. ©Juan Luís DeHekeren
Los exploradores Sole y Chopo Díaz sobre la antigua terraza construida con bloques de piedra. ©Juan Luís DeHekeren
Restos metálicos encontrados en el valle bajo la terraza. ©Juan Luís DeHekeren
Restos metálicos encontrados en el valle bajo la terraza. ©Juan Luís DeHekeren

La verdad nos impresionó mucho la capacidad que tenían estas personas de poder llegar a lugares tan hostiles, inaccesibles y hasta peligrosos, para cargar a pulso grandes y pesadas rocas de hierro. Nos queda la gran duda de qué tan antigua era esa construcción, y de si había sido hecha por los pirquineros, o si ya estaba ahí antes de que llegaran. La terraza tiene una ubicación estratégica ya que se aprecia todo el valle. Además está muy cargada energéticamente por minerales.

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Al día siguiente volvimos al lugar, porque sobre la entrada de la travesía a la terraza se abría una canaleta muy larga y angosta que subía casi hasta arriba, por unos 300 m. Salimos a las 4:30 de la madrugada, subimos y esquiamos. La nieve era pura azúcar, así que a esa nueva canaleta le pusimos Sugar Mummy. Después aparecieron unos amigos en helicóptero. El piloto Jaime Fernández de Barraco Air, junto al fotógrafo Guy Wenborne. Junto a ellos hicimos un par de bajadas en las laderas de El Palomo.

Chopo Díaz esquiando al interior de Sugar Mummy.  ©Juan Luís DeHekeren
Chopo Díaz esquiando al interior de Sugar Mummy.  ©Juan Luís DeHekeren
©Juan Luís DeHekeren
©Juan Luís DeHekeren

Estamos sorprendidos y felices de poder seguir descubriendo rincones en estas montañas. Nosotros somos locales de Farellones, pero no teníamos la menor idea de la gran historia que todavía esconden estos valles. A veces no hay que ir tan lejos para maravillarse con la montaña, su historia y su naturaleza. Por eso es nuestro deber no bajar nunca la guardia frente a las amenazas que pueden acabar con estos paraísos, sobre todo lugares que están tan cerca de Santiago. Este es nuestro patio de atrás, reconozcámoslo y cuidémoslo.

Aquí un pequeño video que hicimos con el apoyo de The North Face de lo que fue la aventura:

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