¿Por qué desapareció el jaguar en Chile? La misteriosa extinción local del felino más grande de la América actual
El puma encabeza el ranking como el felino silvestre más grande de Chile, pero muchos olvidan que un animal de mayor envergadura moraba antaño en estas tierras. Se trata del jaguar, especie que actualmente vive en gran parte de América, excepto en este rincón del sur, donde una de sus subespecies se extinguió hace miles de años. Era de mayor tamaño, frecuentaba sitios como la Cueva del Milodón, y se alimentaba de camélidos y caballos. Pese a algunos antecedentes, la historia de este carnívoro sigue bajo el manto del misterio y en el olvido de muchos, generando de paso cierto grado de especulación. De todos modos, su desaparición nos entrega una valiosa lección en tiempos de incertidumbre y crisis ambiental.
Hace miles de años, en el Pleistoceno, Chile era muy diferente. El clima era más frío, se erigían bosques de cierto tipo donde hoy no los hay, y grandes bestias pisaban este territorio, como los megaterios, milodones, macrauquenias y paleolamas que, al desaparecer, dejaron tras de sí una serie de huellas que narran un pedacito de su intrigante historia.
Algo así ocurrió con un gran felino que frecuentaba refugios oscuros como cuevas, y que devoraba a camélidos y caballos que hoy tampoco existen. Es el denominado Panthera onca mesembrina, una subespecie del actual jaguar que vivía en Chile, hasta que se desencadenó su extinción hace más de 10 mil años antes del presente.
“Uno pensaría que se sabe harto del jaguar extinto, pero en realidad no es mucho y prácticamente el 98% de la información proviene del sur de la Patagonia. Allá hay huesos del jaguar, se les ha hecho [análisis de] ADN, hay lugares que funcionaron como cubil, entonces, están los huesos de las presas que comían. Hay incluso restos probablemente de fecas de jaguar, pero fuera de ese lugar sabemos realmente re poco”, asevera Rafael Labarca, arqueólogo y académico de la Escuela de Antropología de la Universidad Católica de Chile.
Es importante precisar que el jaguar que vive en nuestros tiempos ocupa el escaño como el felino silvestre más grande de América y se divide en varias subespecies. Históricamente, ha tenido una amplia presencia en el continente que se extendía desde el sur de Estados Unidos hasta el norte de la Patagonia, pasando por varios países como México, Brasil, Perú y Argentina …excepto Chile.
Sin embargo, si retrocedemos miles de años, la distribución de este felino era aún más extensa y abarcaba, precisamente, la Patagonia chilena con la desaparecida subespecie Panthera onca mesembrina. Aunque se desconoce bastante de este carnívoro en particular, sí se sabe es que se trataba de un jaguar idéntico al actual en términos de apariencia, que pesaba alrededor de 190 kg según estimaciones, y que por lo tanto era de mayor tamaño.
Esto no es mera casualidad, ya que “en cuanto a mamíferos de gran tamaño, Chile tenía una diversidad mucho mayor que la actual. Al menos 21 especies de mamíferos sobre 40 kg habitaban Chile durante el Pleistoceno. De esas 21, quedan solo 5 representantes (el puma, la taruca, el huemul, el guanaco y la vicuña). A esta diversidad de grandes mamíferos extintos del Pleistoceno también se le suma Dusicyon avus, un zorro de unos 16 kg que se extinguió durante el Holoceno en el continente y también hay un registro de un ave pleistocena hoy extinta en la antigua Laguna de Tagua Tagua en la Región de O’Higgins, Fulica montanei, una tagua más grande que las actuales”, describe Natalia Villavicencio, paleoecóloga e investigadora postdoctoral del Instituto de Ciencias de la Ingeniería de la Universidad de O’Higgins.
En esa época, prosigue Villavicencio, “los ecosistemas habrían tenido configuraciones algo distintas ya que el planeta estaba en los últimos milenios de la Edad del Hielo, con condiciones en general más frías. Por ejemplo, bosques de tipo valdiviano podían encontrarse hasta en Chile central hace unos 21 mil años antes del presente. En la Región de Magallanes, donde sabemos que habitó Panthera onca mesembrina, las condiciones más frías de la última Edad del Hielo se reflejaban en una vegetación más de estepa con una menor proporción de zonas boscosas”.
