El universo de Teresa Paneque, la joven astrónoma que divulga la ciencia a través de redes sociales
Desde el eclipse de 2019 se hizo conocida en redes sociales, a raíz de sus didácticas explicaciones del fenómeno astronómico. Desde entonces, sus seguidores fueron al alza y para ella, que siempre mantuvo como pasión la pedagogía, se cumplía un sueño. Hija de padres científicos, curiosa por naturaleza y amante de la lectura, Teresa Paneque (24) entró a estudiar astronomía a los 16 años y actualmente cursa un doctorado en Alemania, enfocándose en el estudio de formación de planetas. Esto, al mismo tiempo que trabaja en divulgación científica de astronomía, explicando sobre los últimos acontecimientos y curiosidades varias, como las mediáticas fotografías del telescopio espacial James Webb. En esta entrevista, hace un repaso de su labor científica, comunicativa y uno de sus grandes logros: escribir una serie de libros infantiles.
En julio 2019, cuando en Chile el eclipse solar acaparaba los titulares de prensa y muchas personas se trasladaban hasta San Pedro de Atacama para verlo en su totalidad, Teresa Paneque se quedó en Santiago. “Como soy una astrónoma aburrida que le gustan los datos y no las cosas bonitas, no viaje al norte”, dice. En ese entonces, era profesora de PentaUC -Programa de Estudios y Desarrollo de Talentos Académicos de la Universidad Católica- y como en la universidad no había muchos profesores disponibles para explicar qué pasaba en el norte a los medios de comunicación, ella asistió a las entrevistas.
Ahí empezó todo.
“A la gente le gustó mucho cómo explicaba. Yo creo que porque era que tenía una forma que había desarrollado cuando fui profesora auxiliar de niños y niñas, además de mi pasión por la enseñanza”, dice. Mucha gente quiso seguirla en redes. Entonces ella las abrió. Y Tere Paneque se empezó a hacer conocida.
Actualmente tiene más de 59 mil seguidores en Twitter, 148 mil en Instagram y 670 mil en Tik Tok. En todas esas redes se dedica a la divulgación científica de la astronomía, de forma simple y didáctica. En paralelo, estudia su Doctorado en Astronomía en el Observatorio Europeo Austral (ESO), en Múnich, Alemania. Ha publicado dos papers científicos -uno durante su magíster y otro en su doctorado-, con un tercero en el camino. También ha dedicado un lado a la literatura infantil, a través de sus dos libros, donde el personaje Carlota es la protagonista.
Esta es la historia de una joven de 24 años, con una cabeza curiosa, entusiasta, con amor por la ciencia y las ganas de aprender, además de enseñar. Ella misma ha ido formando su propio universo.
La ciencia como herencia
Teresa nació en España, mientras sus padres cursaban sus doctorados. Ambos son científicos. Su mamá, Paz Carreño, es química farmacéutica y se especializaba en inmunología. Su papá, Manuel Paneque, es bioquímico y se especializaba en genética molecular. Entonces Teresa, con la ciencia en la sangre, los acompañaba mientras experimentaban en el laboratorio, acostumbrándose a las batas, probetas y el escuchar de ciencia.
“Si bien yo no estaba haciendo ciencia para nada, creo que el estar expuesta a un ambiente de ese estilo te muestra que es un camino válido y que hay gente que trabaja en laboratorios y abre toda una gama de preguntas”, explica. Pero, además, ella siempre fue curiosa y se atrevió a hacer preguntas, y cree que eso no solo se lo fomentó su familia, sino que su temprana educación.
Desde los cinco a los nueve años, Teresa estudió en Escocia. Dice que el método de enseñanza de allá le fomentó la creatividad. No hay repetición, sino que se fomenta un aprendizaje más colaborativo. Ahí, recuerda, podía echar a volar su imaginación. Pero llegó a Chile y todo cambió. Ingresó a sexto básico con 10 años. “Todos eran dos años mayores que yo, quedé en desfase de edad. Y no era bien visto que alguien hiciera más preguntas, porque significaba más materia para la prueba. Los cursos tenían más personas por sala. Si terminabas lo que estabas haciendo, no tenías nada más que hacer, entonces yo me aburría, sentía que no calzaba y me sentía un poco mal”, recuerda.
