El increíble roedor de los Andes que rompe récord mundial de altura
Por años se creyó que la pica era el mamífero que vivía a mayor altura en el mundo, al ser registrada a unos 6.130 metros en el icónico Everest. Sin embargo, esta especie incluida en el Récord Guinness fue destronada por el ratón orejudo amarillento, otro pequeño roedor que habita nada más ni nada menos que a 6.739 metros de altura en el volcán Llullaillaco, superando así todos los reportes conocidos para mamíferos e, incluso, animales vertebrados. Esa fue la conclusión de un reciente estudio, fruto de más de 10 años de expediciones y análisis que incluyeron fotografías, comunidades microbianas de los suelos y hasta una “momia” de esta escurridiza criatura, que sorprende a la ciencia nacional e internacional.
No cualquiera puede vivir en ambientes extremos. Una cosa es alcanzar las altas cumbres y otra muy distinta es resistir, adaptarse, perpetuarse y, en definitiva, sobrevivir en la gran montaña.
De hecho, en el mismísimo Everest vive la famosa pica de orejas largas (Ochotona macrotis), roedor que ostentaba el título del mamífero que vive a mayor altura en el mundo. Sin embargo, todo puede cambiar mientras avanza la ciencia, ya que la pica fue destronada por un pequeño habitante de la majestuosa – y siempre rigurosa – cordillera de los Andes.
Así lo confirmó un estudio publicado en la revista Journal of Mammalogy, que presentó nueva evidencia sobre la existencia de una población del ratón orejudo amarillento (Phyllotis vaccarum) a más de 6.000 metros en el volcán Llullaillaco (Región de Antofagasta), a una altura que supera todos los reportes existentes para mamíferos e, incluso, animales vertebrados. A través de cinco expediciones realizadas durante 10 años, que incluyeron fotografías, colectas, un ratón momificado y análisis de ADN ambiental y de la actividad microbiana de los suelos, se entregaron pruebas contundentes del récord reclamado por este pequeño roedor sudamericano.
“Este hallazgo es notable, en parte, porque ha superado el récord anterior de los mamíferos en aproximadamente 2.000 pies. Esto habla de la asombrosa capacidad de los organismos vivos para ganarse la vida en casi cualquier lugar de la Tierra, incluso en los entornos más duros. Aquí vemos una especie que uno pensaría que sería la más vulnerable a tales condiciones, especialmente al frío extremo y a la escasez de alimentos, que pasa a ser la única especie que tuvo éxito”, destaca Scott J. Steppan, primer autor del estudio y profesor de la Florida State University, en Estados Unidos.
El científico añade que, “al superar incluso el récord de las aves, que pueden cubrir más eficazmente el territorio en busca de alimento, se trata de un logro aún más impresionante e inesperado”.
De esa manera, se confirmó la presencia de estos ratones en elevaciones que van desde los 5.070 metros hasta la cima de Llullaillaco, la cual alcanza – precisamente – los 6.739 metros, erigiéndose como el segundo volcán activo más alto del mundo. Lo anterior también había sido señalado por una investigación publicada en 2020 y liderada por Jay Storz, que reportaba la existencia de Phyllotis vaccarum (conocido antes como Phyllotis xanthopygus rupestris) en la misma cumbre.
Así lo explica Guillermo D’Elía, profesor titular y curador de mamíferos en la Universidad Austral de Chile, quien participó en ambos estudios. “Los datos nuevos que se reportan en este [último] trabajo y la literatura revisada indican que Phyllotis vaccarum es la única especie de vertebrado para la que hay datos confiables, indicando que reside sobre los 6.000 metros de altura. Este hecho cambia nuestro entendimiento sobre los límites fisiológicos de los animales, al tiempo que abre una gran avenida de investigación en relación a la fisiología, ajustes y adaptaciones a la altura”.
Rastros escurridizos en tierras escarpadas
Sin duda, estudiar animales en ecosistemas extremos y remotos es todo un desafío. Basta con preguntar a los montañistas para corroborar la dificultad de ejecutar acciones tan básicas como pensar con claridad por encima de los 6.000 metros, sobre todo cuando hay cansancio de por medio. Y como puntualiza Steppan, no todos los científicos “suelen ser escaladores experimentados y a menudo no tienen tiempo para aclimatarse completamente a la falta de oxígeno”.
