©Antonia Pérez
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Asociaciones existen muchas en la naturaleza y algunas son más evidentes que otras. Está el caso del camarón de roca (Rhynchocinetes typus), que limpia con sus pinzas el cuerpo del pejesapo común (Sicyases sanguineus) que encontramos en las costas de Chile continental; una relación en que ambas especies se ven beneficiadas y que es posible observar a simple vista en la zona del intermareal. Pero hay otras que pasan más desapercibidas, tanto así que podemos no llegar a detectarlas. Es el caso de los líquenes, nombre que recibe la simbiosis entre un hongo y otro organismo, que puede ser un alga verde y/o una cianobacteria.

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Como se encuentran tan estrechamente relacionados, funcionan como un solo organismo, y esto hace que sea muy difícil poder detectar cada uno de sus componentes por separado.

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La razón detrás de esta asociación tiene que ver con beneficios para ambos de los involucrados. El hongo, a diferencia de sus similares que se alimentan mediante digestión extracelular (a través de la secreción de enzimas al medio ambiente para degradar el alimento) y la posterior absorción de los nutrientes que le son útiles, al asociarse con un organismo fotosintético puede obtener los nutrientes de la misma manera como lo hacen las plantas: a través de la fotosíntesis.

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Y para el componente que realiza la fotosíntesis, el beneficio de asociarse con un hongo tiene que ver con la posibilidad de colonizar ambientes más secos y luminosos de los que podría habitar si se desarrollara de manera independiente.

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Además de los beneficios para cada uno de sus integrantes, esta asociación cumple también un importante rol ecológico: los líquenes (o también llamados hongos liquenizados) juegan un papel fundamental en las primeras etapas de colonización vegetal al ir formando el suelo donde éstas podrán establecerse posteriormente.

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Una manera de apreciar lo exitosa de esta relación es que podemos encontrarlos en casi todos los ambientes terrestres, desde las regiones polares hasta los trópicos, en zonas con alta concentración de sal –como es el intermareal– y en lugares de agua dulce –como riachuelos–, y sobre sustratos muy variados, como rocas, troncos o colgando de las ramas de los árboles. Además, si las condiciones ambientales no son las propicias para su desarrollo, tienen la capacidad de suspender su actividad metabólica, para reactivarla nuevamente cuando los parámetros ambientales vuelvan a ser los adecuados.

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Se los considera como miembros del Reino Fungi, sin embargo como en los líquenes pueden encontrarse asociaciones entre organismos de hasta tres reinos diferentes, desde una perspectiva ecológica en ciertas ocasiones se los ha considerado como ecosistemas miniatura más que como un determinado individuo.

Esta interacción de organismos es más fácil de apreciar a nivel microscópico, pero las diferentes propiedades de sus componentes hacen que sean muy atractivos también a simple vista, tanto por las formas y texturas que poseen, como por sus colores.

Aquí podrán observar algunos de los líquenes que he fotografiado en el sur de Chile, en la región de La Araucanía.

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A quienes les interese tener una lectura más profunda sobre los hongos, les recomiendo descargar estas publicaciones de la web:

Hongos de Chile, Atlas Micológico (Lazo, Waldo. 2001. Departamento de Ciencias Ecológicas, Facultad de Ciencias. Universidad de Chile. 314 pp)

Fungi Austral, Guía de campo de los hongos más vistosos de Chile (Furci, Giuliana. 2007. 200 pp)

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