La minería submarina, la nueva gran amenaza para la conservación de los fondos oceánicos
Mientras que la mayoría de las fuentes minerales en la superficie terrestre ya han sido explotadas, la creciente demanda de metales ha llevado a las empresas mineras a explorar los fondos oceánicos en busca de estos preciados recursos. En efecto, aunque conocemos menos del 1% del suelo marino los fondos marinos, estos representan la mayor reserva de la Tierra de muchos metales estratégicos. Vale decir que el 96% de las reservas de cobalto, el 84% de níquel o el 79% de manganeso se encuentran en los yacimientos submarinos. No obstante, diversos expertos señalan que esta actividad minera de alto potencial económico pondría en peligro un ecosistema marino frágil y aún muy poco conocido. Según Greenpeace, en su informe En aguas profundas, el avance de esta industria podría constituir una de las nuevas y más extensas amenazas para los ecosistemas marinos del planeta. ¿Qué es la minería submarina? ¿Qué impactos tendría esta actividad para la biodiversidad marina? A continuación te lo contamos.
El océano profundo, también denominado alta mar o “aguas internacionales”, situado bajo los 200 metros de profundidad, es el hábitat más grande para la vida en la Tierra y también, el de más difícil acceso. Corresponde al 64% de todo el océano mundial y en casi la mitad de este porcentaje, podemos encontrar zonas que se encuentran a más de 3.000 metros de profundidad. Lo cierto es que es un ecosistema bastante inexplorado y que nos deja con más interrogantes que respuestas.
Pese a lo anterior, es sabido que en océano profundo, al igual que el medio terrestre, podemos encontrarnos con grandes cordilleras, mesetas, picos volcánicos, cañones y vastas llanuras abisales, que contienen los mismos minerales que encontramos en tierra. Por ello es que, mientras que la comunidad científica internacional apenas ha explorado menos del 1% del fondo del mar a nivel mundial, hace años que la industria minera ya elabora planes para bajar y explotar comercialmente las profundidades marinas. Iniciativas que todavía no se han despegado debido a grandes costos iniciales y por la falta de regulaciones y de legislación ambiental.
Lo cierto es que el fondo marino posee cientos de recursos energéticos y minerales que son cruciales para el desarrollo de la sociedad moderna, así como ciertos minerales específicos del océano profundo, como las costras de ferromanganeso y los nódulos polimetálicos. Además, en el fondo marino se encuentran altas concentraciones de metales que son críticos para la fabricación de artículos tecnológicos y de elementos cruciales para la producción de energías limpias, como el litio, níquel, cobalto, entre otros.
Por ello es que actualmente, con el agotamiento de los recursos terrestres y la creciente demanda de baterías para autos eléctricos y para almacenamiento de energía solar y eólica, se han elevado los costos para muchos metales y tierras raras, y se han reforzado las iniciativas de minería submarina, lo que constituye una de las nuevas y más extensas amenazas para los ecosistemas marinos del planeta.
¿En qué consiste la minería submarina?
La minería submarina o “de aguas profundas” es, como su nombre lo dice, un proceso de explotación de minerales que se efectúa en la denominada «Zona», es decir, en los fondos marinos y oceánicos, y su subsuelo, que se encuentran más allá de la jurisdicción nacional de los Estados. Consiste en la implementación de todo un sistema de máquinas extractivas, bombas hidráulicas y sistemas de cubos, que permitan extraer los minerales desde el fondo del océano y llevarlos a la superficie para ser procesados.
Esta actividad, que si bien aún no está autorizada ni regulada a nivel mundial, cada vez es más cotizada por las grandes industrias internacionales, principalmente industrias tecnológicas, que ven con buenos ojos la extracción de combustibles y minerales desde el fondo oceánico. Esto debido a la gran cantidad de combustibles y minerales que se encuentran en lo profundo de los océanos del mundo y que son cruciales para el desarrollo de la sociedad moderna y la elaboración de nuevas tecnologías, como es el petróleo, gas natural, hidratos de gas, nódulos de manganeso, cobalto, sulfuros masivos (ricos en zinc, plata, oro o cobre), fosforitas, áridos, tierras raras, estaño, oro y diamantes.