Tal como lo adelantamos, la evidencia tangible de este animal extinto está restringida a la Patagonia austral. En efecto, los restos fósiles se hallaron en la famosa Cueva del Milodón, en la Región de Magallanes, y fueron publicados por primera vez en el año 1899 bajo el nombre Iemish listai. De igual forma, se encontraron con posterioridad vestigios en otros lugares de la zona, como el sector de Tres Arroyos 1, Cueva del Medio, Cueva Chica, Cueva Lago Sofía 4 y Cueva del Puma.
Labarca pormenoriza que “hay huesos fósiles desde Aysén hacia abajo. Hacia el norte ya no hay nada más. Hay evidencia circunstancial, por ejemplo, huesos con mordeduras de dientes en Pilauco que podrían sugerir jaguar, y hay otros huesos de mamíferos con mordeduras en Los Vilos, que probablemente fueron su presa”.
En ese sentido, algunos análisis han indicado que la dieta del jaguar patagónico habría sido hipercarnívora, teniendo como presuntas presas favoritas a los extintos caballos sudamericanos del género Hippidion y a las vicuñas (Lama gracilis, según una publicación de Francisco Prevosti y Fabiana Martin de 2013). Pero eso no era todo, ya que también habría depredado al colosal milodón (Mylodon darwini), pues los investigadores han documentado osamentas con mordeduras compatibles con Panthera onca mesembrina. Inclusive, “hay un cráneo muy lindo en La Plata [Argentina] que tiene unas marcas en la parte de atrás que es una actitud muy propia del jaguar actual, abalanzarse sobre la presa y enterrarle los caninos. En algún momento alcanzó a coexistir con los primeros grupos humanos que vivieron allá en Patagonia”, añade el académico de la Universidad Católica.
En otras palabras, mientras el jaguar actual se alimenta de animales que rondarían – por ejemplo – los 60 kilos y, en ocasiones, del ganado bovino; la antigua subespecie patagónica pudo haber tumbado a bestias de entre 404 y 913 kg de peso.
En cuanto a otras peculiaridades del felino extinto, Labarca señala que “aparentemente hay algunas cosas que parecen similares al jaguar actual y otros no. El jaguar actual no ocupa lugares muy oscuros o cuevas para tener sus crías, y este sí. Una de las principales características de la distribución del jaguar [patagónico] es que estaba en un clima de estepa, un clima frío y seco, no había bosque en esa época, el bosque aparece recién después del fin del Pleistoceno, entonces era un ambiente muy distinto al que uno normalmente tiene como referente para el jaguar, que es este bosque tropical, donde es buen nadador”.
Aunque la mayoría de los antecedentes y pistas del jaguar extinto han sido obtenidos desde Magallanes, algunos no descartan su existencia en otras áreas, como Chile central. Esto si consideramos lo mencionado por autores que han encontrado huellas de grandes carnívoros y restos como un metatarso procedente de Quereo (cercano a Los Vilos), que se adjudicó en primera instancia a un “puma de gran talla”, pero que podría corresponder al jaguar, según han postulado algunos investigadores.
Un trabajo posterior sobre la misma zona concuerda en que “los daños observados principalmente en huesos de Palaeolama son mayores a los descritos para el puma y sugieren la posible presencia de félidos de la talla de Panthera onca mesembrina”.
Sin embargo, nada de esto se ha podido comprobar hasta la fecha.
Las huellas de Nahuel
“Mi papá nos contaba una historia muy linda del Nahuel. Como usted bien sabe, de Nahuelbuta hacia el sur hay mucha historia, hay túneles donde los guerreros y weichafes invocaban al espíritu del Nahuel, y se preparaban para la guerra y le hacían rituales y ceremonias. Ahí el Nahuel bajaba. Cuentan que cuando estaban los mapuche y eran muy pocos los que estaban luchando contra estos depredadores que se llamaban conquistadores, estaban siendo doblegados y desde la cordillera de Nahuelbuta empezaron a bajar muchos pumas y nahueles. Bajaron y rodearon al ejército, a estos depredadores, y pudieron salvar muchas vidas del pueblo mapuche (…)”, narra desde Wallmapu Silvia Navarro Manquilef, kimche o educadora tradicional mapuche.
Según distintas fuentes, Nahuel es la denominación del “tigre americano” o jaguar, la misma que habría inspirado nombres propios de personas, apellidos y localidades. La kimche nos comparte otra historia de la Patagonia chilena y argentina, muy similar a la narrativa conocida como “Los favores del tigre”.