Así fue como llegó a PentaUC, un programa de formación de estudiantes con potencial talento académico que entrega enriquecimiento extracurricular, en el que estuvo desde sexto básico a cuarto medio. Eso le abrió las puertas a la matemática avanzada, robótica, derecho, historia, debate y otras materias. “Me dio la posibilidad de seguir cuestionándome y empujarme a distintos lados sin necesariamente tener la razón, sino que las ganas de aprender”, explica.
– ¿Cómo te interesaste por la astronomía?
-Fue algo muy casual. No tengo ninguna historia de inspiración mágica. Me gustaba mucho entender cómo funcionaban las cosas. Cuando empecé a ver física en el colegio me pareció que era algo que rayaba en lo mágico. O sea, la física lo que hace es que toma las matemáticas y las ocupa como un lenguaje para modelar el entorno, el universo, para poder predecirlo y entenderlo. Eso me pareció como la forma máxima de conocimiento real. Entonces, dentro de toda esta gran gama de cosas que hace la física, me pareció que el universo era algo con lo que, al no poder interactuar con él, siempre iba a haber preguntas. Entonces por ahí me fui.
-Y siguen surgiendo más y más preguntas, me imagino.
-Absolutamente. De hecho, de alguna manera he caído en la componente genética de la química, porque hago astroquímica. Es decir, estudio astronomía, pero las preguntas que me interesan del universo tienen que ver con la composición química y con la información que podamos extraer de las moléculas y la abundancia química, en los entornos de formación planetaria. Así que cada cosa que uno aprende significa más preguntas (…). Yo lo que disfruto es ver datos, entenderlos, recibirlos; saber que provienen de un entorno que queda a cientos de años luz de distancia y poder interpretarlos. Las imágenes bonitas son algo secundario, pero para mí en verdad no hay nada más bonito que poder ver un modelo que se condice con la realidad o que nos ayuda a entender qué es lo que está pasando.
Todo ese camino con las estrellas empezó cuando apenas tenía 16 años, al ingresar a estudiar astronomía a la Universidad de Chile.
La formación de los planetas
Hasta las seis de la tarde, Teresa enfoca sus días en su doctorado. Ve datos, los interpreta, los analiza. Toda la información que lee la ayuda a entender sobre la formación de planetas. Esto porque se dedica a analizar en qué condiciones se forman los sistemas planetarios, como el sistema solar.
Al respecto, Teresa explica: “Esto ocurre más o menos al mismo tiempo de la formación de la estrella, en unos discos de material. A medida que la estrella se forma, el material se arremolina en torno a la estrella en forma de disco. A eso le llamamos disco proto planetario. Ese disco está compuesto de polvo y gas, por distintas moléculas. Entonces vemos que hay oxígeno, carbono, monóxido de carbono y trato de ver cómo las abundancias químicas nos dan señales sobre las condiciones; la temperatura, la cantidad de material y los procesos que han ocurrido y podrían ocurrir. Entonces trato de ligar la química de los entornos de formación de planetas al hecho de que se formen planetas”.
-A propósito de ese tema, has publicado dos papers. ¿Nos podrías comentar sobre ellos?
-El paper que fue más famoso recibió un press release de Alma. Fue el que salió el año pasado y tiene que ver con un tipo de formación llamada inestabilidades gravitacionales. Ese trabajo lo desarrollé durante mi magister en la Universidad de Chile con la doctora Laura Pérez. Ese trabajo constaba de observar una estrella, en particular Elias 2-27, cuyo disco protoplanetario tiene ciertas características que teóricamente se condicen con un proceso llamado inestabilidad gravitacional. La inestabilidad gravitacional es una manera en la cual se formaría un planeta gigante como Júpiter o Saturno en etapas más tempranas de un disco protoplanetario. Ahora, ¿por qué es interesante observar esto? Porque era la primera vez que teníamos evidencia robusta de que esto efectivamente estaba pasando. Hay veces en que, en la astronomía, como dependemos mucho de la tecnología, la parte teórica avanza mucho más rápido. Entonces yo puedo decir que en teoría este proceso debiese existir. Pero hasta que yo no lo vea en la naturaleza, no puedo saber qué tan buena es mi teoría. Y lo bonito de este trabajo fue que por primera vez vimos en la naturaleza lo que planteábamos. Luego, mi primera publicación del doctorado, que fue recientemente aceptada, trata de este mismo sistema. La diferencia es que ahora estoy mucho más enfocada en la química y cómo la presencia y distribución de determinadas moléculas nos pueden dar más señales sobre lo que está ocurriendo más allá de las inestabilidades gravitacionales. Es decir, ¿qué más está ocurriendo en este entorno de formación de planetas, que pareciera bastante caótico? Hay material cayendo, inestable, que está rotado. Ahora tengo una tercera publicación que esperamos que sea aceptada en la que me desacoplo de mi estrella favorita porque hay más estrellas.