“El fondo marino y oceánico no está totalmente explorado. Estos vastos entornos ecosistémicos que se encuentran en las profundidades del océano constituyen los sectores con menos exploración del planeta. Tal es el nivel de desconocimiento de estas zonas profundas que, hoy en día, más personas han viajado para explorar el espacio exterior que a los propios fondos marinos en nuestro planeta azul. Sin embargo, algunas de las pocas exploraciones que se han efectuado en los Fondos marinos y oceánicos, dan cuenta que los minerales con potencial de explotación que encontramos son: níquel, cobre, manganeso, entre otros”, agrega Cristóbal Hernández Castillo, abogado y asesor de política oceánica para América Latina de High Seas Alliance, una asociación que congrega a más de 50 organizaciones internacionales para promover la conservación de la alta mar.
Es importante precisar que el 96% de las reservas de cobalto del mundo, el 84% de las reservas de níquel y el 79% de las reservas de manganeso –elementos cruciales para la elaboración de baterías, generadores eólicos y los paneles fotovoltaicos- se encuentran en los yacimientos submarinos. Por tanto, los recursos submarinos pueden resultar una fuente importante para el suministro de metales base y de alta tecnología, en un mundo en el que a demanda crece considerablemente.
Lo cierto es que el potencial de la minería submarina es enorme, tanto que muchos en la industria están hablando de una nueva “fiebre del oro” bajo la superficie del océano. No obstante, su realización traería consigo impactos extremadamente nocivos para la biodiversidad de los océanos, como advierten los expertos. De hecho, según Greenpeace, en su informe En aguas profundas, el avance de esta industria podría constituir una de las nuevas y más extensas amenazas para los ecosistemas marinos del planeta.
“En general, los impactos que esta actividad generaría son graves. La pérdida de biodiversidad y los daños a los ecosistemas marinos son, sin lugar a dudas, algunos de los múltiples puntos más graves que traería como consecuencia esta actividad. Imagínese el lector, si la actividad minera terrestre provoca múltiples impactos ambientales dañinos para el medio ambiente, como los relaves mineros, etc, llevar esa actividad a un lugar prístino como es el fondo oceánico, donde las presiones producidas por las corrientes marinas a más de 1000 o 2000 metros de profundidad, son enormes, sumado a que no conocemos lo existe en ese sector del océano, da a lo menos para pensar si esta decisión de avanzar a generar este instrumento internacional es lo correcto o no”, indica el abogado.
En el fondo marino la tasa de crecimiento de las especies es muy lenta, lo que las hace particularmente vulnerables a las perturbaciones físicas como la destrucción de su hábitat, la remoción de sedimento, el ruido de la maquinaria y la iluminación de un ecosistema que naturalmente se mantiene completamente oscuro.
Además, las especies en el fondo marino están especialmente adaptadas para vivir en este ambiente extremo, por lo que muchas de ellas son endémicas de ciertos territorios y no se encuentran en ningún otro lugar del mundo. De hecho, el 85% de las especies que habitan en las fuentes hidrotermales, una de las áreas de influencia de la minería submarina, son endémicas de este tipo de ecosistema, por lo que no pueden encontrarse en ningún otro lugar de los mares y el mundo.
Por su parte, Alex Muñoz, director para América Latina de National Geographic Pristine Seas, señala: “La minería submarina puede eliminar ecosistemas marinos completos. Cuando se realiza la minería submarina, se produce una gran cantidad de sedimentos que alteran completamente el ecosistema marino, desde el fondo hasta la superficie. Y también, puede mezclar aguas del fondo marino, aguas abisales que son ricas en nutrientes, con agua superficiales, y eso puede conllevar florecimientos de algas de manera absolutamente descontrolada. Además, la exploración marina frecuentemente usa el sonido para poder determinar dónde se encuentran los minerales y esos fuertes ruidos causan impactos en animales como delfines y ballenas que son muy sensibles a estos niveles de ruido.”.
Cabe destacar, igualmente, que conocemos menos del 1% del océano profundo, por lo que, sin la protección adecuada, la minería marina podría destruir muchas especies y ecosistemas que aún no se descubren.