“Había un cacique tehuelche y tenía solamente una hija que tenía un newen tremendo (…) Un día su padre enferma y en los últimos días que le quedaban le dice ‘yo te voy a entregar una herramienta con la que tú vas a vivir de aquí en adelante. Cuando estamos en peligro, cuando estamos siendo acechados, invocamos el nombre del Nahuel’. Ese peligro puede ser un hombre blanco extranjero, una tribu o quizás un animal salvaje. Falleció el papá y la niña siguió realizando sus labores. Un día se fue dentro de la montaña a buscar leña, y juntó tanta que no se dio cuenta cuánto caminó bosque adentro. De pronto sintió un ruido y cuando levantó la vista se encontró con un toro gigante, el Chupei, que la iba a matar. Lo único que atinó a hacer fue subirse a un árbol frondoso, un ñirre añoso, y ese toro empezó a escarbar las raíces para botarlo. Ella recordó cada palabra de su padre y empezó a invocar a Nahuel. Iba a caer y apareció detrás de unos roqueríos la silueta de un inmenso tigre. El tigre se fue acercando. El toro estaba tan concentrado que ni siquiera lo sintió. El tigre la miró hacia arriba y lloraba. De pronto, saltó al lomo del toro y se aferró tanto que le cortó la parte de arriba (…) y ahí cayó”.
Luego de eso – relata – la muchacha vio por un lapso de segundo el rostro de su padre en la mirada del tigre. El gran felino la llevó de vuelta a su casa, pero cuando ella “se volvió para darle las gracias, el tigre ya no estaba”.
Pese a las diversas versiones que han circulado, la kimche nos señala que el Nahuel se extinguió, que no es el mismo jaguar que vemos hoy.
Aparte de estas narrativas, no se conocen registros escritos previos a la llegada de los europeos sobre el jaguar en Chile. Aun así, una investigación de Norma Díaz que fue publicada en la Revista Mexicana de Mastozoología, analizó diarios, manuscritos y libros de exploradores a partir del año 1522 que describían a la fauna. Allí los foráneos aludían a esta especie o a “leones y tigres”, que – según algunas hipótesis – podrían corresponder a los pumas y jaguares.
Así ocurrió con William Mogg, quien mencionó en su diario escrito en 1828 la supuesta aparición del jaguar en las costas orientales del Estrecho de Magallanes; o Víctor de Rochas cuando emprendió un viaje a los canales magallánicos entre 1856 y 1859 como cirujano de la Armada francesa. También se sugiere que podría haberse distribuido en el centro-sur del país, basándose en las crónicas de Gerónimo de Bibar que datarían de 1558, donde reza: “Hay muchos guanacos y leones y tigres y zorros y venados pequeños y unos gatos monteses y aves de muchas maneras».
Aunque el citado trabajo reconoce la complejidad de este caso y establece que no es posible sacar conclusiones fehacientes, insinúa que estos registros históricos podrían sugerir que esta especie “fue extirpada en el centro-sur de Chile durante el siglo XVII” y que pudo haber sobrevivido en el norte de la Patagonia argentina y en la región del Estrecho de Magallanes por la década de 1850.
Sin embargo, el registro fósil indica que el jaguar patagónico (Panthera onca mesembrina) desapareció hace más de 10 mil años. Entonces, ¿se trató de impresiones erradas y confusiones de los europeos que eran comunes en ese periodo? ¿Quizás otra subespecie del actual jaguar incursionó al lado chileno desde tierras trasandinas? ¿O hay algo que estamos omitiendo en esta historia?
Al respecto, Villavicencio asegura que “los registros históricos entregan información sugerente y que despierta curiosidad, porque puede ser evidencia cierta. Lamentablemente sin pruebas – por decirlo de una forma – tangibles, es difícil tener certeza alguna. No existen evidencias en el registro paleontológico o arqueológico de restos de jaguar que nos pudiesen decir que las observaciones relatadas en crónicas puedan ser ciertas. De la misma forma, tampoco tenemos evidencia para decir que estos relatos sean falsos. Creo que no podemos desmentir ni verificar la existencia de jaguar en Chile en tiempos históricos, con la información que poseemos”.