En palabras simples, es como si uno agarrara los binoculares en su casa y mirara hacia el departamento lejano del vecino que está haciendo galletas. Y, a distancia, se puedan identificar lo que le están echando a las galletas. Entonces es mirar a la lejanía y ver los ingredientes de este nuevo planeta.
La divulgación científica
Cuando Teresa era niña, agarraba todos sus muñecos y los ordenaba frente a ella. Luego, pasaba tardes enseñándoles lo que ella quisiera. Cuando sus abuelos chilenos la visitaban en Escocia, ella los sentaba y les hacía clases de inglés. “Me encanta estar frente a la pizarra con un plumón y explicar. Amo leer. Mi pasión siempre ha estado por la comunicación y la enseñanza. Y también siempre me ha gustado mucho hablar. Cuando elegí ser astrónoma fue porque tenía que decidir entre aprender y enseñar. Por ejemplo de mis papás, me di cuenta que siendo científica podía hacer ambas cosas”, dice. En la universidad fue ayudante. Después profesora auxiliar. También profesora titular de Penta UC.
Pero su gran salón de clases han sido las redes sociales, posterior al eclipse solar. Sus redes fueron creciendo y, en la pandemia, mucho más, porque se dedicó a subir más material. En 2021, cuando partió a su doctorado, empezó su Tik Tok. “Ahí la situación explotó. Empezaron a aparecer millones de oportunidades. Entonces la diferencia es que no doy clases en un pizarrón, pero explico conceptos de astronomía a un millón de personas distintas en redes sociales. Estoy como viviendo un sueño, además de inspirar a mujeres para que vean que tienen un espacio en la ciencia”, dice.
-Algo que he visto en tus redes son explicaciones de las famosas fotografías del James Webb (JWST). ¿Cómo ha sido para ti la llegada de todas estas imágenes y cómo ha sido para ti acercarla a las personas?
-Ocurren varias cosas. A mí me pasan varias cosas con JWST. En particular, no estoy ocupando datos de él, pero sí mi grupo de investigación, y mi profesora guía estuvo muy involucrada en todo lo que fue la puesta en marcha y el diseño de esto hace diez años atrás o más. Entonces, por un lado, científicamente, estoy muy cercana a ello. Y por otro, todo lo que estamos viendo de manera científica es muy distinto a lo que se está mostrando al público. Hablo estas imágenes, pero en paralelo, sé que hay otros tipos de ciencia que se están haciendo y que son más atingentes a lo que yo hago, pero que no son quizás tan como bonitos para el público general o para la comunicación en este momento (…). A nivel educacional es muy potente lo que se está haciendo y es muy lindo saber que hoy en día todos estos programas espaciales se dan cuenta de la importancia de comunicar, porque la página de información del telescopio es brutal.
– ¿Crees que la gente con estas cosas está interesada en aprender sobre astronomía?
-Sí. Chile es un país privilegiado. Yo creo que en Chile siempre ha habido un interés por la astronomía porque nos podemos ir de vacaciones y visitar un observatorio o un telescopio. Entonces la cercanía a las ciencias es la que produce ese interés, porque si yo no sé que existe algo, no es tan inmediato el hecho de que yo me cuestione sobre eso. Siento que nunca pasa de moda ver a la astronomía en los medios de comunicación. Es bonito porque cuando se le da esa visibilidad final estamos inspirando a toda una generación que va a ver eso, a acordarse de ese momento. Y por eso es tan importante tener esa componente visual (…). Yo también siento que tenemos que avanzar hacia comunicar lo que hacemos por detrás. Entonces es una cartita trampa que tenemos en la astronomía y que yo creo que hay que seguir utilizándola hasta que todas las personas hagan lo maravilloso y bonita que es la ciencia.
– ¿Hay alguna de esas imágenes que encuentres más fascinante?