Por otro lado, con la minería submarina también estaríamos alterando el delicado equilibrio de nuestros mejores aliados para el cambio climático. Los océanos son considerados los principales sumideros de carbono el mundo, y en ese sentido, adoptan un papel fundamental para combatir los efectos del cambio climático. De hecho, se calcula que en torno del 30% de todo el CO2 que los humanos emitimos en la atmosfera es absorbido por las capas superficiales del mar y almacenado en las profundidades, donde permanece durante miles de años. Por ello, el impacto que generaría la remoción de sedimento en el suelo marino, podría traer consecuencias muy catastróficas para los seres humanos.
Y no solo eso, además, podría impactar negativamente a diversas comunidades pesqueras, ya que, como indica Muñoz, “la minería submarina podría ser un gran enemigo del sector pesquero ya que puede alterar completamente poblaciones de peces, ya sea aumentando la mortalidad o despejando dichas poblaciones hacia otras zonas”.
Por su parte, Cristóbal Hernández agrega: “Debemos contextualizar que actualmente vivimos en una crisis climática, como problema global y en donde existen múltiples amenazas que afectan al océano, como por ejemplo: la Acidificación, la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada; la polución marina por plásticos y micro plásticos y actualmente estamos agregando esta actividad dañina que sin dudas, causará daños ambientales irreparables”.
Áreas de influencia de la minería submarina
Los sitios de minería oceánica generalmente están enfocados en 3 tipos de depósitos minerales en lo profundo del océano: Los depósitos de sulfuro, los nódulos polimetálicos y las costras de ferromanganeso.
1. Depósitos de sulfuros polimetálicos: También denominados sulfuros masivos del lecho marino o SMS, los depósitos de sulfuro son almacenes ricos en cobre, plomo, oro, plata y zinc, que se formaron durante miles de años por efecto de la actividad hidrotermal.
Estos depósitos, que se encuentran situadas a lo largo de las crestas volcánicas que atraviesan las dorsales oceánicas -generalmente en los bordes de las placas tectónicas- se formaron conforme los metales precipitados presentes en el agua eran expulsados de la corteza terrestre por fuentes termales cuya temperatura llegaba hasta los 400ºC.
Estas regiones fueron descubiertas recién en la década de 1970, y conforman ecosistemas únicos ya que son hábitat de organismos que no requieren de la luz solar sino que dependen de los nutrientes de las propias chimeneas. En vez de realizar fotosíntesis, realizan quimiosíntesis. Las bacterias quimiosintéticas, que utilizan el sulfuro de hidrógeno como fuente de energía, constituyen el primer eslabón de la red alimentaria de la fumarola, que se compone de una variedad de especies, muchas de ellas endémicas de estos emplazamientos.
Por lo anterior, se considera que los hábitats de las fumarolas submarinas tienen un valor científico intrínseco. De hecho, se ha sugerido que en las zonas de este tipo pudo haberse originado la vida en la Tierra hace billones de años.
2. Nódulos polimetálicos: En lo profundo de las llanuras y planicies abisales podemos encontrarnos con grandes yacimientos de nódulos polimetálicos, concreciones de roca que se formaron a lo largo de millones de años gracias a la precipitación mineral de dientes de peces, huevos u otros objetos, y que constituyen concentraciones extraordinarias de metales útiles como manganeso, hierro, cobre, níquel, cobalto, plomo y cinc.
Estos nódulos se encuentran entre las regiones más quietas y remotas entre los ecosistemas del planeta, donde la fina lluvia de sedimentos cae a una tasa cercana a un centímetro cada 1.000 años.
En este sentido, la zona de interés comercial más estudiada es la de Clarion-Clipperton en el Pacífico Oriental, que se encuentra a profundidades de entre 3.500 y 5.500 metros. Solamente este yacimiento contiene más níquel, manganeso y cobalto que todos los recursos terrestres juntos.
3. Las costras cobálticas: son depósitos minerales que se forman por la precipitación de minerales presentes en el agua de mar y contienen hierro, manganeso, níquel, cobalto, cobre y otros elementos metálicos y tierras raras. Estos depósitos se acumulan a profundidades marinas de entre 400 y 7.000 metros, en los costados y en las cimas de los montes submarinos.
