Al estar inmerso en lo profundo de la tupida selva valdiviana, entre alerces milenarios y arroyos de agua turquesa, se tiene la sensación de estar de vuelta en épocas prehistóricas. Y es que la selva valdiviana, con su exótica flora y fauna, ha sobrevivido al paso del tiempo, manteniéndose intacta a través de los años, siendo uno de los bosques más antiguos del planeta.

Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina
Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina

No es de extrañar que la evidencia científica demuestre que una parte importante de este bosque haya logrado sobrevivir a las glaciaciones y a los diversos eventos geológicos que dieron vida a nuestro territorio como lo conocemos hoy, y que, a pesar de haber evolucionado, siga manteniendo elementos muy parecidos a cuando se originó hace unos 180 millones de años, cuando Sudamérica era parte del gran continente de Gondwana.

El bosque valdiviano, también llamada selva valdiviana, es una ecorregión ubicada entre el paralelo 37º S y el 48º S (desde el límite de las regiones del Biobío y La Araucanía hasta el sur de la región de Los Lagos aproximadamente) que cuenta con una superficie de unos 240.000 km2, abarcando territorios de Chile y Argentina, y que se  caracteriza por ser uno de los bosques más únicos y biodiversos de Chile y del mundo.

Salto de Pichi Ignao, Riñinahue. Créditos: ©Francisco Mendez
Saltos de Pichi Ignao, Riñinahue. Créditos: ©Francisco Mendez

Vale decir que la selva valdiviana posee un bosque siempre verde de múltiples estratos, de estructura compleja y heterogéneo, que se desarrolla bajo condiciones geográficas y climáticas muy especiales, que son únicas en Latinoamérica y muy raras en el resto del planeta.

Lo cierto es que este bosque se encuentra inserto en una isla biogeográfica que mantiene un clima templado-lluvioso y oceánico, donde la existencia de un relieve de considerable altura, como es la cordillera de Los Andes, provoca un aumento de las precipitaciones y una relativa estabilidad climática que favorecen el crecimiento de la vegetación, y por lo tanto, del resto de la biodiversidad.

No existe otro ecosistema terrestre capaz de producir tal cantidad de materia viva como este bosque lluvioso templado costero. Y es que estos gigantescos bosques sostienen hasta 2.000 toneladas métricas de materia viva por hectárea. Y su enorme producción de madera, follaje, frutos, hojarasca, musgo y líquenes, a su vez, proporciona alimento y cobijo a innumerables especies de aves, reptiles, mamíferos, insectos y anfibios, muchos de ellos endémicos de esta región.

Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©CONAF
Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©CONAF

“De hecho, cuando uno compara la cantidad de biomasa que se acumula los bosques de la ecorregión valdiviana con la de otros bosques del mundo, nos damos cuenta de que en estos bosques tenemos la mayor concentración de biomasa por hectárea en el mundo, y cuando hablamos de biomasa, también estamos hablando de la cantidad de carbono que se está almacenado en esos bosques. Por lo cual este bosque también se posiciona como uno de los bosques con mayor capacidad de almacenamiento de carbono, lo cual lo transforma, en el contexto del cambio climático, en uno de los ecosistemas más relevantes de conservar en el mundo para disminuir las emisiones de carbono a la atmósfera y así mitigar el calentamiento global”,  relata el Dr. Álvaro Gutiérrez, académico del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile e investigador del Instituto de Ecología y Biodiversidad (IEB).

Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina
Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina

La selva valdiviana es considerada como uno de los 35 puntos calientes de biodiversidad más importantes del mundo por el elevado número de especies que alberga y por ser uno de los ecosistemas con mayor número de endemismos del orbe: el 50% de las plantas, el 76% de los anfibios, el 50% de los peces y el 33% de los mamíferos que habitan aquí son endémicas, es decir, sólo existen en esta región del planeta.