Por su parte, Labarca sostiene que hay que mirar “con ojo crítico” el conjunto de postulados e hipótesis que se barajan, ya que “no hay ningún sitio con dos mil, tres mil o cuatro mil años en Chile central o en el área centro sur que se asemejen remotamente a huesos de jaguar. Yo creería, esto obviamente a título personal, que todos esos nombres que hacen referencia de nahuel son toponimias que son relativamente históricas y que están asociadas a este movimiento de los grupos mapuche al lado pampeano, producto del desplazamiento y de la conquista. No tengo ningún antecedente más allá de estas referencias de tigres versus león, que puedan sugerir que haya habido por ejemplo en la cordillera de la actual Nahuelbuta. Es difícil”.
El arqueólogo agrega que “a lo mejor pudo haber habido una intromisión de algún animal que haya venido del lado argentino, pero al menos evidencia arqueológica no hay. Ese tipo de cosas igual pueden quedar en el inconsciente, transformarse en historias míticas y contarse oralmente (…) hay mucha evidencia histórica de tránsito mapuche hasta el área atlántica incluso, entonces no es descabellado pensar que gente que pasó para allá vio jaguares y después contó las historias en el lado chileno”.
Por otro lado, han surgido otro tipo de “controversias”, como una hipótesis que señalaba que no era el jaguar el que habitó en Patagonia, sino el león extinto Panthera atrox que se ha descrito para Norteamérica. “Esa visión no ha tenido más adherentes y en general el consenso es que se trata de este jaguar”, puntualiza Labarca.
Como sea, el nivel de desconocimiento sobre la vida del jaguar en Chile es tan considerable, que es casi inevitable caer en el terreno de la especulación.
Su misteriosa desaparición
Aunque el jaguar contemporáneo habita en una extensa área de América, Villavicencio recuerda que “ha perdido cerca de un 50% de lo que era su rango de distribución histórico, o sea su distribución solía ser mucho mayor en las últimas décadas”.
Su declive se ha debido a un cóctel de amenazas de origen humano, como la deforestación, el uso de su hábitat para actividades agrícolas, la caza por “represalia” y tráfico ilegal, entre otros.
Menos conocido es lo que ocurrió con la subespecie que habitó en Chile, la que desapareció junto a una gran diversidad de mamíferos durante la Extinción del Cuaternario Tardío, acaecida en el Pleistoceno.
Son dos las principales hipótesis que intentan explicar este evento. La primera alude a “causas ambientales naturales ligadas a la pérdida de hábitat por el calentamiento global que terminó con la última Edad del Hielo; y la segunda apunta a causas antrópicas de los primeros humanos que llegaban al continente, cazando y haciendo uso del espacio y de los recursos en él”, comenta Villavicencio.
La investigadora complementa que “para el jaguar en Patagonia, por ejemplo, hubo un cambio de hábitat importante, con una expansión de bosques y una disminución de la estepa, lo que afectó los ecosistemas y quizá las poblaciones de presas del jaguar, por ejemplo. Por otro lado, los humanos que habitaron la zona utilizaron cavernas que también usaban los jaguares, lo que quizá implicó una competencia por el recurso de refugio”.
Labarca coincide en que “se ha sugerido que en realidad se extingue porque tenía cierta especialización en animales herbívoros de gran tamaño y cuando éstos desaparecen, se habría extinguido, pero en realidad lo que yo creo es que es una extinción local, hay seguro registros en pampas hasta [el periodo] bien tardío”.
De todos modos, el destino de los extintos parece repetirse en la actualidad, con la diferencia de que hoy el dominio (e impacto) humano ha generado una pérdida de biodiversidad y crisis climática sin precedentes.
Villavicencio resalta que “la lección que nos da el caso del jaguar, desde el Pleistoceno hasta tiempos actuales, es la de una especie amenazada de extinción por causas de cambios en su hábitat e impactos antrópicos crecientes en el paisaje. Tanto las potenciales causas de extinción que se discuten para la forma del Pleistoceno, como las que sabemos afectan a la especie actual, son aquellas que se discuten para prácticamente la totalidad de especies amenazadas en la actualidad. Finalmente, la extinción podría mostrarnos el resultado de un escenario de cambio global de milenios atrás”.
En otras palabras, el cese de su vida no solo constituye un olvidado testimonio de la antigua naturaleza que se manifestaba en estas tierras, sino también un recordatorio de lo que podría ocurrir con otras criaturas si todo sigue igual.