Una mirada fotográfica a la sequía en Sudamérica
Países como Brasil, Argentina, Perú, Bolivia y Chile no son ajenos a las sequías. Y es que mientras el hemisferio norte presenta inusuales altas temperaturas en pleno invierno, Latinoamérica siente los estragos de la ausencia, cada vez más prolongada, de precipitaciones en diversas regiones. En ese sentido, los efectos de la sequía sobrepasan la escasez de agua y algunos reportes indican graves impactos en la agricultura, en la navegación por ríos, la producción de energía y el abastecimiento de agua para el consumo humano. ¿Cuál es el impacto de la sequía en Sudamérica? Aquí te compartimos una galería de fotos que ilustra los estragos de la escasez hídrica en la región.
En las últimas décadas, los eventos de sequía en América Latina no solo han incrementado en frecuencia y duración, sino que también en intensidad, lo que provocado el aumento progresivo de la desertificación en la región y el surgimiento de nuevas zonas áridas por los efectos del cambio climático. Un ejemplo de ello son ciertas partes en la Cuenca del Río de la Plata o la zona centro-sur de Chile, que presentan una desertificación marcada que cada año se hace más latente.
De hecho, el último informe AR6 del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, 2022) de las Naciones Unidas, estima, en la mayoría de los países, un crecimiento en la superficie de terreno afectada por sequías extremas entre 2010-2019, con respecto a 1950-1959.
Asimismo, un estudio del Observatorio Global de Sequías indica que si comparamos el periodo 2011-2020 con la data de referencia (1981-2010), los valores promedio de precipitación se han reducido entre 30% y 90% en el este de Brasil, las costas de Venezuela, Ecuador y Perú, y el sur de Chile y Argentina, convirtiéndose en los países más afectados por este fenómeno en Sudamérica.
Pese a lo anterior, el aumento de la sequía y la desertificación tienen impactos transversales en toda la región. Algunos reportes indican graves impactos en la agricultura, en la navegación por ríos, la producción de energía y el abastecimiento de agua para el consumo humano, así como una degradación progresiva de los ecosistemas producto de los incendios forestales y por los cambios en las condiciones hidrológicas de base.
En ese sentido, uno de los lugares más afectados por la sequía en Latinoamérica es el Pantanal, la llanura aluvial más grande del mundo, que fue fuertemente impactada por la sequía entre 2019 y 2020, con importantes consecuencias para la biodiversidad y las comunidades que dependen de la movilización de sus productos agrícolas a través de las hidro-vías.
Vale decir que Brasil es el país con mayores recursos de agua dulce en el planeta, no obstante, este país ha perdido el 15% de sus aguas superficiales desde 1991 y la parte que corresponde a Brasil del Pantanal, actualmente solo abarca una cuarta parte de la superficie que cubrían hace 30 años, según indica el último informe AR6 de las Naciones Unidas.
Asimismo, cabe mencionar que durante el mes de octubre de 2022 el río Amazonas, producto de la sequía, llego los niveles más bajos que ha tenido en la historia en su paso por Brasil, afectando a los 62 municipios que componen el estado de Amazonas.
Por otra parte, durante las últimas semanas Argentina ha tenido que enfrentar una de las peores sequías de su historia: casi el 55% de la superficie del territorio está afectada por la falta de lluvias o condiciones de estrés hídrico, según un informe del Sistema de Información sobre Sequías para el Sur de Sudamérica (Sissa). Mientras tanto, las consecuencias económicas ya están comenzando a sentirse en varios cultivos, principalmente en la soya, la principal exportación del país.
Cabe decir que toda la superficie de las provincias de la región central de Argentina, Buenos Aires, Córdoba, Entre Ríos y Santa Fe, las de mayor relevancia en cuanto a volumen de producción agroindustrial, se encuentra en condiciones de sequía.
Según explica un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario, la cosecha 2022/2023 está bajo las condiciones más secas de los últimos 60 años, mientras que se estima que en la llamada zona núcleo, la más productiva, hay un 45% menos de cultivos de soja. Por su parte, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, estima un impacto total de hasta 1,8% en el PIB y una pérdida de exportaciones de hasta US$ 14.115 millones.
Y con el maíz sucede algo similar, según las proyecciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, la producción de este cereal presentaría una reducción de entre el 11% y el 25%, dependiendo de lo que suceda con el clima en los siguientes meses.
Vale destacar, asimismo, que los cultivos no son los únicos afectados. La industria ganadera también está presentado serias dificultades para conseguir alimento para el ganado, lo que deriva en un aumento de costos y, en algunos campos, la muerte inminente de los animales.
De igual manera, Uruguay también sufre una de las peores sequías de su historia. Según el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet), el país trasatlántico sufre sequía en todo su territorio desde el 11 de octubre y más del 40% de la superficie nacional se encuentra bajo los efectos de una fuerte sequía.
Por otro lado, la situación de las zonas alto andinas no es muy diferente. En el caso de Perú, la dura sequía que se mantiene en los Andes desde septiembre de 2022 ha provocado la muerte de ganado, afectado a cultivos como la papa -fundamental para la alimentación y economía de las comunidades locales- y obligó al gobierno peruano a declarar, en diciembre, una emergencia de 60 días en más de cien distritos. Y aunque actualmente en ciertas regiones del centro y sur del país ya ha comenzado a llover, las sequías han dejado secuelas graves en la producción agrícola y ganadera.
Si bien, esto no es un fenómeno nuevo para el país andino (este es el tercer año consecutivo que Perú se enfrenta al mismo problema, según la agencia meteorológica de las Naciones Unidas), la intensidad de la sequía de este último año han sido la más fuertes de los últimos cincuenta años, según indica el Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú (Senamhi).
Por su parte, la situación de Bolivia no es muy distinta. El déficit de precipitaciones que afecta a Bolivia comenzó en 2019 y continúa el día de hoy, lo que ha puesto en una situación difícil tanto a los productores locales como a los municipios, que ven afectado el suministro de agua y advierten una posible crisis energética con la disminución del caudal de agua en las represas hidroeléctricas.
La situación es tan grave que siete de los nueve departamentos de Bolivia se han visto afectados por la sequía, por lo que el gobierno del presidente Luis Arce resolvió el pasado mes de diciembre ayudar a los agricultores con semillas y víveres.
En paralelo, en Tihuanaco, un área de 100 kilómetros al sur de La Paz, los pueblos indígenas levantaron las manos al cielo, acompañados de un sacerdote, e iniciaron una jornada de oraciones para rezar por la llegada de la lluvia.
Por otra parte, hay que destacar que si bien la sequía en toda la región es bastante catastrófica, la zona más afectada por la crisis hídrica es la zona central de Chile, que ha estado expuesta a una intensa mega sequía durante los últimos 14 años. Es la sequía más prolongada de América Latina y el Caribe en mucho tiempo, según constata el último informe AR6 de las Naciones Unidas.
Vale decir que la situación en el país austral es tan crítica, que el pasado mes de enero, por primera vez en su historia, la región de Magallanes fue declarada zona de emergencia agrícola por sequía. Esto debido principalmente a que finales del año 2022, la región presento un déficit histórico de precipitaciones, lo que puso en jaque los cultivos y obligo al gobierno a entregar recursos para la distribución de agua. Vale decir que durante el mes de noviembre, hubo 8,8 milímetros de agua caída en Magallanes, una cifra muy alejada del promedio histórico de 60 mm.