Entre estas especies endémicas, podemos observar verdaderos fósiles vivientes, como el monito del monte (Dromiciops gliroides) o el olivillo costero (Aextoxicon punctatum), que encontraron en el sur de Chile un refugio biogeográfico, y cuyos parientes más cercanos se extinguieron en épocas remotas.

Monito del monte. Créditos: ©Juan Luis Celis
Monito del monte. Créditos: ©Juan Luis Celis

Este auténtico regalo de la biodiversidad alberga un montón de seres insólitos que conviven junto a una vegetación compuesta por árboles laurifolios de hojas grandes, coníferas milenarias y una exuberante vegetación tropical de helechos gigantes, musgos, briofitas y líquenes, que cubren todo el paisaje de tonalidades verdes.

Vale decir que la relación de este bosque lluvioso con la fauna es especialmente estrecha. Esto ya que sus características tropicales hacen que este ecosistema cuenta con un elevado porcentaje de mutualismos entre plantas y animales. De hecho, posee el mayor número de plantas polinizadas y dispersadas por animales de todos los bosques templados del mundo y más del 60% de sus árboles producen frutos carnosos.  

Aquí también habitan algunas de las especies arbóreas más longevas y antiguas del planeta como los alerces, los olvillos y las araucarias. De hecho, en la selva valdiviana se encuentra el organismo vivo más antiguo con edad verificada del planeta. Un alerce (Fitzroya cupressoides) ubicado en el Parque Nacional Alerce Costero que es conocido como el “Gran abuelo” y supera los 5.000 años de edad.

Reserva Punta Curiñanco. Créditos: ©Adolfo Molina
Reserva Punta Curiñanco. Créditos: ©Adolfo Molina

Sin embargo, como puntualiza el Dr. Gutiérrez, este paraíso de la biodiversidad – que si bien tiene una parte considerada como “bosque antiguo” o “Primario”, que mantiene las condiciones primigenias de hace millones de años, sin mucha intervención humana o muy poco deterioradas- no está exento de amenazas, lo que pone énfasis en la necesidad de proteger y conservar este importante ecosistema.

 “Además de ser un centro de alta diversidad y endemismo, los bosques de Chile también han tenido un retroceso importante en la historia, desde la colonización en adelante, y se estima que alrededor de un 50% de la cobertura de bosques se ha perdido desde la llegada de los españoles hasta el día de hoy, lo cual pone en riesgo la conservación de muchas de estas especies icónicas, que sólo ocurren en Chile. Esto ha hecho definir estos bosques como una zona caliente de biodiversidad muy importante en el mundo, en el sentido de que son bosques o zonas con alta diversidad de especies que están o han estado sometidos a una fuerte presión de uso antrópico en el tiempo y por eso se ha considerado como una de las prioridades de conservación a nivel global”, asegura el académico del Departamento de Ciencias Ambientales y Recursos Naturales Renovables de la Facultad de Ciencias Agronómicas de la Universidad de Chile.

Entre la deriva continental y las glaciaciones: una historia de resilencia

Muchas de las plantas que se encuentran en la selva valdiviana tienen muchas similitudes ecológicas con especies que se encuentran en las selvas tropicales de Australia, África y Nueva Zelanda. Sin embargo, cerca de la mitad de las 4000 plantas vasculares presentes en la ecorregión valdiviana, son endémicas y no se hallan en ninguna otra región del planeta.

Chucao. Créditos: ©Pablo Cáceres
Chucao. Créditos: ©Pablo Cáceres

Esto es así debido a que la historia de este bosque junto con la de otros bosques templados del hemisferio sur tienen un origen en común que se remonta aproximadamente 180 millones de años atrás, a la era Mesozoica, cuando el megacontinente Panguea se divide en dos: Laurasia al norte y Gondwana al sur, este último formado por los actuales Sudamérica, Australia, Nueva Zelanda, Antártica, India y África.

