Argentina: El biólogo Ignacio Roesler, premiado con el Óscar Verde, cuenta cómo salvan al macá tobiano de la extinción
El macá tobiano (Podiceps gallardoi) es un ave endémica de la Patagonia descubierta por el biólogo argentino Mauricio Rumboll en 1974. Las primeras estimaciones sobre las poblaciones de esta especie que migra para nidificar en lagos de las mesetas patagónicas se estimaron en cerca de 8.000 individuos. Pero esta población fue decreciendo con los años. Cada vez era más difícil avistar al ave, en la medida que las lagunas desaparecían, su hábitat era afectado por el cambio climático y su ciclo era amenazado por dos especies exóticas o invasoras: el visón americano y la trucha arcoíris, ambas introducidas con fines comerciales. En 2009 se determinó que quedaban 800 ejemplares, lo que apuntaba a que la población había colapsado 80%. El biólogo argentino Ignacio Roesler, de Aves Argentinas y el CONICET, ha liderado por años junto a otros investigadores un programa que ha logrado disminuir las amenazas y estabilizar las condiciones para garantizar la reproducción y supervivencia del macá tobiano. Su trabajo ha sido reconocido con el Premio Whitley, llamado el Oscar Verde, dotado con 60.000 libras, para implementar más acciones en favor de esta especie.
Ocurrió en 1974. El científico Mauricio Rumboll recorría la Laguna de Los Escarchados, en Santa Cruz, Argentina, junto a su ayudante de campo Edward Shaw. Estudiaban las migraciones de cauquenes y pasaban mucho tiempo realizando tareas en el campo. Edward quería además, aprender a preparar pieles de estudio para las colecciones y entonces su misión era buscar aves en las lagunas del sur con la finalidad de atraparlas y practicar. De esta manera fue como Edward acabó capturando un ave singular, nunca antes vista. Se trataba de un macá tobiano. Pero ninguno de los dos anticipaba que ese sería el día del descubrimiento de una nueva especie para la ciencia.
De vuelta en Santa Cruz, el ejemplar atrapado despertó la curiosidad de Rumboll, quien se dio percató de que no se trataba de un ave común. Le tomó fotografías y lo preparó para llevar hasta el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia para su estudio. Un grupo de científicos determinó que el ave no había sido descrita antes. Rumboll acabó bautizándolo Macá Tobiano (Podiceps gallardoi). En su nombre científico, Podiceps es su género y gallardoi es su nombre específico dedicado a Ángel Gallardo y su nieto José María Gallardo, Director del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” en 1974. También hace alusión a su gallardía o prestancia y elegancia.
Las primeras poblaciones de esta ave fueron estimadas en 8.000 ejemplares, pero la caída de las poblaciones y avistamientos encendieron todas las alarmas entre la comunidad de investigadores y organizaciones conservacionistas en la Patagonia argentina. Algo estaba sucediendo con el ave. La primera campaña comenzó en 2010 y estuvo liderada por la organización Aves Argentinas y Ambiente Sur, una ONG local. En el proyecto también participaron guardaparques nacionales. Luego los esfuerzos se formalizaron en un ambicioso proyecto para protegerlo. El biólogo argentino Ignacio Roesler, investigador del Conicet y actual director científico de Aves Argentinas, está actualmente a la cabeza de estos esfuerzos junto a otros investigadores.
El trabajo por más de diez años ha dado sus frutos y ahora ha sido reconocido con el Premio Whitley, también conocido como el Oscar Verde, que otorga el Fondo Whitley para la Naturaleza (Whitley Fund for Nature) y que tienen como propósito principal reconocer y brindar soporte a las contribuciones a la conservación de la vida silvestre en Asia, África y América Latina. Ladera Sur conversó con Roesler sobre su extenso trabajo y las iniciativas en favor de la conservación del macá tobiano.
—¿Qué crees que es lo más importante que debe saber la gente sobre el macá tobiano (Podiceps gallardoi)
El macá tobiano es un ave cuya principal característica, más allá del carisma del que goza, su estética, o el despliegue vistoso o el cortejo elaborado, es que es una especie muy importante dada su distribución geográfica, que es en la Patagonia austral, una zona prístina, remota, con poca ocupación humana. Y sin embargo es una de las especies más críticamente amenazadas, lo que —ciertamente— la hace un ave muy llamativa, la hace atractiva, porque entonces el macá tobiano es casi un indicador. Debido a que es un especialista en un ambiente tan amplio, el hecho de que esté tan amenazado dice mucho de la intervención del hombre en ese ecosistema. Si todo estuviera bien, el ave estaría mejor adaptada, pero al comenzar las primeras intervenciones, el macá es de los primeros que va a indicar qué es lo que está pasando. Por eso siempre digo que lo más interesante del macá no es el macá, sino su presencia e interacción en este ecosistema.
—¿Cuáles son las principales amenazas que enfrenta el macá tobiano y cómo qué proceso han seguido para identificar estas amenazas?