Por lo mismo, este estudio es fruto de un largo proceso de recopilación de información que involucró a varios investigadores e investigadoras. Por ejemplo, el antropólogo Tom Bowen y el médico Matt Farson fotografiaron a un ratón momificado en la zona, a unos 6.200 metros en el año 2011. Luego observaron a un ratón vivo a la misma altura en 2013, que fue inmortalizado en un video mientras corría entre la nieve y las rocas. Durante años intentaron dar con la identidad del escurridizo mamífero hasta que tocaron la puerta de Steppan, en su calidad de experto en roedores del género Phyllotis, quien a su vez tardó años en conseguir opiniones de otros colegas para identificar a la criatura en cuestión.
Se sumó después una expedición independiente al volcán Llullaillaco, dirigida en 2016 por Steve K. Schmidt de la Universidad de Colorado, quien estudia a las comunidades microbianas de ambientes extremos. Fue en esa ocasión cuando el escalador Graham Zimmerman vio a un ratón correr bajo una roca, y tomó una muestra de suelo de la pista que conducía a la guarida del susodicho. Entonces, el equipo extrajo el ADN de esa muestra de suelo y lo secuenció para compararlo con otros lugares de la montaña. De esa forma, se detectó ADN de mamífero y vieron que la comunidad microbiana era muy diferente a la de cualquier otro sitio. Cabe destacar que, para encontrar estas pistas «invisibles», también fue fundamental la contribución de la ciencia antofagastina, representada por la destacada microbióloga Cristina Dorador.
El laboratorio de Steppan, en tanto, se centró en los análisis genéticos y filogenéticos de las secuencias de ADN de más de 200 individuos de Phyllotis (la mayoría inéditos) que incluían muestras de diferentes localidades del norte de Chile y Argentina, y del sur de Perú y Bolivia, confirmando que correspondía a Phyllotis vaccarum. Luego de comentar los hallazgos a Jay Storz, un experto en adaptaciones a la altura, se organizó otra expedición a Llullaillaco con los mastozoólogos Guillermo D’Elía y Marcial Quiroga-Carmona. Allí atraparon a roedores en varias elevaciones de la montaña, incluido el individuo que merodeaba en la cumbre a 6.739 metros. Luego secuenciaron el ADN del animal para confirmar su identidad.
Este fue “un hallazgo de tal magnitud que ameritó su publicación por sí solo en 2020. No obstante, esa publicación de 2020 dejó algunas preguntas planteadas, más que nada el saber si efectivamente en la zona alta del volcán hay ratones residentes o los encuentros eran producto más bien de animales extralimitales que por alguna razón alcanzaron esas alturas”, cuenta D’Elía.
Esto no es menor, si consideramos que pueden existir registros “anecdóticos” o excepcionales de animales en altitudes extremas, ya sea porque están perdidos o incluso por acciones humanas, como los avistamientos de la oveja azul a más de 6.000 metros, que habría sido acechada por cazadores con rifles.
“El problema de muchos reportes sobre animales en lugares extremos es que no se sabe si los animales viven realmente allí. Especialmente si se trata de un solo animal, podría estar perdido y podría morir a los pocos días, si no a las horas de ser visto. Lo que queremos saber como científicos es a qué altura pueden sobrevivir los animales durante una cantidad significativa de tiempo, esencialmente una parte significativa de su vida, y especialmente si incluye encontrar una pareja y criar a la descendencia a grandes alturas. Solo si vivieran en estas condiciones extremas durante muchas generaciones podrían adaptarse genéticamente”, detalla el académico de la Florida State University.
Por lo mismo, muchos registros se tornan dudosos o carecen de validez.
No obstante, tal como señalamos en un inicio, el mamífero que vivía a mayor altura conocida antes del ratón orejudo amarillento era la famosa pica de orejas largas en la cordillera del Himalaya, que incluso fue reconocida en el libro de Récord Guinness.