Según nos cuenta la literatura, durante esta época el clima de Gondwana era tropical, con elevadas temperaturas y mucha humedad, por lo que se juntaron las condiciones propicias para la aparición de bosques tropicales por todo este supercontinente. Sin embargo, posteriormente, durante el Cretácico, Gondwana se dividió a su vez en los continentes que conocemos actualmente, por lo que su clima fue cambiando y muchos de estos bosques tropicales fueron desapareciendo.

La antigua vegetación de origen gondwánico sólo pudo sobrevivir en algunas pocas zonas en donde siguió habiendo una temperatura templada y gran aporte de humedad, como es el caso de Chile en la selva valdiviana, donde la temperatura es moderada y existe una elevada pluviosidad.

Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina
Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina

Con ello, los últimos remanentes de estos bosques gondwanicos que permanecieron refugiados en la ecorregion valdiviana, comenzaron una larga historia de aislamiento que ha permitido el desarrollo de una flora y fauna únicas en el mundo. Cabe destacar que la selva valdiviana es la superviviente de muchos eventos geológicos que modificaron sustancialmente el territorio y generaron las condiciones que dieron vida al nivel de endemismo que conocemos hoy en la ecorregión.

Otro de estos eventos fue el levantamiento de la cordillera de Los Andes, que separo definitivamente a la selva valdiviana de otros bosques de Sudamérica y provocó que muchas de las especies que en su momento habían crecido a la par, quedaran aisladas y evolucionaran de forma autónoma, acorde a las condiciones de sus propios territorios.

Como señala Gutiérrez: “Ahora bien, el origen de la flora chilena de los bosques es diverso. Alrededor de un tercio de las especies de los bosques de esta región tienen este origen de conexión godwánica, pero hay otro tercio que es de origen neotropical, que hace la idea de que existía anteriormente una conexión entre Chile y las regiones más tropicales y subtropicales de Sudamérica. Esta conexión neotropical en la flora ocurría antes de la emergencia principalmente de la cordillera los Andes y la diagonal árida que separa los bosques de Chile con los bosques, por ejemplo, de la mata atlántica en Brasil o las yungas en Argentina. Estas regiones anteriormente estaban conectadas y obviamente tenían un traspaso de información y de genética”.

Sendero Huilo-Huilo. Créditos: ©Reserva Biológica Huilo-Huilo
Sendero Huilo-Huilo. Créditos: ©Reserva Biológica Huilo-Huilo

Estos eventos geológicos produjeron que, poco a poco, la selva valdiviana fuera quedando cada vez más aislada de sus congéneres, adaptándose a las nuevas condiciones que le exigía el medio.

“El nivel de endemismo que posee esta zona se debe principalmente al aislamiento biogeográfico en el cual están estos bosques. Este aislamiento está principalmente determinado por el Océano Pacífico, la cordillera de Los Andes y el desierto de Atacama. A medida de que los bosques han ido quedando aislados en el tiempo se han generado también condiciones propicias para el desarrollo de estos endemismo, especies que se han especializado a los hábitats que quedan disponibles luego de los eventos geológicos que han ido ocurriendo, dentro de los cuales el principal es el lanzamiento paulatino de los Andes, que fue generando cambios importantes que tienen que ver con el bloqueo de los vientos, que va generando una condición de aridez muy alta, y el bloqueo de los ciclones que vienen del atlántico”, agrega el investigador del IEB.

Reserva Punta Curiñanco. Créditos: ©Adolfo Molina
Reserva Punta Curiñanco. Créditos: ©Adolfo Molina

Otro factor importante es el caso de las glaciaciones, ocurridas durante el Pleistoceno, que provocaron que el bosque valdiviano quedara completamente  desconectado de otros bosques de Chile, generando condiciones muy particulares de microendemismo.

Cabe señalar que durante este periodo la selva valdiviana quedo protegida por un “efecto isla biogeográfica” que la preservó de las glaciaciones y permitió que las especies siguieran desarrollándose. Esta isla biogeográfica limitaba al Oeste y al Sur por el Océano Pacífico, al Norte, por la zona de clima mediterráneo y al Este por la Cordillera de los Andes.