A nivel mundial, se calcula que puede haber hasta 100.000 montes submarinos de más de 1.000 metros, aunque relativamente pocos resultan adecuados para la extracción de costra cobáltica. La zona de prospección de costra cobáltica más prometedora se encuentra en los montes submarinos de Magallanes en el océano Pacífico, al este del Japón y las Islas Marianas.
La minería submarina en la actualidad
La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA por sus siglas en inglés) -una institución creada por las Naciones Unidas- es el único organismo internacional que tiene como principal funcion organizar, regular y controlar todas aquellas actividades que se pudieran generar relacionadas con la exploración y explotación de los minerales en la «Zona», con miras para el beneficio de toda la humanidad.
Actualmente, dentro de esa instancia multilateral de la Autoridad, aún se está discutiendo el denominado Proyecto de Reglamento que regulará la explotación minera en la Zona y que generaría, una vez aprobado, el marco legal internacional para efectuar actividades de explotación en el océano profundo. Sin embargo, hasta el momento, no existe la minería submarina propiamente tal.
Sin embargo, la exploración de los minerales de los fondos marinos en la Zona si es posible y pueden llevarse a cabo subscribiendo un contrato con la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos y con sujeción a sus normas, reglamentos y procedimientos. Estos contratos tendrían una duración de 15 años y son cedidos exclusivamente a contratistas auspiciados por gobiernos nacionales.
Hasta la fecha, la autoridad de los Fondos Marinos ha aprobado 29 contratos para la exploración de minerales en el fondo marino, los cuales han reclamado vastas áreas del océano Pacífico, Atlántico e Índico, cubriendo un área que abarca más de 1,3 millones de km2 de fondo oceánico.
Si bien la extracción comercial no comenzará hasta que el establecimiento de las regulaciones ambientales haya terminado, estas concesiones harían que las inversiones en esta industria vayan creciendo mientras tanto, lo que genera más presión para la aprobación de esta mega industria. Es por ello que algunos Estados y miembros de la sociedad civil están planteando una moratoria en esta materia, con el objetivo de retrasar la minería submarina hasta que se hagan todos los estudios correspondientes y asegurar que esta actividad no sea nociva para los ecosistemas marinos.
“Para comenzar a desarrollar esta actividad de explotación en la «Zona», es necesario que exista el marco legal respectivo a través del Reglamento de Explotación Minera y que aún se está discutiendo en el marco de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos. Algunos Estados Miembros de esa Organización Internacional, así como también la Sociedad Civil, están planteando incluso una moratoria en esta materia, debido a que justamente existen muchos factores, especialmente ambientales, que deben asegurarse antes de seguir avanzando en un reglamento que va a permitir y regular una actividad dañina para el medio ambiente marino”, agrega Cristóbal Hernández.
Esta moratoria, que fue propuesta por Chile durante la II Conferencia por los Océanos de la ONU, realizada en Lisboa el pasado mes de Julio, se produce en un momento crítico, en el que varios Estados pretenden forzar que se autorice el inicio de la explotación para 2023 (cuando comienzan a vencer la mayoría de los permisos entregados por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos).
“No existe hoy día la capacidad de realizar minerías submarina sustentable por eso que la muchos países han planteado la necesidad de una moratoria a la minería submarina hasta que no se estudie de manera precisa, tanto la biodiversidad que existen los fondos marinos, como los impactos que una actividad de esta magnitud podría traer en los ecosistemas marinos. Hoy solo cabe prohibir la minería submarina ya que no se puede realizar de manera sustentable”, agrega Alex Muñoz.
“La minería submarina nos dice que las amenazas al océano todavía están presentes, ya no es solamente la pesca, ni la contaminación desde los continentes, sino que ahora se busca explotar el fondo marino generando grandes alteraciones en el ecosistema para extraer riqueza. Si es que nosotros permitimos la minería submarina significa que no hemos aprendido nada de los grandes impactos que hemos causado la naturaleza y los efectos devastadores que ya hemos estado sintiendo como humanidad producto del daño que le causamos al medio ambiente”, finaliza el director para América Latina de National Geographic Pristine Seas.