-Por un tema de área de estudio, tengo que decir la nebulosa de Carina, porque ahí vemos entorno de formación estelar y donde se forman estrellas, que es donde se forman planetas. Siempre las imágenes de campo profundo me van a parecer maravillosas, tanto del JWST como de Hubble. Es el hecho de saber que estamos recibiendo luz que se emitió en cuando el universo tenía los primeros cientos de millones de años. ¡Ni siquiera miles, sino que cientos de millones de años! Me parece brutal. Es como si en un mundo de solamente gente mayor, de repente podamos ver a un feto. Tenemos que pensar que hace 100 años, ¡100 años!, pensábamos que todo nuestro universo era la Vía Láctea. Y hoy estamos viendo no solamente que hay cientos de miles de galaxias, sino que estamos viendo cómo eran en un inicio las galaxias que había en nuestro universo. Entonces yo creo que por ese lado el campo profundo me llamó mucho la atención, aunque no tenga nada que ver con lo que yo estudio.
-Entonces, por un lado, estás con la divulgación, que es algo gigante. Y también con un doctorado, que tampoco es menor. Eso se suma a tu vida personal. ¿Cómo logras equilibrar todo?
-Es difícil. Yo creo que este año, he logrado por primera vez manejarlo. Bueno, tengo ayuda. Entonces tengo alguien que se encarga de las comunicaciones, sobre todo de los correos y los mensajes por Instagram, porque eso estaba absolutamente fuera de control. Y yo también separo mi tiempo. Hago ciencia hasta las 18:00, después al gimnasio y otra cosa y me quedo trabajando en redes a las 22:00 y 23:00. También he dejado ir ciertas cosas. En general trato de ser responsable con los tiempos de ciencia, sobre todo porque esa es mi labor principal. Ese es mi trabajo. Yo soy científica, soy estudiante de doctorado, para eso me pagan. Y luego lo de redes me parece muy relevante, aunque no tenga un sueldo. Sigue siendo una actividad que me llena y que me tomo como si fuera un trabajo.
Carlota y el futuro
Cuando Teresa era niña, además de pasar horas leyendo, se entretenía escuchando las historias que su papá le contaba de Carlota Jiménez. Si bien no se acuerda sobre las aventuras que escuchaba, Carlota, como concepto, jamás se le olvidó. Por eso, cuando desde la Editorial Planeta le ofrecieron escribir un libro infantil, ya tenía claro quién sería el personaje principal.
“Para mí estos libros han sido lo más lindo que me han dado las redes sociales y es una de las cosas que por siempre agradeceré a la gente que me sigue. Yo de pequeña siempre leí muchísimo y mi trabajo soñado, además de ser profesora, era trabajar en una biblioteca. No tenía tele, yo leía. Entonces siempre dije que quería que Carlota sea un libro que yo hubiera leído de pequeña”, explica.
Así, publicó dos libros y ya va para el tercero. “Carlota es la materialización de todo lo que jamás podría querer Tere Paneque. Las redes sociales son algo volátil. Pero los libros son portales maravillosos, herramientas educacionales. Estoy orgullosa de Carlota y me siento honrada y agradecida del recibimiento que han tenido. Es un sueño hecho realidad”, explica.
-Con todo esto en tu vida, ¿cómo te ves en 10 años?
-Espero estar de vuelta en Chile. Me quedan dos años para finalizar mi doctorado. Después pretendo hacer alguna investigación postdoctoral. En seis o siete años más me tienen de vuelta en Chile. Si me mantuviese en la academia y en la investigación, me gustaría llegar a ser parte de la comunidad que hay en Chile. En Chile hay una comunidad vibrante de gente que hace astroquímica, enfocada en formación de planetas. Entonces creo que podría traer distintas visiones para poder aportar a eso y ser parte de las grandes colaboraciones que se están dando. Además, se pretende que, para final de la década, Alma, el maravilloso radiotelescopio que tenemos en el norte de Chile, con cuyos datos yo trabajo también, va a tener como una mejora sustancial y va a ser capaz de observar mucho más moléculas químicas y mayor precisión para poder determinar lo que estamos viendo. Entonces, espero ser parte de esa revolución (…). Hay muchas cosas emocionantes que están pasando en cuanto al desarrollo tecnológico para observación astronómica y, por ende, yo creo que en los próximos diez años cualquier cosa que yo diga ahora puede perfectamente estar obsoleta. Entonces voy a esperar a que me sorprendan y a cruzar los dedos para que pueda seguir haciendo ciencia. En caso de que no sea así, seguiría comunicando ciencia, inspirando, o entregando material educativo para que otros inspiren a las generaciones futuras.