Su importante rol en el abastecimiento de agua y las amenazas que enfrenta

El bosque valdiviano, cuyos árboles han estado de pie por más de 400 años, no sólo guarda una larga historia, sino también, un especial atributo: ser un ecosistema con gran capacidad para almacenar agua y liberarla lentamente a los distintos cauces y arroyos que fluyen a través de la ecorregión, una cualidad que toma cada vez más relevancia en contexto de crisis climática y sequías.

Pudú del sur. Créditos: ©Eduardo Minte y Thomas Kramer
Pudú del sur. Créditos: ©Eduardo Minte y Thomas Kramer

Y es que la selva valdiviana posee suelos que son resultado de depósitos de cenizas volcánicas, por lo que son más porosos, y por ende, tienen mayor capacidad de filtración. Esto convierte a estos bosques en verdaderas y eficientes esponjas que favorecen la regulación del ciclo hídrico mejor que cualquier otro tipo de bosque, según indica un estudio publicado en la revista especializada Ecosystems.

En ese sentido, la selva valdiviana, además de ser un reservorio de vida, es un reservorio de agua que nutre de este vital elemento a miles de personas, así como animales, que viven en las diferentes cuencas que emergen desde este especial ecosistema. No obstante, pese a todas sus cualidades únicas, la ecorregión Bosque Valdiviano se encuentra muy amenazada por el cambio climático y por la fuerte actividad antrópica que se desarrolla en las cercanías de este maravilloso bosque.

Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina
Selva valdiviana en el Parque Nacional Alerce Costero. Créditos: ©Adolfo Molina

“El bosque va proveyendo de agua las cuencas de manera más dosificada por decirlo así. Sin embargo, cuando tú no tienes esa cobertura boscosa lo que ocurre es que el suelo se satura rápidamente y mucha del agua que no alcanza en filtrarse en el suelo se escurre y genera procesos erosivos. Por eso es que a medida que se van modificando los bosques, estos roles de almacenamiento y regulación del ciclo hidrológico también van cambiando y se van perdiendo”, agrega el investigador del IEB.

Son muchas las crónicas históricas que hablan del bosque valdiviano como una densa selva impenetrable para el avance de los exploradores y colones. No obstante, hoy cuesta imaginar que este bosque haya tenido una vegetación de esa envergadura. Y es que la zona centro-sur de Chile es una de las más antropizadas del territorio nacional al concentrar gran parte de la agricultura y la ganadería del país, así como plantaciones forestales, centros poblados y carreteras.  

Chingue. Créditos: ©Antonia del Río
Chingue. Créditos: ©Antonia del Río

En la actualidad, los principales factores de amenaza para los bosques valdivianos son los incendios forestales; la sobrexplotación de su madera, especialmente para leña; la expansión de los monocultivos; los cambios en el uso de suelo para la construcción de viviendas; la agricultura intensiva; la ganadería en el bosque que destruye su regeneración natural; y la apertura de caminos en áreas con suelos frágiles con riesgos de erosión.

“Una de las principales amenazas sobre los bosques de Chile son los incendios forestales, en los último cinco años se han quemado alrededor de un millón de hectáreas de bosque. Yo diría que la principal amenaza que tenemos hacia el futuro producto de los incrementos de las condiciones de la sequía que van a ocurrir en Chile como resultado del cambio climático es la incidencia de incendios forestales y es importante siempre recalcar de que esto incendios forestales son en 99% generados por causa humana, ya sea accidental o intencionada. Y por otro lado, otro problema que va emergiendo con mucha fuerza son las parcelaciones, que ha ido generando una sustitución importante de bosque nativo para la construcción de casas u otro tipo de uso habitacional. Todavía no hay estimaciones muy certeras respecto a cuál es el impacto, pero sabemos que en la Región de Los Lagos principalmente esto está ocurriendo alrededor de los parques nacionales y reservas, generando una fuerte presión sobre los bosques y la función ecológica que estos bosques cumplen”, finaliza el Dr. Gutiérrez.

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