Cuando comenzamos a trabajar con el programa de monitoreo del macá tobiano, en 2009 y 2010, buscábamos precisamente intentar conocer qué era lo que pasaba, qué estaba ocurriendo para que las poblaciones disminuyeran de manera tan dramática. Las poblaciones habían colapsado. En los años 90 se estimaba que habían 5 mil aves; pero cada vez era más difícil encontrarla, hasta que luego se estimaron las poblaciones en 800 individuos, una caída de casi 80% de las aves. Se había mencionado como potencial amenaza el impacto que tenían las gaviotas cocineras, pero había pocas en ese momento como para concluir que fuese la principal amenaza. Entonces nos dimos cuenta de que había una red o un conjunto de amenazas. Los primeros dos años del programa de protección del macá tobiano transcurrieron intentando comprender cuáles eran. Descubrimos que el visón americano —una especie invasora, introducida en los años 20— era una amenaza muy aguda, porque mataba de manera efectiva a los adultos reproductores. También había colonias de nidificación de gaviotas cercanas a las colonias de nidificación del macá. El tercer factor era la trucha arcoíris, otra especie introducida. Así, teníamos tres factores que amenazan las distintas partes del ciclo de vida del tobiano. Finalmente, estaba el cambio climático, la desaparición de las lagunas. Pero esta era una amenaza que difícilmente podíamos frenar. Entonces nuestro trabajo se ha enfocado en controlar las amenazas locales, para que las poblaciones sean más fuertes y puedan enfrentar la amenaza del cambio climático.
—El estudio, la investigación y el trabajo con el macá tobiano ha ocupado gran parte de tu vida durante más de una década. Su doctorado en Ciencias Biológicas se centró en esta ave y su ciclo de vida. ¿Qué es lo que más le ha fascinado del macá tobiano?
Mi trabajo con el macá tobiano comenzó hace años, como voluntario en la primera campaña del proyecto. Fui invitado por Aves Argentinas a participar en el proyecto. Después se armó un grupo nutrido de especialistas en aves, que también incluyó a investigadores, biólogos, guardaparques de las áreas protegidas y parques nacionales. Estaba también el equipo de la Asociación Ambiente Sur en Argentina. La mayoría éramos voluntarios. La situación del macá era urgente. Mi fascinación viene mucho por el desafío con esta especie amenazada, el reto de entender por qué fue lo que más me atrapó o motivó a interesarme e involucrarme en todo el trabajo.
—¿Cuántas personas están ahora vinculadas al programa, o dedicadas enteramente al trabajo de conservación y las iniciativas orientadas a protegerlo o resguardar las colonias del macá tobiano?
Hoy el equipo que trabaja en la zona reproductiva está integrado por 25 personas. Pero a lo largo de los años ha habido centenares, más de 300 voluntarios del proyecto que trabajan con voluntarios e investigadores de al menos 15 países, y con estudiantes, biólogos y voluntarios también de todas las provincias de la Argentina. En el proyecto colaboramos también con instituciones de varios países, como Chile, Inglaterra, Estados Unidos; y con universidades en Argentina. El equipo está integrado por perfiles muy diversos en cada lado, no solo biólogos, sino ornitólogos, veterinarios, etc.
—¿En qué aspectos se ha enfocado más el programa de protección y conservación del macá tobiano?
Los trabajos son focalizados en controlar la depredación y el impacto sobre los nidos del macá tobiano. Trabajamos mucho en el control y mitigación o reducción de las amenazas con estas especies invasoras, para evitar cualquier tipo de afectación. En los últimos años no ha habido depredación. Nos interesa mucho elevar la tasa de éxito de la reproducción del macá. Con las especies invasoras hemos trabajado el manejo, planes de control, con sistemas de trampeo para remover individuos de visón americano y sacar a las truchas de los lagos. Nuestra acción se extiende en todas las mesetas la zona del Parque Nacional Patagonia en la provincia de Santa Cruz. En realidad es una acción de gran escala. Y también buscamos reducir la menor interacción con el visón; y con la gaviota puntualmente controlar las colonias para disminuir su éxito reproductivo.
—¿Qué ha sido lo más importante de este galardón, el Premio Whitley, que además de estar dotado con recursos para programas de conservación, también lleva implícito visibilidad a los proyectos, el trabajo de los investigadores y al ave, principalmente?
Ciertamente, el premio contempla no solo el aporte económico, sino que permite contar con una visibilidad que ya comienza a manifestarse en importantes contactos de instituciones y empresas que quieren aportar, donar recursos; además de científicos. Pero también potencian esta interacción incluso con autoridades locales y provinciales. Nos ayuda mucho en paralelo en acciones. Nos mantenemos muy conectados con la Provincia de Santa Cruz, en la gestión de la fauna, con parques nacionales, con el municipio, para trabajar en conjunto, en la elaboración de programas de manejo de recursos y de políticas. Esto ayuda también a que se integren los esfuerzos. Hay iniciativas y políticas públicas para el mejor manejo y disposición residuos para evitar el crecimiento de las colonias de gaviotas que se alimentan de basurales. Esto se está se está haciendo ya. Y nosotros estamos aportando y compartiendo el conocimiento y experticia. También se está avanzando en el manejo de los salmónidos y control y desarrollo de actividad productiva, en lo que respecta a la trucha arcoíris. Intentamos trabajar con el Estado y creemos que es importante para que tenga una participación y los esfuerzos tengan un impacto regional.
—¿Cuál es el estado actual de las poblaciones del macá tobiano?
Actualmente la población está estimada entre 700 y 800 individuos. Se encuentra estable. En los últimos años cayó 80%. Lo que hemos visto es que el macá tobiano es una especie bandera y paragua de un sistema que tiene muchos problemas y que necesita mucho más trabajo e investigación para conocer el el ecosistema, a realizar acciones que tengan un impacto positivo a largo plazo no solo en una zona, sino con todas las áreas donde habita el ave. Entonces el apoyo y la colaboración de todos es importantísima y la necesitamos mucho.