Steppan relata que “la persona que declaró haberla visto a 6.130 metros, en la expedición británica al Everest de 1921, fue A.F.R. Wollaston, médico y naturalista que observó varios animales, y se confía con razón en sus observaciones. El único escepticismo sobre este registro es que, en la misma expedición, el alpinista Leigh-Mallory escribió que el barómetro parecía estar sobreestimando las altitudes en posiblemente 160 metros, en cuyo caso las picas probablemente no vivían mucho más allá de los 6.000 metros. Un informe posterior que decía que la pica vivía a 6.400 metros fue un error tipográfico al repetir la altitud del informe de Wollaston”.
En otras palabras, el elevado y rocoso sitial de la pica fue puesto en duda.
Por ello, al otro lado del mundo, el habitante de los Andes fue incluido en Guinness y “reclama ahora con razón el récord, porque ha sido observado en múltiples ocasiones desde varios lugares por encima de los 6.100 metros, hasta la cumbre a 6.739 metros, lo que está muy por encima de cualquier observación razonablemente creíble de cualquier otra especie de mamífero. Y la diversidad de pruebas que tenemos es mucho mayor que la de otras especies de gran altura de las que se ha informado, la mayoría de las cuales se basan en un único avistamiento visual de hace muchos años”.
Inclusive, las reiteradas observaciones, fotos y hasta los microorganismos de los suelos acusan la presencia repetida y de largo plazo de los ratones orejudos amarillentos.
Pese a ello, se desconoce hasta el momento cómo podría fluctuar el número de la población de este roedor omnívoro, que degustaría hierbas y, a veces, insectos como snacks.
Lo que sí se sabe es que “es una especie ampliamente distribuida en Chile y Argentina, en las laderas de ambos lados de los Andes, desde Mendoza y el Maule hasta el norte de Argentina y Chile. Además, en el norte de Chile alcanza la costa del Pacífico. Es así que es una especie que se distribuye desde el nivel del mar hasta más de 6.000 metros de elevación, al menos en el Llullaillaco. Es una especie que normalmente es abundante a nivel local. Esto hace pensar que su estatus de conservación es bueno, estimo que si se categoriza debería asignársele [a nivel nacional] el estatus de Preocupación Menor”, precisa D’Elía.
Además, Steppan agrega que “entre varios estudios de adaptación a la altura, los animales de esta especie capturados a 4.500 metros utilizan más carbohidratos y tienen mayores capacidades oxidativas de sus músculos cardíacos cuando se comparan con especies estrechamente relacionadas cerca del nivel del mar”.
También habría un cambio de hábitos entre las distintas poblaciones de este roedor nativo, ya que “normalmente son nocturnos, pero a alturas superiores a los 6.000 metros, todos han sido vistos en pleno día, lo que sugiere que han cambiado su comportamiento a diurno porque no hay depredadores a esa altura que deban evitar. Eso puede permitirles sobrevivir a mayores alturas y en condiciones más frías de lo que podrían hacerlo si tuvieran que buscar comida por la noche. Allí arriba hace mucho frío, e incluso las máximas diurnas suelen estar por debajo de los cero grados”, especifica el investigador estadounidense.
El secreto de las altas cumbres
El profesor titular de la Universidad Austral asegura que “uno de los aspectos más relevantes y que claramente se desprende del estudio es que aún hay muchos aspectos básicos de la biodiversidad de Chile que no conocemos. Incluso para un grupo relativamente bien estudiado, como son los mamíferos, aún hay vacíos de conocimiento en relación a la distribución de las especies. Se siguen describiendo nuevas especies y registrando otras que se conocían previamente de países vecinos. La lista de mamíferos que publicamos a finales de 2020 ya está desactualizada”.
En esa línea, el curador de mamíferos sostiene que “si no sabemos bien qué especies hay y dónde, menos sabemos sobre su historia natural y también serán menos eficientes nuestras estrategias de conservación. Es por esto que se debe continuar con la exploración y colecta de ejemplares a lo largo y alto de Chile. Esto último debe ser visualizado por colegas, las agencias que financian la investigación, los comités de bioética y los organismos que otorgan los permisos de colecta científica”.
Para Steppan, “este descubrimiento nos sugiere que puede haber muchas otras especies que vivan en condiciones más extremas de lo que creíamos y que, colectivamente, tenemos que buscarlas más en estos hábitats cada vez más difíciles de explorar”.
“Creo que esto es genial, un hallazgo emocionante, porque empuja los límites de lo que sabemos que puede suceder”, sentencia.